Una mujer decidida

Consiguiendo un plazo en la hipoteca…

Esta historia comienza cuando Raúl, mi marido, con quien he estado casada durante 3 años, perdió su empleo, él era un contador dentro de una importante empresa de metales, pero hace aproximadamente 6 meses, esta empresa se fusionó con otra norteamericana y como es de suponerse, los despidos masivos comenzaron muy pronto y Raúl no fue la excepción, ya que apenas contaba con 1 año y medio en la empresa y comenzaron precisamente con todos los trabajadores que llevaran poco tiempo. Durante un par de meses, no sufrimos gracias a la liquidación que le dieron, pero ya que no fue en realidad mucho, muy pronto se nos acabó el dinero.

Nosotros habíamos comprado nuestra casa hace un par de años atrás y estábamos pagándola poco a poco, como millones de personas en este país, apenas saliendo adelante con los pagos mensuales que debíamos realizar. Como una consecuencia de lo que les acabo de narrar para el 5to mes de su desempleo, teníamos un sin fin de cartas y requerimientos de pago por parte de la hipotecaria, hasta que llegó una que en verdad nos preocupó, se nos solicitaba entregar la casa en un plazo máximo de 1 mes, ya que de conformidad con el contrato, al no cubrirse 6 mensualidades la casa nos podría ser embargada.

Raúl no había leído esta terrible noticia, ya que yo recibí personalmente la carta, entonces decidí que debía hacer todo lo posible para evitarle más preocupaciones a mi esposo, ya que él estaba absorto en la búsqueda de empleo y en entrevistas y una noticia como esta lo derrumbaría moralmente.

A la mañana siguiente, ambos nos despertamos muy temprano, Raúl para ir a un par de entrevistas en el centro de la ciudad y yo para hacerle el desayuno, él me comentó que estaba muy emocionado por una entrevista en particular y que tenía un muy buen presentimiento sobre ésta, así que yo, como su esposa, solo me quedó desearle la mayor de las suertes y después de un rápido pero a la vez tierno beso nos despedimos esa mañana.

Yo me armé de todo el valor que había en mí y tomé la decisión de ir a hablar personalmente con la persona de la hipotecaria que nos había estado mandando tan amenazadoras cartas, así que después de darme un baño, me vestí y me dirigí a sus oficinas.

Para los que no me conocen yo soy una mujer de 34 años, mi color de cabello es negro y éste es lacio, mis ojos son verdes, mi piel blanca, me considero una mujer atractiva para el sexo opuesto ya que, además de mi rostro, tengo un cuerpo que a decir de muchos amigos y conocidos, es como de esas películas viejas mexicanas, tengo un par de senos bien grandes, redondos y suaves, mis caderas son pronunciadas, haciendo un juego perfecto con mi par de nalgas y piernas gruesas y duras.

Ese día no vestí particularmente sexy ni mucho menos, solo usaba un bonito vestido negro con un ligero, muy ligero escote al frente, y de largo hasta debajo de las rodillas, pero como les comentaba, mis senos son demasiado grandes, lo cual a decir de mi marido hace que cualquier cosa que me ponga atraiga la mirada de los caballeros.

Al llegar a las oficinas, pregunté directamente por el Lic. Vargas, quien es la persona que no nos permite dormir tranquilos por la noche. El muy miserable me tuvo esperando por alrededor de 2 horas, hasta que, aproximadamente a las 2 de la tarde, su secretaria, igual de funesta que el jefe, me indicó que por fin me recibiría.

Inmediatamente al entrar a su oficina, percibí el desagradable aroma del cigarro, que inundaba toda la oficina, él, ni siquiera me miró, estaba frente a su computadora y con una seña me indico que me sentara frente a él. Después tomo el teléfono y estuvo charlando, más bien gritando y balbuceando por aproximadamente 5 minutos sin prestarme la menor atención. Cuando por fin terminó, volteó la mirada y me dijo, quién es usted y que quiere?

Comencé a explicarle nuestra precaria situación económica y nuestra enorme necesidad de la casa en la que vivimos ya que es el único lugar que tenemos, estuve hablando y suplicando por 15 o 20 minutos, y él, con un dejo de indiferencia solo se limitaba a responder, disculpe pero yo no puedo ayudarla o eso ya lo entendí señora, pero ese no es mi problema.

Continué con mis súplicas hasta que estallé y no pude más, las lágrimas se hicieron presentes y pronto me costaba mucho trabajo articular palabras. El Lic. Vargas me ofreció un pañuelo desechable y trató de consolarme, yo pensaba que esto talvez había tentado su áspero corazón, pero cuando por fin terminé de llorar, me dijo que lo sentía mucho pero que así estaban las cosas y no podía ayudarme.

