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En el fogón con los amigos de mi marido

Ya me conoces, soy Jhoa uruguaya de 24 años, casada con seb , un tipo piola de la iglesia evangélica a la que iban los domingos. Tenía una carita de nena inocente: ojos grandes y dulces, labios gorditos que parecían siempre listos para un beso, y una sonrisa tímida que la hacía ver como una virgencita. Pero Dios mío, lo que escondía debajo... Unas tetas enormes, redondas y firmes, que desbordaban cualquier remera que se pusiera, con pezones rosados que se marcaban fácil cuando tenía frío o... cuando se calentaba. Sus piernas eran gorditas y suaves, con una cola redonda y parada que movía al caminar, pero lo que más volvía locos a todos eran esas tetas gigantes, que parecían hechas para ser manoseadas.

Estaban en el campamento de verano de la iglesia, en un lugar perdido en las sierras. Esa noche habían hecho un fogón grande, con guitarras, cantos cristianos y mates pasando de mano en mano. Seba, había tomado un poco más de vino de lo normal y se durmió profundo en su silla de camping, roncando bajito, cubierto con una manta.

Alrededor del fuego quedaban solo dos amigos de la pareja: Lucas y Nico, dos tipos de unos 28 años, fuertes, con esa onda de varones que siempre bromeaban con Jhoa sobre lo "bendecida" que era por Dios en el pecho. Habían estado cargándola toda la noche: "Jhoa, con esas ubres vas a alimentar a todo el campamento", "Che, nena, ¿no te pesan esas tetas al caminar?". Ella se reía nerviosa, sonrojada, pero en el fondo le gustaba. Siempre había sido la "dama cristiana", la esposa fiel, pero esa carita de nena escondía una pendeja trola con un hambre reprimido de ser tratada como puta.

Para matar el tiempo, propusieron jugar a las cartas. Un truco simple, pero con apuestas. Al principio eran boludeces: quien perdía contaba un secreto o hacía una penitencia tonta. Pero Jhoa empezó a perder seguido. "Dale, Jhoa, si perdés esta, mostrás las tetas un rato", dijo Lucas riendo. Ella se mordió el labio, miró a Matías dormido a unos metros, y aceptó. "Bueno... pero solo un toque".

En el fogón con los amigos de mi marido


Perdió. Se levantó, nerviosa, y se sacó la remera y el sostén delante de ellos. Ahí estaban: esas tetas enormes, blancas, con pezones grandes y duros por el aire fresco de la noche. Lucas y Nico se quedaron mudos un segundo, después soltaron un "la puta madre" al unísono.

Lucas se acercó primero. "Vení acá, nena". Le agarró una teta con las dos manos, apretándola fuerte, como si quisiera ordeñarla. "Mirá lo que son estas bolas, boludo... son gigantes". Nico se sumó del otro lado, chupándole el pezón izquierdo mientras le masajeaba el derecho. Jhoa soltó un gemidito bajito: "Ay... no tan fuerte...". Pero su cuerpo decía otra cosa: los pezones se le pusieron como piedras y empezó a respirar agitada.

Le chupaban las tetas como animales: Lucas succionando un pezón entero, mordisqueándolo, dejando marcas rojas, mientras Nico lamía el otro en círculos, babeándolas enteras. "Estas tetas son para coger, Jhoa... no para esconderlas en la iglesia", murmuró Nico. Ella gemía: "Shhh... seb está ahí... pero... sigan, me encanta".

Después de un rato manoseándola, Lucas dijo: "Nos tenés calientes hace meses, pendeja. Con esa carita de nena inocente, pero sabemos que sos una trola que quiere pija gruesa. Queremos cogerte ya, acá mismo. 

Jhoa miró a su marido dormido, después a ellos con ojos brillantes de lujuria. "Sí... háganme lo que quieran. Siempre quise que me traten como puta, no como la dama que fingo ser. Cójanme los dos, por favor... tengo un hambre de pija que no aguanto más".

Se apartaron unos metros del fogón, detrás de unos arbustos, pero lo suficientemente cerca para que si aquel despertaba los viera. Jhoa se arrodilló en el pasto, con las tetas al aire todavía. Sacó las pijas de los dos: gruesas, venosas, ya duras como fierro. "Mirá lo que son estas pijas tan grandes", dijo con voz de nena caliente, y empezó a chupar la de Lucas primero. La metía hasta el fondo, ahogándose un poco, babeando todo. "Mmm... rica pija... dame más".

Nico le agarraba la cabeza y la empujaba: "Chupá como la puta que sos, Jhoa. Esa boquita de nena es para tragar leche". Se turnaban: uno le cogía la boca mientras el otro le apretaba las tetas o le metía dedos en el coño, que ya chorreaba juguitos. "Estás empapada, trola... siempre supe que eras una caliente reprimida".

La pusieron en cuatro. Lucas se la metió primero por atrás, clavándosela de una: "Tomá, pendeja... te voy a partir! Jhoa gritó bajito: "Ay dios... sí, cójanme fuerte!". Nico le metió la pija en la boca para que no haga ruido. Se turnaban cada pocos minutos: uno cogiendo la Conchita a fondo, embistiéndola como loco, haciendo rebotar esas tetas enormes, mientras el otro le cogia la garganta. "Gemí como puta, nena... decinos lo que querés".

Jhoa, entre jadeos y babas: "Cójanme más duro... soy su puta... siempre quise dos pijas juntas... trátenme como trola, no como esposa... aaaah sí, así!". Gemía como loca, mordiéndose el labio para no despertar a Matías, pero los gemidos salían igual: "Me están dando la cogida de mi vida... nunca me cogieron así".

puta


La cambiaban de posición: uno abajo, ella encima cabalgando, tetas rebotando en la cara del que chupaba, mientras el otro se la metía por detrás en doble penetración. Primero coño y boca, después intentaron culo pero ella dijo "no... todavía no", así que siguieron turnándose en la concha y la boca. Le daban palmadas en la cola, le apretaban las tetas hasta dejarlas rojas, le escupían en los pezones y los lamían.

Al final, no aguantaron más. La pusieron de rodillas otra vez. "Abrí la boca, puta... te vamos a llenar". Lucas fue el primero: le metió hasta el fondo y acabó adentro de la boca, chorros calientes y espesos que Jhoa tragó gulosa, pero algo le chorreó por la comisura. "Mmm... rica leche... dame más".

Nico le apuntó a la cara y las tetas: "Tomá, trola... para tus ubres gigantes". Eyaculó fuerte, pintándole la carita de nena con leche caliente, chorros que le cayeron en los ojos, la nariz, los labios... y el resto en las tetas, cubriéndolas de blanco pegajoso, goteando de los pezones.

Jhoa quedó arrodillada, jadeando, repleta de lechita caliente por todos lados: cara, boca, tetas chorreando. "La puta... me dejaron divina", murmuró sonriendo como la pendeja caliente que era. Buscó desesperada algo para limpiarse: usó su propia remera para secarse la cara y las tetas lo mejor que pudo, pero igual quedaba el olor a sexo y algunos rastros brillantes.

Se puso la ropa rápido, con las tetas todavía sensibles y marcadas, y volvió al fogón como si nada. Seb seguía roncando. Lucas y Nico le guiñaron el ojo: "Buenas noches, nena... esto se repite". Jhoa se sentó, con una sonrisa secreta, sabiendo que esa noche había sido la cogida de su vida... y que ya quería más.

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