No eran ni las 11am y ya había probado una pija increíble. Pablo cogía divino.
La verdad que esa aventura en el desierto se había vuelto entretenida, incluso, despertó lo más morboso de mí.
"Cómo cogerían los otros chicos?" Me pregunté a mí misma en un acto lacivo absoluto.
Voy a admitir que la adrenalina de estar en un pequeño hostel sumado a la idea de que la gente se iría mañana y posiblemente nunca más la vería en mí vida, era un catalizador enorme para esa fantasía.
"Cuántos del lugar podría cogerme? Cuál es el problema si pensaban que era una puta?"
Decidí mentalmente con quién seguiría.
Si era por la buena onda, otro de los chicos argentinos era una posibilidad. Sin embargo, Jerome y la mística alrededor de los negros era algo que me dejó con ganas apenas lo ví.
El agua caía sobre mí cuerpo mientras me limpiaba los restos de semen de Pablo, quién estaba haciendo lo propio en el box continuo.
Salí de la ducha y me crucé en el pasillo a Mateo, quizás el destino lo puso ahí por alguna razón.
Estaba con un shorcito deportivo, en cuero (era bastante grandote físicamente, quizás de los 3 el que más) y con su toalla al hombro. No me atraía realmente, tenía una cara de "bruto", quizás porque tenía rasgos muy marcados que no eran agradables desde mí punto de vista.
Lo que sí no podía negar, es que la oportunidad parecía ideal.
"Uy Mate, venís a ducharte? Yo no logré que me funcione..." dije beboteando un poco, pero intentando disimular mí intención.
"Ah no? Uy no me digas..." fué bastante crédulo.
"Si, mirá, fíjate si vos lo logras, a mí se me cortó a mitad de ducha" y lo hice ir para adentro conmigo.
Mateo miró y vió que todo estaba mojado, tenía sentido ya que le dije que había podido empezar la ducha pero se cortó a mitad de camino.
"A ver, intento" lo que de verdad intentaba y le salía muy mal, era no mirarme las tetas apretadas por el toallón que me cubría. Mientras intentaba mirar para otro lado, abrió la ducha, mojándose un poco y a mí a la vez.
"AY!" grité mientras dejé caer el toallón ante sus ojos, abiertos como dos faroles ante la imagen de tenerme completamente desnuda en esa pequeña habitación de 1 metro por 1 metro.
Me abracé a él "para taparme".
"Ay perdón boludo, se me cayó la toalla del susto" dije haciéndome la tonta.
Sentía su erección a través del short. Me encantaba.
"No tranqui... Miro... Ehm, miro... Para otro lado..." Me respondió titubeando de tierna manera.
No pude resistir más mí pésimo acting, metí mí mano dentro de su short y le sonreí.
"Y si mejor miras?" Le dije mirandolo a los ojos y viendo cómo se transformaba su cara de inocente a incredulidad por lo que estaba pasando.
Me arrodillé e hice lo mío. Pajeandolo suavecito fui dándole besitos en la punta de su pija, piquitos muy tiernos.
"Gracias por arreglar la ducha lindo"
Y suavemente envolvía su verga con mí mano, me costaba cerrarla dado que si bien era cortita, tenía un grosor considerable. Lo masturbé por un buen rato disfrutando de su sorpresa por todo lo que sucedía. Si bien había dicho que no me parecía lindo de cara, la expresión en su rostro si me ponía muchísimo.
Empecé a darle besos en la pancita y fui bajando con mí lengua, recorrí su pelvis y desde la base subí por su tronco hasta la punta. La tragué de a poquito, necesitaba estirar la boquita a tal ancho desafío.
El largo no fué problema, cuando logré abrir bien la boquita, mágicamente la desaparecí entera.
Sentía sus jadeos y gemidos por mí pete. Fui y vine con placer, me gustaba la sensación, sentir sus venas con mí lengua, envolverla de mí calor.
Él no reaccionaba, no esperó empezar la mañana con una puta que lo petearia así.
Me encargué de darle una linda experiencia. Tal fué así, que empezó a soltarse, sus manos inmóviles al principio, ya tomaron confianza y agarraron mí cabeza marcandole un ritmo más furioso que antes. Su verga empezaba a entrar y salir de mí boca con apuro, me estaba cogiendo la boquita sin tapujos y eso me encantaba, era una práctica más que habitual con mí ex y ahí recordé cuánto extrañaba esa sensación.
En el proceso, varias veces se tomó el tiempo de sacarla y cachetearme con ese grueso pedazo de carne. Respondí con una sonrisa enorme y mí boca abierta esperaba que continuemos.
Me sorprendió mucho su aguante. Llevábamos un buen rato así y por el desafío de su grosor, ya me dolía la mandíbula de resistir su juego.
Decidí tomar nuevamente tomar las riendas.
Le dí un buen escupitajo en su verga y me quedé en 4 en el piso de la ducha. No necesitaba agregar ninguna palabra extra.
Sentí que acarició con su cabecita mí raya, se divirtió pasándomela por todo el contorno haciéndome suspirar y pedir por su pija.
