Sous la pluie - Adrinette

Sous la pluie - Adrinette
Marinette había estado en los juzgados más veces que el peor de los delincuentes.

Después de todo al ser Ladybug, la protectora de París, muchas veces había participado en juicios contra los delincuentes que atrapaba con Chat Noir.

Pero aquel día era ella quien estaba sentada en el primer banco mientras un abogado parecía tener el control total sobre toda su vida, algo que no le gustaba en lo mas mínimo.

Sobre todo porque divorciarse no estaba precisamente en la lista de cosas que le apetecían hacer cuando era adolescente. Pero ella quería terminar con todo el papeleo lo antes posible para que el juez diese por finalizado todo de una vez.

La atractiva mujer, de una belleza dulce y delicada, comenzó a guardar los documentos en su maletín y apenas prestó atención mientras se despedía de su abogado o del de Adrien Agreste.

Ella había intentado apartar los ojos de su esposo, el único hombre que había podido hacerle perder los nervios y turbar su mundo.

El hombre que ella había amado desde los trece años y que había sido su mejor amigo, quien también había resultado ser Chat Noir.

Marinette sintió un nuevo pinchazo en su pecho al recordar, una vez más, que ese día no solo se estaba divorciando del hombre que amaba, también lo hacía de su mejor amigo y su compañero de batallas. Y para acabarla de joder, incluso su jefe en la marca Agreste.

"Al menos hemos completado la mayor parte del trabajo con los abogados" Pensó ella durante aquella tarde nublada de verano, consciente de que solo quedaba pendiente la fecha de la vista con el juez para firmar el divorcio.

El acuerdo que ambos tenían era justo para los dos, algo nada fácil dada la fortuna de la familia de Adrien y el dinero que ganaban ambos en sus trabajos.

Pero ni siquiera habían tenido que discutir la disolución de sus bienes... Probablemente la primera vez que no habían discutido por algo.

Lo peor de todo sin embargo había sido saber qué sus kwamis volverían a separarse. Y ninguno de ellos quería perder a Plagg y Tikki, así que por fin, decidieron que cada uno se llevaría a sus kwamis y los dejarían visitar la casa del otro cada tanto tiempo.

¿Qué habrían hecho de haber tenido hijos? se preguntó Marinette con un amargo sabor de boca, torciendo la boca sin querer pensar en ello.

Sin desear pensar en esa herida abierta en un día tan espantoso... Pero no podía dejar de mirar el rostro de Adrien, a pesar de lo que le decía el sentido común.

Ella se levantó de la silla y vio a su todavía esposo, tan hermoso como era de costumbre. Siempre lo había sido. Con los ojos verdes como un par de esmeraldas y el cabello dorado, era la fantasía de cualquier mujer.

Y de inmediato recordó el como se conocieron en un día lluvioso como ese, pero pensar en ese día solo serviría para distraerla así que rápidamente intentó apartar esas ideas de su mente.

Tomando su maletín, empezó a planear todo lo que podría hacer de vuelta al trabajo el resto de la tarde. Claro que también podría trabajar por la noche, ahora que había vuelto al departamento que había tenido de soltera y no tenía a nadie que la esperase en casa.

Pensando en ello Marinette llegó a la puerta al mismo tiempo que Adrien y enseguida se sintió envuelta en su perfume.

Sonriendo de nuevo al saber que sabía mucho del que pronto sería su ex esposo, como por ejemplo que perfumes le gustaban, lo que le gustaba comer por las mañanas, las etiquetas de su ropa. Lo sabía todo. Salvo cómo hacerlo feliz.

Gracias, Adrien. -Marinette ni siquiera lo miró al decir aquello y la falda de su traje azul apenas rozándolo mientras pasaba a su lado le causo un temblor en el cuerpo.

¿Eso era todo? ¿Ya estaba? ¿Sólo un "gracias" y se marchaba? Si, eso era todo. Pensó ella mientras los tacones de sus zapatillas se escuchaban repiqueteando en el suelo cuando se dirigía al ascensor.

- Por el contrario, Gracias a ti, Mi lady. -sonrió con melancolía el rubio, dirigiéndose al ascensor de igual manera

Aún seguía amándola, lo sabía muy bien, la amaba y demasiado, pero por el bien de ella, tenía que dejarla ir.

Aparentemente, Marinette seguía sintiendo algo por Adrien además de la atracción física porque escuchar aquel apodo la alegró.

Y si bien no esperaba que lo celebrasen con champán, al menos le alegraba que eran capaces de despedirse educadamente.

Aunque la cortesía nunca había sido uno de sus puntos fuertes, ella no era de las que escapaban de un momento potencialmente contencioso.

Aun así Marinette sintió su cuerpo tensarse cuando entró al ascensor con él, apartando la mirada cuando lo sintió colocarse a su lado y mordiendose el labio inferior inquieta cuando los dos quedaron solos en el ascensor. En completo silencio.

Al notar el tenso ambiente y la perpleja incomodidad, Adrien no pudo evitar reír de manera dulce y encantadora.

- Lo... Lo siento. -se disculpó al notar la mirada curiosa de Marinette sobre él.

