Convirtiendome en Mujer - Trío en la nieve

El invierno había llegado con crudeza a la ciudad, pero en mi corazón ya era invierno hacia algo más de cuatro meses. Cayó como una alimaña sobre su presa: Sin esperarlo, sin piedad, desgarrándome el corazón y devorándome el alma. Aun tenía fresco en la memoria el recuerdo de aquel último domingo de septiembre. Fue sin duda el peor día de mi corta existencia y por suerte, lo sigue siendo. Digo por suerte porque no he tenido otro peor desde entonces, lo cual es bastante alentador.

Tras aquellas agónicas horas y tras los días que siguieron, todo en mi vida cambió de forma radical. Con los meses fui haciéndome a la idea de que no fue un sueño pues estaba despierta y viva.

Tras lo sucedido tomé un autobús, el primero de la maña, y me fui de vuelta a casa. Durante la mañana mis padres, por separado, no dejaron de telefonearme: Seguramente estaban preocupados e inquietos por mis misteriosas y desconcertantes llamadas. Se habrían debido comunicar el uno con el otro y al conocer que ambos recibieron comunicaciones idénticas el enigma debía ser mayor.

Llegué a Granada sobre las doce del medio día. En la estación de autobuses tomé un taxi para ir a casa y pensar que hacer. Cuando apenas faltaban unas manzanas para llegar, pedí repentinamente al taxista que se detuviera, que me quería bajar, allí mismo. Pensé en ir caminando, haciéndome a la idea de cómo me sentiría al estar en casa, yo sola. La idea me aterraba pues había tantas cosas que me recordarían a él, que sin duda comenzaría de nuevo a llorar.

Antes de llegar cambié de nuevo de pensamiento, no me veía con fuerzas para afrontarlo. Crucé la calle sin apenas mirar, como ida. Los coches se detenían y me increpaban sus conductores con el claxon y con voces malhumoradas. No entendía lo que me decían ni saberlo quería, solo pensaba en entrar el bar que tenía enfrente y tomar un chocolate caliente con churros, un plato bien abundante: Todo lo pasado me había dado un hambre feroz.

Después de engullirlos como si hiciera días que no comía me sentí algo aliviada, con más fuerzas.

-. ¡Adelante Luz, mira al frente y no agaches la cabeza! – me dije a mi misma infundiéndome ánimos.

Pagué el festín y me fui decidida, tenía gran necesidad de meterme en la bañera y relajarme con un baño de agua bien caliente. Al llegar al portal, el portero me dio los buenos días, no obtuvo respuesta alguna, lo único que tenía en mente era llegar y pasar el trago cuanto antes. Al salir del ascensor volvió el miedo y me senté en las escaleras. Decidí contestar a mis padres por medio de un mensaje: No quería dar explicaciones absurdas ni mentir, lo hubieran notado. Les escribí que estaba bien pero que tenía problemas con el teléfono al comunicarme. Ambos me respondieron de inmediato, tranquilizados a tenor de lo que decían sus contestaciones.

Cuando me decidí, entré en casa y sin detenerme fui directa al baño: No quería ver nada y relajarme primero. Nada más entrar en el baño comencé a desnudarme con prisa, tirando la ropa por el suelo, sin destino concreto. Abrí el grifo de agua y dejé que se llenara la bañera mientras me miraba en el espejo, contemplando mi ¡Cara de estúpida! No podía dejar de pensar, aunque lo intentaba, con todas mis fuerzas, tarareando alguna canción tonta y monótona.

Tras una hora larga en la bañera fui al cuarto, cogí del armario la ropa que me iba a poner y me fui a vestir al salón, no quería permanece en el dormitorio más de lo necesario. Cuando terminé fui al cuarto que teníamos para invitados, tomé una maleta y volví al salón. Me armé de nuevo de valor y regresé al dormitorio, pillé lo imprescindible para unos días y volví a salir.

Hice la maleta, guardé el ordenador portátil en su maletín y me dispuse a irme. Antes tomé un pedazo de papel y bolígrafo y me dispuse a escribir la siguiente nota:

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Pablo, estas serán las últimas palabras que recibirás de mí, por escrito o de viva voz. Nopuedo decir que no te amo, mentiría, pues lo pasado durante tanto tiempo no se puede borrar de repente. Pero del mismo modo puedo afirmar que: "Haré todo lo posible por que este sentimiento quede desterrado de mi mente y de mi corazón". Has traicionado mi amor y destruido mis sentimientos, esperanzas e ilusiones, como mujer y como ser humano.

Una última cosa te digo: “No quiero verte mientras viva, ¡Nunca más!, todo tiene un límite y tú lo has sobrepasado”. Aquí te digo adiós y cada uno que siga su camino. Él mío… intentaré que retome la senda de la felicidad y para ti, para ti te deseo que también la encuentres algún día.

¿Mi perdón? El perdón se concede a quien se equivoca sin querer, sin malicia, no a quien quiere equivocarse. Pero te perdono, perdono que quisieras equivocarte, que fueras débil y como muestra te perdono intentando olvidarte.

Antes del viernes quiero que te lleves todas tus cosas y no vuelvas nunca más. Si olvidas algo ¡Te jodes!, irá directo a la basura. Si el viernes sigues aquí vuelvo con la policía y no creo que eso te convenga.

Hasta nunca, Luz.

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Dejé la nota sobre el mueblecito de la entrada y me marché, a casa de mi madre. Nada más entrar por la puerta, esta comenzó a decirme cosas sin sentido, como si me hablara en una lengua desconocida debido a lo alocada e histérica que se encontraba. Cuando conseguí que se calmara dejé que se expresara.

-. ¡Pero hija! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no contestabas? Nos has tenido a tu padre y a mí toda la mañana al teléfono, preguntándonos que te habría pasado – comenzó a decirme nada más entrar y sin dejar de hacer aspavientos con los brazos y las manos, con la cara desencajada y con síntomas de haber llorado.

-, Después te cuento mamá, cuando te calmes un poco más– respondí sin saber que decir.

