Me coji a mi cuñada en un recital frente a mi hno..

- Vamos al concierto de Serrat en el Luna – me avisó mi hermano un viernes de Enero por la mañana.
- Va a ser un gentío…- dije.
- Yo cumplo en avisarte porque Silvia me tiene cansado para que vengas con nosotros – Carlos tenía un tono bastante cortante -¿Qué le diste vos a mi mujer? – Ahora el tono era de franca broma y solté una carcajada.
Carlos era mi hermano mayor. Un tipo serio, formal, insoportablemente preocupado por el “qué dirán”. Mi mentor y mi conciencia. Era el quien me había ayudado con mis estudios, me aconsejaba con mi trabajo y me daba lecciones de cómo comportarme. Que, por supuesto, yo no seguía. Porque, socialmente, éramos los polos opuestos.En mis estudios de Ingeniería, era correcto. En el trabajo con que mantenía mis gastos a los diecisiete años, me desempeñaba bien. Pero socialmente, era un informal, con las chicas otro tanto, me importaban muy poco las apariencias, en fin, un típico adolescente de los años setenta.
- Matías es impresentable – acostumbraba a quejarse Carlos, y mis padres estaban totalmente de acuerdo con él.
- Es que todavía es chico, le falta madurar – Silvia, su mujer, era la única que me defendía. Ella era dos años menor que mi hermano, que me llevaba diez a mí. Se conocían desde siempre. Prácticamente se habían criado juntos, pues las familias se conocían del club Náutico. Habían comenzado a noviar prácticamente desde los dieciséis, y por fin se habían casado cuando Carlos tenía veinticinco y ella veintitrés. Yo por esa época tenía quince.
- Bueno, está bien, ¿Me pasan a buscar? – en realidad tenía unas ganas bárbaras de ir a escuchar al máximo juglar de la década.
- Encima eso….- se quejó Carlos – ¿Algo más, Niño? – dijo en tono irónico.
Pensando que íbamos a ir temprano para conseguir buenas ubicaciones, me preparé con tiempo. Pero aparecieron casi sobre la hora .
- ¡Ni sueñen con verlo de cerca! – les advertí – ¡Gracias con que consigamos entradas!
- ¡Bueno, pará de refunfuñar! – reía Silvia.
En el auto venían dos matrimonios más. En total, éramos siete, por lo que iríamos bastante apretados. Para acomodarnos mejor, me senté en la butaca de adelante. Y ella encima de mis rodillas. Sólo en ese momento reparé en el atuendo de mi cuñada. Minifalda plisada, sandalias de taco y tiras y camiseta de tirantes. Si se imaginan a una mujer hermosa, de más de un metro setenta de estatura, rubia, ojos verdes-turquesa y tez bronceada, vestida de esa forma en un concierto de jóvenes, ya deben ir pensando en un tumulto.
- ¡Sil….Te van a tocar el culo! – susurré en su oído aprovechando que mi hermano estaba enredado en no sé qué discusión con uno de los del asiento trasero.
- Y….- me miró burlona – ¡a lo mejor me gusta! – me contestó al oído también, y no pude contener la risa.
Silvia era la chica más formal que yo conocía, novia etérea, esposa sumisa…¡la pareja ideal para mi hermano!-
- ¿De qué se ríen? – preguntó Carlos
- Tu hermano…- pensé que le iba a contar nuestro diálogo y me preparé para la bronca de él – ¡Tiene cada salida! – Siguió, y yo cada vez más tenso. – ¿Vieron al viejo de la gorra? – me miró, y yo no entendía nada, pues no había ningún viejo con gorra – ¡Le dijo “Gorriti”!
Los demás rieron, y yo me quedé admirado por la facilidad con que mi cuñada había inventado una historia. A poco de andar, se me antojó, por el movimiento, que no llevaba sujetador debajo de la camiseta. Aquellos pechos se movían muy voluptuosamente a cada barquinazo. Comencé a fijarme más detenidamente en ese detalle. Estaba casi seguro. Como al descuido, pasé una mano por su espalda, buscando las tiras y el broche. Nada.