Es que me es extraño quedarme en silencio contigo. -confesó encogiéndose de hombros, recordando lo charlatán que solía ser con su compañera de batallas. - Necesito al menos reírme. -

"Para no llorar" pensó con sorna el hombre de mirada esmeralda.

- Si, yo... Esta bien, lo entiendo. -respondió ella nerviosa, tratando de sonreír e ignorar la opresión en su pecho. ¡Maldita fuera!

¿Cuánto tiempo tardaría en olvidar su vida con Adrien? Aquel amable adiós era lo mejor, pero estar encerrada junto a él la estaba matando de agonía. Necesitaba despedirse educadamente cuanto antes para terminar con aquel matrimonio.

- ¿Recuerdas cuando....? -sonrió con suavidad, mordiéndose el labio inferior, intentando nuevamente relajar el ambiente. - Cuando Luka se akumatizó y te quedaste sin voz. -soltó una risita. - No paraba de hablar. -admitió, encogiéndose de hombros. - Y es que... Era mi momento, no podrías regañarme por hablar ni aunque hubieras querido. -soltó triunfador y levemente nostálgico.

Marinette por su parte parecía no estar escuchando, pues no había respondido ni mostrado ningún cambio en su rostro. Demasiado herida con el divorcio como para lograr mostrarse amistosa.
amante
Al ver aquello, Adrien suspiró pesadamente, recargando su cabeza en el espejo del ascensor y decidiendo callarse.

- ¿Algo no ha ido como esperabas, Adrien? -preguntó ella, sin poder contenerse. Con un toque de amargura en su voz que se extendió a su pecho cuando emitió una risa baja y oscura, un triste eco de las deshinibidas carcajadas que solían escapar de su garganta cada vez que estaban juntos. - Esto es un divorcio, no una reunion social. -

- Y que lo digas, pero tampoco es como si quisiera ser tu enemigo. -se cruzó de brazos sin mirarla, completamente serio.

- De acuerdo, sé que no es como si no volvamos a hablarnos en la vida. Porque además de tener que volver a vernos en la fecha prevista para finalizar el divorcio, París no es lo suficientemente grande como para esquivarnos y vamos a encontrarnos, queramos o no. Sobre todo porque eres mi jefe y seguimos siendo equipo como héroes, pero espero que entiendas que eso no significa que podamos volver a ser amigos. -respondió ella, siendo completamente directa. - No somos enemigos, pero tampoco amigos. Solo... Compañeros. -sintió un pinchazo en su corazón al decir lo ultimo.

- Entendido, solo compañeros. -sonrió con amargura, observando luego como se abría el ascensor y saliendo de el apresurado, intentando no cruzar miradas con la mujer lo máximo posible.

Al verlo salir con tanta prisa Marinette se mordió los labios, si era sincera esperaba un confrontamiento, alguna pelea o reclamo como ya se estaba tornando usual en su relación. Pero al parecer Adrien estaba tan cansado como ella de eso.

"Tal vez deberíamos haber redactado unas reglas de comunicación en ese acuerdo" pensó ella con el corazón herido. Consciente de que iba a ser una tortura no decir nada más que un "Hola" y "Adiós" cada vez que se verían.

¿O sería que solo debían saludarse con la cabeza cada vez que se encontraran? sonrió para si misma con marcada ironía ante el pensamiento. Notando como apretaba el asa de su maletín sin darse cuenta antes de salir también del ascensor y caminar hasta la salida.

Parandose en la calle para esperar un taxi, pues no había llevado su auto aquel día ya que no se sentía con fuerzas ni para conducir. Ignorando como la lluvia comenzaba a mojarla.

De un momento a otro, y como si la lluvia le susurrara, la mujer dejó de sentir a las gotas mojarla, por lo cual, extrañada, observó una sombrilla de color negro cubrirla de la tormenta.

- Me ofrezco a llevarte. -habló el atractivo rubio mirándola con calidez. Con esta lluvia es difícil que un taxi venga a por ti... -suspiró pesadamente. - Tampoco quiero que pesques un resfriado, como bien dices, somos compañeros, y los compañeros se respaldan unos a otros... ¿no? -preguntó sonriendo con suavidad, una sonrisa que Marinette podía jurar que se perdería en el viento.

Inevitablemente Marinette se ruborizó, siendo demasiado consciente de la reacción de su propio cuerpo ante la cercanía, el contacto y el olor de la piel de Adrien, porque todo él en conjunto con su tierna acción la afectaban tanto que no sabía cómo controlar la atracción y el amor que aun sentía por él.

- Esta bien. -aceptó ella finalmente, tras meditarlo un momento y decidir que pese a la tensión entre ambos no quería enfermarse. Sintiendo los ojos de Adrien clavándose en ella tan brillantes como si pudiera leer su pensamiento. - Gracias... -agregó debilmente, desviando la mirada.

- De nada, Marinette. -le entregó la sombrilla, caminando con rapidez hacia el lujoso auto de color negro y entrando en el, observando como luego la azabache cerraba la sombrilla y lo imitaba, entrando como copiloto al auto.

