La hermana de mi amigo y yo (Real)

Aunque ya a esta altura, debiera decir ex-amigo, luego de esa noche en la cual nos emborrachamos y terminamos a las trompadas. Pero, como habitualmente se dice (y en este caso con razón), "¿quién me quita lo bailado?"

Todavía me hago ecos de esa noche de Diciembre del 2010. Como cada fin de año, mis amigos y yo nos juntaríamos a comer un asadito en la casa de "C". Recuerdo salir de trabajar y enfilar directamente para su hogar, con la idea de comenzar a disfrutar la reunión desde temprano, en su terraza, envueltos por el atardecer de un día caluroso, tomando y fumando algo.
En medio de la charla, se me ocurre preguntarle quienes seríamos de la partida; estaría todo el grupo, menos uno, luego agregando que también estarían presentes su hermana (que se había mudado con él hacía un par de meses) y dos amigos de ella. Al revés de lo que se pueda pensar, la hermana de "C" no significaba nada para mi, ya que él jamás había hablado de ella, además de que yo tenía entendido ella era algo más grande que nosotros, que nos llevaría algo así como 8 años (Error: tenía 1 año y medio y menos que yo)
No me olvido más cuando la ví subir por la escalera de la terraza, su pelo ondulado moviéndose suavemente, sus pechos enormes cuasi bamboleandose, sus muslos. Recuerdo intercambiar miradas furtivas con otro amigo que tampoco la conocía personalmente. Era una cosa de locos.
Tuve suerte. Mucha suerte. Ella es una de esas chicas que podría estar con cualquier hombre que desee. Y yo soy un varoncito no muy agraciado, ni física ni mentalmente, además de que soy por demás tímido. Pero repito, tuve suerte, mucha suerte. Decidí seguir tomando, pero con moderación, intentando no pasar papelones pero también pretendiendo mi labia se soltase. Hablamos animadamente durante todo el asado, la sobremesa, etc. Yo me sentía muy bien, sentía que mi labia estaba dando cátedra y que ella se dejaba envolver por mis palabritas. Aunque había momentos en los cuales me asaltaba el pensamiento de que era imposible de que una mina así me de bola, sólo sucedía que era muy simpática, como todas esas chicas. Además de que, y no era un tema menor, era la hermana de un amigo. De un buen amigo.
La reunión se moría y yo no tenía nada. Hasta que me cayó un centro del cielo. Bajando las escaleras de la terraza, caballerosamente le ofrezco pasar primero, y ella se rehúsa, haciendome pasar a mi, "porque te quiero ver la cola".
Hermoso.
Ya debajo, en el patio, me lanzo a pedirle su número de teléfono celular. Ella se sonríe bellamente, y me dice que en ese momento no lo podía recordar de memoria, para entonces invitarme a su habitación a buscarlo. Tomó una cajita llena de papeles, se sentó sobre su sommier, y me pidió yo también me sentase, mientras buscaba en esa montaña de anotaciones. Mientras lo hacía las palabras siguieron fluyendo. ¿Sería adecuado intentar transarmela? ¿O era mejor esperar invitarla a salir otro día? Mi sensatez por un lado, y mi pene ya por demás erecto y jugoso por el otro. En cierto momento cruzamos miradas, y nos besamos como dos desaforados, con necesidad imperiosa, como si fuésemos vasitos de agua mutuos en sendos desiertos. Realmente sentía mucha vergüenza por mi tremenda erección, inocultable. Intenté acomodarmela, pero me resultaba muy difícil.

-¿Te ayudo?- me preguntó "M", sonriendose con esa sonrisita picarona que siempre recuerdo cuando me masturbo.

-Me encantaría...- le respondí.