-. Hemos llamado a Pablo y tampoco nos contestaba. Desde luego que vaya mañanita nos has hecho pasar – continuó diciendo y volviendo a airear la sala con los brazos.

-. ¡Qué hubiera dicho ese hijo de puta! ¡No hubiera tenido cojones de decir nada, estaría cagado de miedo el muy cobarde! – pensé mordiéndome la lengua y buscando algo de cordura.

Cuando se calmó un poco, me surgió la excusa de decir que nos habíamos peleado, que se había ido el sábado de fiesta con su hermano y unos amigos. Fue lo primero que acudió a mi confusa mente. Ella se tranquilizó pensando que, dentro de lo peor, era lo menos grave, que ya buscaríamos el entendimiento y todo pasaría.

Poco después llamó a mi padre y le explicó, excusándome por no hablar con él por estar dolida y nerviosa. Le dije que me quedaría unos días para pensar que haría y ella lo aceptó de buen grado. Llegado el viernes regresé a mi casa y Pablo había cumplido mi orden de llevarse todas sus cosas. ¡No dejó una simple nota de respuesta!

Finalmente le dije a mi madre que nos volvimos a pelear cuando hablamos y que se fue de casa. Le pedí que no interviniese y que dejara que todo siguiera su curso natural.

Pasados un par de meses supe que se se había ido a estudiar a Madrid y jamás lo he vuelto a ver cara a cara, solo a media distancia y en la calle, evitándolo de cualquier modo. Durante varios meses no dije nada a nadie, no quería que mi sufrimiento lo compartieran otros. Pero… tampoco quería que sintieran lástima por mí y odio por él: No quiero imaginar lo que hubiera hecho mi padre. Además, los padres de Pablo tenían una amistad de muchos años con los míos y era unas bellísimas personas. Esto seguramente les hubiera distanciado. Mi único consuelo fue escribir lo que sentía y también lo que sufría.

Pasados casi dos años, terminé confesándoselo a mi madre. Para no alterarla, le dije que yo ya lo había, no perdonado, pero sí asumido como algo que trae la vida y que hay que superar. Le expliqué que al no haber sufrido daño físico sino moral, todo quedó en un lamentable incidente. También le supliqué que por favor no se enemistara con su amiga pues, de lo que hacemos los hijos no tienen culpa alguna los padres.







De niña a mujer: “Trío en la nieve”



2. SAL Y PIMIENTA.



Febrero de 2.008

¡Pues bien!: Como comencé el relato, había llegado febrero y las aguas fueron calmándose. Mi amiga María vino a tomar café a casa, un día cualquiera. Hablamos y nos contamos nuestros chismes de chicas cotillas. Ella estaba preocupada por mí, apenas nos habíamos visto pues yo la evitaba por razones obvias. Las pocas veces que lo hicimos traté de disimular lo que puede, pero ella algo presentía y esperaba el momento en que yo me confiara a ella, a mi mejor amiga.

Esa tarde se lo conté, sin mostrar tristeza ni miedo al ridículo. La versión que le había dado fue la misma que a mis padres y por tanto no estaba demasiado preocupada, pues pensaba que era joven y que todas pasamos por algo así con el primer amor.

No se lo tomó muy bien, pero al verme serena terminó por relajarse.

-, Amiga – comenzó a decirme - ¿Por qué no te vienes con Tomás y conmigo unos días a la nieve? Nosotros vamos el viernes, después de comer y volvemos el lunes por la mañana – continuó diciendo.

-. No sé, la verdad es que no me apetece, prefiero quedarme en casa calentita y tranquila – respondí sin tener excusa mejor.

-. ¡Venga, no seas tonta! ¡Lo pasaremos bien! Vamos los tres y te olvidas por unos días de todo. – terminó alegando para convencerme.

Después de mucho insistirme terminé por aceptar: Pensé que ya era hora de pasar página del todo y echarle un par de ovarios a la vida. Ella se puso muy contenta y ya no paró de hacer planes disparatados el resto de la tarde. Realmente era una chica que levantaba el ánimo a cualquiera.

Llegó el viernes y ambos vinieron a recogerme a casa, con un coche que más que eso parecía una tienda de artículos para la nieve, todo revuelto en la parte trasera. Como pude me acomodé y nos fuimos.

Apenas tardamos una hora en llegar a Sierra Nevada, nuestro destino. Realmente se me hizo corto el viaje con tan bellas vistas. Para los que no sois de España os diré que: “Este lugar es una estación de esquí situada en una cordillera al sur de España, muy cerca de Granada. En invierno está siempre lleno de gente con ganas de esquiar y de divertirse: Matrimonios, parejas, grupos de amigos, familias enteras…”

Llegamos al apartamento que habían alquilado que, dicho sea de paso, les costó un riñón y parte del otro. No pensaba que se lo pudieran permitir, pero bueno: Aquello era precioso y no quería preocuparme por algo que no me costaría un euro. Como no contaban en un principio conmigo, debido a la precipitación de la invitación, acordamos que ellos durmieran en el dormitorio y yo en es saloncito, junto a la chimenea, en un colchón de emergencia que había por si los huéspedes eran más de los previstos.

Esa tarde la pasamos paseando pues: Pronto se hizo de noche y apenas teníamos tiempo para más. Por la noche, después de arreglarnos, nos fuimos a cenar a un restaurante muy hogareño y acogedor. Yo apenas pude pensar en mis problemas y me dejé llevar por el vinito que pedimos para acompañar la cena. Después fuimos a tomar unas copitas a un bar con mucho ambiente. Allí pasamos un par de horas entre risas tontas provocadas por el vino y por el vodka.