- Igual lo lamento. -contestó Marinette, sintiendo un nudo en su garganta y ocultándolo de milagro. Tomada por las emociónes al estar de nuevo a solas junto a él

- Si, yo también. -murmuró por lo bajo, sin siquiera mirarla, mirando el paisaje mojado por la fría lluvia.

Era curioso, pensó Marinette mientras Adrien conducía. Su amor por él había comenzado bajo la lluvia y ahora terminaba del mismo modo, su matrimonio había comenzado en el asiento trasero de un auto y ahora terminaba también así.

Una sonrisa sutil se dibujo en los tentadores labios cereza de la azabache, recordando cuando se había escapado con Adrien Agreste a los dieciocho años a su primera cita de aniversario

. Todavía no habían llegado al hotel cuando las hormonas de ambos los habían hecho tomar una carretera vecinal para abrazarse y besarse con el frenesí del primer amor, para entregarse a sus cuerpos y a sus almas.

Ahora, siete años después y a punto de formalizar el divorcio, las hormonas y las emociones de nuevo la cegaban por algún motivo que no comprendía.

¿A que se debía el repentino calor en su cuerpo?

¿A la lluvia? ¿Al saber que pronto sería oficial su ruptura que tenía con el hombre que amaba?

¿O tal vez a lo casi exacta que le parecía aquella escena de aquella primera vez entre ambos?

No lo sabía, pero nerviosa comenzo a mordisquear su labio inferior. Esforzandose por ignorarlo.

Sin embargo, el adulto pudo notar perfectamente la excitación de quien aún era su esposa, después de todo, él era quien más la conocía en el mundo.

Conocía todo de ella, sabía cuando estaba triste, sabía cuando algo le molestaba, cuando algo la alegraba y cuando algo le parecía extraño, frustrante o difícil.

Así como también reconocía las actitudes que la azabache tomaba cuando comenzaba a excitarse, lo notaba por cómo apretaba sus muslos, por lo denso de su respiración, por el sonrojado en sus mejillas y por cómo no dejaba de mordisquearse el labio inferior.

Pero a pesar de saber todo aquello, por más tentador que le pareciera, era un adulto, no podía dejarse llevar como un tonto adolescente por las hormonas, tomar a aquella mujer que tanto amaba por voluntad propia.

Era un adulto, y tenía que comportarse como tal.
ladybug
Al darse aquella disciplina él mismo, no pudo evitar pensar ¿Era en esto en lo que se había convertido?

¿Que había pasado con su espíritu aventurero?

¿Que había pasado con aquel adolescente que tanto amaba a la vida?

¿Que había pasado con aquel amante desenfrenado que no le importaba ni siquiera la situación como para contenerse?

Se había convertido en el robot que su padre siempre quiso, aquel que jamás podría dejarse llevar por sus impulsos.

¿Eso es lo que había desenamorado a su esposa? ¿Eso fue en lo que falló?

Marinette por su parte intentó desesperadamente no mirarlo, pero su necesidad de ver aquel precioso rostro que siempre solía llenar de besos fue mas grande y se giró para mirarlo.

Encontrandose por error con aquellas preciosas esmeraldas que lograron estremecerla al ver un brillo de pena. Un brillo de vulnerabilidad de su ahora exageradamente estoico marido había hecho que le diese un vuelco el corazón.

Algo que por muy extraño que sonara también la había excitado. Así que intentando ser fuerte apartó la mirada y apretó aún más sus piernas, controlando su creciente ardor entre ellas.

- ¿Y Plagg que tal? -se obligó a preguntar, deseando distraer su mente con cualquier cosa pese a no desear hablar con él. Sonando para su desgracia demasiado acalorada.

- Triste. -suspiró pesadamente, sintiendo la culpa y la excitación atacarlo. - Extraña a Tikki, te extraña, y nos extraña juntos. -

- Tikki también esta triste por todo esto, piensa que esto es un error. Aunque si lo pensamos bien... Tú y yo ya nunca estabamos juntos. -respondió la azabache, manteniéndose firme en su lugar y evitando mirarlo. El error hubiese sido no separarnos. -agregó más para convencerse a si misma de ello que para él.

- ¿Sabes? Durante este tiempo sin ti... Pude descubrir que fue lo que falló. -sonrió con amargura, sintiendo luego la mirada de la azabache en él. - Fui yo... Fui yo quien realmente falló, no tú. -admitió, tragando grueso. - Me la pasé todo este tiempo culpándote a ti cuando en realidad, el único culpable fui yo. -se mordió el labio inferior. - Me dejé carcomer por el trabajo, por las exigencias de mi padre, me dejé manejar y manipular a su gusto... -apretó el volante con fuerza. - Me dejé distorsionar la personalidad sin siquiera luchar. -suspiró con pesar. - Me convertí en el robot que jamás quise convertirme, del cual siempre me resistía cuando era adolescente. -volvió a sonreír, con notorio dolor. - Me convertí en Adrien Agreste el 100% -se relamió los labios. - Dejé de vivir la vida como una aventura, dejé de complacerte con la misma fogosidad e imperfección que lo hacía, dejé de reír con sinceridad, dejé de sonreír sin esfuerzo, dejé mis chistes, dejé el vicio por los croissant, te dejé a ti. -sintió un nudo en su garganta al decir lo último. - Dejé de ser Chat Noir sin darme cuenta. -terminó por decir aquello que pensó que jamás admitiría. - Dejé de ser lo único que me hacía libre, lo único que mostraba quien soy, entregué el mando a Adrien Agreste y dejé que Chat Noir desapareciera, buscaba perfección, la buscaba como nunca cuando en realidad... Chat Noir hubiera preferido lo imperfecto. -sintió su cuerpo temblar. - Dejé de ser quien realmente soy y te implanté desconfianza... Eso es lo que realmente pasó en todo nuestro matrimonio, yo fui la espina en el y es una lástima que me haya dado cuenta cuando estuve firmando los primeros papeles. -

