Depto. nuevo, mil aventuras sexuales y mi vecino mirando 4

Pajerones, acá el otro que prometí para que tengan más para toquetearse por la demora.
Ojalá lo disfruten.

Los días fueron pasando y los chicos por mi casa con vista al morbo también, ya que desde que encontré así de excitante y llamativo que me mire el vecino mientras me cogen, me puse muy activa en cuanto a mi vida sexual. Me volví una cazadora de hombres, no desperdiciaba un segundo. Cada mirada que me insinuase algo, si me parecía interesante el ejemplar y lo veía confiable, iba a parar derechito a mi cama. Así pasaron varios muchachos, y algunos no tanto porque hubo algunos un poco mayores que me he llevado también y me han enseñado que no todo es la furia de juventud, sino la experiencia lo que cuenta.
Me acuerdo de Victor, un tipo de cuarenta y tantos que conocí alguna vez que cenamos en casa de mis primos, que tienen más o menos la misma edad. Esa noche de pleno invierno, con unos pocos grados por encima del cero en el termómetro cenamos tranquilamente mis dos primos, hermanos entre si, sus esposas, alguna amiga que vi alguna vez y nada más, por eso no recuerdo su nombre, y otros dos amigos de uno de mis primos. Todos bordeando los cuarenta y algunos ya un poco por arriba de ellos. Uno de ellos era Victor, un tipo bien mantenido para su edad; vestido moderadamente moderno pero sin hacerse el pendejo, cosa que me lo hubiera hecho intolerable e incogible porque detesto la gente que no asume su momento y flashea con ser otro tipo; una cara interesante y bastante simpático de carácter.
Durante la cena, todo transcurría tranquilamente y sin la más mínima sospecha de que me fuera a ir con alguien a la cama esa misma noche. Todos los presentes, a excepción de mis primos, sus esposas y la amiga de la que no recuerdo el nombre, eran posibles presas por mi nuevo instinto comehombres que se despertó en mi desde que me mudé y me gusta que me mire él. Pero desde que entré y vi quienes eran los presentes, se fueron a pique todas mis expectativas. Los amigos de mis primos son unos muchachos bastante bobos, que se han quedado con los recuerdos de los veintipico y no pueden despegar de ahí. Se visten como en aquella época, se peinan así, y lo peor de todo, piensan del mismo modo. Unos nabos.
La amiga de mi prima, no le daría ni siquiera siendo lesbiana. Esa chica no le movería un pelo ni a un marinero rumano en celo.
Y entre ellos, Victor. Un tipo más bien callado en grupo, pero cuando dice no habla al pedo. Muy correcto y seguro al decir, pero era de poco intervenir en la charla grupal. Después entendería por qué, cuando lo conocí mejor y más íntimamente. Bien íntimamente.
Como venía diciendo, la cena transcurrió sin más sobresaltos, y la charla se movió dentro de todo lo convencional hasta el punto de tornarse un poco aburrida para mi gusto. Con los nabos de los amigos de mis primos no se podía esperar otra cosa. Hasta que luego de cenar, a mi primo se le ocurre mostrarnos unas reformas de su casa justo cruzando el patio. El frío que hacía era terrible, y todos salimos de repente sin abrigarnos nada. Yo que llevaba una blusita suelta y apenas un saquito sobre los hombros me congelé. Todos estábamos igual, así que decidimos suspender rápido la salida al patio y regresar adentro. Cuando me metí en el living nuevamente me saqué enseguida el saco de la espalda para entregársela a la estufa, quedando justo de frente a Victor que se acercaba a calentarse las manos al mismo sitio. No me miraba a la cara, si no que se había quedado prendado con mis dos pezones duros y bien parados por el frio, que hubieran podido cortar el cristal más duro de la tierra. Yo acostumbraba no usar corpiño de vez en cuando ya que mis tetas están bien paraditas siempre, casi no se nota si no lo uso. Salvo cuando me agarra mucho frio, jeje.
Los ojos de Victor subieron rápidamente hacia mi cara cuando notó que yo me había dado cuenta de su encantamiento por mis juveniles tetas de veintipico ahí arriba, firmes, rosadas y redonditas como dos lindos duraznos maduros. Para un tipo de su edad era como volver a la tierna infancia tocar una de esas tetas. Mis tetas. Y me morí de vergüenza cuando noté el espectáculo de mis pezones. Pero por suerte solo Victor me había visto, y cruzando las miradas nos hicimos entender que no había que hacerlo notar y quedaba entre nosotros. En seguida entendió que hacer y muy caballero me alcanzó su sueter para que “entrara en calor más rápido” y me cubrí lo pezones antes de dar un espectáculo para todos y se rieran de mi. Me gustó como se hizo cómplice mío en un segundo, con solo mirarnos. Me gustan los tipos que saben decidir así de rápido y resuelven algo. Y que sean mis cómplices, después de mirarme así las tetas, más todavía.