Sobre la media noche regresamos para dormir prontito y así madrugar y aprovechar las pocas horas de sol que en esta época tenían los días. Nos dimos las buenas noches y ellos se fueron al dormitorio, dejándome sola con mis pensamientos. Coloqué el colchón junto a la chimenea, a una distancia prudencial para evitar incidentes con el fuego. Me desnudé y me puse mi pequeño pantaloncito de dormir y una camiseta cortita: me gustaba sentirme cómoda al dormir, sin ropa interior. Saqué mi inseparable diario de la bolsa de viaje y me dispuse a confesarle mis secretos. Medio tumbada, sobre el mullido colchón, comencé a manchar el papel con la tinta. De repente, comencé a escuchar vocecitas y risas nerviosas -Ya van a follar-, pensé. Conociendo lo escandalosa que era María cuando tenía un miembro penetrándola sin cesar, podía imaginar el mal rato que me esperaba escuchando sus gritos y gemidos.

Procuré no prestar atención y decidí dejar de escribir tonterías e intentar dormir. Los gemidos que procedían del dormitorio no se hicieron esperar. A estos les siguieron palabras obscenas y bastante subidas de tono por parte de ambos. Los muelles de la cama no dejaban de gruñir: Seguramente estaban tan deseosos como yo de que los fogosos amantes durmieran y dejaran de trajinar.

Pasada una media hora, lejos de decrecer el escándalo se incrementaba, convirtiéndose en una batalla sin tregua por ver quien conquistaba el primer orgasmo. Me sentí cada vez más excitada, mis pensamientos me abandonaron por un momento y comencé a percibir el deseo que llegaba desde el dormitorio, como una oleada de placeres, a través del aire.

Sin darme cuenta tenía la mano derecha sobre mis pechos, acariciándolos suavemente, pellizcándome los pezones. En esos momentos, mi cerebro no albergaba recuerdo ni pensamiento alguno, solo imaginaba lo que sucedía al otro lado del tabique, de esa pared fea y decorada con muy mal gusto.

Retiré la mano derecha y su hermana ocupó su lugar en mis tetitas. De forma inconsciente me mordía levemente los labios o apretaba los dientes. Volvía a sentir placer después de más de cuatro meses y en cierto modo me incomodaba pero no podía parar. La mano derecha fue deslizándose desde el vientre hasta la vagina, esa flor marchitada que requería con urgencia un poco humedad, la de mis entrañas.

Deslice la mano “Diestra” sobre ella, un ratito, por encima del pantaloncito, ejerciendo más presión a medida que el placer afloraba. No tardó mucho en llegar un pequeño orgasmo, no muy intenso pero sí razonable para mi situación anímica. Con eso me contenté, después de todo era más que un buen intento por volver de nuevo a la vida y olvidar definitivamente. Sin darme cuenta me dormí, seguramente antes de que ellos alcanzaran el clímax y el edificio se viniera abajo.

El sábado me levanté la primera, sobre las ocho de la mañana y preparé un abundante desayuno: Chocolate bien caliente, café, tostadas, bollos, zumo de naranja, frutos secos… en definitiva, algo variado para que cada cual tomara lo que quisiera. Supuse que después de una larga noche de sexo tendrían más hambre que un león a dieta de verdura.

Imagino que, debido al olor del desayuno que llegaba a todos los rincones del pequeño apartamento, los tortolitos fueron apareciendo, primero uno y después la otra, no sin antes pasar por el baño como es normal. Sus caras complacientes me irritaron, me sentía rabiosa por la mala noche que, inconscientemente, me hicieron pasar. Pero pronto los perdoné: Era normal que una pareja que se amaba y deseaba se lo demostraran antes de dormir.

Pasamos el día esquiando. Sólo hicimos una pausa, de apenas media hora, para comer de forma atropellada. Lo cierto es que lo pasamos muy bien, sin duda había sido una buena idea ir con ellos a ese lugar. Era todo precioso: La nieve muy abundante, el paisaje idílico, lleno de gente, un sol radiante y tantas otras cosas que requerirían un relato completo para describirlas.

Por la noche volvimos a cenar al restaurante de la noche anterior: A los tres nos había gustado, sobre todo el vino que tomamos. Esa noche pedimos dos botellas, una detrás de la otra, sin darles tregua. El resto de la velada, hasta las doce, fue como la anterior. Finalmente regresamos a dormir para poder madrugar el domingo. Nos dimos las buenas noches y volví a quedar sola de nuevo. No quise comentar a María el escándalo de la noche pasada por no avergonzarla y cohibirla. En el fondo me hacía muy feliz que ellos lo fueran.

Esa noche dormí solo con las braguitas, presentía que sería la misma tortura que la anterior y quise estar preparada por lo que vendría. No se “Hicieron rogar” demasiado y antes de quince minutos, ya presentía a María cabalgando sobre su corcel.

-. ¡Vamos amor, dame más fuerte!... ¡Destrózame el coño de una vez! – las voces de ella se hicieron más evidentes y explícitas.

No pude aguantar más y comencé a tocarme: Primero los pechos y después bajé a la entrepierna, con más prisa y deseo que la noche pasada. Mis dedos habían estado una temporada ociosos, pero no habían perdido su maestría, sin duda el roce con el clítoris, prolongado pero suave, comenzaba a dar los frutos deseados y el placer afloraba por segunda noche consecutiva. Mientras, los gritos cada vez más cercanos llegaban a mis odios, de este al cerebro quien ordenaba a mis dedos que fueran más veloces y ágiles. Finalmente recibieron el último y definitivo mandato: Introducirse en el coñito y no parar hasta arrancarme un orgasmo.

-. ¡Ummm! - Comencé a gemir al tiempo que me castigaba los labios complacientemente.

No dejaba de imaginar a la exaltada pareja de folladores, en todo tipo de posturas y ejecutando los más salvajes, guarros y viciosos actos pornográficos. Con ese pensamiento me vino el orgasmo, mucho más placentero e intenso que el tuve unas 24 horas antes. Los dos dedos que profanaban mi coñito no cesaban de salir y entrar de nuevo, recreándose un par de segundos en mi interior.

-. ¡Ummmmmmmm! – un último y sentido gemido voló de mi boca para confundirse con los de mis compañeros de piso, mis amantes furtivos y libidinosos. ¡Por fin había alcanzado el merecido premio a mi paciencia!