Comenzó a mover su mano por encima de mi bulto, cada vez con mayor intensidad. Luego prosiguió a desabrocharme el botón de mi lompa para masajearme por dentro, aunque por encima de mi ropa interior. Ya podía sentir que estaba totalmente lubricado para embestir a ese hembrón (como le dije que era y se molestó un poco), sentir sus dedos y la palma de su mano totalmente humedecida de los jugos que su físico había creado en mi, su pelo, ese par de tetas más maravilloso que he visto en mi vida, que clamaba por salir de su musculosa blanca, ese culo que también luchaba por salir su mini-short negro, esos muslos carnosos que me invitaban a recorrerlos hasta llegar a su vagina y lamerla hasta nutrirme de todo su sexo, tan divino.
Luego bajó su cabeza a mi entrepierna, y fijando su mirada de putita ya totalmente devorada por la calentura en mi, me sacó la ropa interior con los dientes, para luego ver como su boquita, sus labios, su lengua húmeda se iba acercando a mi glande a punto de estallar en espesa y sabrosa leche. Fue la mejor sensación. Todo ese preámbulo me había dejado la pija a punto caramelo para su pequeña boquita succionadora. Ver a la hermosa hermana de mi amigo chupandome bien la pija, mientras él y el resto de mis amigos se reían a carcajadas por el resto de la casa, alimentó mi morbo. Además de sentir su saliva caliente y su lengua inquieta por todo mi falo, como con sus labios me succionaba la cabeza, como con su mano izquierda me pajeaba suavemente, como se metía mis huevos en su boca, como los succionaba, como los lamía, como los mordía, tan suavemente, pero al mismo tiempo con firmeza. Como se animó a seguir bajando, e iniciarme en la práctica del beso negro, verla allí, tan sumida, ahora en mi cola, lamiendomela con su lengua tan, tan caliente. Quiso penetrarme con un dedo, pero no la dejé. Por vergüenza.
Ya habían pasado algo así como 10 ó 15 minutos, y yo no tenía miramientos en acabar, ya que "sufro" de eyaculación retardada. Pero ella no dejaba de susurrarme:

-Quiero la leche...-

Comencé a masturbarme en su cara, paseando mi verga lechosa por ella, dejandole rastros de semen en sus mejillas, en su mentón.

-Olerla, quiero olerla, dejamela oler...-

Refregaba mi dura pija contra su nariz desesperada. Yo no la estaba estimulando, ni ella se estaba tocando por su cuenta, pero tenía una calentura hasta más grande que la mía, sus jadeos cada vez se hacían más sonoros y profundos, entrecortados, parecía que su cuerpo iba a estallar en un orgasmo volcánico.
Apretaba mi cola, la elogiaba (Me encanta tu cola, chiquita, durita, paradita), así como el tamaño de mi pija (La tenés mediana, tirando a grande, la medida justa)

Sentía que estallaríamos los dos juntos. Mi mano ya estaba fuera de control al masturbarme, ella estaba como poseída, hasta que sentí ese cosquilleo predecesor al orgasmo más intenso.

-Voy a acabar- le avisé, pretendiendo me diga como accionar.

-Dale, quiero la leche, quiero la mema, llename toda la boca de leche, saciame- decía ella, poseída, repitiendo palabras vulgares al azar.

Puse mi falo urgente en su boca cuasi cavernosa a esa altura, y succionó con una fuerza que jamás había sentido. Sentía un río de leche correr por todo mi vientre, dirigiendose como un auto fuera de control a su destino.
Hasta que estallé. Sentí como mi blanca miel se impregnaba en toda su lengua, en sus dientes, en la parte interna de sus mejillas, en su paladar, como tragaba hasta el fondo todo mi pedazo de carne hirviente. No apartó el falo del interior de su boca hasta después de algo así como un minuto, mientras apretaba, cada vez más lentamente, mi cola.
Me dejó seco, casi limpio, todo mi sexo estaba en su interior.
Nos arreglamos, nos quedamos besandonos unos minutos más, sonrientes y felices, como novios en confianza. Al salir tuvimos un poco (bastante, je) de miedo, pero ella se refugió rápidamente en la cocina para acomodar algunas cosas, y yo
volví con mis amigos, con su hermano.
Pero claro, que se iban a dar cuenta esa manga de delincuentes en pleno trance de chupi y porro.

4 comentarios - La hermana de mi amigo y yo (Real)

NABECA
sos 1 grosso !