
ACLARACIÓN. Hace unos días tuve un contacto para hacer un relato, sobre una historia real. En principio los hechos no parecían atractivos, pero a medida que me dieron detalles -que fueron muchos- comencé a interesarme. Estos hechos son reales, ocurrieron en una pequeña ciudad con un cuartel del Ejercito y me fueron confesados por personas muy cercanas a los/las protagonistas, los nombres se preservan..
La esposa del milico terminó con el culo roto
Sin mucha experiencia sexual Mili se había casado con José. Ella había tenido un novio antes con el que había debutado, pero nada más. Cabello lacio, pechos pequeños, mediana altura y un culo parado que sobresalía, eran las características de ella. Su marido había terminado la carrera militar y fue destinado a una localidad del sur de la provincia de Buenos Aires. No pudieron acceder a una casa del barrio militar, pero alquilaron una pequeña y acogedora casita, a unas 20 cuadras del cuartel en donde él cumplía funciones.
Como todo joven militar José era impetuoso y responsable, quería hacer carrera dentro de la fuerza y por eso hacia muchas guardias. Ella quedaba en la casa haciendo tareas hogareñas, pero al no tener aun hijos las horas le sobraban, no tenía amigas, sus salidas eran hacer compras, una hora al gimnasio; se aburría. La joven pareja no tenía muchos amigos, eran nuevos en la pequeña ciudad. Algunos compañeros del cuartel con sus esposas con lo que se reunían y nada más. Sin embargo, José, se “acompinchó” con quien atendía el almacén en la esquina de su casa, un joven que nada tenía que ver con él: morocho, despreocupado, rockero y con rastas. Al no tener amigos en la ciudad la relación con este hombre fue creciendo, hasta que lo invitó a su casa un día a tomar una cerveza.

“En un rato viene Esteban a tomar una cervecita” dijo José, “¿Quién?” preguntó Mili; “el morocho que atiende el almacén de la esquina, quete conté, ‘El rasta’”. Ella lo había visto en alguna compra que había ido a hacer, no le llamaba la atención, pero bueno su marido se había hecho amigo de él. Arregló una mesa en el jardín delantero de su casa para que ellos se sienten a charlar y tomar algo. Al rato sonaron las palmas en el frente, había llegado el “Rasta” invitado con un pack de cervezas grandes, José salió, hasta la reja a recibirlo, ella quedó en la puerta. El invitado saludó a José, le entregó las cervezas y luego avanzó hacia ella, le dio dos besos. José le dijo con vos de mando a Mili: “tomá ponélas en la heladera para que se enfríen”, ella cumplió, cortó fiambre, aceitunas y salamín para hacer la picada, se la llevó a su marido y a su amigo el “Rasta”, y se sentó con ello.
Mili tenía puesto un vestido liviano de verano, se había puesto corpiño -habitualmente andaba sin el de entrecasa- se veía hermosa y deseable. Los hombres hablaron, ella estuvo un rato con ellos y luego se aburrió de sus charlas y se fue adentro a mirar televisión. Sin embargo, no pudo evitar notar como el “Rasta” la miraba: las piernas y los pechos, allí frente a su marido. Era increíble que José tuviera un amigo así, eran el día y la noche: responsable/ir reponsable; respetuoso/osado; arreglado/desarreglado; folclorista/rockero; pelo corto y afeitado/rastas y con barba crecida; blanquito/muy morocho.
En un momento, el invitado pidió para pasar al baño, entró ala casa, ella estaba tirada en el sillón con las piernas abiertas, él la miró unos instantes y le preguntó dónde quedaba el sanitario. Ella le indicó y se levantó a la cocina. La casa es chica y se escucha todo, Mili escuchó como el chorro de orina del invitado hacia ruido al caer en el agua del inodoro, le llamó la atención, nunca lo había notado en su marido, llegó a la conclusión que era una cuestión de tamaño. Al salir el “Rasta” no pudo evitar mirar su entrepierna y notó el bulto. Un leve cosquilleo le subió desde su entrepierna, por su panza hasta llegar a los pezones que se pararon inmediatamente. El invitado pasó junto a ella, sintió su aroma, no era limpio como su marido, pero tenía algo que la excito aún más. Se tranquilizó: “¿qué te pasa Mili?, sos casada, estas en tu casa, ahí está tu marido” se dijo por dentro. Su José y el “Rasta” seguían tomando, ya estaban bastante alcoholizados, ella fue a seguir mirando televisión, y comenzó a escuchar lo que hablaban. El invitado le decía a su marido, que tenía una hermosa mujer y le preguntaba algunas cosas íntimas, su marido agradecía y le daba algunos detalles de sus encuentros sexuales, ella se indignó y a la vez sintió cierto morbo y excitación. Después de un rato el invitado se fue. Se despidió con dos besos con olor a cerveza y le puso la mano en la cintura, ella se extrañó.

