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95📑El Casting

95📑El Casting


Damián Alvarenga era millonario. No por herencia, sino por visión. Dueño de empresas, inmuebles, y una fortuna que crecía mientras dormía. Tenía todo… menos a ella: la mujer perfecta.
No quería amor. Quería devoción, placer, entrega. Quería una mujer que encajara en su mundo: bella, obediente, insaciable. Una muñeca ardiente hecha carne.

Por eso organizó el casting.

Requisitos claros: mayores de 21, sin tatuajes, ni cirugías invasivas. Rubias o pelirrojas naturales. Cuerpos firmes. Curvas auténticas. Experiencia oral, montada, anal y... final feliz completo. Todo verificado.

De 80 postulantes, seleccionó 5.
Las entrevistaría… una por noche.
Solo una se quedaría. Las otras, no tendrían más que el recuerdo.



Día 1: Cassandra, la pelirroja.

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Llegó en un vestido ajustado color vino, sin ropa interior. Cabello largo hasta la cintura, piel blanca como leche, ojos verdes y tetas grandes que no necesitaban sostén.

Damián la observó desde el sillón, con el whisky en la mano.

—¿Estás lista para mostrarme de qué estás hecha?

—Estoy hecha para complacer —respondió ella, soltándose el cabello.

Se arrodilló frente a él, desabrochó su cinturón, sacó su pija y comenzó a lamerlo con lentitud, con la mirada fija en la suya. Primero solo con la lengua. Luego lo tragó todo, sin manos, con garganta húmeda y profunda.

Damián gruñó, acariciándole el cabello.

—Buena técnica —susurró—. Pero quiero ver cómo cabalgás.

Ella se puso de pie, se desnudó por completo sin vergüenza y se sentó sobre él, guiándo su pija dentro de su concha con maestría. Comenzó a moverse con un ritmo preciso, apretado, húmedo. Rebotaba sobre él con gracia salvaje, gimiendo cerca del oído.

—¿Así te gusta? ¿O más sucia? —jadeó.

—Dame lo mejor —ordenó él.

Cassandra se inclinó, le mordió el cuello y se montó con furia. Sus tetas rebotaban contra su pecho, su cuerpo temblaba de placer. Damián la sostuvo fuerte, la embestía desde abajo mientras ella se retorcía.

Luego la giró, la apoyó boca abajo sobre la mesa y le abrió las piernas con firmeza.

—Ahora… el test final.

Ella sonrió.
—Dámelo. Todo.

La tomó de espaldas, le metió la pija en el culo, profundo, firme. Cassandra gemía fuerte, mordiéndose los labios, moviéndose con hambre. Cuando Damián estuvo a punto de venirse, ella se arrodilló frente a él y abrió la boca.

—Acabá donde te guste. Yo lo tomo todo.

Con una sonrisa dulce, lo miró mientras tragaba.

Damián se ajustó el pantalón, la miró con interés.

—Mañana tengo otra candidata. Pero vos… vas quedando arriba.

Cassandra se vistió sin apuro.

—Te aviso: si me elegís… no vas a necesitar ver a ninguna más.


Día 2: Melina, La Rubia Sumisa

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La segunda noche, Damián esperaba en su apartamento como un rey en su trono.

La siguiente candidata llegó puntual.

Rubia, alta, piernas largas, mirada tímida. Se llamaba Melina. Veinticuatro años. Voz suave, acento dulce. Tenía el cuerpo perfecto para el criterio de Damián: tetas firmes, caderas redondeadas y un aire de pureza... perversa.

Vestía una camisa blanca, apenas abrochada, y una falda tableada de colegio.
Sin sostén. Sin bombacha.
Como se había solicitado.

—¿Sabés por qué estás acá? —le preguntó él, de pie frente a la ventana.

Ella bajó la mirada.

—Para obedecerte —susurró.

—¿Todo lo que diga?

—Todo.

Damián sonrió.

—Entonces arrodillate. Quiero verte mamando la pija como si te fuera la vida en ello.

Melina cayó de rodillas con elegancia. Le bajó el cierre, sacó su pija con delicadeza, lo besó primero... y luego se lo tragó. Con lengua lenta, profunda. Tenía una garganta hábil, humedecida, caliente. Lo miraba con ojos sumisos mientras lo lamía y lo chupaba sin pudor.

Damián le sostuvo el cabello con fuerza.

—Eso es… sos buena chica. Pero quiero verte cabalgarme como si me amaras. ¿Podés?

Ella se levantó, se quitó la camisa y se sentó sobre él, sin decir una palabra.
Entró con un gemido apenas audible y empezó a moverse despacio, con ritmo sensual, como bailando con su cadera.
Su concha lo apretaba con fuerza. Mojada. Preparada.

—Más rápido —ordenó él.

Melina obedeció. Se rebotaba sobre la pija de él con fuerza, le clavaba las uñas en el pecho, y gemía en voz baja mientras se mordía los labios.