- La relación era de ambos, Adrien. No todo fue tu culpa. -comenzó a decir Marinette, sintiendo su corazón siendo estrujado sin piedad en el interior de su pecho. Algo demasiado desagradable que de cierta manera intentaba no dejar de sentir para no hacer alguna idiotez, como por ejemplo lanzarse sobre su marido al seguir todavia demasiado seducida por su presencia. - También me centré demasiado en todo menos en ti, porque tontamente pensé que eras mío y que no podía perderte. Me esforcé por defender París a tu lado, por ser la mejor diseñadora posible para tu padre, por ganarme un nombre en la industria de la moda. Y no fui capaz de notar tu cambio ni el mío, hasta que mis celos salieron a flote cada vez que te veía rodeado de modelos hermosas y otras mujeres, tan cariñoso y sonriente como ya no eras conmigo. -sonrió con amargura. Sintiendo su necesidad de estar con él volverse mas intensa ante el deseo de sentirlo suyo, solo suyo. Al menos por ultima vez.

- Tal vez tengas razón... -suspiró pesadamente. - Comencé a olvidar como merecías ser tratada, sin falsedad. -Adrien finalmente estacionó el auto frente al edificio donde ahora vivía la azabache. - Olvidé que también te habías enamorado de Chat Noir, no solo de Adrien. -la miró con una triste sonrisa. - Olvidé lo que era ser imperfecto y divertido, olvidé como tratarte para hacerte sentir amada. -se mordió el labio inferior. - Olvidé como tocarte para hacerte sentir única... Olvidé tocarte con imperfección y calor, comencé a tocarte como un robot buscando hacer su trabajo. -tragó grueso nuevamente. Cuando en realidad, necesitabas el calor de mis sentimientos. -recargó su cabeza en el asiento, mirando el vidrio de enfrente inundarse por la lluvia. - Olvidé que Chat Noir no hubiera accedido al pedido de divorcio, olvidé que en realidad él hubiera resistido e insistido a recuperarte, olvidé que él no se daba por vencido. -apretó su mandíbula con fuerza. - Pero solo puedo asegurarte algo... -sonrió con debilidad. - No hubo otra mujer en la que yo me interesara, siempre fuiste tú... Solo tú y nadie más en todo momento. -

marinette
- No sabes todo lo que sentía cuando estabas con ellas. -murmuró ella con un nudo en la garganta, mirando la ventanilla a su lado y relamiendose los labios. - Cuando besabas sus mejillas y les sonreías, cuando dejabas que se acercaran tanto y sabía lo facil que era que las desearas... Luego verte llegar a casa y no ser lo suficiente mujer para ti, para hacerte necesitarme. -suspiró temblorosamente. - Pero no quiero discutir mas sobre eso, Adrien. No hoy, no ahora. -agregó intentando controlar sus emociones. Sé que quieres tener nuestro contacto lo mas amable posible, pero no necesito de mentiras piadosas. Dejaste de amarme y ambos lo sabemos, suele pasar... Ahora seras libre. -

- No son mentiras piadosas. -negó con la cabeza, mirándola a los ojos. - Siempre fuiste más que suficiente para mi, siempre fuiste mi mayor... Admiración, mi mayor orgullo, mi mayor amor... Siempre fuiste demasiado. -llevó su mano al mentón de ella, levantándolo para que volviera a mirarlo al ver como ella había bajado la mirada. - Te deseaba, todo el tiempo, te amaba, todo el tiempo... Te necesitaba, cada segundo del día. -se acercó un poco. - Te extraño... -confesó, añorante. - Los 3600 segundos de cada 60 minuto de cada hora. -llevó su mano hacia las manos de ella. - Extraño sentir tu cuerpo desnudo, extraño sentir tu respiración en mi oído, extraño escucharte gemir, extraño escuchar que me amas. -le sujetó la mano, llevándola hacia sus labios y besándola con galantería, como alguna vez lo había hecho Chat Noir. - Entonces... En esta tarde lluviosa, diciéndote todo esto y a punto del divorcio final, quiero confesarte que te amo, jamás he dejado de hacerlo, quiero confesarte que te extraño, cada segundo de mis días, quiero confesarte que no he podido estar con otra mujer durante estos meses sin ti... No puedo olvidarte ni tampoco quiero hacerlo. -le besó la frente con ternura. - Eres mi mayor orgullo, mi mayor sueño, mi mayor fantasía, mi mayor felicidad y mi primer y único amor. -apretó su mano en un intento de callarse, pero no pudiendo hacerlo. - Te quiero de vuelta, pero sé que no me amas... Así que no puedo hacer nada. -sonrió con tristeza. - ¿Pero sabes que? No me importa. -le acarició los labios con su dedo pulgar. - Porque decidí que Chat Noir volverá, y si alguna vez pude tenerte mediante insistencia... -se relamió los labios. - No dejaré de insistir y luchar para que vuelvas a ser mía. -

