El Agujero de la Gloria.
Como Lola y yo probamos por primera vez un Agujero de la Gloria.
Hablando de sexo con mi amiga Lola salió a coalición una práctica que nunca habíamos hecho, pero que nos daba mucho morbo cuando lo veíamos en las películas de sexo. Se trata del Agujero de la Gloria, una práctica sexual que nació en Europa a finales del siglo XIX. Se trata de dar y recibir placer por un agujero en la pared sin saber quién está detrás. Lo vimos una y otra vez en internet y cada vez nos ponía más cachondas, tanto que mientras lo veíamos chupábamos nuestros penes de latex y nos masturbábamos.
"Hay que buscar un sitio de estos, quiero probarlo", le dije a Lola. "Sí, me da mucho morbo que vayamos juntas a mamar pollas", contestó. Buscamos en internet y solo salían sexshops. No nos gustaba mucho la idea de ir a un sitio de esos, así que seguimos buscando. Llegamos a una página erótica que tenía una pestaña que ponía Agujero de la Gloria. Pinchamos y nos dirigió a una página que ofertaba esta práctica para hombres en un club privado, pero no veíamos nada para mujeres. Escribimos a un correo que había: "Hola, somos dos mujeres maduras y estaríamos interesadas en participar en una sesión de Agujero de la Gloria. ¿Podrían indicarnos si es posible que participáramos y qué hay que hacer?". Nos contestaron enseguida: "Hola, chicas. La fecha más próxima para participar es el próximo viernes a las 6 de la tarde. Solo tenéis que desplazaros a nuestras instalaciones media hora antes del comienzo. Por ello cobraréis 1000 euros cada una y las condiciones serían estar cuatro horas realizando prácticas sexuales sin saber con quién. Gracias".
Era miércoles y había que decidir si lo íbamos a hacer. Lo pensamos, lo hablamos y nos poníamos muy cachondas, por lo que decidimos ir y participar. El viernes era ideal porque nuestros maridos pasaban la tarde jugando a las cartas en el bar, así que esperamos a que llegara la fecha pensando cómo nos íbamos a vestir. Lola era partidaria de hacerlo lo más sexy posible, rayando la vestimenta de las chicas que hay en los puticlubs. A mi me gustaba la idea porque me excitaba imaginar que me emputecía por una tarde, y en realidad era lo que íbamos a hacer, actuar como unas prostitutas vendiendo nuestros cuerpos.
Me decidí por ponerme un vestido negro muy ceñido, que dejaba ver mis curvas, con un escote que mostraba la mitad de mis tetas levantadas por un estratégico sujetador negro. Unas medias rojas, un liguero también rojo y un tanga negro de hilo, que prácticamente no tapaba mi coño. Para los pies, unos zapatos de tacón rojos. También había que pintarse para la ocasión. Labios rojos, párpados azules y pestañas negras. Por su parte, Lola eligió una falda ceñida burdeos muy corta, medias y liguero negros y un top burdeos sin sujetador. Los zapatos de tacón negros la realzaban. Nos miramos en el espejo y sí, realmente éramos unas muñecas que pedían polla a gritos.
Llegó el día y cogimos mi coche para ir a sitio que nos habían dicho. Se trataba de una casa de campo grande rodeada de pinos. Llegamos a la verja y llamé al telefonillo. La verja se abrió y pasamos. Al llegar a la casa, un elegante caballero nos indicó dónde aparcar. Nos bajamos y andamos contoneándonos. Pasos cortos e insinuantes. Subimos unas escaleras y se abrió la puerta principal. Un joven muy guapo de muy buena planta nos acompañó a una sala, nos ofreció una copa de champán y nos dijo: "Supongo que sabéis de qué se trata". "Sí", respondimos a la vez. "Bueno, os cuento para confirmar que queréis hacerlo. Se trata de un cuarto cerrado con dos sillas, un bidé y un lavabo. En las paredes laterales hay dos agujeros más o menos grandes. De ahí irán saliendo distintas pollas que satisfaréis a demanda de la voz que escuchéis detrás de las paredes. Son cuatro horas de sexo ininterrumpido dependiendo de los hombres que hayan hoy. Os comunico que hay cinco mujeres más que vosotras en otras salas, por lo que os repartiréis el trabajo". Fue escucharle y comenzar a mojarme.