Toda la situación la dejó caliente. Guardó todo mientras su marido iba al dormitorio, se fue al baño notó que estaba la bombacha mojada, se la quitó, se limpió, se miró al espejo y se desnudó, estaba dispuesta a ir a desquitarse con su marido. Cuando entró al dormitorio se decepcionó, José despatarrado y vestido, yacía sobre la cama roncando. Su enojo fue mayúsculo, no sabía qué hacer, fue al living se tiró en el sillón y así desnuda se masturbó, con bronca, las imágenes de el “Rasta” pasaban por su mente, el roce su olor, imaginaba su pija morocha, acabó como una loca y se fue a dormir. Al otro día se levantó junto a su marido le preparó el desayuno, él pidió disculpas por dormirse, admitió que estaba medio borracho y luego se fue, avisándole que ese día tenía guardia y que no vendría.
Ella quedó sola con su monótona y aburrida vida. Caminó por la casa paso frente a un espejo se vio, se observó, se gustó, lentamente, se quitó el camisón y quedó desnuda, no pudo evitarlo y comenzó a tocarse, su cuerpo ardía, su concha era un mar, sus tetas le dolían de lo dura que estaban, se apretaba los pezones gozaba, mientras se miraba como se pajeaba. Se metía los dedos en la concha y en el culo, esa doble penetración soñada la puso super excitada. Otra vez las imágenes del “Rasta” se cruzaron por su mente: su olor, su atrevimiento, ¿Cómo sería su verga? Acabó caudalosamente apoyando la mano por la pared frente al espejo, sus jugos saltaron manchando el espejo, eso la calentó más, se sintió viva y puta.
Luego fue al baño se duchó para enfriarse y quedó pensativa, se preparó un mate, seguía excitada. Luego de un rato debía hacer las compras, ella habitualmente iba al super chino, pero ese día decidió ir al almacén del el “Rasta”. Inconscientemente se puso un short corto, un top ajustado y una remerita de tiras, sus pezones sobresalían, y una sandalia con un pequeño taco, se miró al espejo y se gustó. Así salió a la calle, camino la cuadra y media hasta el almacén y se dio cuenta que era observada con lujuria.
Llegó y estaba el amigo de su marido atendiendo. Él la saludó cortesmente, le preguntó que necesitaba y se dedicó a atenderla exclusivamente a ella. Hubo charla, tranquila y amena. Ella se sentía extraña, tenía la sensación que el macho la deseaba y eso la excitaba, no podía evitarlo, los pezones reventaban, se movía sexi, el “Rasta” se daba cuenta y jugaba con el doble sentido en las palabras, eso la calentaba más. La compra eran tres bolsas pesadas. “No vas a poder sola con eso, lleváte lo urgente y yo te llevo el resto ahora a la siesta cuando cierro el local”, dijo el amigo de su marido. Ella aceptó. Cargó verduras, aceite, unas pastas y jugo de tomate, para ir a prepararse un almuerzo, comería sola como muchas veces.