- ¿Por qué, Adrien? ¿Por qué decides hacerme sentir así justo ahora? -preguntó Marinette en un murmullo, cerrando los ojos frustrada por el acelerado latir de su corazón mientras se dejaba acariciar. - ¡Esto es muy dificil para mi, no sabes cuanto! Fui yo quien decidió terminar, quien se arrancó el corazón y se tragó su dolor para pedirte el divorcio. Quien trató de hacer lo correcto y terminar con esto antes de conformarme con tu cercanía hasta que todo lo bueno que hemos tenido quedara cubierto por mas peleas y guerras estupidas. -llevó sus manos al rostro de Adrien para acariciarlo suavemente. - Así que dime, ¿Por qué decides volver a ser dulce ahora? ¿Por qué no buscas discutir conmigo ni te quejas o me ignoras? -preguntó mirándolo con lagrimas en sus ojos. - Yo también extraño a mi gatito, aun lo amo mas que a nada en el mundo y lo quiero de vuelta... Lo necesito conmigo y daría todo por volver el tiempo y sentirlo a mi lado al menos una vez mas. Siempre fastidiándome, apoyándome y mimándome, dándome su amor y haciéndome su mujer como si no existiera el mundo... Pero no me des falsas ilusiones. -suplicó sintiendo sus ojos cristalizándose. - No prometas cosas que no puedas cumplir.

- Soy tu gatito. -murmuró secándole las lagrimas con sus dedos pulgares. - Estoy de vuelta, lo prometo... Y no me iré de nuevo. -le besó la nariz con dulzura. - Así que no llores, Mi lady... Estoy para ti... Siempre lo estuve y siempre lo estaré. -se acercó a sus labios, temeroso. - Te amo más que a nada en el mundo, tú me haces sentir vivo con apenas una mirada, devoras mi sentido común y haces que me vuelva vulnerable. -le acarició el cabello con suavidad. - Quiero una familia contigo, quiero como diez hijos, quiero tu felicidad, te quiero a ti como la señora Agreste, no a otra. -confesó mientras se relamía los labios, recordando que ambos se cuidaban a la hora de tener relaciones para que no hubiera ningún accidente en una situación tan delicada como lo era el matrimonio en plena crisis, logrando hacer creer a los dos de que el otro no quería tener hijos, algo que no podía evitar pensar que era una total equivocación. - Mi única mujer en el mundo eres tú, Bugaboo... Solo tú, la dueña de mi corazón, de mi alma y de mi cuerpo. -

Dejándose llevar por el amor que invadía su pecho, Marinette unió sus bocas para fundirse en un necesitado contacto que dejaba ver todo el amor que había mantenido contenido en su corazón por él.

Temblando al saber que aquél era el beso de amor que había estado deseando durante tanto tiempo y teniendo la impresión de que por fin estaba en casa. Porque los labios de Adrien eran cálidos e invitadores, los labios de Adrien eran sus sueños, su vida y su hogar

. Los únicos que deseaba probar. Notando también como la tensión entre ambos no se había disipado aún, pero la oposición abierta había terminado y había sido sustituida por un fuerte deseo recíproco que no deseaba detener. Ya no más.

Adrien correspondió a aquel arrebato de pasión por parte de la azabache, acariciando su cintura con delicadeza y devorando sus labios con ansiedad, sintiéndose en libertad como hace mucho no se sentía, sintiéndose tan atrevido como Chat Noir al morder el labio inferior de la mujer con fuerza.

Conduce al callejón. -pidió Marinette ansiosa, suspirando sobre sus labios ante la osada acción antes de comenzar a repartir humedos besos desde la barbilla de su todavía esposo hasta su cuello. - Te quiero ahora. -agregó con la voz cargada de lujuria, tan directa como solía serlo antes cuando deseaba hacer el amor con él.

Miraculous ladybug
- Miau... Que ansiosa, Mi lady. -sonrió con perversidad el rubio, mirándola con un divertido cinismo y mordiendo su propio labio inferior.

- No creo ser la unica ansiosa aquí, minou. -soltó una sutil risita ella, acariciando el fuerte pecho del hombre y bajando su mano lentamente a su entrepierna. Logrando sentir su dureza y acariciándola.

- Siempre tan... Intuitiva. -gruñó por lo bajo, estremeciéndose por el cálido y dulce aliento de la mujer sobre sus labios, sujetando nuevamente las llaves del auto y prendiéndolo enseguida. - De ser posible, no te dejaré salir del auto, Señora Agreste. -le guiñó un ojo con coquetería, comenzando a dirigirse hacia el escondido callejón.