Yo respetaba profundamente a Silvia. Jamás se me había ocurrido pensar en ella como otra cosa que no fuera la esposa de mi hermano. Pero aquel cuerpazo en mis rodillas, los pechos moviéndose debajo de la camiseta, la noche calurosa de verano, ….qué se yo, la cabeza me comenzó a trabajar mal…Por suerte, cuando sentía que mi sexo comenzaba a tomar volumen, llegamos al Luna Park. O cerca, porque con la cantidad de gente que había, tuvimos que dejar el auto como a ocho cuadras.
Caminábamos apresuradamente para sacar las entradas, y no pude menos que volver a fijarme en mi cuñada. Con el andar, las caderas se balanceaban, la mini invitaba a soñar con la parte superior de aquellas piernas portentosas, pero lo más impresionante era el vaivén de sus pechos. Porque debo decir que mi cuñada tenía unos pechos espectaculares. Grandes y erguidos. Era la parte de su cuerpo que más había mirado durante toda mi adolescencia….
Logramos comprar las localidades y nos entramos al estadio cubierto. No pudimos avanzar mucho por la gradería, estaba todo repleto.
- Desde aquí no vamos a ver nada…- se quejaba Lorena, una de las amigas de Silvia, que para colmo era un poco baja de estatura, y se perdía entre el público
- Deberíamos haber venido más temprano….- dijo Julio, el esposo de la otra amiga
- Bueno, no vale la pena quejarse…. – Carlos abrazaba a Silvia entre la multitud.
Unos meses atrás, la firma para la que trabajaba había hecho algunos trabajos de montaje en el estadio, y recordé algunos rincones que quedaban lejos de la circulación del público.
- ¡Quédense aquí! – dije a mis amigos – .¡Enseguida vuelvo!
- Y….muy lejos no vamos a poder ir…- Se burlaba Raúl, el marido de Lorena.
Volví sobre mis pasos por uno de los corredores, hasta que encontré lo que buscaba, una pequeña puerta semioculta por una columna. Por suerte estaba abierta. Si no me equivocaba, debería llevarme a un pasadizo que desembocaba muy cerca del escenario. El problema es que todo estaba oscuro. Seguí a tientas la pared, hasta que se hizo la luz. A mi izquierda había un mamparo de un metro cuarenta de alto, más o menos. Y a mi derecha, continuaba la pared. Por sobre el mamparo, se podía ver el escenario, todavía deshabitado y a medio iluminar. Pero a escasos ocho metros….Retrocedí y volví a desandar el camino.
- Tengo un lugar desde donde se puede ver…- dije – pero hay que ir con cuidado….
- ¿Pero se ve de cerca? – preguntó Lorena, ansiosa
- Antes de la fila 1….- dije, con una sonrisa triunfal
- Andá….- mi hermano no me creía - ¡Ya me veo que este nos mete en un agujero y terminamos en cana!
- No, te digo que es seguro…- le aclaré.– Yo laburé acá hace unos meses….
- Bueno, vamos, antes de que lo ocupen….- se decidió Silvia.
Arrastrando del brazo a su marido. Los otros dos matrimonios vinieron con nosotros.Cuando llegamos a la puertita, mi hermano no quería saber nada
- ¡Este irresponsable nos va a hacer meter presos! – decía, negándose a entrar en el oscuro pasadizo.
- Bueno…¡Hacé lo que quieras! – terminé por exasperarme – ¡Yo lo voy a mirar desde aquí!
- ¡Yo también! - exclamó sorpresivamente Silvia y se internó detrás de mí en la oscuridad.
Los demás, incluido mi hermano, también nos siguieron.
- Cuidado aquí…- avisé, pues antes de que comenzara el mamparo había un pequeño escalón.
