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Zombieland

Es el apocalipsis zombi. Luis y su voluptuosa madre, Carmen, intentan sobrevivir. Finalmente, se topan con uno de los abusadores de Luis de antes del brote...

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Por más tiempo que pasara nunca iba a poder acostumbrarme a ese estilo de vida… lo único que me mantenía cuerdo era mi madre, ella era mi razón de todo pero aún con ella a mi lado era muy difícil mantener el buen ánimo.
 
El hedor fétido en cada rincón que pasábamos, el terror siguiéndonos a cada paso, el hambre, la sed, la suciedad por todo el cuerpo. Habían pasado casi seis meses desde el brote del virus zombi que aniquiló a la mayor parte de la población mundial. Ni siquiera sé cómo, pero logré mantener a mamá a salvo.
 
Nos habíamos encontrado con algunos grupos de gente de vez en cuando en la ciudad: amigos, exvecinos e incluso desconocidos. Sin embargo, como si fuera una maldición, mamá y yo nos veíamos obligados a irnos solos una y otra vez. ¿La razón? Su belleza. Ya sé, suena tonto... uno pensaría que en medio de un apocalipsis zombi lo último en lo que uno piensa es en sexo, pero era todo lo contrario: los hombres eran como animales salvajes desesperados por el contacto femenino, y mi mamá... joder, mi mamá es más que guapa, más que hermosa y atractiva.
 
Cuando logramos escapar de los zombis en casa, estaba en pijama, no tuvo tiempo de ponerse ropa interior y la tela de su pantalón era demasiado transparente. Para colmo, es una mujer con un cuerpo muy voluptuoso, con pechos enormes tres veces más grandes que el promedio, y un trasero gordo y moreno que era imposible no mirar.
 
Sí, mi madre era una diosa tanto para los zombies como para los hombres, así que mi trabajo de cuidarla era doble, tenía que cuidar de todo y de todos, protegerla de ellos.
A medida que pasaban las semanas era cada vez más difícil encontrar provisiones para los dos, había cada vez más zombies alrededor, no podíamos arriesgarnos a movernos a zonas muy grandes, porque aunque allí pudiera haber comida, también habría más de estas feas cosas muertas.
 
En una ocasión, no habíamos comido en cuatro días y la noche anterior nos habíamos quedado sin agua. Era cuestión de tiempo que fuéramos presa fácil de los zombis si no conseguía algo de comer pronto, o al menos un poco de agua.
 
Aprovechando que la zona estaba casi desierta, entramos en una de las muchas casas vacías que habían quedado tras la devastación. Ciertamente, era difícil encontrar comida; durante los primeros meses, los supervivientes (en aquel entonces) acabaron con todo lo comestible; sin embargo, a veces se encontraban cosas útiles. Y eso era justo lo que buscábamos.
 
En el pasado, había logrado conseguir un par de armas de fuego, e incluso un "amigo temporal", como solía llamar a las personas con las que vivía, me había enseñado a usar un arma. Antes de que el caos se desatara por todo el mundo, ni mi madre ni yo habíamos tocado un arma, ni siquiera por error.
 
La verdad es que este tipo, como todos los demás, solo quería follar con mi madre, pero al menos nos dio esa buena lección antes de que lo dejara inconsciente y huyera de él, llevándome a mi madre conmigo cuando intentó hacer lo que quería con ella. Tuvo suerte de que no le hiciera caso. Cerdo pervertido.
 
Entramos a la casa una vez que me aseguré de que estaba vacía, mamá estaba rondando por la casa mientras yo revisaba los alrededores.
Desde la puerta que daba al patio trasero, la vi en la cocina, inclinándose para agarrar algo del suelo, y me dio un vuelco el corazón al ver cómo se le levantaba el pijama, dejando al descubierto sus muslos bien formados y parte de su enorme trasero. Nunca la había visto desnuda, ¡y era preciosa! Entendí perfectamente por qué todos querían tener a mi madre.
 
No había mucho más que rescatar. Mamá encontró una manta que se puso encima y un lápiz labial rojo que insistió en llevarse. Ya estábamos saliendo de allí, pero no teníamos adónde ir. Esas casas no eran seguras; los sobrevivientes las robaban constantemente.
 
Personalmente, la gente ya no me gustaba, aunque sin duda los zombies me gustaban mucho menos, pero irónicamente, había aprendido a través de terribles experiencias que a veces esos 'humanos' resultaban ser peores que los propios cadáveres andantes... Sin embargo, mi madre tenía una perspectiva completamente diferente.
 
Era muy inocente, ingenua, ya que antes del apocalipsis, siempre tenía que asustar a los acosadores que la rodeaban; a veces eran mis propios amigos los que querían follársela, y en general, todos los chicos del colegio babeaban por ella. Las reuniones de padres eran una pesadilla para mí, y mi madre nunca se dio cuenta de las intenciones de los hombres que la rodeaban. El fin del mundo no había cambiado eso para ella; seguía siendo tan ingenua como siempre.
 
