El Favor Definitivo: Amor Convertida en Puta Insaciable
Amor no podía más. Dos semanas sin que su marido la tocara, y su coño palpitaba día y noche, hinchado, mojado permanentemente, necesitando ser reventado. En el gimnasio, con el sudor resbalando entre sus tetas, se lo soltó a María sin filtros:
—Necesito polla ya, María. Necesito que me follen como a una zorra hasta que no pueda caminar. Mi coño está ardiendo.
María se excitó solo de oírla. Inmediatamente pensó en los cinco senegaleses del quinto: bestias negras de casi dos metros, músculos duros como piedra y pollas que parecían brazos: gruesas, largas, con cabezas gordas que abrían cualquier agujero como si fuera la primera vez.
—Te los presento esta noche —le dijo, rozándole disimuladamente el pezón endurecido—. Cinco pollas negras que te van a dejar el coño y el culo hechos papilla.
Amor se mordió el labio hasta sangrar.
—Dios… quiero que me destrocen.
El viernes, Amor llegó al piso de los chicos sin bragas, el vestido pegado al cuerpo por los jugos que ya le chorreaban por dentro de los muslos. Los cinco la esperaban en boxers, pollas marcadas, duras solo de oler su desesperación.
Lamine no perdió tiempo: la agarró del pelo, la puso de rodillas y le metió la verga hasta la garganta de un solo empujón. Amor se atragantó, babeó, pero succionó como loca mientras lágrimas y mocos le corrían por la cara.
—Buena puta blanca —gruñó Lamine, follándole la boca como si fuera un coño.
Los demás se desnudaron. Cinco pollas negras monstruosas, de 23 a 27 centímetros, venosas, cabezas brillantes de precum apuntando a su cara. Amor las chupaba turnándose, lamiendo huevos pesados, metiéndose dos en la boca a la vez hasta que le dolía la mandíbula.
La levantaron y la tiraron sobre el sofá. Abdou le abrió las piernas de golpe y escupió directo en su coño depilado, hinchado y rojo de tanto deseo.
—Mira cómo chorrea esta guarra —dijo, metiendo cuatro dedos de golpe hasta el fondo. Amor gritó, arqueándose.
Sin aviso, Lamine clavó su polla entera en su coño de una embestida brutal. El sonido fue obsceno: un chapoteo húmedo mientras su verga gruesa la partía en dos. Amor aulló de placer puro.
—¡Sí, joder, rómpeme el coño! ¡Más fuerte!
Lamine la machacó sin piedad, cada golpe haciendo que sus huevos azotaran su culo. Al mismo tiempo, Mamadou le metió la polla en la boca hasta los huevos, follándole la garganta hasta que vomitaba saliva.
Cheikh y Samba le azotaban las tetas, pellizcando pezones hasta dejarlos morados, mientras Abdou le metía tres dedos en el culo, abriéndoselo.
—Vamos a follarte los tres agujeros a la vez, puta.
La pusieron en posición: Lamine tumbado, Amor encima empalada en su polla hasta el útero. Mamadou detrás, escupiendo en su ano y empujando su verga monstruosa centímetro a centímetro. Amor gritó como loca cuando la cabeza gorda pasó el anillo, estirándola hasta el límite.
—¡Me vais a partir! ¡Sí, partidme, joder!
Cuando Mamadou estuvo dentro hasta los huevos, empezaron a bombear alternándose: uno entraba, el otro salía, frotándose las pollas dentro de ella separadas por una pared fina. Amor se corrió violentamente, squirteando como una fuente, chorros calientes salpicando el pecho de Lamine.
Cheikh se metió en su boca, follándole la garganta mientras le tapaba la nariz, asfixiándola de placer.
Samba y Abdou se pajeaban furiosamente sobre su cara y tetas.
Rotaron sin parar durante horas. La pusieron en todas las posiciones imaginables:
De pie, levantada en el aire, una polla en el coño, otra en el culo, la tercera en la boca.Boca abajo, con dos pollas metidas en el coño a la vez, estirándola hasta lo imposible mientras gritaba que le dolía deliciosamente.Sentada sobre una verga en el culo, otra en el coño, chupando la tercera y masturbando las otras dos con las manos llenas de saliva y semen.Le corrieron dentro sin parar: cargas calientes y espesas inundando su útero, su intestino, goteando por sus agujeros dilatados. Le corrieron en la cara, en la lengua abierta, en las tetas, obligándola a tragar hasta que el semen le salía por la nariz.
María, que miraba desde el principio masturbándose como loca, terminó metiéndose debajo para lamerle el clítoris hinchado mientras la follaban, chupando el semen que goteaba de su coño destrozado.
Amor perdió completamente la cabeza. Gritaba obscenidades, suplicaba que la usaran más duro, que la trataran como carne. Tuvo orgasmos tan violentos que se orinó encima en uno de ellos, temblando descontrolada.
Al final, cuando ya no podía ni hablar, la dejaron tirada en el suelo: coño y culo abiertos como cráteres, rojos e hinchados, semen saliendo a chorros, cuerpo cubierto de mordiscos, azotes y corrida seca.
Aún así, con la voz rota, susurró:
—Quiero más… todas las semanas… convertidme en vuestra puta.
Los cinco sonrieron, pollas aún duras.
Y María supo que su amiga nunca volvería a ser la misma.