Silvia se apretó contra mí, podía sentir sus manos en mi cintura, y, lo que me inquietaba más, sus dos pechos en mi espalda….Por fin. Llegamos al mamparo y ya con luz recorrimos el pasadizo hasta que llegamos a una columna, deteniéndonos allí. Quedábamos en penumbras, pero la visual del escenario era perfecta. Como si formáramos parte del espectáculo.
- ¡Ahí tenés! – se burló Silvia en voz baja – ¡Nunca en tu vida viste un concierto de tan cerca!
- ¡Eh, a ver si pueden correrse un poco más adelante, que no vemos nada desde aquí! – susurraban Raúl y Lorena, justo los más bajos habían quedado al final.
- Esperá….- exploré por detrás de la columna. Se podía pasar, pero sólo quedaba lugar para una persona….a lo sumo para dos….. Pasé y me volví
– ¿Ahora?
- Un poco más…- la voz de Raúl nos causaba risa.
- No podemos, estamos muy apretados…- dijo Carlos
- ¡Dale, por favor! – Raúl casi suplicaba
- Yo paso detrás de la columna…
- Silvia pasó por detrás de la columna y se apretó contra mí – ¿Ahora?
- ¡Fenómeno! – se entusiasmó Raúl – ¡Sos un genio Matías!
El espacio entre la columna y el final del pasadizo era ínfimo. Me puse de costado para permitir que Silvia se acomodara en la oscuridad, mi brazo derecho apoyado sobre el mamparo, y ella se apretó más contra mí, con sus dos brazos sobre el mamparo. Pude sentir el calor de su cuerpo y me puse algo tenso.
- ¿Estás cómodo? – sus ojos brillaron al mirarme en la oscuridad -¿Querés que me corra un poco más? – y sin esperar respuesta, se apretó aún más delante de mí.
Sentí sobre mi mano derecha la presión de uno de sus pechos.
- ¿Así está mejor?- su voz era un susurro
- Sí…- la mía sonó ronca. Sentí un leve roce sobre el dorso de mi mano izquierda que colgaba al costado de mi cuerpo. Era el borde de la falda de Silvia. Mis latidos se aceleraron al darme cuenta de que mi mano estaba a escasos centímetros de su culo…
- Hace calor aquí… – se removió, y aproveché para girar mi mano que sostenía el borde del mamparo. Ahora su teta quedó en la palma de mi mano. La mantuve inmóvil, esperando que no se diera cuenta del cambio. Pasaron unos segundos que me parecieron interminables. No se movió.
Allí estaba yo, en la oscuridad, con mi mano derecha en una de las tetas de la mujer de mi hermano mayor y la otra a escasos centímetros de su fabuloso culo.
Los músicos iban ocupando sus lugares sobre el escenario, que comenzaba a iluminarse. Miralles hizo alguna maravilla sobre los teclados y el público estalló en una ovación.
- ¡Es un maestro! – susurró Silvia en mi oído, sin apartar su pecho de mi mano. Su aliento me quemaba el cuello.
Casi temblando por la excitación, giré mi mano izquierda, reconociendo con mis dedos el borde de su falda. Ella movió levemente su cadera, cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, y yo aproveché para llevar mi mano hacia delante, hasta tocar algo….suave, sedoso….¡era su piel…!
- ¡Ahora se arma! – pensé.
Ella tenía que haber sentido el roce, no me cabían dudas. Por un instante me arrepentí de mi osadía. Iba a perder su estima por una tontería así…
- ¡Mateyko! – exclamó cuando el presentador apareció bajo las luces del escenario. Siempre lo presentaba él a Serrat. Silvia volvió a cambiar de posición, acercando más su culo a mi mano. Yo ya sudaba….
- “¡Señoras y Señores!” – decía Mateyko cuando Silvia pasó su brazo por encima del mío sobre el mamparo, y definitivamente apreté su teta izquierda, sintiendo la punta del pezón a través de la fina tela de la camiseta. Mi respiración volvió a agitarse
– ¡Con ustedes, mi amigo, “El Nano”! – tomé valor y desplacé mi mano izquierda sobre su piel, ascendiendo. Pude reconocer la parte inferior de su nalga –“ ¡Joan Manuel Serrat!
