hotel paradisíaco

Podía verle a través del cristal de la sala de profesores… sólo a través de las rendijas de las hojas de la persiana, pero le veía, sentado a la mesa, le había tocado guardia durante el descanso, y fingía leer exámenes. Cualquiera que le hubiera mirado, que sólo le hubiera echado un vistazo, hubiera podido pensar que efectivamente estaba corrigiendo los exámenes de antes de la evaluación navideña… cualquiera que le conociera tan bien como yo y se molestase en mirarle con atención, se hubiera dado cuenta de que estaba haciendo un simple paripé… un hombre tan sereno como él, un hombre que casi siempre iba con las manos relajadamente en los bolsillos y a quien ni siquiera los más testarudos o rebeldes alumnos conseguían sacar de sus casillas, desde luego no daría esas innegables muestras de nerviosismo sólo por estar leyendo exámenes… Desde luego, no estaría dando vueltas al bolígrafo entre los dedos como una majorette con su bastón. El boli casi no se veía de lo rápido que giraba. Su pierna no se movería arriba y abajo constantemente, no consultaría cada diez segundos su reloj, y no estaría sudando… A pesar de ser Diciembre y que la temperatura era normal, yo podía ver que se había quitado la bata blanca que solía usar siempre, y tenía ligeros cercos de humedad en torno a las axilas en su camisa azul… Cristóbal estaba hecho un flan, y se notaba.

Yo misma tenía serpientes en el estómago. Desde que habíamos empezado a encontrarnos, sólo una semana atrás, nos las habíamos ingeniado para tener momentos agradables en el instituto donde ambos trabajábamos, sin que nadie nos descubriese… desde luego era arriesgado, muy arriesgado… No sólo nos jugábamos el puesto y un expediente que quizá nos imposibilitase para dar clase (nuestros alumnos eran menores de edad en su mayoría, y si teníamos la desgracia de que fuera uno de ellos quién nos pescara…), sino que además, Tóbal estaba casado. Que yo supiera, no era la primera vez que se atrevía a engañar a su esposa, era un secreto a voces que había tenido algún que otro lío anterior, si bien nunca dentro del propio instituto… la verdad, que eso se le notaba en la soltura que tenía planeando citas, en su atrevimiento… y en su frialdad para salir del paso. El día anterior, Oli, el bibliotecario de la Universidad, había estado en un tris de descubrirnos el pastel… bueno, para ser más exactos, nos pescó en plena faena, pero le dijimos que estábamos ensayando para la obra que representamos entre profesores… como la obra tiene escenas algo subidas de tono y como Oli, pese a llevar casado medio año, es la persona menos picardeada que haya visto nunca, había colado… pero la excusa, había sido idea de Cristóbal.

Frente a la sala de profesores, por fuera, estaba la mesa de secretaría. Lo último que yo tenía que burlar para entrar allí con él y tener nuestro momento a solas… sin que nadie pudiera decir que me había visto entrar. La única secretaria que estaba allí, jugaba al tetris distraídamente en su ordenador y me acerqué con expresión ansiosa.

-¡Toñi! – dije - ¿No hay nadie más que tú aquí?

-No, señorita Viola, todas se han ido a almorzar… ¿qué pasa?

-Mira que lo saben, mira que se lo he dicho… ¡pues nada! ¡Un día, vamos a tener un disgusto, no será que yo no lo he advertido!

-¿Pero, qué….?

-Mira, Antoñita, siento cargarte a ti esto, pero yo tengo una tutoría, y ALGUIEN lo tiene que hacer. El chanistrán que hay abajo, en el rectrafeser, está condensando solo… ¡y no puede quedarse solo, porque… nunca pasa nada, pero basta que no haya nadie escaneándolo, y se produzca una fuga de jeriglostato y a ver qué hacemos…! ¡Todos los datos de la base madre a la porra, y encima se puede cortocircuitar, y salimos ardiendo todos! Corre, baja y quédate hasta que termine, por favor… yo tengo que ir a mi tutoría, y no puedo entretenerme.