Para calentarnos un poco, mi primo sacó una botella de vodka de su alacena, queriendo enmendar el error de llevarnos al patio para cagarnos de frio. Aunque después se lo terminaría agradeciendo, porque gracias al fresquete que me puso así de duros los pezones, empezó lo que sería una gran noche con Victor. Vodka va, vodka viene y charla un poco más acalorada por el efecto de la bebida, y yo no podía sacarle de encima la mirada a Victor. Me había calentado después de un rato de maquinar sobre la situación vivida frente a la estufa, y quería probar de qué era capáz ese hombre que me llevaba unos añitos. Su mirada se cruzaba con la mía y estaba al tanto de todo, pero no se dejaba descubrir, tanto que casi creí que le parecí una pendeja calentona por un momento, ya que parecía ignorarme.
Durante la charla, Victor dejó en claro que estaba en pareja y felíz, que tenía una mujer al lado que lo respetaba y él amaba mucho. Así que mis expectativas fueron bajando un poco. Pero a la hora de irnos, yo hice todo lo posible para que nadie pudiera llevarme más que él. Y otra vez entendió al instante mi jugada y se ofreció antes que nadie a llevarme porque le quedaba de paso yendo a su casa. Era cierto, todos los demás vivían en lugares incómodos para dejarme a mi. Una vez más mi primo menor se lamentaba porque no había tenido mucha onda con uno de sus amigos con el que quería engancharme, y me iba con Victor que según él suponía me dejaría derechito en casa y seguiría su camino a la suya. Afortunadamente se equivocaba. Yo le dije para que no se deprima, que igual estaba muy cansada esos días por el trabajo y no hubiera tenido onda ni con un galán de telenovela esa noche, y necesitaba urgente dormir unas buenas horas. Dejándolo más tranquilo así, y desterrando todo tipo de sospechas acerca de lo que pudiera pasar con Victor si todo se daba como yo quería.
Mi casa estaba a más o menos media hora de viaje en auto de la casa de mis primos, pero a las pocas cuadras de viaje empezaron a caer unas cuantas gotas, y en lo que nos quisimos dar cuenta estaba lloviendo de una manera infernal. La lluvia tan fuerte hizo que la marcha fuera más lenta y por ende, el viaje durara más tiempo. La cuestión repentina de la lluvia torrencial nos quitó unos minutos de tiempo de charla porque no podíamos creer como podía largarse tan rápido una lluvia de ese tipo. Pero enseguida llevé el tema para el lado que me interesaba. No podía dejar de hacer alusión a la situación, disfrazada de broma oportuna, de dormir solo con una lluvia así. Y le dije como para involucrarlo bien en el tema: “Vos tenés suerte que te vas a dormir con tu esposa. En cambio yo, solita”, siguiendo con el tono de joda que venía manejando para insinuar lo que quería. Y ahí me respondió sin dudar: “Yo hoy tampoco tengo con quién dormir. Mi esposa está de viaje por laburo y no vuelve hasta dentro de dos días.” Y así sin más siguió manejando. Yo me quedé dura, sin palabras. Me cantó con un cuatro y no se le movió un pelo. Me inhibí. Y me sorprendió que solo dijo eso y no hizo más nada, siguió manejando. Yo tragué saliva y quise sostener la situación, pero cuando estaba a punto de decir algo para cambiar el tema se tiró a un costado estacionando de golpe y me comió la boca sin pensar. Me metió la lengua hasta el fondo de la garganta y me apretó bien fuerte contra él. Enseguida con las manos me recorrió la espalda mientras me tiraba contra su pecho y con una me empujaba de la nuca para meterme bien toda la lengua en la boca, y con la otra mano bajó hasta lo que podía tocar de mi culo estando sentada en el auto. Me gustó mucho como me agarró fuerte y me levantó para poder meter la mano bien abajo mío y tocarme bien el culo hasta llegar a mi concha. Lo decidido que era para hacer cada cosa que me hacía volver loca. Y donde metía la mano, se sentía fantástico.