”Silvia comenzó a gritar y a aplaudir, separando por un instante su pecho de mi mano derecha. Yo sólo grité, procurando no modificar la posición de mi cuerpo, que tan excitado me tenía. Mi pene se apretaba dentro de mis vaqueros. Ella se desplazó un poco más a la derecha, por delante de mí, volviendo a pasar su brazo sobre mi mano derecha, que ya totalmente lanzado, coloqué debajo de su pecho izquierdo. Mis sentidos estaban totalmente desbocados cuando comenzó a sonar “ Tu nombre me sabe a hierba”, y mi mano izquierda encontraba el elástico de la tanguita sobre la nalga de Silvia.
- ¡Lo amo! – me miró con los ojos encendidos – ¿Te gusta?
- ¡Claro! – exclamé, un poco sorprendido, concentrado como estaba en otras sensaciones – ¿Ves bien desde aquí…? – pregunté por decir algo
- ¡Ay sí, estoy bárbara! – me besó peligrosamente cerca de la boca – ¡Menos mal que viniste! – envalentonado recorrí el elástico de la tanguita hacia abajo, notando como se iba introduciendo entre las nalgas de Silvia.
Ninguna reacción…Mis dedos se detuvieron en la parte inferior, donde las piernas cerradas me impedían continuar con mi exploración. Mi mente estaba a punto de estallar, y los acordes de “Balada de otoño” provocaron el suspiro de Silvia.
- Balada de Otoño…- susurré en su oído, procurando captar su atención
- Mmmm…este tema me da vuelta….- me miró – ¡Me entrego! – sonrió.
Al principio no entendí el significado de su exclamación. Hasta que con un lento movimiento separó las piernas y al mismo tiempo, tomó mi mano derecha, guiándola en una apretada caricia a sus pechos.
Mi asombro era total. Seguí hacia abajo con mi mano izquierda, acariciando su conchita por encima de la tanga, sintiendo la humedad de ésta. Ella abrió aún más las piernas, flexionándolas levemente, como invitándome a continuar, mientras respiraba fuertemente.
No sé en qué momento bajó su mano derecha del mamparo, el caso es que allí estaba, apoyada sobre mi verga, que a estas alturas estaba totalmente dura y casi me dolía, de tan apretada dentro del pantalón.
- “Te levantarás despacio….- cantaba el poeta. Introduje mis dedos por debajo de la tanga. Intenté correrla, pero finalmente opté por tirar de ella hacia abajo.
- Sos muy diablo….- me volvió a mirar fijamente.
Pensé que todo terminaría allí. Había ido demasiado lejos. Sin embargo, deslizó el cierre de mi pantalón hacia abajo e introdujo su mano por dentro del elástico de mi slip. Instintivamente me incliné hacia ella y la besé en la boca, mordiendo levemente sus labios. La tanga se deslizó desde sus caderas por sobre sus nalgas y la dejé caer hacia la oscuridad del piso. Acaricié su culo desnudo, descendiendo entre sus piernas hasta encontrar los depilados labios de su vagina, sintiendo su mano sudorosa acariciar mi verga ya fuera de mis pantalones.
Su sexo estaba empapado, y mi mano estaba viscosa cuando llegué al botón erecto que era su clítoris. Lo froté desesperadamente por entre sus piernas escandalosamente abiertas, con mi dedo mayor.
- “Se le hinchan los pies, el cuarto mes…. - “De parto”, otra obra maestra de la poesía cantada sonaba cuando mis pantalones cayeron. Silvia se desplazó un poco más hacia su derecha, quedando completamente delante de mí. Separé sus nalgas y froté mi verga entre ellas. Se levantó en puntas de pie, de manera que la punta de mi miembro quedó apoyada en la puerta de su concha. Fue un simple movimiento, y ahí estaba yo, cojiéndome a mi cuñada a menos de un metro de distancia de mi hermano.