Feliz, me puse de medio lado en el colchón, bien tapadita con la manta y sin dejar de sentir la fascinación que me producía en crepitar de los leños que ardían en fuego de la chimenea. Adopté la postura fetal y me quedé dormida, escuchando la nana de gemidos y gritos que me dedicaron mis amigos.

El domingo transcurrió casi de forma exacta al sábado: Esquiamos, nos divertimos, disfrutamos del sol y de las ganas de vivir de todos los seres vivos que nos rodeaban. Sin duda me sentía muy relajada y repleta de vida. Sentía que me encontraba en la cima del mundo, que todo cuanto había por debajo de mí carecía de importancia y de valor, que lo importante era yo y lo que hiciera en el futuro.

Por la tarde, Tomás nos abandonó un rato: Había quedado con un grupo de amigos, con los que coincidió en las pistas, para tomar unas cervezas y ponerse al día. Nosotras reusamos ir con ellos pues queríamos pasar u rato a solas, sólo chicas.

-. María – comencé a decir sin saber bien cómo – esto… que quería decirte una cosa – continué, titubeando.

-. Dime amiga – respondió con voz dulce y apacible.

-. Pues verás… quería pedirte que… que por favor os cortéis un poquito cuando os vais a dormir, aunque… aunque lo cierto es que hacéis de todo menos dormir y dejar dormir – expliqué con cierta cautela y temor a que se molestara.

-. ¡Jajajajaja! Amiga… ¿Pero qué me dices? ¿Tanto se nos escucha?... ¡Jajajajaja! – pregunto sabiendo mi respuesta entre risas pícaras y miradas compasivas.

-, Pues sí, la verdad es que parece que os tengo al lado – contesté tímidamente y con pudor.

-. ¿Y por qué no te unes a la fiesta y lo pasamos en grande los tres? No eres una desconocida par a nosotros en estos temas… ¿O lo has olvidado? – se mostró muy segura y tan “Zorrona” y directa como acostumbraba.

-. Paso, no quiero meterme en medio, en principio veníais los dos solos y no quiero interferir. – terminé mostrándome muy recatada y correcta. Pero por dentro luchaba por no responder que sí.

En esto quedó la charla y fuimos al apartamento para ponernos guapas y después ir a buscar a Tomás, para cenar en nuestro lugar favorito. Una vez en el apartamento ninguna de las dos sabía que ponerse: Sacamos toda la ropa de las bolsas de viaje y las tiramos sobre la cama, intentando decidirnos. Nos poníamos un vestido pero no nos convencía y vuelta a desnudarse y probar con otro. Así durante más de una hora. Después que si maquillarse, que si este collar, que si esta pulsera, que si préstame ese anillo…

Por fin terminamos del todo y nos fuimos en busca de Tomás, al bar donde estaría con sus amigos. Al entrar había mucha gente y tardamos en encontrarlos, pero por fin lo hicimos. Llegamos y él nos presentó a sus amigos: Unos más guapos, otros no tanto, pero todos parecían buena gente. No sentamos con ellos, una a cada lado de la enorme mesa que ocupaban, quedando frente a frente. María se puso entre Tomás y otro muchacho bien guapo. Yo entre uno más bien normalito, a mi modo de ver y otro algo más agraciado y con mucho salero. Las dos teníamos aun puestos los abrigos pues: manteníamos en el cuerpo el frio intenso de la calle. Pasado un rato y después de unas vasitos de tequila, ambas entramos en calor, ¡Un calor soporífero!

María se levanto de la silla quedando a la vista de todos, de pie. Retiró la silla hacía atrás con una de las piernas y comenzó a desabotonar el abrigo, con lentitud, pues se sabía observada por muchos ojos, incluidos los míos. Poco a poco fue apareciendo el vestido rojo que tenía debajo y comenzaron a adivinarse sus curvas. Cuando terminó por quitárselo del todo, ninguno daba crédito a lo que veía, todos permanecían sin musitar palabra, sin apartar la mirada de ella. Yo la había visto vestir en el apartamento, pero no había reparado en ella de la forma que lo hacía ahora: La expectación de todos los muchachos y el brillo de deseo en sus ojos, despertaron en mí una llama de deseo que nunca antes había sentido.

Recorrí su cuerpo con la mirada, de abajo a arriba. El vestido se amoldaba a su cuerpo como si fuera la propia piel: Marcaba sus caderas ligeramente anchas, pero delicadamente carnosas; se estrechaba precipitadamente al llegar a la cintura, graciosamente adornada con un fino cinturón de cuero negro; al llegar a los pechos, apenas podía resistir la tensión de la tela, adivinando sutilmente la posición de los pezones y abriéndose para mostrar el valle que discurría entre los pechos, uno de ellos engalanado por un solitario lunarcito marrón. El conjunto se adornaba con una discreta cadena de plata que colgaba del cuello y que terminaba en un pequeño crucifijo, justo a la entrada del valle. -. ¡Quien fuera esa crucifijo! – exclamé en mi cerebro si dejar de mirarla fijamente. Al contemplar su rostro, mi asombro y lujuria no hacían más que acrecentarse, realmente estaba radiante. Siempre la vi como una chica guapa o bella, pero esa noche estaba ¡Hermosa, sin duda! Finalmente me fije en el abundante cabello color avellana, con una pronunciada ondulación, como un océano embravecido. Cuando reaccioné, apenas habían pasado unos pocos segundos, pero en mi cerebro transcurrieron como una escena a cámara lenta.

Todos los chicos quedaron fascinados y Tomás no pudo ocultar su expresión de orgullo por tener una “Hembra” como aquella. Por razones de dignidad decidí no quitarme el abrigo: No me sentía capaz de competir con aquellos prominentes y redondeados pechos, no teniendo en cuenta que los míos apenas eran la tercera parte. Decidí soportar el calor y esperar a que la conmoción pasara.