Deseando aliviar el calor que sentía entre sus piernas y calmar la explosión de sentimientos en su pecho, una vez se encontraron ocultos Marinette le echó los brazos al cuello de Adrien mientras se colocaba sobre su regazo, gimiendo al sentir su erección mientras las ventanillas cerradas por la lluvia ofrecían una intimidad adicional a su escondite. Notando como al igual que la pasión de ambos, la lluvia se convertía en una fuerte tormenta que golpeaba el techo del lujoso auto.

- ¿Señor Agreste? Se supone que estamos por divorciarnos. -le recordó Marinette, desatando su corbata pero dejándola alrededor de su cuello para tirar de él hacia ella y volver a besarlo con desesperación en los labios.

Corrección... Aún no hemos firmado el último papel del divorcio. -sonrió con arrogancia, terminando el beso y comenzando a besarle el cuello suavemente, llevando sus manos hacia los botones de la fina camisa blanca que llevaba la mujer, desabotonándolos lentamente para hacerse desear.

- Tú lo has dicho... Aún no. -respondió Marinette, respirando la colonia de Adrien y embriagandose con aquel aroma que le era tan familiar y que lograba enloquecerla. Dejándose hacer mientras tocaba la piel de su cuello y acariciaba con la avaricia de tomar todo lo que él pudiera ofrecerle, ansiosa después de meses sin su cuerpo. - La cita es para dentro de dos meses. -

- En dos meses pueden pasar... Muchas cosas. -murmuró sonriendo de manera ladina, con la codicia carcomiendo su cuerpo. - Muchas... Cosas... -repitió mientras le quitaba la camisa y la dejaba tan solo en aquel provocativo sostén de encaje negro.

- Como por ejemplo... ¿Cancelar nuestro divorcio? -preguntó Marinette, encadenando su mirada azulada a los ojos verdes de Adrien y notando como estos brillaban con el mismo incontenible deseo que los suyos. Suspirando maravillada por su contacto cuando lo sintió acariciar su espalda.

Exacto... -nuevamente besó sus labios con pasión, apegándola a su cuerpo con fuerza. - Como tambien... Dejarte embarazada. -le susurró al oído. - Podrías dejar de tomar las pastillas y yo... Sin protección. -sonrió con perversidad.

- ¿Y estás seguro de realmente querer eso? -preguntó ella riendo suavemente, con el flequillo de su cabello azabache cayendo sobre su rostro en un testimonio de las emociones que la dominaban.

Estremeciéndose por su cálido aliento y su pronfunda voz. - ¿Piensas que ya es el momento indicado? -

- Para mi... Es el mejor momento de todos. -murmuró sobre sus labios, lamiéndolos con suavidad. - Pero eso es si tú quieres... -

Un trueno retumbó en el cielo mientras Marinette tomaba el rostro de Adrien entre las manos, sus ojos azules lucían eléctricos y peligrosos.

Tan profundos y deseosos que lanzaban destellos que podrían rivalizar con los relámpagos. Luego una radiante sonrisa se dibujó en sus labios y comenzó a desabotonar ahora la camisa del rubio.

Todavía quiero tres hijos -murmuro ella con la voz ronca, poco a poco liberando la piel de Adrien ante sus ojos.

- Y yo todavía quiero dártelos. -sonrió con satisfacción, llevando sus manos hacia el broche del sostén de la mujer, sintiendo el libido dominar su cuerpo.

Gatito... No quiero separarme de ti. -confesó Marinette, inclinando la cabeza para besar, lamer y morder la sensible curva del cuello de su esposo. Consciente de lo que le gustaba y lo que lo hacía temblar. Consciente de aquello mejor que nadie. - Ya no puedo, te quiero conmigo... Hoy y siempre. -

- Yo también te quiero conmigo Marinette... -murmuró él estremeciéndose por aquellas dulces atenciones en su cuello. Te amo... Te amo tanto. -confesó mordiéndose el labio inferior, terminando de quitarle el sostén, lanzándolo por la parte trasera del auto. Prometo... Hacerte sentir la mujer más amada y deseada todos los días que pasen de tu vida, y jamás volver a descuidarte. -

Yo también te amo, Adrien. Te amo demasiado. -murmuró Marinette, tomando la cabeza de su esposo e inclinándolo sobre ella, ofreciéndole sus senos al sentirse libre del sostén. - Eres el hombre de mi vida, siempre los has sido y siempre lo serás. -

Adrien se mordió el labio inferior, accediendo en silencio a los pedidos de la mujer y comenzando a succionar su pezón derecho con fuerza.

Disfrutando de aquel contacto Marinette arqueó la espalda y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y suspirando.

Adrien siguió jugueteando con el pezón, rodeándolo en círculos con su lengua y mordiéndolo de vez en cuando.

- ¿Te gusta, princesa? -preguntó con la voz enronquecida por el deseo.

- Si, gatito... Me encanta. -admitió Marinette cuando sintió las atenciones de la boca de Adrien, sin poder controlar el deseo de restregarse sensualmente contra su dureza. Moviendo las caderas con fuerza entre sugestivos suspiros. - Tú me encantas, me enloqueces. -

- Lo sé. -sonrió de manera radiante, llevando sus manos hacia el firme y redondo trasero de ella, apretándolo con fuerza.

Sous la pluie - Adrinette
Marinette no dijo nada, aunque en otros momentos se hubiera reído y lo hubiera provocado, solo deslizó sus manos en un toque ansioso por la ardiente piel de su pecho.