Luego de sacarse la ropa y se puso un vestido suelto, con breteles y algo escotado y quedó en bombacha. Cocinó, almorzó, y se puso a lavar los platos. Eran las 14 hs aproximadamente cuando sintió las palmas en el portón, así como estaba salió. Era el “Rasta”, traía las bolsas restantes, le abrió el portón y lo hizo pasar para dejar las bolsas en la cocina. Lo vio acalorado y le ofreció un vaso de agua. “¿Como estas?” preguntó él, “aburrida imagino -agregó-hoy tu marido está de guardia, me dijo ayer”. Mientras hablaba se acercó a ella. Mili sintió la adrenalina, se le pararon los pezones, sintió la humedad en su concha, estaba ansiosa, rió nerviosamente; él no se detenía se acercaba, puso el vaso junto a ella -rozando levemente su brazo en el de ella- y pidió para pasar al baño. “Si, si, ya sabés donde queda” dijo ella nerviosa. Él se dio la vuelta y fue al sanitario. Ella quedó temblando. Escuchó nuevamente el sonido de su meada cayendo en inodoro, miró hacia el pasillo, notó que la puerta estaba abierta, no pudo controlarse se acercó a mirar, sin ser vista. Lo que vio la asombró, la verga del “Rasta” era impresionante: negra, gruesa, larga y venosa; las dos pijas que ella conocía quedaron reducidas a la nada. Quedó alucinada, no podía dejar de mirar, el concluyó y mientras la sacudía se dio vuelta, la vio a ella paralizada observando su pija, no la guardó, así con la pija colgando se acercó a ella y le dijo “la querés Mili” se agachó y comenzó a pasarle la cabeza por la entrepierna. “Uhhh…que caliente esta esa concha” dijo el “Rasta” y la empujó contra la pared para darle un beso en la boca. Mili se entregó estaba super caliente, el levantó el vestido y le apretó el culo, luego le masajeó las tetas. Ella se dejó hacer, no se resistió, no se acordó del marido, se entregó, levantó los brazos, él le sacó el vestido y luego dió un paso atrás y le dijo “¿querés chuparla Mili?”. Ella se arrodilló, miro la verga de cerca era impresionante, sintió el olor a orín, no le dio asco, la calentó, la tomó con la mano del tronco y comenzó a chuparla, debió abrir grande la boca para que le entre, la lamió mientras le agarraba los huevos, luego la sacó y dijo “qué grande es …me gusta”. Estaba emputecida muy caliente, su marido no la cogía como ella quería y tanto como deseaba, las guardias en el cuartel lo tenían cansado y ella todo el día sola, se sentía olvidada.