Acabamos nuestras copas y nos dirigimos a la habitación de los agujeros. Olía bien, estaba muy limpia y había una televisión mostrando imágenes de sexo. Nos sentamos y a esperar que fueran las 6. Estábamos calladas mirando cada una nuestro agujero y ansiosas por comenzar. Fuera se escuchaban ruidos, pero no hablaba nadie. De repente asomó una flácida polla por el agujero de Lola. Era blanca, descapullada, con un glande muy gordo y le colgaban dos huevos rasurados. Lola la alcanzó con una de sus manos y la puso en la palma. "Excítala", se escuchó desde fuera. Lola la agarró un comenzó a masturbarla despacio. Aquella polla iba poniéndose dura poco a poco ante el sobeteo que le estaba dando Lola. Yo no perdía el ojo a mi agujero, pero sin dejar de poner atención a lo que hacía Lola.
De repente, una polla blanca y erecta salió por mi agujero. Era gorda, aunque no muy larga. La cogí con mi mano y comencé a acariciarla y a rascarla suave con mis uñas buscando la base y la cabeza. "Zorra me vas a hacer correr antes de tiempo", escuché. Visto y no visto. Un chorro de semen salió de su glande entre sus jadeos. Había sido una paja que no me había ni mojado. "Límpiala con la boca", me pidió. Me la metí y la chupé hasta que se puso flácida recogiendo los restos de lefa que quedaban en ella. Mientras, Lola estaba ya en materia. Chupaba y chupaba mientras el tío que estaba detrás de la pared le decía: "Chúpala, zorra, chúpala. Sácame la leche, pedazo de puta". Lola no dejaba de mamar y así fue cuando un gran chorro de leche comenzó a posarse en su cara y su boca. Esa situación me excitó. Besé en la boca a Lola mezclando el semen con nuestras lenguas; limpié su cara recogiendo esa leche que la había inundado y se la restregué por sus pequeñas y aun duras tetas mientras ella se acariciaba el coño. "Quiero correrme, Juana", me pidió. Masajee sus tetas, las acaricié y chupé sus grandes y erectos pezones. Lola llegó al orgasmo enseguida. Ahí fue cuando nos desnudamos completamente exceptuando las medias.
Durante dos horas más estuvimos chupando y pajeando pollas. Unas más grandes y otras más normales. Todas nos dieron nuestra ración de leche, con las que Lola se corría cada vez. Lola era muy caliente, más que yo, aunque yo también logré mis seis orgasmos en esas tres horas. Quedaba una hora del horario pactado cuando por mi agujero apareció un pollón negro inmenso. Largo de más de 20 cm y gordo como jamás había visto. El glande era rojizo y el tronco estaba lleno de venas. Me asusté un poco, la verdad, pero ahí tenía que dar la talla, pero bien. Mientras, Lola se había puesto de espaldas al agujero para que su polla la follara, y ¡vamos que la estaba follando! Los gemidos resonaban en toda la habitación. La estaban follado el culo y Lola lo agradecía de una manera especial.
"Mi polla negra" colgaba por el agujero. La cogí con ambas manos y comencé a chuparla. Tenía muchas dificultades para introducirla en la boca porque era enorme, pero entraba y mi lengua saboreaba aquel glande rojizo y duro y cada una de las venas del tronco. Me excitó más que ninguna otra y cada segundo se endurecía más. Una vez con acento cubano me dijo: "¡Mamita!, que manera de mamar tan rica". Solo su glande llenaba mi boca, y cuando él empujaba, chocaba con la garganta produciéndome alguna arcada. Mientras, mi mano izquierda acariciaba mi dolorido clítoris, que se excitaba cada vez más. La misma voz expuso: "No quiero correrme ya. Quiero follarte, así que date la vuelta en introdúcela en tu coño". La saqué de la boca, la acaricié un par de veces y comencé a restregarla por mi raja despacito. Aquel Glande tocaba mi clítoris y le ponía mucho más caliente. Me di la vuelta, agarré la polla y la dirigí a mi coño. Introdujo el glande despacio y me subió un escalofrío por todo mi cuerpo. Nunca había sentido eso. Acomodé mi postura colocando mis manos en la silla y así facilité que esa polla dura y negra comenzara a fallarme. Despacio y con movimientos acompasados entraba y salía. Logré un orgasmo en la cuarta embestida. Él seguía follándome y disfrutando de mi ancho coño, al que su polla se ajustaba muy bien sobre las paredes de mi vagina.
