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Después de la orgia, lo que quedaba por hacer al dÃa siguiente era limpiar todo el desmadre que se habÃa hecho en la plaza principal. Debido a esto, un ejército de personas habÃa salido desde la mañana para recoger la basura y llevar los platos a lavar. Las grandes mesas fueron retiradas y hasta los últimos adornos se volvieron a guardar dentro de las bodegas para el siguiente año.
--
Una de las mujeres fémina máster estaba ayudando con unos jarrones llenos de flores secas de nen. Yo la conocÃa. Era la señora Lai, una mujer de unos cuarenta años que echaba llena de experiencias y era maestra de la escuela de la comunidad. Se le conocÃa porque era estricta y la ponÃan siempre a cargo de los grupos problemáticos. Especialmente de aquellos depredadores que no respetaban las normas de Erina.
Últimamente la matriarca habÃa mandado a decapitar a todos los prisioneros que no podÃan ser reubicados y devueltos al camino de la sexualidad sana.
—Hola, maestra. Tiempo sin verla —en mis tiempos de niñez, la señora Lai me habÃa mostrado muchas cosas sobre mi cuerpo y me ayudó en la difÃcil transición de niña a adolescente. Después de ella, mamá se habÃa encargado de mi entrada al mundo adulto a través del ritual. Por lo tanto la señora Lai era como mi segunda madre.
—¿Qué hay, querida? ¿Disfrutaste anoche?
—Perdà la cuenta de todo el semen que tragué, pero he de decir que sus clases sobre felaciones me sirvieron mucho.
—Eras la mejor de la clase, aunque últimamente tu hermana Jeneh está superando ese puntaje
SonreÃ
—¿Tan buena es la boca de Jeneh?
No sabÃa si sentirme orgullosa o no.
—Tiene mucha dedicación.
—Gracias por todo. Un gusto verla maestra.
Me di la vuelta para seguir mi camino, pero de repente oà el sonido de la piedra rompiéndose y el grito de la señora Lai. El jarrón de flores se le habÃa caÃdo y un fragmento de piedra le habÃa golpeado el pie.
Corrà hacia ella al mismo tiempo que todas sus estudiantes, quienes también estaban ayudando con las labores de limpieza. Las chicas sirvieron de apoyo a su maestra para levantarse. Una guardia que habÃa visto el accidente vino hacia nosotras y examino el pie de la señora Lai, que no dejaba de llorar por el dolor. El desgarro de la piel revelaba una fea herida sangrante.
—Eso necesita un apotecario —dijo la guerrera.
—Pero… mis clases.
—Maestra, no podrá ir a la escuela asÃ. Vamos a que le vean la herida.
Las jóvenes torcieron el gesto al ver que no tendrÃan escuela.
—Espera —dijo Lai —Katrina, tú puedes dar la clase por mÃ. Solo hoy.
—Ah... Pero ¿qué tema es?
—Masturbación femenina y masculina.
—Bien... — la idea no me terminaba de gustar. Pero le debÃa mucho a la señora Lai.
Acabé aceptando, aunque sin muchas ganas. Necesitaba ayuda para ello, asà que cuando le dije a Jeneh, parecÃa muy contenta por tener que abandonar las clases de costura que mamá le estaba dando. Se puso una bonita minifalda y salió conmigo en dirección a la escuela.
—¿A dónde van? — pregunto Reynard cuando venÃa para la casa. Jeneh corrió hacia su papá y le dio un tierno beso en la boca.
—Iremos a hacerla de maestras.
—Ah, perfecto. No tengo nada por hacer. Les acompaño, chicas.
De todos modos Ãbamos a necesitar un hombre, asà que aceptamos que el viniera con nosotras.
La escuela era un edificio de tres niveles, y además de que se impartÃan matemáticas, lenguaje, salud y religión, también servÃa como un pequeño hospital para que las estudiantes pudieran poner en práctica sus habilidades.
En seguida se hizo evidente la cantidad de personas que asistÃan, pese a que la fiesta les daba la oportunidad de faltar a clases si asà lo querÃan. Si he de ser sincera, preferirÃa estar aquÃ, que recogiendo basura por doquier.
El salón de la maestra Lai estaba un poco alterado en cuanto llegamos. Veinte estudiantes. Diez chicos y diez chicas platicando y alguno que otro coqueteando entre sÃ. Todos nos miraron con interés en cuanto llegamos, y se apresuraron a sentarse en sus tapetes sobre el suelo de piedra pulida.
