
Era viernes por la noche. En una habitación teñida de luces rojas y azules, Danna Blue, la creadora de contenido más caliente de OnlyL, se preparaba para su transmisión especial. El título: “El Premio del Mes”.
Durante todo el mes, sus seguidores habían participado en sorteos, retos y donaciones, sabiendo que uno de ellos ganaría el premio máximo: una cita real con Danna.
Pero no una cena, no un café. No.
Ella lo había dicho claro en un directo anterior, con su voz dulce y perversa:
> “Quiero que uno de ustedes me pruebe. Sin filtros. Sin pantalla. Quiero ver si aguantan lo que dicen en los mensajes…”

El ganador fue @JaviXR69, un seguidor constante, generoso, y completamente obsesionado con ella desde hacía meses. Cuando recibió el mensaje privado confirmándolo, pensó que era una broma. Pero no. Danna lo esperaba en un hotel boutique del centro, suite 206, con velas y vino.
Cuando Javi abrió la puerta, se encontró con ella, envuelta en un conjunto de lencería negra, encaje fino que apenas cubría sus pezones. Tacones altos. Perfume a vainilla caliente. Sonrisa de loba.
—Hola, campeón… —dijo, caminando hacia él, moviendo las caderas como una pantera—. ¿Listo para cobrar tu premio?
Él asintió sin palabras, hipnotizado.
Danna le tomó la mano y lo guió a la cama. Lo sentó. Se le montó encima. Comenzó a besarlo como si lo hubiera estado esperando toda la vida: lengua profunda, mordidas suaves, gemidos en el oído.
—No te muevas… solo mira.
Se puso de pie, le dio la espalda y empezó a quitarse la tanga lentamente, dejando que la tela se deslizara por su piel. Su culo perfecto quedó expuesto, redondo, firme. Se inclinó hacia él, separando las piernas.
—¿Te gusta lo que pagas por ver en pantalla…?
Él solo pudo asentir. Danna se subió a sus rodillas y le bajó los pantalones. Lo tenía duro como una piedra.
—Quiero ver si eres tan bueno como tus comentarios…
Lo montó, enterrándoselo de una sola vez en su vagina. Gimió con fuerza, con los ojos cerrados. Se movía como una diosa salvaje, encima de su pija, frotándose, mojándose, gimiendo sin pudor.
—¡Ohh… sí! ¡Eso! ¡Más fuerte! ¡Muéstrame lo que sabes, suscriptor caliente!
Lo usó como quiso: encima, abajo, en el sofá, contra la pared. Lo dejó lamer su concha, besar sus tetas, meterle los dedos, darle nalgadas mientras ella pedía más.
—¡Dame leche, campeón! ¡Haz que valga el premio!
Cuando él se vino dentro de ella, Danna sonrió, le besó la frente, y murmuró:
—Fuiste mejor de lo que esperaba… te lo merecías.
Luego se metió a la ducha, mientras él, exhausto, trataba de recordar si todo había sido real.
Esa noche, Danna subió una foto de la cama desordenada y una historia con la frase:
> “Premio entregado. Próximo sorteo, en tres semanas. ¿Quién será el siguiente en probarme?”