Luego él la puso contra la pared, y con un leve escupitajo entre sus nalgas, la preparó.
Ella se inclinó sola.

—Estoy lista. Quiero que me llenes por atrás. Todo. Hasta el fondo.

Damián la tomó con fuerza. Entró en su culo con firmeza, haciéndola gemir con fuerza.

—¡Sí! ¡Así! ¡Más!

Cuando estuvo a punto, ella se arrodilló nuevamente.

—Dame tu leche. Toda.

Él se vino con fuerza, sobre su lengua. Ella se lo tragó todo con obediencia y una sonrisa.

—¿Fui buena?

—Fuiste perfecta.

Pero él sabía: al día siguiente… vendría otra.


Día 3: Tatiana, La atrevida

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Damián abrió la puerta y allí estaba Tatiana: pelirroja, piel canela, ojos de fuego. Vestía cuero negro, minifalda, botas altas. No esperó que él hablara. Lo empujó hacia atrás, entró al departamento como si fuera suyo, cerró la puerta y se sentó en el brazo del sillón.

—Yo no vengo a que me elijas. Vengo a cogerte como nunca lo hicieron.

Damián arqueó una ceja.

—¿Tan segura estás?

Ella se arrodilló y comenzó a lamerlo sin sacarle los pantalones. Solo metió la mano, sacó su pija y lo devoró ahí mismo. Sin rodeos. Con profundidad, con ritmo, con lengua experta.

—No voy a hablarte mucho. Mejor uso la boca para esto —dijo, relamiéndose.

Después se subió sobre él, sin quitarse nada. Solo corrió la tanga de encaje a un lado y se lo metió en la concha.
Empezó a cabalgar con furia, como una tormenta.
Lo besaba con hambre, le mordía el cuello, le hablaba sucio al oído.

—Te voy a dejar seco, papi. No vas a mirar a las otras después de mí.

Damián no podía controlarla. Ella llevaba el ritmo, el poder, el cuerpo caliente y sudado. Luego, se puso de espaldas, se lo metió por el culo sin aviso, y se masturbó al mismo tiempo.

Gritó su orgasmo.

Y luego, sin que él se lo pidiera, se arrodilló y abrió la boca.

—Terminá adentro de mi garganta.

Y así lo hizo.


Día 4: Dayana, La fiestera

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Dayana llegó con glitter en el pecho, short diminuto y un top sin nada debajo. Se notaba que venía de alguna previa… o estaba lista para una.

—¿Estás solo? —preguntó, entrando sin esperar invitación—. Espero que sí, porque vine a darte un show.

Antes de que Damián pudiera decir algo, puso reguetón en el parlante y empezó a moverse como una stripper.
Se sacó la ropa al ritmo de la música. Se subió a la mesa. Bailó con las piernas abiertas.
Luego se arrodilló, le agarró la pija, se puso un hielo en la boca, y comenzó a mamárselo con el hielo deslizándose entre la lengua y el glande.

—¿Te gusta frío, o caliente?

Lo llevó a la cama. Se subió encima, restregó su concha, por su pija con movimientos lentos, luego lo cabalgó de frente, de espaldas, de lado, como si fuera un show porno.
Le pidió que la sujetara del cuello, que le tirara del pelo, que la cogiera duro por el culo.
Y cuando él acabó, se lo tragó como si fuera un brindis.

—Salud, bebé.


Día 5: Nicole, La insaciable

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Nicole era diferente. Rubia, cara angelical, pero con una mirada hambrienta.

—Yo no vine por plata. Vine por… lo que tenés ahí —dijo señalando su entrepierna.

No hubo juegos. Se quitó la ropa y se puso a cuatro patas en la cama.

—No quiero besos. Solo que me rompas.

Damián no se lo esperaba, pero obedeció.

Le metió la pija en la concha , fuerte. Ella se arqueaba, se tocaba al mismo tiempo, gemía fuerte sin pudor.
Le pidió doble, le pidió anal, se la clavo en el culo y le dio duro.

Lo chupó después de cogérselo, se lo metía en la boca, lo miraba mientras lo tragaba como si fuera lo mejor que probó en su vida.

—No quiero amor, ni promesas —dijo mientras se vestía—. Pero si querés más… solo tenés que llamarme.


Damián cerró la puerta esa noche con el cuerpo exhausto, la pija caliente y una sonrisa en la cara.

Cinco mujeres. Cinco noches. Sexo como nunca antes.
Y ninguna sabía la verdad.

No había millones. No había premio.
Solo un departamento alquilado.
Ropa de marca… prestada.
Whisky caro… relleno con nacional.
Todo un montaje.

Había creado un perfil falso, un casting ficticio, una mentira bien armada para atraer a las mujeres más hermosas… y conseguir exactamente lo que quería: sexo salvaje con fantasías cumplidas.

Y le había funcionado.

Al menos por ahora.

Porque el próximo casting… ya estaba en proceso.


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