Yo tardé en reaccionar un poco porque era tan lindo todo lo que hacía conmigo que me dejé hacer por un instante. Pero salí de mi transe cuando de repente sacó de mi boca esa lengua enorme que tan bien manejaba para agarrarme de la nuca y decirme: “Te vi toda la noche mirándome y ya no sabía más como aguantarme las ganas de morderte esas tetitas hermosas que tenés. Decí que sos una nena y con mi edad ya ni entro en carrera para vos.” haciéndose un poco el humilde. Yo le dije que lo de la edad podía ser un problema para él, porque quizá no me pudiera seguir el ritmo. Yo ya estaba caliente y ya me había puesto en putita. Y me dijo simplemente: “si vos llegás a saber entender que uno de cuarenta funciona diferente a un tipo de tu edad, pero te puede enseñar mucho, lo vas a poder disfrutar. Si no no va a valer la pena.” Con ese desafío me desbordó la calentura y me tiré derecho a su entrepierna, ya no daba más de las ganas de conocerle la pija. La había tocado por arriba del pantalón y ya estaba dura. Cuando la saqué, no fue una gran sorpresa porque no era de las más grandes, pero era una muy linda pija. Proporcionada, con la cabeza roja como un tomate y de un tamaño lindo para llenarme la boca. La lamí bien despacito desde abajo hasta arriba y empecé a acariciarle la base de la cabeza con la lengua, de acá para allá. Victor se retorcía reclinado en su asiento con cada lamida. Y la pija se le hinchaba cada vez más, parecía explotar. Cuando la sentí bien dura, me la metí en la boca y despacito bajé hasta la base del tronco llenándome hasta la garganta con ese pedazo de carne dura y enrojecida. Me volví loca al llegar al fondo de la garganta. Victor se moría de placer y se dejaba hacer gustoso. Y después de tenerla unos segundos hasta el fondo de mis fauces, empecé a subir y bajar por toda esa pija con mis labios cada vez un poco más rápido, siempre dejando la cabeza adentro de mi boca y tratando de lubricarla con mi saliva. Mientras tanto se me prendía fuego la entrepierna, y apenas abrí un poco las piernas y hubo un pequeño hueco para meter una mano, Victor empezó a frotarme por encima del jean mi linda y jugosa conchita. Me encendió el turbo con esa mano en mi chochona y apuré el trámite con mi boca, concentrando mis esfuerzos en la cabeza de ese pito tan lindo acompañado de una mano que pajeaba el tronco a más no poder. Al cabo de unos dos minutos de acelerar la marcha, Victor estaba pidiéndome por favor que pare porque lo haría acabar. Haciendo todo lo contrario, seguí aún un poco más fuerte y le tapé la boca con una mano para que me dejara hacer a gusto. Accedió sin chistar y le saqué una acabada suculenta que me tragué toda completa. La sacudida de esa pija adentro de mi boca mientras largaba la leche me hizo retorcer de placer, pero no había logrado acabar. Todavía.
Me levanté de su entrepierna y lo besé en los labios, dejándole un poco de gusto a su propia leche en los labios. Siempre que me tomo la leche de alguien lo beso en la boca, para que sepa que gusto tiene antes de pedirle a todas las minitas que se lo traguen. No se quejó para nada, sino que por el contrario me apretó la nuca y me metió la lengua otra vez hasta el fondo como doblándome la apuesta. Sabía bien todo lo que hacía. Le dije irónicamente que ahora me tenía que hacer acabar a mí, porque yo todavía no había empezado siquiera, pero si no le daba el cuero estaba bien, y me dijo que podía hacer eso y mucho más sin dudar. Entonces debíamos seguirla pero lo íbamos a hacer en mi casa, porque ya había parado la lluvia y estaríamos más cómodos que en el auto. Arrancó el auto sin dudar un instante y hacia casa fuimos.
Lo que yo quería era que todo pasara en casa, que mi vecino lo viera. Ya casi no me interesaba acabar si no estaba él mirándome. Hasta llegué a pensar en algún momento que no podría acabar nunca más si no era con él mirando.
Llegamos a casa y entramos despacio, haciendo poco ruido. Pero yo quería que mi vecino supiera que yo estaba ahí y había algo para compartir con él. Abrir las cortinas fue señal suficiente para que a los pocos instantes se arrimara a su puesto debajo de la escalera. Abrigado hasta el cuello, pero iba a entrar en calor en seguida. Quizá tardó un poco más por tener que disimular ante su esposa levantándose de la cama vaya uno a saber qué. Pero la cosa es que apareció, tan fiel como siempre.