Y los mensajes no pararon de llegar.
Después del primer encuentro, Danna Blue subió como espuma. Su OnlyL se disparó. Miles de hombres querían ser el próximo.
Pero entre ellos había uno que no entendía la diferencia entre fantasía y realidad: Damián_Rude87, un tipo intenso, silencioso, con mensajes cada vez más obsesivos.
Ella lo ignoraba. Él no aceptaba un “no”.
Una noche, Danna salía del gimnasio, sola, con una gorra puesta y el rostro sudado, sin maquillaje. No parecía la estrella erótica que todos adoraban. Solo era una mujer más, cansada, con ganas de ducharse.
Caminaba hacia su coche cuando alguien la sujetó fuerte por el brazo.
—Pensaste que podías jugar con nosotros —dijo una voz grave, cargada de rabia—. Tú ofreciste eso. Ahora me toca a mí.
Danna sintió el frío del miedo recorrerle la espalda. Intentó gritar, pero él la empujó hacia un callejón.
—¡No! ¡Suéltame, enfermo!
Intentó zafarse, pero era fuerte. Le arrancó la mochila y la inmovilizó contra la pared. Comenzó a tocarla con violencia.
—¡Te voy a dar lo que mereces… puta digital!
Y entonces, apareció él.
Un hombre de jeans gastados, camisa suelta, cara sudada de haber trabajado todo el día descargando cajas. Se llamaba Samuel, empleado de mantenimiento del supermercado cercano.
—¡Hey! ¡¿Qué carajo haces?! —gritó, corriendo hacia ellos.
El agresor intentó enfrentarlo, pero Samuel lo tumbó de un puñetazo brutal. Danna cayó al suelo, temblando, y él se agachó para cubrirla con su chaqueta.
—¿Estás bien? ¿Te hizo algo? Tranquila… ya pasó.
Ella lo miró, aún en shock.
Él no la reconocía. No sabía quién era.
La miraba como a una mujer asustada, no como a un símbolo sexual.
La llevó hasta la tienda. Le dio agua. Le preguntó su nombre, sin ninguna otra intención que calmarla.
—Soy Danna —dijo al fin, con voz quebrada—. Gracias por salvarme. Nadie me había visto así antes.
—¿Así cómo?
—Como una mujer de verdad. Sin filtros. Sin maquillaje. Sin lencería...
Samuel solo sonrió.
—Así estás perfecta. No necesitas nada más.
Danna lo abrazó. No como agradecimiento, sino como una mujer que se sentía protegida de verdad.
Samuel la acompañó hasta la puerta del edificio, sin soltarle la mano. Ella temblaba todavía. Cada sombra en la calle la hacía girarse. Cuando llegaron al ascensor, él notó cómo su cuerpo se tensaba.
—¿Segura que vas a estar bien sola? —preguntó con voz suave.
Danna dudó.
Lo miró a los ojos.
Tan sinceros. Tan distintos de todos los hombres que había conocido.
—¿Te… te quedarías un rato conmigo? No quiero estar sola esta noche.
—Claro —respondió sin pensar—. Lo que necesites.
Subieron juntos al piso 12. Al entrar, Samuel quedó sorprendido. El departamento era amplio, moderno, con luces LED tenues, sillones rojos, espejos, cámaras apagadas. Y ropa interior colgada en un perchero como si fuera arte.
—Wow… esto es… diferente —dijo, mirando alrededor.
Danna se rió con nervios.
—Supongo que ya es hora de contarte la verdad.
Se sentaron en el sofá. Ella le sirvió vino, cruzó las piernas lentamente, y lo miró directo.
—Trabajo en OnlyL. Hago contenido erótico. Muy explícito. Tengo miles de suscriptores. El tipo que me atacó hoy… era uno de ellos.
Samuel no habló de inmediato. Solo la miró, en silencio. Luego tomó un sorbo de vino y dijo:
—Entonces… ¿eso era lo que quería? ¿Confundió el juego con la realidad?
—Sí. Muchos lo hacen. Para ellos no soy una persona, solo un cuerpo. Un premio. Pero tú… tú llegaste sin saber nada. Me viste… real.
Samuel sonrió. Se acercó un poco más.
—No te juzgo, Danna. Todos tenemos nuestros mundos. Lo importante es cómo tratas a los que te rodean. Y tú… me pareces maravillosa.
Ella lo miró con ternura… y con fuego.
—¿De verdad lo crees?
—Lo sé.
Entonces se acercó y lo besó.
Fue lento al principio. Suave. Un beso con miedo y necesidad. Luego más profundo, más húmedo. Ella se subió a su regazo, rodeándolo con sus piernas.
—Quiero darte algo —susurró en su oído—. Algo que no le he dado a ninguno de ellos. Ni en la pantalla… ni en la vida.
Lo llevó de la mano a su dormitorio. No con la teatralidad de una actriz. Sino con la entrega de una mujer que quería ser deseada de verdad.
Allí, sin cámaras, sin luces, sin público… Danna se desnudó lentamente frente a él. Por primera vez sin interpretar un personaje. Solo ella.

—Hazme el amor como si no fuera Danna Blue… sino solo Danna —le pidió.
Samuel la acarició con cuidado, como si descubriera un tesoro. Le besó las tetas, el vientre, los muslos, le lamió la vagina hasta hacerla temblar de placer. Ella le bajó el pantalón y lo sentó en la cama, lo montó su pene con lentitud, gimiendo bajo, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos.
—Samuel… oh, Samuel… esto no es un premio… es lo que soñé sin saberlo…
El la acostó boca arriba, y le penetró la concha más duró, embistiéndola mientras le besaba las tetas.
Se movieron juntos, sudorosos, jadeando, hasta que el clímax los atrapó en una espiral dulce y salvaje

Danna despertó desnuda sobre su pecho. Samuel dormía tranquilo, ajeno al mundo virtual. Ella sonrió. Lo acarició.
Y susurró para sí misma:
> “Este sí… este fue el verdadero premio.”
Danna desapareció unos días de las redes. Silencio total.
Sus fans se desesperaron.
Mensajes, comentarios, teorías.
Y entonces, volvió.
Con una foto.
Ella, sin maquillaje. Con una sonrisa sincera. Y al fondo, un hombre cargando cajas, de espaldas.
El texto decía:
> “A veces, el verdadero premio no se sortea. Simplemente aparece cuando más lo necesitas.”

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