Tras un rato con ellos, nos despedimos y los tres fuimos a cenar. Yo estaba ansiosa por llegar al restaurante pues: Deseaba volver a tomar aquel vino que tanto me había gustado. Cuando terminamos volvimos dando un tranquilo paseo, regalando a nuestros ojos el increíble espectáculo de contemplar un cielo estrellado, limpio de polución y contaminación lumínica. Desde niña me atrajo la astronomía y me fascinaba contemplar el cielo por las noches.

Al llegar al apartamento pasamos un rato charlando, frente al fuego de la chimenea. Esa noche no teníamos prisa por dormir pues al día siguiente no esquiaríamos, simplemente nos levantaríamos para disfrutar de la mañana y después de comer regresar a nuestras casas. Finalmente les metí prisa para que fueran a dormir, alegando que estaba cansada y tenia sueño. Nos despedimos con un beso de buenas noches y se fueron al dormitorio.

Con cierta premura me desnudo, sin preocuparme de doblar la ropa y colocarla sobre la silla. Me quito las braguitas y me meto bajo la manta, desnuda por completo, buscando con desesperación algo de calor. Es tal el deseo que tengo de cerrar los ojos y rememorar en la mente esa especie de Streep tease con que María nos ha deleitado, que no puedo reprimir mis ansias por masturbarme y gozar como una loca.

Una vez tumbada, boca arriba, flexiono las piernas y las abro todo lo que puedo. Sin perder tiempo voy directa al clítoris y lo acaricio, con los dedos índice y corazón. Sin dar tregua al caliente botoncito lo masturbo, unos minutos, para terminar introduciéndolos en el coñito que está deseoso de ser penetrado.

-. ¡Ummmmmm! ¡Ummmm! – los primeros gemidos de gozo no se hacen rogar demasiado.

Puedo ver la escultural figura de María, coronada con esos pechos que tanto deseo me han provocado. En esto estoy cuando mi amiga comienza a gemir y dar pequeños gritos complacientes. Es el detonante para que me llegue un orgasmo ¡BESTIAL! Sigo masturbándome aprisa y los dedos se lubrican con los jugos que mi coñito exprime. Cuando terminó el orgasmo quedo relajada y muy satisfecha. Pero no dejo de escuchar a ese par de animales en celo que no cesan de aparearse.

En un arrebato de curiosidad me levanto, ansiosa por ver a María desnuda, contemplar esos pechos que tantas veces he visto sin prestarles la adecuada atención. Cubierta con la manta me acerco a la puerta del dormitorio, está cerrada y espero un momento en el que uno de los dos grite lo más mínimo para abrir la puerta un poquito.

-. ¡Si amor! ¡FÓLLAME! – grita María y pienso que es el momento que he esperado.

Con mucho cuidado abro la puerta un par de dedos, pero apenas alcanzo a ver las piernas de Tomás que está tumbado, con los dedos de los pies apuntando al techo.

-. ¡Me cago en los dueños del apartamento! ¿Por qué coño colocaron la cama frente a la puerta? No veo nada desde aquí – me digo a mi misma con temor de abrir más y que me pillen infraganti.

Los muelles de la cama no dejan de suplicar clemencia: El castigo que estos animales les están proporcionado debe de ser desesperante. Me animo y abro un poco más hasta que consigo divisarla. Es increíble verla saltar sobre Tomás, descubrir como esas grandes tetas saltan al ritmo de su cuerpo. No alcanzo a ver a mi amigo, pero puedo adivinar en la mente la cara de felicidad que debe tener.

Cuando quiero darme cuenta, los dos dedos que antes me proporcionaron un increíble placer, no paran de trabajarme de nuevo los bajos, de forma autónoma.

-. ¿Quién os ha dado permiso? – les pregunto mentalmente – ¡Seguid, seguid! ¡No paréis, por favor! – ahora les ordeno llevada por el placer. No sé ni lo que hago, me estoy dejando llevar por una fantasía impensable para mí.

-. ¡Ummm! – sin querer se me escapa un inconsciente gemido de gusto.

Los muelles dejan de protestar, no entiendo que ha pasado. No pueden haber terminado; apenas llevan un ratito y no he oído nada que me haga sospechar que se han corrido alguno de los dos. Siento que gruñe de nuevo la cama, levemente y que alguien pone uno o varios pies en el suelo, descalzaos. Me asusto, me voy corriendo a mi improvisada cama y me tumbo, todo en apenas dos o tres segundos. Noto que unos pasos se acercan hacía mí, cada vez son más sonoros. No quiero mirar -¡Mejor me hago la dormida!-, me digo a mi misma. Noto que algo me toca la coronilla, sin duda debe de ser la mano de mi amiga. No quiero ni pensar en la vergüenza de que me hayan pillado.

-. Nena, ¿Estás bien? – es María sin duda alguna la que me habla y no sé si contestar o seguir fingiendo. Dejo pasar unos segundos.

-. Dime María, no he escuchado lo que me has dicho, estaba medio dormida-, contesto intentando disimular y sin asomar la cabeza de debajo de la suave manta.

-. Venga Luz, conmigo no disimules, noto cuando me mientes y ahora lo estás haciendo. – me dice con total seguridad y mimosa. - ¿Querías algo? Te he escuchado tras la puerta y me he preocupado. – vuelve a decirme en un tono muy dulce.

Tras sus palabras, más que vergüenza siento ternura por su tono. Me pregunto si estará desnuda. Si lo está no quiero ni mirar, no sabría cómo reaccionar. Sigue preguntándome y yo contestando con evasivas. Sin esperarlo, noto que levanta la manta, por mi espalda, que se sienta y que finalmente se tumba detrás de mí, rozando mi cuerpo levemente con el suyo y tirando de la manta para cobijarse por completo.

-. ¡Venga tonta! Sabes que puedes decirme lo que quieras, sin reparos… ¡Somos amigas, confía en mí! – me dice mientras noto como sus pezones se clavan en mi espalda. - ¿No te dejábamos dormir y querías decírnoslo? ¿Es eso? – me vuelve a preguntar con insistencia pero sin perder la dulzura en sus labios al hacerlo.