Apenas entramos a mi habitación, Victor me tiró sobre la cama boca abajo y empezó a besarme por todos lados; la nuca, el cuello bajando por mi espalda, y mientras me sacaba la blusa sin dejarme dar vuelta hacia él, me decía suavecito que ahora íbamos a jugar un rato como él quería y yo no debía protestar. Porque yo había dicho que sabría entender como se movía un tipo de cuarenta y pico y tenía que acceder. Igual la calentura me podía y haría lo que me pidiera con tal de que me terminara dando una buena cogida.
Me fue sacando la ropa despacio y yo me dejé hacer, siempre de espaldas a él. La blusa, los jeans, volaron por el aire pero me los quitó con total dulzura y llenándome de caricias y besos. Ahí quedaron mis tetas al descubierto, paraditas como siempre, presionadas por sus manos desde atrás con unas ganas que se sentían en el aire. Mis pezones estaban ya bien duros y él jugaba con la yema de los dedos sobre ellos bien suavecito y me hacía volar. Bajando por mi espalda, me pidió que parara la colita un poco, regalándole todo el acceso desde atrás a mi conchita angelical. Todavía me quedaban la tanga y los soquetes puestos, y me pidió estrictamente que no me los sacara bajo ningún punto de vista, entonces corriendo despacito mi tanga para un costado le entró con la mano a mis labios delicados pero ya bien hinchados de calentura. Una caricia, otra y luego un roce suavecito sobre toda mi concha empezaron a hacerme pensar que no había más nada en el mundo que el orgasmo que estaba por venir. Bien suave al principio y un poco más rápido un poco después, empezó a tomar ritmo esa mano que deslizaba sus dedos sobre mis labios y merodeaba mi clítoris. Hasta que sintiendo lo húmeda que ya estaba mi hendidura, me metió un dedo decididamente adentro de la concha tocándome el clítoris descaradamente, sacudiéndome el cuerpo entero. Y una vez que subí a ese tren ya no puedo bajarme, al segundo le pedí que ese dedo fueran dos y si podía tres, y Victor accedió metiéndome tres dedos bien adentro, frotando en círculos mi clítoris bien fuerte. Me prendí fuego, me chorreaba flujo como un cascada y se enchastraban los dedos de aquella mano maravillosa que sabía tocarme la concha como nadie. Sentía como si me ciogieran. Me estaba gustando tanto que le quería pedir la pija, quería ya la pija adentro, pero Victor mandaba. Todavía no se había quitado los pantalones, solo la remera y los zapatos, entonces quise manotear su bragueta para sacarla y chupársela de nuevo de la punta hasta el tronco. Me sacó la mano de ahí inmediatamente y me dijo: “A mis tiempos, a mi manera. Manejo yo, te acordás?” Entonces accedí a pesar de mi calentura.
Retomando su trabajo después de la breve interrupción para retarme, volvió a mi concha desde atrás, pero ésta vez usó los dedos en mi concha frotando el clítoris desde atrás y sumó su lengua al trabajo. Dios proteja a ese hombre y que conserve esa lengua por muchos años, por el bien del orgasmo femenino! Me chupó toda la concha de una sola lamida. Toda. Era como una pala que lo abarcaba todo, bien ancha y humeda. Me pasaba toda la lengua por los labios y me los lamía de arriba abajo, y yo me moría de placer. Sin sacar ese dedo que me frotaba la parte de atrás del clítoris como pocos saben, puso su lengua en punta y empezó a rozar con la punta distintos lugares de mi concha que ni yo conocía. Me los recorrió todos y yo cada vez más llena de placer. Entonces ahí nomás sacó su dedo de mi concha y clavó esa lengua en punta como un delfín en el agua. Me clavó como si me estuviera cogiendo, y cogiéndome muy bien.
En lo que estaba gozando no había tenido tiempo realmente de acordarme de mi espectador, pero en un segundo vino su imagen a mi mente y levanté la mirada en medio de tremendo viaje de placer con la lengua de Victor cogiéndome. Estaba ahí, con los ojos salidos de la cara. Un gesto de calentura que pocas veces le había visto. Gozaba tanto como yo, en el mismo nivel de calentura que yo me ponía, él se encendía igual. Y yo al verlo solo me imaginaba la pija de mi vecino. Cortita y apretada entre sus dedos que la acogotaban, se estaría prendiendo fuego. La pija de mi vecino había ya venido a mi mente varias veces durante el sexo cuando él me espiaba. Y me calentaba pensar en ella, aunque la sabía chiquita e insulsa. No la quería adentro mío, no me calentaba esa idea. Me calentaba pensarla entre sus dedos gordos y cortitos cuando se la pajea . Pero bueno, eso es otro tema que luego tocaré.
