Una mamada telefonica

Este es mi segundo post, que a diferencia del primero tiene un final feliz.
Al igual que el anterior, esto transcurrió en mi etapa de casado. En una oportunidad haya por la crisis del 2001, llega a mi escritorio una señorita con intenciones de realizar unos trámites filiatorios. Su interés estaba en ser reconocida por su padre biológico. Bue, esto es lo menos trascendente de la historia. Resulta que al ingresar me encuentro con una hermosa pendeja de unos veinte años, no muy alta… mediría 1,55 o 1,60 mtrs, de cabellos negros, ojos claros, cabellos oscuros negro como un azabache, lacio hasta más allá de sus hombros, tez blanca, con algunas pecas que jugaban en sus pómulos. Pechos bien formados y duros los que luego descubrí coronados por dos pezones pequeños y rosados. Sus nalgas firmes pero algo caídas, creo que con unas clases de gym sería suficiente, aunque no sea en ese momento como para corregir esa pequeña falencia. Una hermosura. Con el tiempo, no sé si describo a mis amantes como hermosas o por ser un calentón irrenunciable a mis principios de embocar en cada agujero que se me cruce, a todas las considero únicas. No es el momento de ponerme a pensar eso. Vamos a ponerle un nombre Yami. Luego de unas dos entrevistas se produce por fin el hecho que hoy les quiero contar. Las conversaciones a lo largo de cada una de sus visitas iban tomando mayor intensidad y calor. Como es mi costumbre, en cada despedida de visitas, mis saludos eran besos en la mejilla y mano derecha en su nalga izquierda,. Esto me permite saber al poco tiempo, si me la curtiré o no en breve. A la segunda visita ya mi mano se deslizaba cómoda y gustosamente por toda su cola. Nunca supe si era porque la gente se viste bien cuando va a escritorios como el mio, o por querer parecer muy atractivas y genera algo en quien las recibe. Opto por la primera, tampoco es cuestión agrandarme al pedo. La cuestión es que en una de sus más frecuentes visitas, ya habiendo pasado al saludo “pico”, empiezo a transarme en mi escritorio. Ella había pasado a la zona del sillón de quien recibe, Uds. entienden el grande giratorio que sube y baja, ese que usamos para marcar quien es el dueño jajajaja. Nuestras lenguas estaban intercambiando nuestras salivas, mis manos recorrían toda su geografía buscando por debajo de su pollera de jean el tesoro que cada pirata desea encontrar. Ella inclinada hacia mí y yo, como mandando en la situación, sentado en mi gran sillón. Con mi mano izquierda destrabo sus botones de la camisa blanca inmaculada que portaba y comienzo a masajear por encima de su corpiño sus pechos. Si recuerdan la posición sus tetas estaban a la mercede de mi boca que inmediatamente comienza a besar sus pechos por encima de su lencería, para en unos pocos minutos ella misma con sus manos liberar sus hermosos, pequeños, pero firmes pechos. Mi boca reacciona como el animal cazador a su presa y comienzo a comerle las tetas, succionar y pasar la lengua por sus pezones. Me gusta morder muy suave sobre los pezones o apretarlos delicadamente con mis labios, sin llegar a producir dolor innecesario, sino más bien, creo placer. Creo, digo pues a cada una de mis succiones, mordiscos u apretadas de labios, ella respondía con gemidos profundos, sentidos pero bajos (recuerden que mi oficina se comunicaba con mi hogar). Con la diestra ya debajo de su pollera rozando su tanga, salía mojada de esa faena. Ella amasaba mi verga sobre mi bóxer y mi pantalón, erguida cual mástil en el centro de una plaza, lucha por ser liberada, se sabía la principal actora del juego manual de mi hermosa cliente. Nos encontramos en esta situación cuando suena el teléfono de mi oficina. Era un cliente a quien debía atender irremediablemente. Una cosa es el placer carnal y otro muy distinto es el placer de una billetera llena. Como dice el filósofo Jacovo billetera…. Y si hay algo que me gusta más que las minas es la guita. En virtud de ello, la separo me separo de ella e impostando la voz procedo a atender. Buenas tardes, cómo le va ingeniero… ahora que las cuento me doy cuenta que fueron 6 palabras, cuando veo a Yami hincarse, como dice el tango, entre mis piernas abierta y libera a mi pija de su prisión. Comienza a besar la cabeza, la que a esta altura brilla por los jugos pre seminales, y a recorrer con su lengua todo mi tronco, erguido y mirando hacia el techo. Así comienza una de las mamas mejores de mi vida. No les miento, la MEJOR MAMADA que me haya dado en toda mi vida. Su lengua jugaba con mi glande… me arqueaba en mi sillón al sentir recibir tanto placer. En un momento de la conversación, mi interlocutor me pregunta si me sentía bien, pues me escucha ahogado y mi voz se entrecortaba… solo un refrío respondo. Seguía Yami con su estupendo trabajo. Liberaba de su boca a mi pija y se dedicaba a mis huevos, sin olvidarse en esos momentos de realizar suaves movimientos ascendentes y descendentes con su mano en pija, para volver a chupar mis líquidos pre seminales y volver a introducirse toda mi verga en su boca hasta sentir que le faltaba el aire, tener arcadas y escupir sobre mi cabeza. Mi conversación no finalizaba nunca, tampoco yo estaba en condiciones de pensar la forma de darla por terminado. Sentía que mi verga reventaba, se inflamaba, estaba a punto de acabar y aún me encontraba dando respuesta a cada pregunta que mi molesto interlocutor me formulaba, hasta que los dioses se apiadaron me mi y en el exacto momento que cuelgo el teléfono libero en su boca una catarata de semen, como pocas veces en una mamada han logrado sacarme de mi. No finalizaba más de acabar. Mi hermosa acompañante se limito a cuidar que ninguna gota de mi semen se pierda de su boca. Luego de ingerir en dos oportunidades y con la mejor cara de puta que en ese momento le salí, abrió su boca, mostró su lengua y sobre ella la última porción de semen que le regalé.

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