- Mmmm….¡Es enorme! – cuando mi pelvis chocó contra sus nalgas, volvió la cabeza y me besó, su lengua jugó con la mía. – ¡Aaaahhh! – Gimió cuando con la última embestida la penetré totalmente
- ¡Silvia! – la voz de mi hermano detrás de la columna -¿Te gusta?
- ¡Síii!….¡Es grandioso! – contesto ella – ¡Lo tengo tan adentro!
- ¡Me alegro que lo disfrutes! – contestó él. – Es un artista excepcional….
Yo bombeaba en la concha de Silvia y ya totalmente desinhibido levanté su camiseta, dejándola con el pecho desnudo de frente al escenario. Jugaba con sus pezones, dos aureolas oscuras de casi ocho centímetros de diámetro, cuando sentí que calvaba sus uñas en mis brazos, anunciando su orgasmo. Por suerte, su alarido de placer coincidió con la ovación con que el público saludó el final de “Mediterráneo”, quizás la obra más significativa del juglar.
- “Uno se cree….que los mató….el tiempo y la ausencia….- sentí que iba a derramarme y le avisé a Silvia que chupaba mi mano izquierda que aún conservaba sus flujos
- ¡Damela toda! – me susurró – ¡La quiero toda dentro mío! – se agitó y la inundé con mi semen
- Silvia….- me relajé, aún dentro de ella
- Sí, bebé…-.me acariciaba el rostro cuando me agaché a levantar su tanguita del piso y me acomodé la ropa
- No te imaginaba….- la miré
- ¿Tan puta? – me sonreía – Es nuestro secreto…. - le alargué la prenda
– ¡Guárdala de recuerdo…! – me besó tiernamente en los labios.
La abracé y nos emocionamos juntos escuchando “Fiesta”. Era el final del concierto.
Cautelosamente salimos del improvisado palco y los demás no se cansaban de felicitarme por la ubicación.
- Creo que nunca disfruté tanto un recital…- decía Lorena – ¿Vos Silvia?
- Definitivamente, nunca…- dijo ella, muy seria.
Llegamos al auto y nos dispusimos igual que a la ida. Silvia sobre mis rodillas en el asiento del acompañante. Como si no hubiera bastado con el concierto, Carlos colocó un cassette del Nano en el Stéreo. A todo volumen, y los siete coreábamos las letras.
No pude resistir la tentación. Mientras esperábamos para salir del embotellamiento que generaba la desconcentración, en un momento Silvia se volvió para mirar a sus amigos en el asiento trasero. Su culo desnudo quedó al alcance de mi mano derecha. Lo acaricié una y otra vez, hasta que ella sucumbió y volvió a abrir las piernas.
Sentado al lado de mi hermano, acaricié la concha de su mujer, que clavaba nuevamente sus uñas en mi antebrazo disimuladamente. Encontré su clítoris y lo froté, mi mano otra vez empapada, hasta que la crispación de su rostro me indicó que había acabado nuevamente.
Me miró fijo, con aquellos incomparables ojos celeste- turquesa encendidos….
- Hijo de puta…..- susurró en mi oído, sonriendo, mientras los demás cantaban a los gritos – ¡Esta me la vas a pagar!
- Cuando quieras…. – contesté

13 comentarios - Me coji a mi cuñada en un recital frente a mi hno..

COKITOS22 -3
compa esta todo muy revuelto me pierdo al tratar de leerlo todo esta muy junto
Flatron44 +1
Excelente que buena historia van puntos
ren6o +1
Muy bueno!
Me coji a mi cuñada en un recital frente a mi hno..
garrote2373 +1
Muy bue-nooooo!!!! bravo maestro!!!!
KaluraCD +1
un relato muy caliente, buenísimo, felicito al autor.
swan28 +3
Que buen relato jeje
masitasexxx +1
excelente relato...muy caliente, van puntos
manuelkkk +1
Excelente relato

Cada vez que lo leo me queda la pija al palo !

Feliciaciones