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Mas humillaciones para el cornudo

La puerta del dormitorio se abrió con suavidad, apenas un crujido en el silencio de la noche. Él estaba en la cama, esperando, el corazón martilleándole en el pecho con una mezcla de nervios y una excitación que no se atrevía a admitir del todo. Ella entró, y a su espalda, la silueta alta y segura de otro hombre. No dijo nada, solo le sonrió, una sonrisa de complicidad y poder, y se acercó a la cama.

El amante la siguió, y sin palabras, se tendieron juntos en las sábanas que todavía olían a él. Él observó desde su lado de la cama, un testigo mudo y ardiendo por dentro. Vio cómo se besaban, cómo las manos de él recorrían el cuerpo de su esposa con una familiaridad que le heló la sangre y le encendió las entrañas. Escuchó sus susurros, los gemidos ahogados, el ritmo creciente de sus cuerpos moviéndose en un baile antiguo y primario. Se sintió invisible, un mueble más en la escena de su propia humillación y, paradójicamente, de su más profundo deseo.

Cuando terminaron, jadeando, un sudor lustroso cubriendo sus pieles, ella se giró para mirarlo. Su pelo estaba desordenado, sus labios hinchados y sus ojos brillaban con un fuego que él no le había visto en años. Con un movimiento lento y deliberado, se apartó del amante, que permanecía tumbado de espaldas, y se acercó a él.

"Ven, mi amor", le susurró, su voz era un seda áspera. "Mamale el guevo a mi amante. Quiero que sepas lo rico que sabe". La orden le golpeó como un latigazo, pero su cuerpo reaccionó antes que su mente. Se movió torpemente hacia el otro hombre, que lo miró con una media sonrisa de superioridad. Se inclinó, el olor a sexo y a masculinidad lo invadió, y cumplió la orden, sintiendo la textura, el peso, el sabor de otro hombre en su boca.

Ella lo observaba todo, disfrutando de su sumisión. "¿Te gusta?", preguntó, y él solo pudo emitir un gutural sonido de afirmación. "Pues acostúmbrate al sabor", añadió con una crueldad excitante. "Te tengo mas leche".

Acto seguido, antes de que pudiera reaccionar, ella se montó sobre su cara, colocando sus rodillas a ambos lados de su cabeza y bajando su sexo recién usado directamente sobre su boca. "Ay, amor, ¿cómo puedes ser tan cornudo?", dijo, su voz una mezcla de burla y afecto. "Ahora pruébame. Prueba mi vagina". Obedeció, su lengua explorando, sabiendo. "¿Sabe al guevo de mi amante, verdad?", afirmó más que preguntó.

Sintió cómo ella se movía lentamente, y entonces, un sabor salado y ligeramente amargo comenzó a mezclarse con el de ella. "Siente cómo va bajando la leche de mi vagina a tu boca", le ordenó, su voz tensa por el placer. "Trágatela toda. Como buen cornudo que eres, bebe la leche de un hombre de verdad". Él tragó, sintiendo que cada sorbo era una renuncia y una conquista a la vez.

Finalmente, ella se levantó, dejándolo jadeando en la almohada. Lo miró desde arriba, una diosa victoriosa. "Apuesto que te excitó mamarle el guevo", dijo, su voz un filo afilado. "Y ahora estás ansioso, deseando que te coja por ese culo. ¿Verdad, maricon?". La palabra colgó en el aire, la verdad final y devastadora que él no podía negar

no olvides dejar puntos y feliz paja:D

2 comentarios - Mas humillaciones para el cornudo

Vangohd
Uf es hermoso ser humillado