—Bueno… la maestra Lai tuvo un pequeño accidente, asà que no vendrá.
—¿Está bien? —preguntó una joven, a la que reconocà por ser la rubiecita que, durante la fiesta, estuvo insistiendo en practicar sus habilidades bucales con el modelo.
—¿Tu nombre? —preguntó Jeneh.
—Kerry…
—Bueno, Kerry, ella está bien, asà que por hoy, mi hermana y yo nos haremos cargo de la clase.
—De acuerdo… —dije yo, tomando el control antes de que los chicos se comieran a mi hermana con la mirada—. Vamos a comenzar.
Era bueno que estuvieran en un grupo con igual hombres y mujeres, asà que les pedà a los chicos que se pusieran en parejas. No tardaron en elegir, aunque algunas de las nenas estuvieron peleadas entre los hombres. Reynard tuvo que intervenir para calmarlos, y ya que él usó su tono autoritario y sensual, nadie le reclamó nada.
Lo primero era la masturbación por sexos. Jeneh se sentó frente a un grupito y Reynard frente a otro. Ambos abrieron sus piernas, exponiendo una rosada conchita y unos huevos hinchados respectivamente. Al ver a Reynard, se me antojó, he de decir, y por lo visto, a las chicas de la clase también. Kerry sonrió coqueta, y como era la única rubia del grupo, destacaba del resto del salón.
Jeneh empezó mostrando las partes de su coñito, aunque en realidad, todas ya se conocÃan. Mientras ella daba las clases más didácticamente y yo vigilaba, Reynard estaba riéndose de lo lindo con los muchachos y bromeando acerca de cosas de hombres.
—Atención —les dije para calmarlos.
Las jóvenes se abrieron de piernas, mostrando una generosa cantidad de deliciosas vaginas. Por estética y salud, todas estaban depiladas al mÃnimo, por lo que no habÃa nada ocultando la preciosa raja cerrada de ese grupo de vÃrgenes señoritas. Jeneh disfrutó de la vista, y pidió una voluntaria, que obviamente fue la tierna de Kerry. Pasó al frente, y colocándose detrás, Jeneh comenzó a masturbarla.
—Vean cómo se hace y háganlo entre ustedes.
Obedeciéndola, las chicas se pusieron en parejas y cada una imitó los movimientos masturbatorios de Jeneh. Dedos largos se deslizaban alrededor del clÃtoris de sus compañeras. Quienes estaban siendo masturbadas comenzaron a reÃr de gozo y curiosidad. A Kerry se le subieron los colores al rostro en tanto mi hermana le daba besos en el cuello para excitarla, algo que las otras estudiantes repitieron con sus respectivas parejas.
—Abran los labios con sus dedos, asÃ, y expongan todo.
—¿As� —preguntó una linda morena de trenzas, separando la vulva de su amiga.
—Exacto. Ahora que ya vieron, háganlo de forma individual hasta correrse.
—¿Solas?
—SÃ.
Las chicas se echaron para atrás, abriendo las piernas y formaron un cÃrculo entre ellas. Luego, cada una comenzó con sus respectivos ejercicios, mientras Jeneh supervisaba todo, dirigiendo manos que se resbalaban y tocando sin pena las lindas vaginitas que se exponÃan ante ella. Comprobó el sabor de los jugos y el tamaño de los sexos en cuanto al clÃtoris.
—Tú eres estudiante —le dijo Kerry, que se estaba sobando los pechos.
—SÃ, pero soy de un grado mayor. PellÃzcate los pezones —le sugirió.
Sonreà al ver la dedicación de mi hermana y fui con Reynard, cuyos estudiantes se divertÃan estirándose las pijas arduamente. Era divertido para mà ver tantas pollas deliciosas de diferentes tamaños dándole rico a la masturbación, con sus huevos moviéndose fuertemente y los glandes rosados como setas.
—Lo hacen bien estos chicos —dijo Reynard, sonriendo.
—De seguro ya tienen bastante práctica —les guiñé a un ojo.
Tras un rato, una por una, las nenas se fueron corriendo. Los gemidos aumentaron, algunas se reÃan y otras simplemente parecÃan más relajadas. Se miraban con interés y les lanzaban miradas a los muchachos.
—Bien —dijo Reynard, —vengan a beber.