Cuando nos íbamos, escuche ruidos extraños que hicieron que mi cuerpo se congelara, con tanto tiempo de supervivencia ya sabía distinguir los sonidos de los pasos y movimientos que hacía un zombie a comparación de los que hacía una persona viva, y definitivamente esa persona estaba muy viva.
El miedo me invadió. Si bien era cierto que me daba miedo afrontar nuestro día a día, también era cierto que prefería mil veces seguir escapando de los zombis que volver a encontrarme con un humano. Ni siquiera recordaba el tiempo exacto transcurrido desde nuestra última interacción con otra persona. Me gustaba que estuviéramos mi madre y yo solas, sin nadie más, pero a ella siempre le emocionaba que conociéramos a alguien nuevo cada vez que ocurría.
 
Los pasos de esa persona se acercaban cada vez más, desatando el pánico. Llevé a mi madre detrás de un gran sofá que vi; necesitaba esconderla. Cuando la persona, quienquiera que fuese, apareció, reaccioné lanzando hábilmente el cuchillo que tenía en la mano.
 
Casi de inmediato sentí una punzada de remordimiento. Esa persona bien podría ser inocente, pero con la clase de alimaña que me había topado en el pasado, no podía arriesgarme; nuestra seguridad era lo primero y más importante. No podía verlo, pero los sonidos me lo decían todo: había fallado el tiro. De alguna manera, eso representó un alivio para mi conciencia, pero los nervios seguían presentes, el miedo estaba tan latente en mí que casi podía saborearlo en la boca.
 
"Me llamo Luis", dije con firmeza, intentando con todas mis fuerzas no flaquear; no quería dar la impresión de debilidad. "Perdón por el cuchillo, me entró el pánico. Oye, solo queremos irnos, ¿vale? No queremos problemas".
 
"¿Luis? ¿Eres tú?" La voz habló con familiaridad, riendo con desdén.
 
Ay, no. Conocía esa voz, por desgracia la conocía (y no la soportaba). Era Brad Schlamerhole, mi enemigo del colegio, un imbécil como muchos.
El tipo de persona que desearía que ya no existiera. Maldije al universo en silencio, porque de todas las personas con las que podríamos habernos topado, tenía que ser él.
 
Tenía dobles razones para querer salir de allí cuanto antes. Le hice señas a mi madre para que saliera por el otro lado en silencio y con discreción. No quería que Schlamerhole la viera. Conocía a los de su clase, pero no podíamos quedarnos para siempre detrás de ese viejo y mullido sofá que se había convertido en nuestra pequeña fortaleza, por muy inútil que fuera. Por desgracia para mí, mi madre era muy ingenua.
 
El mundo podría haber caído en el caos y la destrucción, ambos podríamos haber cometido atrocidades para sobrevivir, pero ni siquiera eso pudo arrebatarle a mi madre la dulzura e inocencia que la caracterizaban. Seguía siendo la misma alma cálida y sonriente de siempre; en cuanto se dio cuenta de que el desconocido era alguien que yo conocía, saltó del sofá, levantándose, haciendo que sus enormes pechos rebotaran.
 
¿Qué pasa, Luis? ¿Te encontraste con algún viejo amigo? Hola, mucho gusto. Soy Carmen, la madre de Luis.
 
Intenté detenerla, pero actuó muy rápido, demasiado rápido. No tuve más remedio que ponerme detrás de ella y quedarme a su lado mientras se acercaba con mucha confianza a saludar a Brad. En cuanto vio a mi madre, quedó cautivado, como era de esperar. Sus ojos brillaban de lujuria; pude ver cómo su mirada recorría todo su cuerpo, deleitándose en sus grandes pechos y observando con especial atención su enorme trasero. Tuve que apretar la mandíbula para no decir nada.
Encantado de conocerla, señora. Es un verdadero placer. Me llamo Brad Schlamerhole. ¿Puedo preguntarle qué hace por aquí?
 
—Oh, el placer es todo mío, querida niña. Bueno... buscando comida, nos hemos quedado sin provisiones desde hace varios días y son algo difíciles de conseguir —respondió mamá, haciendo un encantador puchero, sus delicados rasgos la hacían lucir completamente hermosa, a pesar de tener tierra por toda la cara.
 
Vaya... es difícil sobrevivir en lo que queda del mundo, ¿eh? Bueno, estoy solo. Encontré una casa en el árbol en el patio de esta casa y la he estado reforzando durante meses. Es un lugar seguro. Tengo suficientes provisiones; también puedo darte comida y agua.
 
¿En serio? ¡Guau, eres un ángel! Te estaré muy agradecido y sé que mi Luis también.
 
Mamá se conmovió muchísimo con la respuesta de Brad; dio un salto como una niña pequeña, haciendo que sus pechos se balancearan una y otra vez. Tuve que apartar la mirada; me ardía la cara por el rubor de mis mejillas, pero Brad disfrutó mirándola. Quise golpearle la cara en ese momento; era más que evidente que su oferta no tenía buena intención, pero, por supuesto, mi madre jamás lo notaría.
 