Amor no podía más. Dos semanas sin que su marido la tocara, y su coño palpitaba día y noche, hinchado, mojado permanentemente, necesitando ser reventado. En el gimnasio, con el sudor resbalando entre sus tetas, se lo soltó a María sin filtros:
—Necesito polla ya, María. Necesito que me follen como a una zorra hasta que no pueda caminar. Mi coño está ardiendo.
María se excitó solo de oírla. Inmediatamente pensó en los cinco senegaleses del quinto: bestias negras de casi dos metros, músculos duros como piedra y pollas que parecían brazos: gruesas, largas, con cabezas gordas que abrían cualquier agujero como si fuera la primera vez.
—Te los presento esta noche —le dijo, rozándole disimuladamente el pezón endurecido—. Cinco pollas negras que te van a dejar el coño y el culo hechos papilla.
Amor se mordió el labio hasta sangrar.
—Dios… quiero que me destrocen.
El viernes, Amor llegó al piso de los chicos sin bragas, el vestido pegado al cuerpo por los jugos que ya le chorreaban por dentro de los muslos. Los cinco la esperaban en boxers, pollas marcadas, duras solo de oler su desesperación.
Lamine no perdió tiempo: la agarró del pelo, la puso de rodillas y le metió la verga hasta la garganta de un solo empujón. Amor se atragantó, babeó, pero succionó como loca mientras lágrimas y mocos le corrían por la cara.
—Buena puta blanca —gruñó Lamine, follándole la boca como si fuera un coño.
Los demás se desnudaron. Cinco pollas negras monstruosas, de 23 a 27 centímetros, venosas, cabezas brillantes de precum apuntando a su cara. Amor las chupaba turnándose, lamiendo huevos pesados, metiéndose dos en la boca a la vez hasta que le dolía la mandíbula.
La levantaron y la tiraron sobre el sofá. Abdou le abrió las piernas de golpe y escupió directo en su coño depilado, hinchado y rojo de tanto deseo.
—Mira cómo chorrea esta guarra —dijo, metiendo cuatro dedos de golpe hasta el fondo. Amor gritó, arqueándose.
Sin aviso, Lamine clavó su polla entera en su coño de una embestida brutal. El sonido fue obsceno: un chapoteo húmedo mientras su verga gruesa la partía en dos. Amor aulló de placer puro.
—¡Sí, joder, rómpeme el coño! ¡Más fuerte!
Lamine la machacó sin piedad, cada golpe haciendo que sus huevos azotaran su culo. Al mismo tiempo, Mamadou le metió la polla en la boca hasta los huevos, follándole la garganta hasta que vomitaba saliva.
Cheikh y Samba le azotaban las tetas, pellizcando pezones hasta dejarlos morados, mientras Abdou le metía tres dedos en el culo, abriéndoselo.
—Vamos a follarte los tres agujeros a la vez, puta.
La pusieron en posición: Lamine tumbado, Amor encima empalada en su polla hasta el útero. Mamadou detrás, escupiendo en su ano y empujando su verga monstruosa centímetro a centímetro. Amor gritó como loca cuando la cabeza gorda pasó el anillo, estirándola hasta el límite.
—¡Me vais a partir! ¡Sí, partidme, joder!
Cuando Mamadou estuvo dentro hasta los huevos, empezaron a bombear alternándose: uno entraba, el otro salía, frotándose las pollas dentro de ella separadas por una pared fina. Amor se corrió violentamente, squirteando como una fuente, chorros calientes salpicando el pecho de Lamine.
Cheikh se metió en su boca, follándole la garganta mientras le tapaba la nariz, asfixiándola de placer.
Samba y Abdou se pajeaban furiosamente sobre su cara y tetas.
Rotaron sin parar durante horas. La pusieron en todas las posiciones imaginables:
De pie, levantada en el aire, una polla en el coño, otra en el culo, la tercera en la boca.Boca abajo, con dos pollas metidas en el coño a la vez, estirándola hasta lo imposible mientras gritaba que le dolía deliciosamente.Sentada sobre una verga en el culo, otra en el coño, chupando la tercera y masturbando las otras dos con las manos llenas de saliva y semen.Le corrieron dentro sin parar: cargas calientes y espesas inundando su útero, su intestino, goteando por sus agujeros dilatados. Le corrieron en la cara, en la lengua abierta, en las tetas, obligándola a tragar hasta que el semen le salía por la nariz.
María, que miraba desde el principio masturbándose como loca, terminó metiéndose debajo para lamerle el clítoris hinchado mientras la follaban, chupando el semen que goteaba de su coño destrozado.
Amor perdió completamente la cabeza. Gritaba obscenidades, suplicaba que la usaran más duro, que la trataran como carne. Tuvo orgasmos tan violentos que se orinó encima en uno de ellos, temblando descontrolada.
Al final, cuando ya no podía ni hablar, la dejaron tirada en el suelo: coño y culo abiertos como cráteres, rojos e hinchados, semen saliendo a chorros, cuerpo cubierto de mordiscos, azotes y corrida seca.
Aún así, con la voz rota, susurró:
—Quiero más… todas las semanas… convertidme en vuestra puta.
Los cinco sonrieron, pollas aún duras.
Y María supo que su amiga nunca volvería a ser la misma.
0 comentarios - Mi amiga Amor (versión dura)