Llegando hasta su pantalón y empezando a quitarle el cinturón con prisa, tocando por encima de la tela el duro bulto de su deseo y empujando contra la cremallera. Luego metió la mano y encontró el terciopelo de su erección para comenzar a acariciarlo.

- ¿Y a ti, mon chaton? ¿Te gusta esto? -pregunto ella, sacando su miembro del pantalón para acariciarlo mejor.

- S-Si... Agh... -se mordió el labio inferior, dejando de lamer el pezón de la mujer y echando su cabeza hacia atrás, sintiendo su cuerpo temblar de anhelo.

Sin dejar de mover su mano de arriba hacia abajo en el miembro de Adrien, la azabache continuó besando el cuello expuesto de su esposo. Sintiendo su intimidad humedecerse cada vez mas ansiosa de sentirlo.

Marinette... Te necesito. -gimió por lo bajo, llevando sus manos hacia los senos de ella y apretándolos con suavidad

¿Quieres entrar en mi, gatito? -preguntó ella, sin dejar de mover su mano y succionando suavemente su piel. - Dímelo, Adrien... Dime lo que quieres. -

- Si... Marinette, quiero entrar en ti.

-confesó mientras la miraba con los ojos turbados por el deseo.

- ¿Que tanto? -inquirió ella de nuevo, mordiendo sutilmente su cuello y lamiendo la zona afectada mientras acariciaba sus testículos.

- Mucho... -confesó mientras gruñía frustrado. - Venga Marinette, deja de hacerme desear... Te necesito. -hizo un puchero.

- ¿Y que pasa si lo hago? Quiero verte sufrir un poco, gatito. -admitió ella, volviendo a mover su mano de arriba hacia abajo sobre la virilidad de su esposo. Sintiendo su ardiente y palpitante piel en la palma.

Adrien mantuvo su puchero, para luego sonreír con perversidad y inmiscuir su mano dentro de la falda de la mujer, sujetando el elástico de la braga y arrancándola de un tirón, escuchando satisfecho el sonido de la tela desgarrándose.

Oops... Lo siento, fue un accidente. -fingió pena

- Joder, Adrien... Me gustaban esas bragas. -se quejo Marinette con la voz ronca, en un suave murmullo gracias a la cercanía mientras hacía un tierno puchero. - Espero que al menos valga la pena lo que me des. -una sonrisa perversa se apoderó de los labios de ella mientras lo sentía apartar a un lado el insignificante pedazo de seda que se había puesto bajo la falda para sentirse más como una mujer y menos como un fracaso en la relación más importante de su vida.

Siempre sin pensar que podrían terminar de aquella ardiente manera y consciente de que el rubio era ajeno a sus motivos para arreglarse aún más en aquellos momentos de su vida.

De igual forma, dejando de lado aquellos pensamientos Marinette tomó el palpitante miembro de Adrien y comenzó a frotarlo sobre su intimidad, haciéndolo sentir su humedad y su calor mientras gemía. Disfrutando de una intensa corriente eléctrica pasando por todo su cuerpo.

- Eres una mujer hermosa... Marinette, me encantas. -confesó mientras se mordía el labio inferior, acariciando la espalda desnuda de su mujer. - Y tú tranquila... Yo te complaceré. -murmuró sobre sus labios.

Marinette sonrió aún más y colocó el miembro de Adrien en la entrada de ella. Sintiéndolo empujar hacia arriba para entrar en su interior, hasta el fondo y de una sola estocada.

- Ahhh... Dios, te amo tanto Adrien. -gimió ella, moviendo sus caderas rápido, fuerte y sin vacilaciones, con un ritmo entrenado durante tantos años. Una sincronía que sólo ellos compartían en la cama.

- Yo también te amo... Marinette... -jadeó él por lo bajo, sujetándola de las caderas y moviendo su pelvis hacia ella, siguiendo sus movimientos mientras su cuerpo se estremecía de placer.

Marinette clavó las uñas en los hombros de Adrien mientras él la penetraba desde su posición, ambos moviendose con una urgencia tan poderosa como la tormenta que caía sobre París.

Luego la azabache movió las caderas en círculo, aprovechando cada sensación de aquel explosivo encuentro.

- Joder... Ya había olvidado lo grande que eres. -admitió ella jadeante, sintiéndolo embestirla de nuevo y arañando sus hombros.

- Y yo había olvidado lo bien que apretabas. -murmuró mientras no dejaba de penetrarla con fuerza, apretando sus caderas y ejerciendo un movimiento más intenso.

Las sacudidas de placer se abrían paso en el interior de Marinette, el deseo de llegar al orgasmo con Adrien era casi doloroso para ella.

Sentía su tierna carne abrirse para él, recibiéndolo en su interior una y otra vez. Tan grande y fuerte que pronto todo el interior del auto se llenó de sus gemidos, mezclándose con el sonido de sus pieles chocar.

- Eres tan hermosa... Bichito. -atrevido, le mordió el labio inferior a su esposa, estirándolo a medida que se alejaba y soltándolo luego de unos segundos, haciéndolo rebotar sensualmente mientras no dejaba de embestirla con ansiedad.