-Pero,… pero… - la pobre Toñi no había entendido ni torta, pero yo había hablado con tal seguridad, que no se atrevía a contradecirme. – Pero… ¿dónde… dónde tengo que…?

-Abaaajo, mujer, si te lo he dicho, ¡en el rectrafeser, el chanistrán que está condensando, tú te quedas a escanearlo hasta que acabe! ¡Sólo tienes que vigilarlo, sin más, si ves que se empieza a jeriglostatizar o a hidrogenizarse, sólo tienes que desenchufarlo, y luego llamamos al servicio técnico autorizado!

Toñi, totalmente aturdida, salió corriendo sin saber muy bien aún a dónde se dirigía… Una gran sonrisa se abrió en mi rostro y miré hacia la sala de profesores. Cristóbal seguía con la vista fija en los papelotes. El pasillo estaba desierto, todo el mundo estaba almorzando, nadie se acercaría aquí ni aunque se hubiese dejado los pantalones olvidados… teníamos un rato de privacidad.

Cristóbal levantó la cabeza cuando oyó cerrarse la puerta. Me sonrió, pero sonrió más aún cuando eché la llave a la sala de profesores, giré la hojas de la persiana para dejar ciega la ventana interior y me solté de un tirón un par de botones de la blusa, dejando al descubierto un hombro y parte del sostén.

-¿Qué sabes hacer en diez minutos….? – pregunté. Cristóbal se levantó de su silla y se lanzó a por mí, encajonándome en la pared. Quise reprimirme, pero un grito se escapó de mis labios, mezcla de pasión y de quedarme sin aire por su embestida. Tóbal enterró su cabeza entre mis pechos, tirando de mi sostén para bajarlo sin desabrocharlo, y sin dejar de frotarse contra mí, mordió mis pezones, haciéndome ahogar un segundo grito, que me hizo abrir desmesuradamente los ojos. - ¡Sí…. Sí, bestia….! – musité.

Oí el sonido de una cremallera al abrirse, mientras Tóbal descendía en sus lengüetazos y mordiscos por mi vientre, haciéndome vibrar de deseo, placer y cosquillas… mi sexo, ya juguetón desde antes de entrar por la perspectiva del encuentro, ahora estaba literalmente chorreante. Mi amante se arrodilló frente a mí y metió su cabeza bajo mi falda, arremangándola pese a ser corta. Mis jadeos eran cada vez más evidentes, por más que yo quisiera contenerme… ¡pero se me escapaban…! Cuando hizo a un lado la tela de las bragas y enterró su cara en mi sexo, una feroz corriente de placer y felicidad me acalambró el cuerpo y tuve miedo de ponerme a berrear como una loca. Me tapé la boca con una mano mientras con la otra me agarré a uno de los pomos del perchero que tenía junto a mí, porque Cristóbal me aupó, hasta dejarme las piernas en sus hombros y empezó a lamer como un poseso.

Sentía mi cara roja, ardiente, mientras su lengua hacía delicias en mi interior, moviéndose como un animal enjaulado… Tóbal movía su cabeza de arriba abajo, de derecha a izquierda, dando rugidos, y mis piernas empezaron a temblar… ¡no podía soportarlo, era demasiado…! Mi botón palpitaba, y en ese momento, mi compañero abandonó mi interior, para apresarlo entre sus labios. Mi cuerpo entero se convulsionó y tiré ferozmente del perchero, que crujió, pero no podía soltarlo…. ¡me moría de gusto! El placer era inenarrable, el morbo por el peligro, la ansiedad contenida por no poder gritar… los dedos de mi amante se colaron en mi interior mientras sus labios succionaban de mi clítoris sin ninguna delicadeza, empezó a penetrarme con ellos casi salvajemente, y quise pedirle que parase, que se moderase… porque temía ponerme a chillar, pero ni podía hacerlo (de haber abierto la boca, habría gritado mi placer), ni aunque lo hubiera hecho, Cristóbal me hubiera hecho ningún caso, de modo que me llevé a la boca el bolígrafo que suelo llevar en la oreja y lo mordí con fuerza, mientras los dedos de mi amante me taladraban sin piedad y su boca chupaba mi clítoris como si pretendiese arrancármelo….

