relato lesbianas

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Pastora aún no estaba repuesta de la impresión de haber conocido a su “suegra”, ni siquiera el pánico que le producían los aviones conseguía hacerle olvidar lo que hubiera pasado si días atrás, durante el intenso periodo de aprendizaje en las oficinas de la empresa, se hubiera “liado” con María Teresa igual que lo hizo la putona de Sandra . Internamente reconoció que la “jefa” la llegó a atraer como un imán y recordó que fue la protagonista de uno de sus escasos, pero inolvidables, sueños eróticos.

Pero a su lado tenía al maravilloso “pecado de juventud” de Maite, que la tenía cogida de la mano y que no parecía dispuesta a soltarla hasta que las ruedas del tren de aterrizaje tomaran contacto con la pista del aeropuerto de Portela, en Lisboa.

-Cecilia, que no me voy a escapar –le dijo sin abrir los ojos-

-Por si acaso

-No estoy tan loca, esto no es un tranvía que tocas el timbre y el conductor se detiene en la próxima nube.

-Por si acaso – repitió-

-Tampoco me voy a levantar, hace poco que fui al lavabo y tengo las necesidades cubiertas

-Por si acaso

-¿Piensas que soy tan atrevida como para montar el numerito de enseñar a los pasajeros como se abrocha el chaleco salvavidas?

-Por si acaso

-¿O voy a llamar la atención de la minifaldera azafata diciéndole que me mareo? Puedo hacerlo con la mano libre si quiero

-Te la corto aquí mismo sin anestesia – cambió la respuesta Cecilia –

-¿Y qué harías tu con una inválida manca?

-No lo he pensado, pero con la mano… - le dijo al oído – la hago disecar y… ¡maravillas!

-¡Niñaaaaaaaaaaaaa, contén esa lengua pecadora y esa imaginación voluptuosa!

La risa de Cecilia retumbó en el habitáculo del Airbus 321-200 de la TAP haciendo que algunos pasajeros dirigieran la vista hacia ellas, especialmente los de los asientos contiguos al otro lado del pasillo, que, de paso, observaron a las dos “protagonistas” cogidas de la mano y sin poder evitar una mirada inquisitoria. Ante esa situación Pastora hizo girar la cabeza de Cecilia y le plantó un besazo en la boca mientras miraba a los estupefactos observadores. “Somos novias ¿algún problema? –quiso decirles con la mirada-“. Pasado el eufórico momento respiraron… y los pasajeros volvieron a leer los periódicos.

A la hora prevista el avión tomaba tierra. Recogieron sus equipajes y a la salida de la sala vieron un hombre impecablemente uniformado que sostenía en las manos un cartel con el nombre de la empresa. Se dirigieron a él y tras las presentaciones de rigor las acompañó a la salida donde había estacionado un cochazo impresionante, tipo limusina. Les abrió la puerta trasera, colocó los equipajes en el portamaletas y, sin decir palabra, puso el vehículo en marcha.

-Si les parece bien, señoras –dijo el chófer en un correctísimo castellano- antes de ir al hotel voy a hacer un recorrido por los lugares más interesantes de la capital, si les apetece tomar algo pueden hacer uso del bar que tienen delante de ustedes.

Las dos se miraron, era casi mediodía y les apetecía un refresco con unas gotitas de licor. Abrieron el mueble y escudriñaron en su interior en busca de bebida.

-Yo voy a tomar…. Naranja con vodka ¿y tu Cecilia? pide por esa boquita tan rica que tienes

-Pues… ¡que sean dos! Así nuestros besitos tendrán el mismo sabor

La mirada de Pastora al espejo retrovisor se cruzó con la del hombre. “¡Vaya, otro pelmazo mirón”, pero sin tiempo reaccionar vieron que un cristal oscuro ascendía lentamente hasta separar la parte del conductor del resto del interior.

-Wowwwwww, Pastora, esto es alucinante, lo había visto en las películas pero así, en vivo, es una pasada ¿cuántas sorpresas tendrá este coche fantástico?

A su lado junto al reposabrazos Cecilia vio un teléfono, ni corta ni perezosa descolgó y…

-¿Hola? ¿Hay alguien?