Una enorme furia comenzó a hervir dentro de mí, cómo era posible que aquel viejo hombre no se compadeciera de mí, solo necesitaba una prórroga de un mes o dos para estabilizar los pagos. Entonces fue cuando me decidí, haría todo lo posible por obtener esa prórroga.

Lo miré directamente a los ojos y le dije: ¿Está bien, que quiere para darme esa prórroga? pídame lo que quiera y se lo daré. Al principio me miró incrédulo, tratando de evadir mi pregunta, pero me mantuve firme y le ofrecí lo único que tenía que pudiera interesarle, mi cuerpo.

Cuando notó que mi propuesta era muy seria, cambió su tono y la forma de hablarme, se volvió más cálido, me miró de arriba abajo y me dijo: Muy bien, acepto, si estás bien decidida tomaré tu propuesta a cambio de un par de meses de prórroga, de acuerdo?

Naturalmente accedí, así que me dio indicaciones para lo viera ese día por tarde en un hotel cercano a esas oficinas.

Llegada la hora del encuentro, para ser más precisos las 6 de la tarde, nos encontramos en el lobby de aquel hotel, me saludó muy contento, me dio un fuerte abrazo y me condujo hasta el elevador. Dentro del elevador, comenzó el juego, tenía su mano en mi espalda baja y la fue bajando lentamente hasta tocar una de mis nalgas, como esperando ver mi reacción, yo estaba furiosa por dentro por haber tenido que llegar hasta esas instancias, pero me contuve y lo dejé manosearme a su antojo.

El elevador abrió sus puertas en el 10º piso, entramos a la habitación 1008, donde apenas se cerró la puerta, se me acercó por atrás, tomó con sus manos mis senos, los apretaba y sobaba, mientras tanto yo sentía como el bulto en su pantalón iba creciendo justo en mis nalgas.

Cuando terminó, se dirigió a la cama, se sentó en la parte frontal y me dijo que me acercara lenta y sensualmente, bajando poco a poco mi vestido. Lo hice tal y como me lo pidió, fui desabotonando el frente, mientras daba pequeños pasos hacia él, el asco invadía todo mi ser, pero cuando tenía ganas de dar la vuelta y salir huyendo, recordaba a Raúl y nuestro matrimonio y me repetía que no dejaría que todo terminara por algunos miles de pesos.

Con cada paso que daba un botón salía del hojal, hasta que después de cinco pasos y cinco botones, mi vestido se deslizó hasta mis talones, aquel nefasto hombre no dejaba de sonreír, y me pidió que me diera un par de vueltas para observar mi expuesto cuerpo. Encendió un habano grande y oscuro, mientras me ordenaba que me quitara el sujetador y las pantis. Yo lo hice lentamente para su deleite, ya que sabía que ese hombre debía quedar satisfecho para olvidarnos del problemita un par de meses.

Quedando totalmente desnuda ante sus lascivos ojos, se levantó y me ordenó que me hincara, cuando así lo hice, se abrió el cierre del pantalón, se metió la mano en él y se sacó un semi flácido miembro, viejo y arrugado, me tomó por la nuca, me dio un leve jalón hacia atrás provocando que abriera la boca y de un solo movimiento y sin aviso previo, lo metió justo entre mis dientes. Me tomó de ambos lados de la cabeza con sus manos y comenzó a cogerme literalmente por la boca, yo sentía unas inmensas ganas de volver el estómago, mientras sentía como aquel repulsivo miembro iba creciendo dentro de mi boca. El maldito anciano se movía de atrás hacia delante sin cesar, obligándome a que gimiera y asintiera cada vez que el me preguntaba: ¿Te gusta mi miembro? ¿Eres una putita verdad? ¿Esto es lo que te mereces cierto? Yo solo podía balbucear que si y el con cada una de mis respuestas parecía excitarse más y más.

Después de que por fin se cansó de que se la chupara, se quitó los zapatos, se bajó totalmente el pantalón y me ordenó colocarme de rodillas mirando a la pared, apoyada en mis manos, se acercó a la cama, posó ambas manos en mis nalgas mientras me repetía lo puta que era, acercó uno de sus dedos a mi sexo, lo introdujo lentamente y comenzó a realizar movimientos circulares hasta que me sintió lo suficientemente húmeda. Y en ese preciso momento, sentí la cabeza de su miembro buscando mi vagina y al igual que cuando me introdujo su asqueroso pene en la boca, me lo metió hasta el fondo, yo solté un pequeño grito de dolor, lo cual produjo en él una maliciosa sonrisa.