-. No María, no es eso, esss… - después de lanzarme vuelvo a sentir pudor pero continuo – No era eso, simplemente sentí curiosidad y decidí mirar de forma inocente.

-. Pero amiga, si sabes que hay confianza, únete a nosotros, los tres lo podemos pasar bien y tú más que nadie lo necesitas – sus palabras me matan y para colmo me está acariciando el pelo en la nuca.

-. No, si ya lo sé, pero no sé – me ha dejado KO, no sé qué decir ni cómo actuar.

Durante unos segundos quedamos calladas, yo apenas puedo contener la respiración. Ella sigue con sus caricias en mi cabello y me besa en el hombro. Un escalofrío recorre mi cuerpo, desde el hombro afortunado hasta las uñas de los pies. Pero no digo nada, no quiero decir nada que pueda provocar que deje de hacer lo que hace. Me está gustando y lo más importante me está seduciendo. Esta sensación que mi cuerpo desconoce por completo me mata de deseo.

-. ¿En serio lo has dicho María? – me armo de valor y pregunto titubeante.

-. ¿Qué cariño? – responde sin saber muy bien a qué me refiero. - ¿A lo de que te vengas con nosotros? – pregunta de nuevo intentando acertar con la pregunta, a ciegas.

-. Sí. –no me atrevo a decir más.

Noto como María se acerca más aun, hundiendo los pezones en sus pechos al aplastarlos contra mi espalda. Recuesta su cabeza en mi hombro y pasa el brazo izquierdo, por encima de mi costado, hasta posar la mano en mi vientre. Siento que las fuerzas me abandonan y respiro torpemente. Un calor intenso me quema la espalda, siento su aliento en el hombro, y la mano, esa mano matadora no deja de acariciarme el vientre.

-. ¡Venga tonta, vente con nosotros! – me ordena dulcemente y besa mi hombro. Acto seguido comienza a incorporarse arrastrando la manta con su cuerpo, dejando el mío semi desnudo.

No puedo evitar la vergüenza de que me vea desnuda, indecente, debe resultarle más que chocante, pero no dice nada. Extiende su mano sobre mí, invitándome a tomarla, me dejo llevar y la acepto ofreciendo la mía. Me ayuda a levantar y de la mano me conduce caminando muy despacio hacía el dormitorio.

Abre la puerta y entramos, El ambiente es casi irrespirable para mí dentro del cuarto: Esta cargado de humedad, la producida por el sudor de sus cuerpos calientes y por la respiración. Tomás pone cara de asombro, pero rectifica la mueca al percibir una mirada cómplice de su chica. Me mira y sonríe alargando su brazo y ofreciéndome la mano. Nos acercamos un poco más hasta alcanzarla y me agarro a ella fuertemente. Con la mirada me transmite tranquilidad y tira de mí hasta que alcanzo la cama.

Mientras, María me besa el hombro, desde atrás, desliza sobre mí sus manos; por las caderas, los muslos. Me dejo hacer: Realmente me está gustando. Tomás mira como las manos de mi amiga recorren mi cuerpo y toma su pene con la mano derecha, abrazándolo con delicadeza. Mientras lo miro deslizarla por él, mi deseo aumenta y encojo los hombros por el placer que me asalta. Me sofoco, me estremezco, suspiro.

-. ¿Estás bien cielo?- Pregunta María.

-. Si María, estoy bien, tranquila–, respondo en voz baja y tranquila: Sin duda ha sido todo tan calmado que mi relajación es absoluta.

María se separa de mí y se arrodilla en la cama, delante de la verga de Tomás. Inclina el cuerpo y comienza a lamerle los testículos mientras él no deja de acariciarse el cipote. El ritmo de ambos comienza a acelerarse y permanecen así apenas un minuto.

-. ¡Cógela Luz, no muerde! – me indica Tomás desplazando mi mano hacia su falo.

Algo menos cortada obedezco y la tomo. El retira la suya y me deja hacer. Comienzo a masajearla de arriba abajo, llegando a rozar la cara de María con la mano. Ella levanta la cabeza, me mira y sonríe con complicidad.

-. ¡Vamos a pasarlo en grande los tres! –Dice María con seguridad- Verás como todo va bien.

No dejo de pensar en las veces que he follado con Tomás y lo segura y dispuesta que estaba siempre. Pero ahora es diferente, he estado fuera de circulación varios meses, demasiados.

María retira mi mano y se traga la polla casi por completo para, desde ahí, comenzar a subir y bajar.

-. ¡Qué egoísta, la quiere solo para ella! – pienso mientras me siento en la cama frunciendo el ceño.

Tomás desliza su mano por mi espalda mientras no dejo de mirar como María engulle el falo una y otra vez. Me acaricia el pelo, juega con él con los dedos y vuelvo a encoger los hombros. Durante un rato no deja de hacerlo y cada vez me siento más caliente, más fogosa.

-. ¡Siéntate sobre mí Luz! Quiero saborear tus preciosas tetitas– me ordena Tomás avivando el fuego interno que me devora, con sus palabras dulces.

Obedezco y me siento sobre su pecho. Me inclinó sobre su cara y me deslizo sobre él, hacia abajo, para colocar los pechos al alcance de su boca, hasta que el culo tropieza con la cabeza de María que no nos presta atención: Ella está a lo suyo. Una vez estoy en posición, Tomás comienza a lamerme los pezones con suavidad, sabe que me gusta que me lo hagan dulcemente. Los mordisquea con cuidado de no hacerme daño. Pienso que María le ha debido contar mi secreto pues: Se muestra más delicado conmigo que de costumbre. Si lo sabe, debe tener miedo de dar un paso en falso y que me arrepienta de lo que hago.

-. Luz –dice María-, ayúdame a comer este caramelito, vamos a dejarlo seco esta noche. – continua diciendo con rostro vicioso.