-Disponga usted señora –era la voz del chófer-

-¿Cuánto tardaremos en llegar al hotel? – le preguntó-

-A estas horas y con el tránsito que hay calculo que unos cuarenta minutos

-Muchas gracias… ¿cómo se llama usted?

-Marcos, señora, para servirles

-Está bien, Marcos, conduzca con cuidado – dijo Cecilia – más vale llegar tarde que nunca – sentenció y colgó el teléfono -

Pastora se quedó fijamente mirando a Cecilia asombrada del desparpajo de la niña, no la reconocía, estaba como una pequeña con zapatos nuevos, y se le caía la baba mirando aquellos ojos, aquellos labios, aquel cuello, aquel escote provocador… ¡ufffff, madreeeeeeee!

-¿Qué piensas amor mío? – le preguntó Cecilia después de beber del combinado –

-Que no me creo que todo esto sea real. Hasta no hace mucho tiempo yo era una mujer desempleada, sin futuro, con ambiciones, eso sí, pero poca cosa más excepto un padre forrado de pasta que me había desheredado cien veces y una madre cuyo mayor detalle conmigo, aparte de invitarme a comer algunas veces con la condición que yo llevara los pasteles de postre, fue el de dejarme un frasco de colonia en el hospital cuando me dio aquel achuchón ¿recuerdas?

-Recuerdo todo, todo, todoooooooo – confesó Cecilia – hasta el día, la hora, el minuto y el segundo en el que, sin tu saberlo, me metiste un enjambre de mariposas en el estómago. Creo que me enamoré de ti desde el primer momento, pero tu no estabas por la labor, solo te importaba tu amiga, y eso me ponía mala cuando os veía juntas, tonta de mí. Se lo expliqué a mi madre y me dijo que tu le gustabas mucho por tu forma de ser, desenfadada, a veces insegura, pero con carácter. Se propuso ayudarme y me prometió que no te tiraría los tejos y que dedicaría sus “esfuerzos” en Sandra.

-¿Ahora me vienes con esa confesión? O sea que todo estaba planeado meticulosamente – dijo Pastora aparentando enfado -

-Claroooooo, y aún hay algo más que te diré si me prometes que no me tiras del coche

-Ya puedes decir, ya, que nada me sorprende

-Pues…. que….. Sandra también colaboró…

-¿Hay algo más que quieras contarme? O hablas ahora o callas para siempre – sentenció Pastora – Pero… no, no, no y nooooooooooo, no quiero saber nada más, no quiero saber nada mássssssssss…

¿Para qué seguir con más confesiones? La realidad, lo importante, es que estaban juntas, embarcadas en los mismos proyectos, el de pareja y el de empresa, y estaban dispuestas a lo que fuera con tal que los dos llegaran al mejor de los puertos.

Recostadas en los confortables asientos del estupendo vehículo cerraron los ojos intentado poner la mente en blanco, no pensar, solo sentir, disfrutar los momentos…

-¿Qué piensas? – preguntó Cecilia girando su cabeza hacia Pastora hasta quedar a diez centímetros de ella –

-¿De verdad quieres saberlo?

-Claro que quiero saberlo, a no ser que… estés pensando lo mismo que yo – respondió Cecilia acortando distancias – ¿Aquí y ahora?

-¡Jolines niña, no querrás que bajemos del coche, además no puedo esperar a llegar al hotel!

-Estás tardando demasiado en desnudarte, jajajaja

Cecilia descolgó el teléfono:

-Marcos, siga con el recorrido turístico sin prisas porque lo que estoy contemplando es bellísimo – dijo presenciando el erótico “estriptis” de Pastora –

-Espero que no haya ni cámara ni micrófonos ocultos – le susurró al oído -

-¿Te importa?

-A mí no ¿y a ti?

-Tampoco, lo decía… ¡por si acaso!

-¿Sin guardar nada para la noche?

-Sin guardar nada – afirmó Pastora – Además… las energías se reponen en poco tiempo…

-Calla – dijo Cecilia buscando su boca – hablas demasiado

-Y tu estás muy quieta…

fuente: http://www.todorelatos.com/relato/78443/

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