Las oleadas de placer eran cada vez más intensas, más seguidas… el subidón de maravilloso gozo me hizo retorcerme como una serpiente, tiré con mayor fuerza del perchero y el bolígrafo que mordía se partió entre mis dientes, mientras el delicioso calor estallaba en mi cuerpo y era consciente del sudor que empapaba mis ropas… Cristóbal me bajó cuidadosamente las piernas temblorosas al suelo y se incorporó, aún hambriento. Hizo ademán de limpiarse la boca, pero no se lo permití: escupí los restos del boli, le agarré de la cara, y le besé tal como estaba, empapado de mis jugos hasta la barbilla… Tóbal se frotaba contra mí, apoyado en la pared, y sin dejar de darle lengua casi con furia, bajé mi mano derecha hasta su pene, ya liberado de las ropas y ansioso por obtener su parte en la fiesta… Lo froté golosamente contra mi rajita, aún palpitante, y lo acerqué a mi agujerito, que no por acabar de correrse, estaba menos ansioso.

Cristóbal, sintiéndose en la puerta del placer, jugueteó un poco en la entrada… yo me revolvía de pura inquietud y de deseo sintiendo cómo me metía sólo la punta… abrazándole con una pierna, solté un momento su boca para lamerle sus pequeñas orejitas y susurrar “más… por favor…”. Tóbal no se lo hizo repetir y de un certero movimiento de cadera, la ensartó hasta el fondo. Mi boca se abrió en un grito mudo y mi amante puso los ojos en blanco, tiritando de placer… ¡qué maravilla…! ¡¿Cómo era posible que el ser humano pudiera ser tan feliz… que pudiera alcanzar tanto gozo….?! Mi amante no pudo contenerse más, y empezó a bombear como un loco, encajonándome contra la pared… su miembro me taladraba, ardiente y palpitante, y a pesar que acababa de gozar, el placer subía de nuevo por mi cuerpo, preparándome para otro orgasmo, que me iba a llegar en muy poco tiempo… apreté a Cristóbal contra mí, lamiendo su cuello, sus orejas, buscando el inicio de su pecho entre la camisa azul… él se apoyaba con las manos en la pared, pero le llevé una a mis nalgas… me arremangué totalmente la falda y le metí la mano bajo mis bragas. Tóbal me miró con ojos traviesos, de vicioso, y me sonrió, apretándome la carne, buscando incluso mi agujerito trasero… su excitación crecía tan imparable como la mía, sus caderas se movían como si tuviera en ellas un motor, y entonces, su mano en mi culo descendió más y tocó mi periné, el espacio entre mi vagina y mi ano… ¡fue una verdadera explosión! Me besó casi asustado, viendo en mi cara que iba a gritar, y efectivamente, mis gemidos, ahogados en su boca, fueron irrefrenables al sentir aquél gozo orgiástico…

Mi sexo palpitaba, abrazando la polla de Cristóbal, que no dejaba de moverse, y para quien la excitación, y el ver cómo me corría entre sus brazos por segunda vez, fue demasiado, y sin soltarme la boca, empezó a gemir él también… sus embestidas bajaron ligeramente de ritmo, entrando y saliendo plenamente, mientras gemía con la boca pegada a la mía, entornando los ojos de placer, con su mano crispada en mi culo… pude sentir perfectamente el semen salir de su miembro mientras me tragaba sus gemidos, su aliento caía en mi boca… éstos fueron bajando de intensidad suavemente mientras su polla aún entraba y salía de mí, y su esperma resbalaba por entre mis piernas… Nos dedicamos caricias y abrazos por un instante, mientras él se separaba de mí… Entonces, vi su miembro, a medio bajar, totalmente empapado… y siguiendo un impulso, simplemente me arrodillé y lo lamí para limpiarlo.