Él la tomó de la barbilla y la hizo parar, le bajó la bombacha que cayó al suelo. Frente a ella se desnudó, soberbio, con su pija imponente, las rastas caían sobre su pecho. Luego la empujó contra la pared del pasillo y comenzó a hacerle la paja con la punta de su pija. Ella bramó “ajjjjj…..” y allí tuvo el primer orgasmo. Él se dio cuenta “vamos a tu cama ”le dijo, “no pará”, dijo ella; pero él no paró la llevó a su dormitorio la arrojó sobre la cama, ella cayó y automáticamente abrió las piernas, él se zambulló en su vagina y comenzó a chuparla bruscamente. La mente se le puso en blanco a Mili nada le importó: su casa, la infidelidad, su cama matrimonial, su marido, solo quería gozar de esa verga.

Las paredes verdes del dormitorio le daban luminosidad al ambiente, no habían prendido el aire acondicionado, ambos traspiraban. Luego de un rato de chuparle la concha él se levantó con la barbilla brillosa, la tomó de las piernas la abrió y lentamente comenzó a penetrarla. Ella sentía como esa gruesa y oscura pija le entraba, la abría, no le dolía por qué estaba totalmente mojada, su concha se dilataba y amoldaba a esa pija enorme que se estaba introduciendo en ella. Luego el “Rasta” puso las piernas de ella en su hombro y la penetró hasta el fondo. Mili sintió cómo la atravesaba, la sintió en el fondo casi en la espalda, se quejó, pero se dejó coger, estaba muy caliente, ese macho la estaba cogiendo de verdad, era la primera vez que ella era una hembra y estaba en celo. Acabó nuevamente, pero esta vez se le pusieron los ojos en blanco, se fue por segundo y sintió su alma saliendo por la concha.

Él paró, la hizo dar vuelta, la puso en cuatro, le dio un chirlo en la cola. “Así no te trata tu marido putita”, le dijo, que diga eso la encendió más. Lentamente comenzó a meterle la verga en la concha desde atrás, mientras escupía el agujero de su culo y metía un dedo. Ella se estaba por quejar, solo había hecho sexo anal con su marido, pero esa pija que ahora la cogía era otra cosa, sin embargo, la excitó el dedo en el culo, mientras era penetrada. Entro uno, luego dos y ella dijo: “pará”, se movió fue a la mesita de luz trajo aceite de bebé y se lo dio. A partir de ese momento sabía que estaba entregada, esa verga gruesa y venosa estaría dentro de su culo, ella lo quería, ardía su cuerpo, se quería sentir “putita”, quería ser usada, reventada, su cuerpo lo deseaba.

El “Rasta” tiró el aceite sobre sus caderas la masajeó, luego con los dedos de una mano separó las nalgas y arrojó el viscoso líquido directamente en el agujero anal y metió un dedo. Ella gozó, gimió y dijo sin que le pregunte: “si quiero, cogéme”. Él untó su pija con aceite, puso un almohadón bajo su cadera y empezó a jugar con la cabeza de su pija en el agujero anal de ella, hacia arriba y hacia abajo. Luego lentamente metió la cabeza de la pija. “mmm…hay” se quejó ella. El quedó quieto un ratito y luego volvió a empujar. Ella sentía como se le abría el culo, el aceite ayudaba, pero igual se sentía atravesada. La verga dura siguió entrando: pasó la cabeza, la mitad, tres cuartos; toda adentro. Allí él quedó quieto y ella se tomó de las nalgas y se abrió. Eso lo enloqueció y comenzó a entrar y salir lento primero, pero luego se con prisa y furia, le estaba rompiendo el culo a la esposa de su amigo el morbo era increíble.
Ella gemía y luego de un rato de acostumbramiento se iba hacia atrás para metérsela sola. Se sentía putísima, una trola infiel. En su casa, en su cama matrimonial: gozaba. Agarró las sábanas y allí lo sintió todo adentro y como se hinchaba para acabar, eso la calentó y comenzó a acabar también. “Ahí si, si, quiero toda la leche en el culo, dameeee…..” dijo entre jadeos, mientras el terminaba. El líquido caliente llenó sus entrañas, mientras de su concha caían sus fluidos, debido a la paja que se hacía. Quedó colgada, inmóvil de placer. El “Rasta” sacó su pija y miró el culo dilatado y rojo de ella, al fondo del hoyo se veía su liquido blanco. Mili sintió el vacío y su ano dilatado, una corriente de aire entro en su culo que se cerraba lentamente, hizo una pequeña fuerza y la leche comenzó a brotar, cayendo hacia su concha, goteando la sabana y llegando hasta su abdomen.

El amigo de su marido se retiró hacia atrás, la miro le dio un chirlo y le dijo “que buena cogida, lo tenemos que repetir”. Se fue el baño se limpió la pija se vistió y sin decir nada se fue. Mili quedó en cuatro patas con el culo mirando al cielorraso, rojo y adolorido. Con la mente en blanco por un rato, la cabeza metida en la almohada, gozando y sintiendo. Tuvo culpa, pero su cuerpo le pedía más, seguro que lo iba a repetir, José tenía guardias dos veces por semana.

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