Polvo universitario

Se estaba acabando el verano y volví a la facultad para los exámenes de Septiembre. Aunque no había estudiado mucho durante el verano, estaba convencido de aprobar las dos asignaturas que me habían quedado, pero de todas formas pasaría al siguiente curso.

Durante el curso, vivía en un apartamento junto con otros dos compañeros de facultad, ambos mejores estudiantes que yo, con lo que ellos no volvian hasta octubre que comenzaba el curso, así que durante casi un mes tenía el apartamento para mi solo.

La ciudad empezaba a animarse con el ambiente estudiantil. Los bares volvian a ser el punto de encuentro de todos los jovenes universitarios.

Precisamente en uno de aquellos bares fué donde conocí a Carmen. Ella empezaba ese año la carrera de Farmacía, y había ido antes del comienzo de curso para buscar alojamiento.

Era un jueves sobre las nueve de la noche. Yo estaba tomándome una cerveza y repasando los apuntes del examen de la próxima semana. Ella estaba sentada en la mesa de enfrente, ojeando el plano de la ciudad.

En un momento dado se acercó a mi y me preguntó si la podía ayudar a indicarle dónde estaba la biblioteca de la ciudad.

Con mucho gusto, le dije, pero ven, siéntate en mi mesa.

Es que no querría interrumpirte, dijo ella, veo que estás estudiando.

No te preocupes, le dije, por hoy ya es suficiente. Solo estaba repasando un poco, y me viene bien despejar un poco la cabeza.

Carmen se sentó frente a mi lado, y le estuve explicando sobre el mapa donde quedaban los principales lugares de la ciudad. Los lugares para estudiar, los lugares donde se podía comer barato, los lugares donde servian las mejores copas, etc.

Estuvimos charlando durante más de dos horas. nos tomamos unas cuantas cervezas, y sobre las once de la noche me dijo que se tenía que ir, ya que la residencia de estudiantes donde vivía era de monjas, y no podian llegar más tarde de las once y media.

Nos intercambiamos nuestros números de teléfono y quedamos en llamarnos algún día.

Al domingo siguiente sonó mi teléfono, era Carmen.

¡Hola Lucas! me dijo. ¿tienes planes para hoy?. Le dije que no, que no tenía ningún plan.

Pues te invito a comer, me dijo. Quiero agradecerte tu amabilidad del otro día.

Perfecto, le dije, pero no tienes porqué agradecerme nada.

Quedamos a las dos en el mismo bar donde nos habiamos conocido.

Cuando la vi llegar, me di cuenta de que era una chica muy guapa. Era rubia, con el pelo corto . El día era muy caluroso, y vestía una falda corta que dejaba ver sus piernas bronceadas, y una blusa por la que se adivinaban unos pechos no muy grandes pero turgentes.

Nos saludamos con un beso en la mejilla. La invité a sentarse. nos tomamos un aperitivo y decidimos a donde iriamos a comer.

La llevé a un pequeño restaurante cercano, que no era precisamente de los más baratos de la ciudad, pero no estaba dispuesto a dejarla pagar la comida. Yo todavía soy de los chapados a la antigüa y no dejo que las mujeres me inviten si yo puedo permitirmelo.

Comimos muy bien. Tuvimos una "pequeña riña" en el momento de pagar la factura, porque ella no quería que pagara yo.

Te he invitado yo, decía ella. Es igual, le dije, ya otro día me invitas tu a algo.

Después de comer, nos fuimos a tomar un café a un bar cercano. Estuvimos charlando un rato, y ella dijo de ir a tomarnos otro café a otro sitio.

Si quieres te invito a tomar uno en mi apartamento, le dije, está aqui al lado.

Encantada, respondió Carmen.

Subimos a mi apartamento y nos tomamos otro café y después unas copas. Estuvimos contándonos cosas de nuestras vidas, y tras unas cuantas copas, ya estábamos bastante alegres, así es que nos reiamos por cualquier tontería.

¿Qué tal si jugamos a algo me dijo? ¿A qué quieres jugar? le pregunté.

No se, dijo ella. A las cartas o a algo.

Vale, le dije yo vamos a jugar a un juego que me acabo de inventar.

¿En qué consiste? dijo ella.

Pues verás, tiramos estos dos dados, y el que saque mayor puntuación le dice al perdedor alguna cosa que tiene que hacer.

Vale, perfecto, dijo Carmen entre risas (las copas le hacian sentirse muy chisposa)

Comenzó ganando ella, y me pidió que cantara una canción. Así lo hice.

Volvió a ganar dos veces más y me pidió cosas ingenuas, como contar un chiste, o qué le dijera algún secreto.

A la cuarta tirada gané yo, ¿Qué tengo que hacer? me preguntó. No se si fué mi subconsciente o los efectos del alcohol , pero automáticamente le dije: Quítate la blusa.

Sin poner ninguna objección, y entre risas, se desabrochó la blusa y se quedó con sus tetas al aire (no traia sujetador).

Eran dos tetas preciosas. No muy grandes, pero turgentes. La marca triangular del biquini destacaba sobre la piel bronceada, y la visión de sus pezones enmarcados en aquel triangulo de piel blanca, me excitó.