Afortunadamente lo hizo, fué metiendo despacio su ancho falo que me llenó por completa. Nunca había sentido tal sensación, me encantaba. Sentía que no quedaba ningún centímetro de mí sin sentir placer.
Fué suavemente subiendo la intensidad de sus embestidas, al principio era dulce, hasta delicado. Al pasar de los segundos, su enorme cuerpo caía sobre mí dándome profundas estocadas que me desarmaban.
Empecé a gritar como desquiciada, me encantaba, su cogida era brutal, torpe inclusive de tanto que lo era, pero extremadamente placentera. Estaba súper mojada por sentirme la puta del lugar, no era ni el mediodía y otro macho me estaba reventando, ahora, en el box continuo de minutos atrás.
Prendimos la ducha para disimular los gritos de placer y sus jadeos. Nuestros cuerpos chocaban y sonaba un "plaf" de agua increíble. Mí conchita empapada recibía con locura cada salvaje penetrada de Mateo.
Quería hablar, quería decirle que me estaba encantando su vehemencia, que su pija me hacía delirar, pero no podía, no salían las palabras.
Gritos y gemidos, era lo único en lo que me había convertido.
Me estaba cogiendo de forma animal, ahí descubrí que era exactamente lo que buscaba en aquella escapada de la ciudad.
Sus manos se aferraban a mí cintura y alternaban con agarrones duros a mí cola.
Mis pecho cayó contra el piso, mis manos no aguantaban más, solo podía mantener mí culito levantado esperando la siguiente embestida de él.
Él no me quiso dejar de coger ni un segundo, me agarró del pelo y me levantó nuevamente. Me sostuvo de mis brazos para no caer y me empaló a su gusto.
Me empecé a acabar, largué un grito profundo y extenso, sentía la vista nublaba, la boca seca a pesar de haber salivado tanto sobre su pija minutos atrás.
Mí conchita seguía siendo taladrada y así lo fué inclusive cuando me soltó y caí desplomada contra el piso una vez más.
Ya no podía ni mantener mí cola arriba, él envolvió sus manos en mí cadera y se encargó de dejarme a su merced para que continúe su cogida.
Me tuvo así un buen rato más hasta que sentí que la sacó de golpe y jadeando, acabó sobre mí colita.
Sus gotas de leche caliente y espesa, recorrían mis muslos y piernas.
Estaba fusilada, sentía el agua cayendome encima y a Mateo buscando la respiración.
"Fué el mejor garche de mí vida" me dijo.
"Sos un animal, por favor, ojalá siempre me cojan así" fué mí felicitación para él.
Sumé uno más a mí lista.
También sumé una ducha más ese día.
La verdad que esa aventura en el desierto se había vuelto entretenida, incluso, despertó lo más morboso de mí.
"Cómo cogerían los otros chicos?" Me pregunté a mí misma en un acto lacivo absoluto.
Voy a admitir que la adrenalina de estar en un pequeño hostel sumado a la idea de que la gente se iría mañana y posiblemente nunca más la vería en mí vida, era un catalizador enorme para esa fantasía.
"Cuántos del lugar podría cogerme? Cuál es el problema si pensaban que era una puta?"
Decidí mentalmente con quién seguiría.
Si era por la buena onda, otro de los chicos argentinos era una posibilidad. Sin embargo, Jerome y la mística alrededor de los negros era algo que me dejó con ganas apenas lo ví.
El agua caía sobre mí cuerpo mientras me limpiaba los restos de semen de Pablo, quién estaba haciendo lo propio en el box continuo.
Salí de la ducha y me crucé en el pasillo a Mateo, quizás el destino lo puso ahí por alguna razón.
Estaba con un shorcito deportivo, en cuero (era bastante grandote físicamente, quizás de los 3 el que más) y con su toalla al hombro. No me atraía realmente, tenía una cara de "bruto", quizás porque tenía rasgos muy marcados que no eran agradables desde mí punto de vista.
Lo que sí no podía negar, es que la oportunidad parecía ideal.
"Uy Mate, venís a ducharte? Yo no logré que me funcione..." dije beboteando un poco, pero intentando disimular mí intención.
"Ah no? Uy no me digas..." fué bastante crédulo.
"Si, mirá, fíjate si vos lo logras, a mí se me cortó a mitad de ducha" y lo hice ir para adentro conmigo.
Mateo miró y vió que todo estaba mojado, tenía sentido ya que le dije que había podido empezar la ducha pero se cortó a mitad de camino.
"A ver, intento" lo que de verdad intentaba y le salía muy mal, era no mirarme las tetas apretadas por el toallón que me cubría. Mientras intentaba mirar para otro lado, abrió la ducha, mojándose un poco y a mí a la vez.
"AY!" grité mientras dejé caer el toallón ante sus ojos, abiertos como dos faroles ante la imagen de tenerme completamente desnuda en esa pequeña habitación de 1 metro por 1 metro.
Me abracé a él "para taparme".
"Ay perdón boludo, se me cayó la toalla del susto" dije haciéndome la tonta.
Sentía su erección a través del short. Me encantaba.
"No tranqui... Miro... Ehm, miro... Para otro lado..." Me respondió titubeando de tierna manera.