Mientras metía y sacaba su pene de mi cuerpo me daba pequeñas nalgadas, en otro momento acercó su mal oliente boca a mi oreja y me repetía que estaba hecha toda una puta al mismo tiempo que pellizcaba mis pezones con sus manos.

Es doloroso aceptarlo, pero aquella situación por más desagradable que era, comenzaba a excitarme de verdad, ya que un hombre nunca me había tratado de esa manera, y conforme pasaba el tiempo yo me estaba creyendo lo de ser toda una puta, por lo que pronto, sin que el me lo preguntara, me di cuenta que confesaba que me encantaba que me cogieran, que estaba disfrutando mucho su pene y que no quería que parara, a lo que el respondía positivamente dándome cada vez con más energía.

Yo olvidé por un momento a mi esposo, debo confesarlo, entregándome como una verdadera puta a aquel viejo sin escrúpulos.

Después de un buen rato en esta posición, surgió de lo más profundo de mi ser, un deseo que hasta la fecha no puedo creer que atravesara mi mente, le pedí que me la metiera por el culo, que lo necesitaba, él soltó una estruenda carcajada mientras me decía, ya ves que si eres una putita, pero no importa, te daré lo que pides.

Acercó uno de sus dedos a esa parte que había permanecido virgen en mi cuerpo, comenzó a darme un leve masaje alrededor de mi culito, penetrando lentamente en él, primero un dedo y luego otro, Vargas dijo, bien ya estás lista, prepárate.

Para mi sorpresa esta vez fue más cuidadoso, talvez porque se lo había suplicado, lo introdujo lentamente hasta su término, una extraña mezcla de dolor y placer inundó todo mi cuerpo mientras el viejo comenzaba a moverse lentamente. Pronto terminó el dolor y experimenté un placer que jamás había sentido, lo que manifesté gimiendo y mordiendo mis labios, pidiéndole más.

Una fuerte sensación abordó mi cuerpo, le grité que me diera con todo lo que tenía ya que se avecinaba mi clímax, contuve la respiración lo más que pude y cuando por fin solté el aire tuve un gran orgasmo que recorrió todo mi cuerpo. Vargas parecía satisfecho con aquella visión, pero el no había experimentado su orgasmo todavía. Así que me dejó descansar, fue al baño y cuando regresó su miembro continuaba totalmente erecto, lo que para mi fue una gran impresión ya que no pensaba que un hombre de esa edad la pudiera tener tan firme durante tanto tiempo.

Me dijo, me da gusto que te haya gustado, pero aún falta algo. Me ordenó que me recostara en la cama, el se sentó justo sobre mi pecho, casi a la altura de mi cuello, me pidió abrir la boca, e introdujo sus bolas en ella, comencé a chupárselas como una loca, casi me atragantaba con ellas, pero por extraño que parezca, ese hombre me había satisfecho sexualmente y estaba dispuesta a pagarle de la misma forma.

Le lamí las pelotas cuanto quiso mientras él me daba pequeños golpecitos con su miembro en mi cara, poco a poco comenzó a agitarse, sacó sus bolas de mi boca y haciéndose un poco hacia atrás me la volvió a meter justo en la boca, pero esta vez ordenándome que me tragara todo, y que si lo hacía mi deuda estaba saldada un par de meses más.

Con su miembro en mi boca, solo pude decir que si con la cabeza, él cerró los ojos y comenzó a moverse salvajemente, poco después sentí las primeras gotas de su semen recorrer mi lengua hasta llegar a mi garganta, cuando súbitamente sentí toda su explosión dentro de mi, inundando mi boca. Vargas gritó un poco mientras se corría, cuando terminó sacó su miembro y me dijo, déjamelo bien limpio y terminamos. Yo le pedí que se recostara en la cama, me arrodillé delante suyo y le pasé mi lengua por todas partes, recorrió su glande de arriba abajo y de delante hasta atrás, sus pelotas y sus piernas, hasta dejarlo bien limpio como me lo pidió.

Finalmente cuando estuvo satisfecho me dijo que podía irme cuando quisiera, yo recogí mis cosas, me vestí, me despedí y me fui a casa, donde Raúl me estaba esperando con la gran noticia de que por fin el trabajo era suyo, lo abracé pero no lo pude besar, lo felicité ampliamente y esa misma noche me invitó a cenar.



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5 comentarios - Una mujer decidida

eltorero_1o
no se que decirte, para todo hay limites. Sos muy buena redactando
falfcom
guau!!! que buena historia la verdad