"Claro, señora, claro... sígame, por favor", le dijo, rodeándola con el brazo y abrazándola mientras la guiaba. Esperé a que apartara el brazo, pero no lo hizo; mamá simplemente se dejó guiar, inocentemente.
Solté un bufido. Tenía muchas ganas de salir de allí, pero no podíamos desperdiciar la oportunidad de encontrar refugio y comida. Al menos unos días para recuperar fuerzas, y luego podríamos irnos. Salimos al patio donde estaba la casa del árbol y me quedé boquiabierta; noté que mamá estaba tan impresionada como yo.
 
La casa real era enorme y estaba reforzada con madera y metal extra en algunas zonas. Brad me dio algo de comida que llevaba en su mochila, unas galletas rancias y una botella de agua. Dijo que tenía más en la casa del árbol y que la bajaría enseguida. Sin embargo, por alguna razón que no entendí del todo, mamá pidió ir con él.
 
—No tardaré mucho, Luis, te lo prometo. Tengo mucho frío y tu amigo dice que encontró ropa de mujer. Voy a probármela.
 
Me quedé atónito, ni siquiera sabía qué responder. Mamá subió las escaleras y Brad la siguió. Como no llevaba ropa interior, tanto el chico blanco como yo pudimos ver en primer plano cómo se mecía su enorme trasero desnudo al subir; incluso pude ver parte de su coño depilado. Sentí una punzada de calor en el bajo vientre. Como un insecto a la luz, los seguí. Subí detrás de ellos, desesperado por no dejarla sola con ese imbécil.
 
"Lo siento, perdedor. No puedes entrar, saldremos en un momento", me dijo Brad con una mueca de desprecio y una sonrisa cínica, me cerró la puerta de la casa del árbol en la cara y la cerró con llave, dejándome allí afuera.
 
Mi madre y Brad estaban solos en la casa del árbol y yo, como un completo idiota, estaba parado entre las ramas, no quería volver al suelo, me sentía muy
Ansiosa y traicionada, ¿cómo pudo mi madre irse con ese idiota? Fui yo quien hizo todo lo posible por protegerla, fui yo quien siempre estuvo ahí para ella. ¿Y ahora iba con él a buscar ropa, pan y agua? Era un insulto.
 
Pronto comprendí por qué quería entrar con él en la casa del árbol. Apenas unos minutos después de entrar, empecé a oír ruidos extraños... su respiración entrecortada, y la madera empezó a moverse rítmicamente. Desesperada, intenté abrir la puerta, pero Brad había puesto algo pesado encima. Sin embargo, encontré un agujero; las tablas estaban separadas y desde allí podía verlas.
 
Sentí un vuelco en el estómago al ver a mi madre desnuda siendo besada y tocada por el gilipollas de Brad. La giró y la recostó sobre una mesa de madera. Sus enormes pechos desnudos quedaron al descubierto y empezó a masajearlos por detrás, apretándolos; ni siquiera cabían en sus manos de lo grandes que eran.
 
Quise apartar la mirada, pero había algo hipnótico en cómo sus pechos empezaron a rebotar cuando Brad empezó a follársela. El enorme trasero de mamá rebotaba con cada embestida y el sonido de su piel al chocar con la de él se hacía cada vez más fuerte; parecía un aplauso.
 
Mis pantalones empezaron a apretarme la entrepierna a medida que mi pene se endurecía. Sentía mucho calor y necesitaba liberarlo. Me agarré al baúl con una mano, sin apartar la vista de ellos dos, y con la otra me abrí los pantalones como pude. Mi propio roce quemaba mi erección, pero ni siquiera podía empezar a masturbarme.
Miré hacia abajo para liberar mi polla de la tela de los boxers y en lugar de eso lo que vi fue una horda salvaje de zombies que habían llegado al tronco del árbol y ahora comenzaban a trepar rápidamente.
 
Todo pasó demasiado rápido. Empecé a tocar la puerta, pidiendo que me abrieran, gritando desesperada porque había zombis afuera, pero mi madre y Brad estaban tan absortos en su placer que me ignoraron. Además, ambos gemían y gritaban como locos; no oyeron mis gritos de socorro.
 
Y tampoco oyeron mis gritos de dolor cuando un zombi llegó a uno de mis pies y me dio un fuerte mordisco, arrancándome la piel y la carne. Otro trepó un poco más arriba y me arañó el torso; sus largas uñas se clavaron en mi piel y la desgarraron hacia abajo; la sangre empezó a brotar y a escurrir.
 
Grité, grité de dolor y desesperación, pedí ayuda y lo que recibí a cambio fueron los gritos de placer de mi madre pidiéndole a Brad que le partiera el culo en dos. Irónicamente, los zombis me partían el cuerpo en dos. Siguieron trepando, me alcanzaron y me jalaron. La sangre de mis manos me hizo resbalar con facilidad y lo último que vi al caer del árbol y devorarme viva fue el enorme culo de mi madre rebotando sobre la polla de mi peor enemigo.

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