Con la lengua de Victor cogiéndome, me dejé llevar y cuando me quise dar cuenta ya tenía uno de los dedos del hombre de la lengua maravillosa explorándome el agujero del culo. Rozando despacito el anillo en todo su contorno en un solo movimiento lo empujó de un golpe seco hacia adentro. Y lo sentí entrar bien adentro. Ese hombre tenía unas manos bastante grandes, y cada dedo era un bastón bastante importante, así que me hizo extremecer el culo con un solo dedo. Mientras tanto no paraba de taladrarme la concha con esa lengua afilada por el mismo demonio. Entraba y salía, una y otra vez de mi hueco cada vez más empapado. Quería que me la pusiera ya, entonces no aguanté más y le pedí que me coja a su antojo. Esa lengua estaba haciendo que me olvidara del mundo y estaba entregada, era su puta y quería que me hiciera lo que quisiera.
Me hizo esperar un poco después de pedirle desesperada que me coja, siguiendo la hermosa cojida con la lengua y ya un dedo bien cómodo adentro de mi culito que se derretía. Ahí fue recién que me pidió que le baje el pantalón y se la chupara bien, “como una puta que se la quiere ganar”. Entonces me acercó la pija a la cara, teniéndome todavía en cuatro y con mi culo ocupado por su dedo juguetón le agarré firme la pija y empecé a chupársela. “Ponela bien dura que te voy a dar una sorpresa”, me dijo. Y yo accedí dándole una buena chupada, toda en la cabeza que estaba por reventarse. Me preguntó si me gustaba así y yo no pude contestar de lo loca que me tenía esa pija en la boca, seguí chupando, por eso me agarró fuerte de los pelos y me sacó la poronga de golpe. “Te pregunté si estaba dura putita mía”, me murmuró en el oído e inmediatamente se puso detrás de mí y me agarró bien fuerte de las caderas, me acomodó la cola bien para arriba y sin dejarme dar un suspiro me clavó la cabeza de la poronga en el agujero del culo. Fue casi desgarrador el dolor que me hizo sentir, y sentí que me desmayaba, pero no me dejó ni sentir el dolor que ya estaba empijando todo el resto del tronco hacia adentro. Me retorcí, pero no de dolor, porque el sentirla entrar me movió todo casi arrancándome un orgasmo. No lo podía creer, hacerme la cola así nunca lo hubiera imaginado. Siempre lo hice y me encanta, pero con mucha calma y tranquilidad. Me estaban rompiendo el orto y me encantaba.
La cogida que me pegó ese tipo por la cola no tiene nombre. Después de entrarme a lo bestia por la cola y hacerme descubrir un mundo de gozo, me la cogió durante más de veinte minutos de una manera brutal, arrancándome un orgasmo fantástico mientras me acababa adentro. Sentirlo venir, mientras me bombeaba duro y bien profundo la colita me llevó hasta lo más alto, y cuando sentí como me llenaba bien el culo con la pija inflamándose justo antes de escupir toda la leche en mi interior me vine con todo en un orgasmo mortal. Nunca me habían hecho acabar dándome por la cola. Mi primera vez fue todo un Éxito.
Con la cola chorreando la leche de aquel tipo tan habilidoso, la chocha empapada de flujo por el polvazo que había echado y las piernas temblando, lo vi a mi espía retorcerse y acabar, como un colegial a escondidas de sus mamá en la terraza. Guardó su humilde pito y se metió para su casa con apuro en la oscuridad, con una cara de satisfacción que me hizo pensar lo parecida que sería a la mía.
Después Victor se quedó un rato más, nos duchamos juntos y echamos un polvo en la ducha, pero no fue nada comparado con lo que me hizo sentir haciéndome la cola. En fin, un hombre mayor sabe lo que una chica quiere aparentemente, por eso desde ese día entendí que no era tan terrible el paso de los años. La experiencia solo suma, y solamente la dan los años.
Nunca más volví a ver a Victor desde aquella noche más que ocasionalmente en alguna cena o cumpleaños de mis primos. Y jamás volvimos a hablar de aquella noche. Lástima, mi cola lo extraña cada tanto.

Espero les guste y los caliente. Disfrútenlo y comenten.
Hasta luego!

5 comentarios - Depto. nuevo, mil aventuras sexuales y mi vecino mirando 4

hurukhay
Me encanto, que bueno!!! y que culeada te dio!!!
UZIELC
QUE CALIENTE RELATO, BUEN POST
medar-sex
mmmmmm waooo q historia pa mas exitante c m paro d imaginart