Lola ya había acabado y comenzó a acariciar mis tetas y a besarme dándome toda la lefa que había recogido de sus pollas. Volví a correrme, pero quería más. "Córrete, cabrón, córrete", dije en alto. Él aceleró su follada de tal manera que hizo que me corriera otra vez. ¡Qué manera de follar! Lola se sentó en la silla y subiendo su pubis lo puso al alcance de mi boca. Lo lamí, lo chupé. De él salían borbotones de lefa. Eso me volvía loca... De repente noté que mi vagina se llenaba. Se había corrido como un caballo. Mantuvo su polla dentro unos segundos y la sacó. Su lefa comenzó a salir de mi coño deslizándose por los muslos, lo que aprovechó Lola para lamer y engullir. Un nuevo orgasmo me produjo la boca de Lola chupando mi coño.
Habían pasado 4 horas y el tiempo se había acabado. "Ya está, chicas. Se acabó el tiempo. Lavaros, vestiros y salid cuando queráis", escuchamos desde fuera. Así lo hicimos. Nos lavamos y salimos. Recibimos dos sobres con 1000 euros cada uno. Dimos las gracias y nos dirigimos hacia el coche. Lola y yo andábamos espatarradas. Nos habían follado, pero que bien folladas y nuestros coños iban doloridos, pero disfrutamos...
Como Lola y yo probamos por primera vez un Agujero de la Gloria.
Hablando de sexo con mi amiga Lola salió a coalición una práctica que nunca habíamos hecho, pero que nos daba mucho morbo cuando lo veíamos en las películas de sexo. Se trata del Agujero de la Gloria, una práctica sexual que nació en Europa a finales del siglo XIX. Se trata de dar y recibir placer por un agujero en la pared sin saber quién está detrás. Lo vimos una y otra vez en internet y cada vez nos ponía más cachondas, tanto que mientras lo veíamos chupábamos nuestros penes de latex y nos masturbábamos.
"Hay que buscar un sitio de estos, quiero probarlo", le dije a Lola. "Sí, me da mucho morbo que vayamos juntas a mamar pollas", contestó. Buscamos en internet y solo salían sexshops. No nos gustaba mucho la idea de ir a un sitio de esos, así que seguimos buscando. Llegamos a una página erótica que tenía una pestaña que ponía Agujero de la Gloria. Pinchamos y nos dirigió a una página que ofertaba esta práctica para hombres en un club privado, pero no veíamos nada para mujeres. Escribimos a un correo que había: "Hola, somos dos mujeres maduras y estaríamos interesadas en participar en una sesión de Agujero de la Gloria. ¿Podrían indicarnos si es posible que participáramos y qué hay que hacer?". Nos contestaron enseguida: "Hola, chicas. La fecha más próxima para participar es el próximo viernes a las 6 de la tarde. Solo tenéis que desplazaros a nuestras instalaciones media hora antes del comienzo. Por ello cobraréis 1000 euros cada una y las condiciones serían estar cuatro horas realizando prácticas sexuales sin saber con quién. Gracias".