Perdida en mis sensaciones, tardo un par de segundos en asimilar lo que mi amiga me dice, pero reacciono he intento levantarme. Tomás me indica que no me levante del todo, que simplemente me gire, que permanezca sentada encima de él, dándole la espalda. Así lo hago, bajo el cuerpo para llegar a esa polla que se muestra predispuesta a ser devorada por dos hembras hambrientas. Al hacerlo, puedo ver los pechos de mi amiga colgando, como dos cocos en un cocotero. Me excito más todavía y con ganas trago la polla todo lo que puedo y comienzo a devorarla con ganas. María se encarga de la base y de los testículos.

Tomás debe estar muy excitado pues no deja de respirar atropelladamente y moverse bajo mi cuerpo. Esto me anima a poner más empeño y dedicarle mi casi olvidada habilidad con la boca. Él lo agradece acariciándome la espalda para llegar al culo. En esta posición no tengo consciencia de que es lo que queda visible a sus ojos, pero dejo que él me lo descubra, deseo que lo haga.

Como si me leyera el pensamiento, comienza a rodear mi ano con pequeños círculos, con alguno de sus dedos, por fin sé a ciencia cierta que este orificio esta visible y accesible que es lo más importante. Detengo la mamada esperando a que se decida a entrar, estoy impaciente por que lo haga. Por fin lo hace y no puedo evitar lanzar un leve gemido. María, que no se percata de lo que está sucediendo, levanta la vista y al ver la polla brillante, libre, se lanza sobre ella como si de una presa se tratara.

No me quejo por haber perdido la presa que tenia atrapada entre los dientes, Tomás me está haciendo disfrutar de lo lindo y eso es lo que más me importa en estos momentos. Los gemidos de Tomás se mezclan con los míos, ambos estamos disfrutando al tiempo. María se incorpora y sin decir nada se sienta sobre el falo erecto y duro. Lo orienta hacia la entrada vaginal y una vez enfilado, termina de sentarse introduciéndolo del todo, al tiempo que lanza un pequeño grito de placer.

Puedo notar como cada vez que desciende golpea levemente mi cabeza con los pechos. Me incorporo un poco y los veo tan cerca que casi los puedo saborear con la boca. A pesar de intentarlo, no soy capaz pues suben y bajan con velocidad. Realmente se lo está follando con ganas y yo quiero más, no me conformo con ser penetrada por un dedo. Levanto las caderas y me deslizo hacia la cara de Tomás. Cuando llego le ofrezco mi almejita para que la succione, la coma o haga lo que quiera con ella.

Comienza a lamer los labios con maestría, impulsado por el deseo de complacerme, de darme todo el gusto que sea capaz de ofrecer.

-. ¡Sí Tomás, cómelo bien!, hace mucho que no sentía un placer así –le digo susurrando y complacida, al tiempo que me acaricio las tetas y pellizco los pezones. -No pares que me matas de gustooo– le vuelvo a pedir algo más enérgica

Mientras tanto: María parece estar en el cielo, con los ojos cerrados y jadeando tanto que parece que le falta el aire. La muy guarrona se está poniendo las botas y no parece tener ganas de soltarla.

-. María, ¡Déjame ahora a mí, por favor! –la suplico mientras Tomás juega con mi zona vaginal.

Abre los ojos y me mira complacida, parece como si estuviera esperando el relevo. Me aparto de la cara de Tomás y ella deja libre la polla que con tanto deseo necesito sentir dentro. Indico a Tomás que se levante y me folle de forma tradicional: En esta posición podre saborear con la boca el chochito de María, si ella accede.

Ya en posición, Tomás apunta con su ariete, directo a la puerta, la derriba y entra lentamente, sin prisa y con cuidado. Tengo el coño bien lubricado por la saliva de mi amigo y entra con facilidad a pesar de los meses de abstinencia sexual. Mis gemidos no tardan en volver y presiento que el orgasmo no tardará en llegar, lo deseo tanto que colaboro con él como puedo en la follada. Abrazo su culo con mis piernas, entrelazando los pies, bien fuerte para que no se escape.

María observa la escena sentada en el lateral de la cama, sin perder detalle y contemplando complacida y feliz como disfruto. Sin duda lo necesitaba hace mucho, no lo he extrañado pero mi cuerpo lo agradece. La pido que me acaricie los pechos y ella me complace con gusto, esquivando con la mano el cuerpo de Tomás. Cuando los alcanza, mis gemidos son más evidentes, terminando en pequeños gritos cuando me llega el orgasmo.

-. ¡Síiii, Tomás, fóllame fuerte, me gustaaaa! ¡Quiero correrme en tu polla–, le digo entre gritos de lujuria y locura.

-. ¡Vamos Tomás, dale lo que te pide! La pobre ha esperado mucho tiempo este momento–, le anima para poner más empeño.

Por fin termino de orgasmar y apenas puedo respirar, pero él sigue destrozándome y removiendo mis jugos en el interior del coño. No doy para más y me quedo inmóvil, respirando con ansia y mordiéndome los labios con fuerza.

-. ¡Gracias amor, has estado fantástico! No tienes idea del gusto que me has dado. – le digo muy satisfecha y esbozando una sonrisa que lo certifica. El se detiene y sale de mí.

-. Vamos cari, ha llegado el momento de que le des gusto a mi culito, que estoy que no puedo más. – ordena María a nuestro amante con cierto tono de impaciencia- pero hazlo con condón que después le toca a Luz –añade.

-. No, no María, yo ya he tenido bastante –respondo haciendo gestos con las manos para dar mayor validez a mis palabras.

-. Esta noche tú haces lo que yo te diga, es por tu bien, tienes que despertar de tu letargo cuanto antes y va a ser esta noche, al final me lo agradecerás. –responde con autoridad y mirándome con ternura, con amor de amiga.

Acepto de buena gana su orden, pensando que solo quiere lo mejor para mí y termino por comprender que tiene razón- ¡Ya es hora de que miré hacia delante, con valentía!

