You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

La Mudanza... Casa Nueva, Cornudo Nuevo... (parte 3)

En casa Ana se metió a la ducha. Yo me quedé en el jardín fumándome un cigarro, mirando las casas vecinas con las luces ya apagadas. No podía sacarme de la cabeza lo que había pasado en la piscina: mis dedos dentro de ella, sus gemidos ahogados, el riesgo de que Rafael o Luis bajaran en cualquier momento. Jamás había sido Ana tan atrevida en un sitio donde podían pillarnos. Y a mí me había puesto a mil. Parecía que a ella también le gustaba esa sensación de peligro, de saber que la miraban. De repente vibró su móvil en la mesa del jardín. Miré de reojo: mensaje de Lucía.

“Tía, como te echo de menos. Estos dos del bar están que no paran de ligar conmigo. Esta noche cae algo seguro jajaja” y ahí se cortaba. No quería abrirlo para que Ana no viera que lo había visto. Dudaba si hacerlo cuando llegó otro: “¿Y tú qué? ¿No te cansas de lo de siempre con el mismo? 😏😏”. Menuda cabrona Lucía. Siempre había sido así de directa. La verdad es que nunca me había caído del todo bien; parecía que le fastidiaba que Ana estuviera conmigo y no saliera de fiesta con ella como antes. Oí que Ana cerraba la ducha y dejé el móvil donde estaba.

– ¿Te duchas tú? Mientras preparo algo de picar para cenar – me preguntó saliendo a la terraza envuelta en la toalla, el pelo mojado.

– Sí, dame un minuto.

Mientras me desnudaba me miré la polla morcillona. No era una bestia pero estaba más que bien, pensé. Ana no tenía queja. Seguro que Rafael o Luis no tenían nada que yo no tuviera. Lo importante es saber usarla y darle morbo a las cosas. Tal vez a Lucía le faltaba alguien como yo, pensé bajo el agua caliente. Alguien que supiera mantener la chispa. Con Ana eso no nos iba a pasar nunca. Yo me encargaría de que siempre tuviera lo que necesita.

Bajé y Ana ya tenía unos tomates con jamón, queso y una botella de vino abierta en la mesa del jardín. Cenamos tranquilos, hablando de la mudanza, de lo bien que estaba la casa. Cuando se acabó la botella abrió otra sin preguntar. Sacó la cajita, lió un porro y nos lo pasamos despacio.

– Me ha escrito Lucía – dijo de pronto, soltando el humo.

– ¿Qué cuenta la loca?

– Que esta noche lo mismo acaba liada con dos tíos que conoció en un bar – dijo riéndose 

– Vaya con Lucía – respondí.

– Ella que puede… sin compromiso – dijo Ana.

– Siempre ha sido muy de ir a lo que le apetece.

– Sí, si le gusta uno va y punto. Incluso con novio la he visto tontear – me contó.

– Pues oye, tampoco pasa nada – solté yo expirando el humo.

Ana me miró fija, sorprendida.

– Alfredo, de verdad… antes si un tío me miraba ya te ponías de mala hostia y ahora dices eso tan tranquilo.

– ¿Ahora qué? – la pinché sonriendo.

– No sé… que parece que te molaría que yo también tonteara un poco.

– Quiero que estés conmigo, eso siempre. Pero no hay que cerrarse, Ana. No quiero que nos pase lo de tantas parejas, que todo se vuelva predecible.

– ¿Predecible? Si hoy en la piscina… – dijo ruborizándose –. Casi nos pillan.

– Por eso mismo. Me ha puesto como nunca. Y a ti también.

– Sí, pero me moriría si baja alguien y nos ve.

– Si baja alguien se une – bromeé.

– Ahí está… parece que te gusta la idea de que nos pillen.

– Jaja, venga, subamos a la cama que el porro me está dando sueño.

Recogimos y subimos. Yo cerré todo mientras ella iba al baño. La puerta quedó entreabierta. La vi sentada en el váter haciendo pis, la camiseta de tirantes marcando las tetas, las braguitas bajadas. El chorrito cayendo… joder, hasta eso me ponía. Me metí en la cama en calzoncillos esperando.

Entró, se tumbó a mi lado y empezó a sobarme la polla por encima de la tela.

– Te he pillado mirándome mientras hacía pis, guarro.

En dos segundos ya estaba dura.

– La puerta estaba abierta… y estabas tan sexy – me justifiqué.

– ¿Ah, sí? ¿Y qué te apetece mirar ahora? – preguntó juguetona.

– Lo de siempre… tus tetas.
Ana se levantó la camiseta por encima, dejándomelas al aire, los pezones ya tiesos.
– ¿Tanto te gustan? – dijo tocándoselas despacio.

Me saqué la polla, tiesa perdida.

– ¿Tú qué crees?

– Ya veo… se pone muy contenta – dijo riéndose.
Empecé a pajearme mirándola.

– ¿Solo con mis tetas? – preguntó con voz caliente.

– Con todo tú.
Ana abrió las piernas, apartó el tanguita y me enseñó el coño, todavía hinchado de antes.

– ¿Esto también?

– Joder, eso me mata – confesé acelerando.

– Pues míralo – dijo empezando a tocarse, los dedos resbalando fácil porque estaba empapada.
Nos quedamos así, masturbándonos mirándonos, solo el sonido de su coño y mi mano. Hasta que Ana preguntó:

– ¿De verdad te gustaría que algún día me dejara poner crema por Rafael?

Sentí un subidón directo a las bolas.

– Claro que sí – respondí pajeándome fuerte.

– Sabes que me miraría el culo… y quizá me rozaría las tetas “sin querer”.

– Como para no rozarlas – dije imaginándolo.

– ¿Y no te pondrías celoso?

– No… me pondría cachondo.

– Pues si tú quieres… algún día lo dejo – dijo metiéndose un dedo y gimiendo.

– Joder, Ana…

– Dime… ¿te gusta que me miren el culo?

– Mucho – confesé.

– A mí también un poco… porque sé que a ti te pone – admitió acelerando.

– Imagina que Rafael te baja un poco la braguita para ponerte crema.

– Uff… no seas guarro – gimió.

– ¿Te gustaría?

– Tal vez… un poco – confesó perdida.
No aguanté más.

– Me corro – avisé.

– Yo también – jadeó.

– Mañana quiero que dejes que Rafael te ponga crema en el culo – solté.

– Mmm… valeee – gimió corriéndose fuerte, el coño chorreando.

Eso me remató. El primer chorro salió disparado a su barriga. Los siguientes le pringaron las tetas y la mano. Ana temblaba todavía corriéndose.
Nos quedamos tirados. Ella fue al baño a limpiarse, yo la seguí. La vi frotarse la barriga y las tetas, los pezones duros. Mañana en la piscina quizá pasara algo, pensé excitado.
Nos lavamos los dientes.

– Oye… nada de bajar braguitas, ¿eh? – dijo con el cepillo en la boca, medio en broma.

– ¿Y si es solo para poner crema bien?

– Mañana lo hablamos allí… tú decides – respondió enjuagándose y dándome un beso.
Se metió en la cama. Yo apagué la luz y caí rendido, con la cabeza llena de mañana y de Rafael untando crema en el culo perfecto de Ana. 😏

0 comentarios - La Mudanza... Casa Nueva, Cornudo Nuevo... (parte 3)