Era miércoles y había que decidir si lo íbamos a hacer. Lo pensamos, lo hablamos y nos poníamos muy cachondas, por lo que decidimos ir y participar. El viernes era ideal porque nuestros maridos pasaban la tarde jugando a las cartas en el bar, así que esperamos a que llegara la fecha pensando cómo nos íbamos a vestir. Lola era partidaria de hacerlo lo más sexy posible, rayando la vestimenta de las chicas que hay en los puticlubs. A mi me gustaba la idea porque me excitaba imaginar que me emputecía por una tarde, y en realidad era lo que íbamos a hacer, actuar como unas prostitutas vendiendo nuestros cuerpos.
Me decidí por ponerme un vestido negro muy ceñido, que dejaba ver mis curvas, con un escote que mostraba la mitad de mis tetas levantadas por un estratégico sujetador negro. Unas medias rojas, un liguero también rojo y un tanga negro de hilo, que prácticamente no tapaba mi coño. Para los pies, unos zapatos de tacón rojos. También había que pintarse para la ocasión. Labios rojos, párpados azules y pestañas negras. Por su parte, Lola eligió una falda ceñida burdeos muy corta, medias y liguero negros y un top burdeos sin sujetador. Los zapatos de tacón negros la realzaban. Nos miramos en el espejo y sí, realmente éramos unas muñecas que pedían polla a gritos.
Llegó el día y cogimos mi coche para ir a sitio que nos habían dicho. Se trataba de una casa de campo grande rodeada de pinos. Llegamos a la verja y llamé al telefonillo. La verja se abrió y pasamos. Al llegar a la casa, un elegante caballero nos indicó dónde aparcar. Nos bajamos y andamos contoneándonos. Pasos cortos e insinuantes. Subimos unas escaleras y se abrió la puerta principal. Un joven muy guapo de muy buena planta nos acompañó a una sala, nos ofreció una copa de champán y nos dijo: "Supongo que sabéis de qué se trata". "Sí", respondimos a la vez. "Bueno, os cuento para confirmar que queréis hacerlo. Se trata de un cuarto cerrado con dos sillas, un bidé y un lavabo. En las paredes laterales hay dos agujeros más o menos grandes. De ahí irán saliendo distintas pollas que satisfaréis a demanda de la voz que escuchéis detrás de las paredes. Son cuatro horas de sexo ininterrumpido dependiendo de los hombres que hayan hoy. Os comunico que hay cinco mujeres más que vosotras en otras salas, por lo que os repartiréis el trabajo". Fue escucharle y comenzar a mojarme.
Acabamos nuestras copas y nos dirigimos a la habitación de los agujeros. Olía bien, estaba muy limpia y había una televisión mostrando imágenes de sexo. Nos sentamos y a esperar que fueran las 6. Estábamos calladas mirando cada una nuestro agujero y ansiosas por comenzar. Fuera se escuchaban ruidos, pero no hablaba nadie. De repente asomó una flácida polla por el agujero de Lola. Era blanca, descapullada, con un glande muy gordo y le colgaban dos huevos rasurados. Lola la alcanzó con una de sus manos y la puso en la palma. "Excítala", se escuchó desde fuera. Lola la agarró un comenzó a masturbarla despacio. Aquella polla iba poniéndose dura poco a poco ante el sobeteo que le estaba dando Lola. Yo no perdía el ojo a mi agujero, pero sin dejar de poner atención a lo que hacía Lola.
De repente, una polla blanca y erecta salió por mi agujero. Era gorda, aunque no muy larga. La cogí con mi mano y comencé a acariciarla y a rascarla suave con mis uñas buscando la base y la cabeza. "Zorra me vas a hacer correr antes de tiempo", escuché. Visto y no visto. Un chorro de semen salió de su glande entre sus jadeos. Había sido una paja que no me había ni mojado. "Límpiala con la boca", me pidió. Me la metí y la chupé hasta que se puso flácida recogiendo los restos de lefa que quedaban en ella. Mientras, Lola estaba ya en materia. Chupaba y chupaba mientras el tío que estaba detrás de la pared le decía: "Chúpala, zorra, chúpala. Sácame la leche, pedazo de puta". Lola no dejaba de mamar y así fue cuando un gran chorro de leche comenzó a posarse en su cara y su boca. Esa situación me excitó. Besé en la boca a Lola mezclando el semen con nuestras lenguas; limpié su cara recogiendo esa leche que la había inundado y se la restregué por sus pequeñas y aun duras tetas mientras ella se acariciaba el coño. "Quiero correrme, Juana", me pidió. Masajee sus tetas, las acaricié y chupé sus grandes y erectos pezones. Lola llegó al orgasmo enseguida. Ahí fue cuando nos desnudamos completamente exceptuando las medias.