Volvió a perder la siguiente tirada, y yo ya estaba muy caliente, así que sin pensarlo dos veces le pedí que se quitara la faldita.

Se levantó, y muy coqueta, como si hiciera un estriptis y entre risitas, se desabrochó la faldita y la dejó caer al suelo, quedándose solo con las braguitas de color blanco y los zapatos.

Aunque parezca increible, seguimos jugando y tiramos los dados. Ahora perdí yo, y ella se hacía cómo que pensaba que tarea mandarme.

Ummm. No se, no se... decía.

¡ya está! dijo. Ya se.

Quiero que te hagas una paja mirándome.

Casi me caigo de espaldas. Esperaba cualquier cosa menos aquello, pero no sería yo quien pusiera pegas en aquel juego, así que me quité toda la ropa mientras ella se tumbaba en el sofá. Me puse de pie frente a ella, y mirándola me puse a hacerme una paja delante de ella.

Ella me miraba con cara divertida mientras se acariciaba los pezones. Yo siempre llevo mi sexo totalmente depilado; es una de las lecciones que me dió mi tía Adela, un día me dijo que a las mujeres les gusta comerse una buena polla, y chuparnos los huevos, pero que les gusta más si no hay por medio ningún pelo.

Poco a poco fue deslizando su mano por entre las braguitas y empezó a tocarse el coño, mientras allí seguía yo meneándomela.

Se quitó lentamente las braguitas, dejándome ver su coñito, el cual abrió con las dos manos dejándome verlo al completo. Aquí también la marca de la braguita del bikini resaltaba sobre el moreno de la piel. Se percibñia claramente que usaba un bikini que le tapaba justo hasta el comienzo de su rajita.

Carmen se metía los dedos en el coño. Ella también se estaba masturbando.

Cuando estaba a punto de correrme me acerqué a ella y al instanté descargué toda mi leche sobre sus tetas mientras ella, ya con 3 dedos dentro de su coño, llegaba también al orgasmo.

Estuvimos poco más de 5 minutos en el sofá, porque al poco ella me agarró la polla y empezó a chupármela. En un minuto mi polla volvió a estar dura como una piedra. Rodamos hacia el suelo y le hice ponerme su coño en mi cara. Allí empezamos a hacernos un 69. Ella me chupaba mi polla y yo le comía el coño.

Al rato Carmen se incorporó, dejándome tendido en el suelo con mi polla apuntando hacía el techo como un mástil sin bandera.

La vi apartarse un poco. La visión era magnífica. Completamente desnuda y con los zapatos de tacón aún puestos. Cogió su bolso y sacó un preservativo. Volvió hacia mi y me colocó el condón y poniéndose en cuclillas sobre mi, agarro con su mano mi polla y se la llevó hacia su coño. Se la ensartó hasta el fondo.

Sentí el calor de su coño envolviéndome todo mi polla.

Carmen aún en cuclillas ejercitaba sus músculos incorporándose y haciendo salir mi polla lo justo, para inmendiatamente volver a flexionar sus rodillas y volver a clavársela hasta el fondo.

Me encantaba como me estaba follando, y así se lo dije. Me encanta como me follas. Aquello pareció excitarla aún más y comenzó a moverse más rápido.

Los dos gemiamos de placer.

Carmen cambió de postura (supongo que ya no aguantaba más flexioanando sus rodillas), y se arrodilló. Seguía cabalgándome.

Empezó a mover sus caderas compulsivamente frotando su clítoris contra mi. Con mis manos le di unos pequeños azotes en su culo. Unas palmadas que la hicieron enloquecer de placer, y casi al instante tuvo un orgasmo increible. Sentí todos sus jugos desparramarse sobre mi vientre y resbalar por mis huevos hacia mi culo.

Cayó exhausta hacia un lado, pero yo aún no me había corrido, así que cogiéndole de la cintura le di la vuelta y puse su cabeza y sus brazos sobre el sillon. Le levanté el culo y la puse de rodillas.

Con mi lengua empecé a acariciarle la entrada de su culito.

Ella con una voz casi imperceptible decía : no, por ahí no, pero yo seguí lamiéndole el culo e introduje uno de mis dedos en su culo.

Fué como si aquello era lo que estuviera deseando, porque arqueó su cintura y puso su cola en pompa hacia mi.

Lentamente empecé a meterla la polla en el culo. No entraba, y ella lanzaba gemidos, pero no volvió a decir lo que por ahí no.

Poco a poco fuí metiéndosela hasta que cuando ya había metido la mitad de mi polla, ella empujó su culo hacia atrás y ella misma se la clavó lanzando un gemido.

La monté como un poseso. Se la calvé hasta el fondo una y otra vez hasta que ambos nos corrimos.

A día de hoy Carmen ya es farmaceútica. Durante la carrera nos vimos varias veces más, y hoy somos muy buenos amigos pese a la distancia que separa las ciudades donde vivimos.

1 comentario - Polvo universitario

Ryan1422
muy buen relato master, espero el proximo...