Mientras permanezco tumbada, ella se coloca al borde de la cama, apoyando los codos y ofreciendo su hermoso y expectante trasero a Tomás. Él se coloca detrás, rompe el envoltorio del preservativo, lo extrae y ágilmente lo va desenrollando en la verga hasta cubrirla del todo. Se coloca en posición y tras embadurnar el ano con saliva, la mete sin piedad, de dos empujones: Uno hasta la mitad y el segundo hasta el fondo. María no puede evitar lanzar un grito con cada envite y agarrarse fuertemente a las sábanas, al tiempo que cierra los ojos.

Tomás acelera las embestidas y María no deja de gemir, gruñir, gritar y lanzar todo tipo de sonidos que confirman su calentón, parecidos a los que yo escuchaba las noches anteriores, mientras me masturbaba sola. Pero ahora todo es diferente, formo parte de la acción, ¡Por suerte!

-. ¡Qué bien lo haces cabrón! Quiero que me partas en dos, quiero que te corras sobre mi culo, que lo encharques con tu leche. –exclama María claramente excitada y lujuriosa.

Tras unos minutos de intenso mete-saca, Tomás está a punto de estallar.

-. Luz, ¿Quieres saborear mi leche? Creo que no doy para más por esta noche, si quieres puedes hacerlo. ¿Te importa María? –dice el pobre chico casi exhausto y con síntomas de no mentir.

-. Claro amor, deja que disfrute, esta noche ella es la protagonista- responde mi amiga en un gesto noble.

Apenas lo pienso medio segundo: Después de ver la escena con que me han deleitado no tengo ganas de renunciar a semejante privilegio. Me levanto de la cama, me acerco a ellos y puedo ver como la verga entra y sale sin piedad. La batalla está siendo larga, pero Tomás no cesa en su empeño por alcanzar su ansiada corrida. Cuando está a punto de correrse veo que sale del culo de su chica, se quita el condón y yo me coloco en posición para que descargue en mi boca el semen. Sin perder tiempo la pone frente a mi cara y lanza una primera descarga, a unos tres cm de mi boca. Apenas alcanza a entrar algo menos de la mitad, el resto se ha esparcido por mi mejilla y chorrea en dirección al suelo. Acerco la boca y meto el biberón hasta abrazar el glande con los labios y succiono con fuerza mientras lanza una segunda corrida. –Esta vez no se me escapa nada-, pienso mientras sigo succionando con fuerza para “mamarla” del todo. Llegado este momento me siento desconocida pero liberada, por fin parece que voy retomando la senda del deseo.

María, que no ha perdido detalle, se acerca y se pone de rodillas delante de mí, a escasos centímetros. Acerca su boca a la mía y me besa los labios con dulzura, esperando recoger algún resto del semen que tanto le gusta saborear y al que hoy ha renunciado por mí. Abro la boca para invitarla a entrar a buscarlo. Ella agradece el gesto e introduce la lengua. La escena me excita tanto que no puedo evitar besarla con más fuerza y finalmente comernos ambas los morros. Llevadas por el momento nos abrazamos y ¡Por fin! Por fin puedo sentir el tacto de sus pechos en los míos. Sin duda este momento quedará grabado en mi mente mucho tiempo. Por un momento me viene a la cabeza la idea de que no siento envidia de sus meloncitos, de que mis complejos respecto a ellos, en ese momento, son inexistentes. Aprovecho el regalo de poseer sus labios y la sigo besando un ratito más, gozando del suave tacto y delicioso sabor afrutado. Realmente es muy distinto a besar los de un chico: Son más esponjosos y delicados.

Cuando reaccionamos Tomás ya se ha tumbado en la cama, con claros síntomas de no poder más, sin duda se ha portado y merece un descanso.

-. Esta noche duermo contigo Luz, las dos juntitas, frente al fuego… ¿Te apetece? Dejemos que Tomás descanse a gusto. – me dice María suplicante.

-. Si amiga, estaría muy bien, creo que esta noche lo necesito, ya han sido demasiadas durmiendo sola. –respondo esbozando una jovial sonrisa y muy ilusionada.

Nos acercamos a Tomás y ambas lo besamos en la boca, una después de la otra. Finalmente ella se pone las braguitas y juntas vamos a mi triste pero cómoda “cama”. Me pongo mi pequeño pantaloncito corto, nos tumbamos y cubrimos bien con la manta pues el fuego está casi consumido y no tenemos ganas de avivarlo. Nos abrazamos y pasamos un buen rato hablando de nuestras cosas.

-. Amiga, ya verás como de ahora en adelante todo te irá muy bien. Estoy segura que con ayuda saldrás adelante. Para lo que quieras puedes contar conmigo… ¡Te quiero! –, me dice infundiéndome ánimos y transmitiendo mucha ternura.

-. ¡Gracias María, muchas gracias! No dudes que haré todo lo posible porque así sea. Tampoco dudes que acudiré a ti cuando lo necesite. ¡Yo también te quiero mucho! Siempre me has demostrado que eres mi mejor amiga –, termino diciendo al tiempo que de mis ojos brotan apenas un par de lágrimas de felicidad por lo que tengo ¡Una buena amiga! Tras estas esperanzadoras palabras de consuelo y alivio no dijimos nada más y quedamos dormidas.

Al día siguiente nos levantamos muy contentos, los tres y después de comer regresamos a Granada. No puedo olvidar la sensación de sentirme liberada y esperanzada mientras regresábamos en el coche, después de tanto tiempo. Sin duda aquel día cambió mi ánimo y me dio fuerzas renovadas. Los meses fueron pasando y con el final del curso llegó el verano, que sin duda es una época que me da mucha vitalidad y alegría. Por suerte pude superar mis miedos y vencer mis fantasmas casi del todo. Por lo tanto, queridos lectores, a partir de ahora fuera tristezas y… ¡VIVA EL CACHONDEO!

Un beso a los que me han manifestado sus palabras de ánimo y comprensión. Pero esto ocurrió hace mucho tiempo y todo está más que superado. Por tanto: “No tenéis de que preocuparos”. ¡GRACIAS! y Besos.

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3 comentarios - Convirtiendome en Mujer - Trío en la nieve

yeap
que buena amiga!!!!... espero tu proxima historia