Durante dos horas más estuvimos chupando y pajeando pollas. Unas más grandes y otras más normales. Todas nos dieron nuestra ración de leche, con las que Lola se corría cada vez. Lola era muy caliente, más que yo, aunque yo también logré mis seis orgasmos en esas tres horas. Quedaba una hora del horario pactado cuando por mi agujero apareció un pollón negro inmenso. Largo de más de 20 cm y gordo como jamás había visto. El glande era rojizo y el tronco estaba lleno de venas. Me asusté un poco, la verdad, pero ahí tenía que dar la talla, pero bien. Mientras, Lola se había puesto de espaldas al agujero para que su polla la follara, y ¡vamos que la estaba follando! Los gemidos resonaban en toda la habitación. La estaban follado el culo y Lola lo agradecía de una manera especial.
"Mi polla negra" colgaba por el agujero. La cogí con ambas manos y comencé a chuparla. Tenía muchas dificultades para introducirla en la boca porque era enorme, pero entraba y mi lengua saboreaba aquel glande rojizo y duro y cada una de las venas del tronco. Me excitó más que ninguna otra y cada segundo se endurecía más. Una vez con acento cubano me dijo: "¡Mamita!, que manera de mamar tan rica". Solo su glande llenaba mi boca, y cuando él empujaba, chocaba con la garganta produciéndome alguna arcada. Mientras, mi mano izquierda acariciaba mi dolorido clítoris, que se excitaba cada vez más. La misma voz expuso: "No quiero correrme ya. Quiero follarte, así que date la vuelta en introdúcela en tu coño". La saqué de la boca, la acaricié un par de veces y comencé a restregarla por mi raja despacito. Aquel Glande tocaba mi clítoris y le ponía mucho más caliente. Me di la vuelta, agarré la polla y la dirigí a mi coño. Introdujo el glande despacio y me subió un escalofrío por todo mi cuerpo. Nunca había sentido eso. Acomodé mi postura colocando mis manos en la silla y así facilité que esa polla dura y negra comenzara a fallarme. Despacio y con movimientos acompasados entraba y salía. Logré un orgasmo en la cuarta embestida. Él seguía follándome y disfrutando de mi ancho coño, al que su polla se ajustaba muy bien sobre las paredes de mi vagina.
Lola ya había acabado y comenzó a acariciar mis tetas y a besarme dándome toda la lefa que había recogido de sus pollas. Volví a correrme, pero quería más. "Córrete, cabrón, córrete", dije en alto. Él aceleró su follada de tal manera que hizo que me corriera otra vez. ¡Qué manera de follar! Lola se sentó en la silla y subiendo su pubis lo puso al alcance de mi boca. Lo lamí, lo chupé. De él salían borbotones de lefa. Eso me volvía loca... De repente noté que mi vagina se llenaba. Se había corrido como un caballo. Mantuvo su polla dentro unos segundos y la sacó. Su lefa comenzó a salir de mi coño deslizándose por los muslos, lo que aprovechó Lola para lamer y engullir. Un nuevo orgasmo me produjo la boca de Lola chupando mi coño.
Habían pasado 4 horas y el tiempo se había acabado. "Ya está, chicas. Se acabó el tiempo. Lavaros, vestiros y salid cuando queráis", escuchamos desde fuera. Así lo hicimos. Nos lavamos y salimos. Recibimos dos sobres con 1000 euros cada uno. Dimos las gracias y nos dirigimos hacia el coche. Lola y yo andábamos espatarradas. Nos habían follado, pero que bien folladas y nuestros coños iban doloridos, pero disfrutamos...
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