- ¿Y me seguirás amando cuando deje de serlo? -preguntó entre gemidos Marinette, subiendo las manos a los dorados cabellos de su esposo para acariciarlos. Encadenando la mirada de ambos con infinito amor, deseo y temor. - ¿Cuándo sea demasiado vieja y hacer esto pueda matarnos? -

Adrien soltó una risita, besándole los labios nuevamente y apegándola a su cuerpo.

- Siempre te amaré... No importa cuantas arrugas o estrías tengas. -confesó en su oído con infinito amor.
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- Y yo a ti... Siempre... Siempre te amaré. -juró Marinette, mordiendo y lamiendo el lóbulo de su oreja con sensualidad. Sabiendo que aunque apenas podía hablar, no lo decía solo con sus labios, sino que con todo su ser.

- Te amo tanto... -volvió a confesar, sintiendo una necesidad más allá de lo que se pueda explicar, sintiendo la necesidad de confesar a base de su corazón. - Te extrañé... -aceleró sus embestidas llenas de ansiedad.

- Y yo a ti, Adrien -admitió ella, moviéndose con mas fuerza que antes. - Ahhh...

Cada maldito segundo, era tu rostro y tu voz lo único que llegaba a mi mente. -confesó tomada por los sentimientos que comenzaban a explotar en su pecho. - Llenas mi mundo, mi cielo y no... No hay nadie más que tú que pueda hacerme feliz.

- Mi linda bichito... -sonrió complicado, sujetando sus caderas con fuerza y haciéndola mover aún más rápido.

- Ahhh... Mi bobo gatito-gimió Marinette acunando el rostro de Adrien y comenzando con un ardiente contacto de labios. Escuchando sus pieles chocar junto con el sonido de sus gemidos ahogados y sus bocas devorándose.

Adrien se mordió el labio inferior, aferrándola aún más a su cuerpo y arañando su espalda levemente, siguiendo con aquel ardiente beso y sintiendo como su cuerpo parecía a punto de explotar por las sensaciones que la mujer le otorgaba, complemente necesitado y desesperado de la azabache por aquel tiempo de abstinencia.

Adrien... No puedo... No puedo mas, voy a... -trató de avisar Marinette, tras varios minutos más sintiéndolo penetrarla con fuerza y rapidez. Notando como su cuerpo comenzaba a tensarse.

- Resiste un poco más... -pidió sin dejar de penetrarla esta vez con brusquedad, sintiendo la piel de gallina atacarlo sin piedad y ambos cuerpos pegándose sudorosos.

Tras unos momentos llenos de jadeos, gemidos e imploraciones, ambos sintieron como sus cuerpos comenzaban a temblar mientras se movían de forma sincronizada, indicando que el orgasmo estaba próximo.

- Ahhh... Joder... Marinette. -gruñó por lo bajo, apretando aún más el cuerpo de la mujer contra él.

- Ahhh... A-Adrien... -logró gemir ella, casi en un grito de placer cuando finalmente llegó al orgasmo. Sintiendo todo su cuerpo temblar mientras sus fluidos mojaban el miembro de su esposo, cerrando los ojos y aferrándose a él como si su vida dependiera de ello.

- Mon amour... -le susurró al oído en un seductor suspiro, mordiendo luego con fuerza el cuello de la mujer al sentir su miembro palpitar entre fuertes embestidas y terminando dentro de ella luego de unos minutos de espera, llenando el interior de su esposa y sintiendo como las paredes internas de la fémina lo apretaban con fuerza.

Dios... Te amo tanto, Adrien. -suspiró Marinette agotada. Dejándose caer sobre su esposo, con sus cuerpos aun sacudidos por los espasmos de placer en ambos. Escuchando como en el interior del auto sólo podían oírse sus jadeos acompañados por los del rubio y el golpeteo de la lluvia sobre los cristales. - Hoy y siempre... Te amo. -

- Yo también te amo, Marinette... -confesó él completamente agitado, abrazando con cariño a la azabache. Eres el amor de mi vida, eres mi lady... -sonrió con suavidad. - Yo prometí en los votos que te amaría por el resto de nuestras vidas y eso es lo que voy hacer. -

Marinette levantó el rostro y lo miró con gran ternura, luego sus labios se unieron a los de Adrien de una manera muy diferente a como lo habían hecho antes.

Sus labios eran exigentes, tiernos y posesivos, pero suaves, devotos y cargados de amor. Tras aquellas palabras entre ambos el éxtasis era mas intenso y maravilloso que antes, de alguna manera casi mágico.

Ella sentía como algo glorioso recorría su cuerpo, era como despertar de una horrible pesadilla y escucharlo decir cosas que nunca pensó volver a escuchar de él. Era como volver a soñar y encontrar lo único que realmente deseaba.

Y era curioso, pensó ella, pues ella se había enamorado de él bajo la lluvia, su relación había iniciado bajo la lluvia, habían entregado sus cuerpos por primera vez en un día lluvioso y ahora, volvian a unir sus corazones, sus vidas, sus cuerpos y sus almas bajo la lluvia. Esta vez para siempre.


Fin

ladybug
marinette

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