No pude resistir más mí pésimo acting, metí mí mano dentro de su short y le sonreí.
"Y si mejor miras?" Le dije mirandolo a los ojos y viendo cómo se transformaba su cara de inocente a incredulidad por lo que estaba pasando.
Me arrodillé e hice lo mío. Pajeandolo suavecito fui dándole besitos en la punta de su pija, piquitos muy tiernos.
"Gracias por arreglar la ducha lindo"
Y suavemente envolvía su verga con mí mano, me costaba cerrarla dado que si bien era cortita, tenía un grosor considerable. Lo masturbé por un buen rato disfrutando de su sorpresa por todo lo que sucedía. Si bien había dicho que no me parecía lindo de cara, la expresión en su rostro si me ponía muchísimo.
Empecé a darle besos en la pancita y fui bajando con mí lengua, recorrí su pelvis y desde la base subí por su tronco hasta la punta. La tragué de a poquito, necesitaba estirar la boquita a tal ancho desafío.
El largo no fué problema, cuando logré abrir bien la boquita, mágicamente la desaparecí entera.
Sentía sus jadeos y gemidos por mí pete. Fui y vine con placer, me gustaba la sensación, sentir sus venas con mí lengua, envolverla de mí calor.
Él no reaccionaba, no esperó empezar la mañana con una puta que lo petearia así.
Me encargué de darle una linda experiencia. Tal fué así, que empezó a soltarse, sus manos inmóviles al principio, ya tomaron confianza y agarraron mí cabeza marcandole un ritmo más furioso que antes. Su verga empezaba a entrar y salir de mí boca con apuro, me estaba cogiendo la boquita sin tapujos y eso me encantaba, era una práctica más que habitual con mí ex y ahí recordé cuánto extrañaba esa sensación.
En el proceso, varias veces se tomó el tiempo de sacarla y cachetearme con ese grueso pedazo de carne. Respondí con una sonrisa enorme y mí boca abierta esperaba que continuemos.
Me sorprendió mucho su aguante. Llevábamos un buen rato así y por el desafío de su grosor, ya me dolía la mandíbula de resistir su juego.
Decidí tomar nuevamente tomar las riendas.
Le dí un buen escupitajo en su verga y me quedé en 4 en el piso de la ducha. No necesitaba agregar ninguna palabra extra.
Sentí que acarició con su cabecita mí raya, se divirtió pasándomela por todo el contorno haciéndome suspirar y pedir por su pija.
Afortunadamente lo hizo, fué metiendo despacio su ancho falo que me llenó por completa. Nunca había sentido tal sensación, me encantaba. Sentía que no quedaba ningún centímetro de mí sin sentir placer.
Fué suavemente subiendo la intensidad de sus embestidas, al principio era dulce, hasta delicado. Al pasar de los segundos, su enorme cuerpo caía sobre mí dándome profundas estocadas que me desarmaban.
Empecé a gritar como desquiciada, me encantaba, su cogida era brutal, torpe inclusive de tanto que lo era, pero extremadamente placentera. Estaba súper mojada por sentirme la puta del lugar, no era ni el mediodía y otro macho me estaba reventando, ahora, en el box continuo de minutos atrás.
Prendimos la ducha para disimular los gritos de placer y sus jadeos. Nuestros cuerpos chocaban y sonaba un "plaf" de agua increíble. Mí conchita empapada recibía con locura cada salvaje penetrada de Mateo.
Quería hablar, quería decirle que me estaba encantando su vehemencia, que su pija me hacía delirar, pero no podía, no salían las palabras.
Gritos y gemidos, era lo único en lo que me había convertido.
Me estaba cogiendo de forma animal, ahí descubrí que era exactamente lo que buscaba en aquella escapada de la ciudad.
Sus manos se aferraban a mí cintura y alternaban con agarrones duros a mí cola.
Mis pecho cayó contra el piso, mis manos no aguantaban más, solo podía mantener mí culito levantado esperando la siguiente embestida de él.
Él no me quiso dejar de coger ni un segundo, me agarró del pelo y me levantó nuevamente. Me sostuvo de mis brazos para no caer y me empaló a su gusto.
Me empecé a acabar, largué un grito profundo y extenso, sentía la vista nublaba, la boca seca a pesar de haber salivado tanto sobre su pija minutos atrás.
Mí conchita seguía siendo taladrada y así lo fué inclusive cuando me soltó y caí desplomada contra el piso una vez más.
Ya no podía ni mantener mí cola arriba, él envolvió sus manos en mí cadera y se encargó de dejarme a su merced para que continúe su cogida.
Me tuvo así un buen rato más hasta que sentí que la sacó de golpe y jadeando, acabó sobre mí colita.
Sus gotas de leche caliente y espesa, recorrían mis muslos y piernas.
Estaba fusilada, sentía el agua cayendome encima y a Mateo buscando la respiración.
"Fué el mejor garche de mí vida" me dijo.
"Sos un animal, por favor, ojalá siempre me cojan así" fué mí felicitación para él.
Sumé uno más a mí lista.
También sumé una ducha más ese día.
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