Tóbal ahogó un grito que se convirtió en gemido al notar su pene en mi boca… succioné dulcemente y tragué, hasta dejarlo limpio… Pero claro está, entonces ya no bajaba… mi amante me miró casi suplicando, y sonriendo, lo metí nuevamente en mi boca. Cristóbal no pudo evitar tomarme de la cabeza y literalmente, “follarme la boca”. Me agarré a sus muslos y los acaricié, mientras no dejaba de lamer y acariciarlo con la lengua… Tóbal no era tan joven como podía serlo mi ex, pero en el aspecto sexual seguía en forma… y no cabía duda de que no se lo estaba haciendo mal del todo, porque enseguida empezó a convulsionar… no podría aguantar mucho… sin dejar de chupar, empecé a masajearlo también con la mano, y con la otra acaricié sus testículos… Mi amante se dobló de puro gusto y me apretó la boca contra su miembro, intentando por todos los medios no gritar, mientras su descarga me inundaba la boca y yo tragaba rápidamente… Había sido rápido, pero… uffff… había sido muy bueno.

Cristóbal y yo nos arreglamos la ropa rápidamente, casi no quedaba tiempo ya… ninguno de los dos tenía aún la respiración en orden y no podíamos dejar de sonreír. Tóbal me ofreció un caramelo de menta con una sonrisa lasciva y se lo acepté.

-Esta tarde…. – me dijo como distraídamente, mientras se estiraba bien la camisa dentro del pantalón y volvía a ponerse su bata blanca que le ocultaría los, ahora mucho más evidentes, rodalones de sudor de las axilas – si quieres… podría tener una reunión de tutores y volver a mi casa más tarde… no puedo pasar la noche fuera, pero, si quieres que nos veamos un rato en tu casa… si puedes.

Sonreí. Cristóbal, no sabía qué plan de familia tenía yo, por eso preguntaba si podía… no sabía si yo vivía con mis padres, o, por qué no, con un tío… no sabía que había dejado a mi ex por él entre otras cosas, y que ahora sólo compartía mi piso con mi gato.

-Vale. ¿Te recojo, o sabes ir….?

-Es mejor que no me lleves, conviene que no nos vean juntos. Tú vas a tu casa, normal, yo saldré de aquí y tomaré el camino de la mía, y en cuanto me aleje un poco, me desvío. No te preocupes, sé dónde está.

Nos besamos un par de veces más, con besos húmedos aunque ligeros, ya no podíamos correr más riesgos… Salí, efectivamente no había nadie en el pasillo, y Tóbal me despidió con un cariñoso azote en el trasero mientras yo salía corriendo, volviéndome a mirarle de vez en cuando, sonriéndonos como dos niños traviesos.

Cristóbal se metió en el baño de la sala de profesores, para asegurarse que no estaba despeinado ni tenía manchas delatoras de semen o carmín… en efecto, tenía un grueso cerco rosa en torno a los labios, y… vaya, también un mordisco en el cuello. Eso era algo más difícil de solucionar, tardaría un rato en irse… bueno, mientras, apoyaría la mano en ese lado del cuello, y cuidaría de cerrarse la bata, así no se notaría. Una vez recompuesto, volvió a sentarse en su mesa a corregir exámenes, pero esta vez de verdad… no pasó ni un minuto antes de que llegasen sus compañeros.

-Hola, Cristóbal… ¿qué tal la guardia del almuerzo…?

-Ah, aburrida, como siempre… - dijo el citado, mientras Amador
colgaba su abrigo de la percha que había junto a la puerta y esta cedió de golpe.

-¡Ole! ¡Qué pato tienes, Amador! – le regañó Luis mientras el pobre Amador no sabía dónde meterse e intentaba explicar que él sólo había colgado su abrigo, que la percha ya debía estar floja de antes… Cristóbal bajó la cabeza e intentó concentrarse en los exámenes y no soltar la carcajada…


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En el sótano, moviendo la cabeza como quien mira un partido de tenis, Toñi, la secretaria, se pasó una hora y media vigilando atentamente el papel que salía de la fotocopiadora.

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