Y gateando rápidamente, las chicas se colocaron una de las pollas en la boca y mamaron durante unos segundos hasta el semen de los chicos salió en gran cantidad, aterrizando justo sobre sus lenguas.
—Tragenlo —dije a todas cuando vi que una joven lo quiso escupir.
—Quiero más —soltó Kerry, con la boca manchada de blanco.
—Yo no quiero… —chilló una muchacha de pelo lacio llamada Dala, que tenÃa un buen trago de leche en la boca.
—Pues dámelo a mà —dijo Kerry.
—Toma, abre… ya no puedo más.
Y de la forma más sexi posible, Dala vació una rica y caliente mezcla de semen con saliva dentro de la boca de la joven Kerry. A esta no pareció importarle mucho, y se dedicó a saborearlo y a tragarlo sin ningún problema. Luego fue buscando qué otro chico no habÃa terminado, u otra de sus compañeras para que compartiera un poco.
—Ya, fue suficiente. LÃmpiense —ordené. Algunas de ellas lamieron a sus amigas en la boca. Otras simplemente se quitaron los restos con la boca y comieron lo sobrante. Era una imagen tierna hasta cierto punto.
—¿Qué sigue ahora? —preguntó Dala, poniéndose sus pequeños lentes. En realidad Dala era muy hermosa, con ojos azules y una boquita rosada. TenÃa pintas de ser una chica rara, de aquellas que les da miedo el sexo. No asà Kerry, que destacaba no sólo por su inusual apariencia rubia, sino por su erotismo con el que habÃa nacido.
—Vamos a ver… no recuerdo bien.
—Masturbación oral —dijo Reynard.
—Ah, claro. Muy bien, elijan parejas.
Kerry, moviéndose coquetamente (ya todas estaban desnudas) se aproximó a Reynard.
—¿Me enseñarÃas?
—Oye, es mi papá —advirtió Jeneh —, y no lo presto.
—Oh, vamos —le dije a Jeneh.
—SÃ, vamos. Todo sea por la educación.
Aunque hizo un mohÃn, al final mi hermanita aceptó.
Asà pues, un pobre chico se quedó sin pareja. Triste, se fue a sentar a un rincón mientras todos los demás asumÃan una posición del 69, con las chicas arriba, por supuesto. La primera en gemir fue Kerry, a quien Reynard le estaba destrozando el coño con su gran experiencia en el arte del sexo oral. La joven no sabÃa si reÃr o gemir. PerdÃa la concentración, además de que su quijada se dilataba al tener que engullir el glande excesivamente enorme para ella.
Las otras chicas comÃan polla sin mucho esfuerzo. Era como un acto mecánico. Seguro habÃan visto a sus madres hacerlo cientos de veces, asà que tenÃan nociones de ello.
Me acerqué a Dala, quien estaba luchando por meterse un miembro largo a la boca.
—¿Todo bien? —le pregunté, y me miró sin sacarse el pene de la boca. Asintió—. Tienes que disfrutarlo, querida.
—Lo hago.
—No me parece. ¿Todo bien allá atrás?
—Es que… no me siento muy excitada. No sé por qué.
—Ni siquiera está bien mojada —se quejó su compañero.
—¿No serás lesbiana?
—No lo sé.
—Mmm… probemos. Jeneh, ven acá.
Convencà a mi hermanita de practicar con la chica, y asà lo hizo. Rápidamente se acomodaron, con Jeneh arriba esta vez. Al dejar caer su culo sobre la boca de Dala, esta comenzó a chuparle el coño con mayor fuerza. Jeneh arqueó una ceja, y luego sonrió mientras se pasaba la lengua por los labios.
—Oh… lo hace bien —dijo en medio de una risa.
—Creo que disfruto esto más —confesó Dala, acariciando las redondas nalgas de mà hermana. Eso significaba que era algo más lesbiana de lo esperado.
Con el tiempo, los chicos fueron corriéndose en las bocas de las muchachas y viceversa. Inspeccioné a cada una, asegurándome de que lo hicieran bien. Chorros de semen surgieron de las hinchadas pollas y llenaron las gargantas de las lindas estudiantes. Quien tuvo problemas fue Kerry, cuando ya no pudo contener la tremenda bola de leche que fluyó hacia su garganta y tuvo que desbordarla por la comisura de su boca.
—Ah… está muy caliente —exclamó, limpiándose con el dorso de la mano y sonriendo.
—Y sabes delicioso —dijo Reynard, ganándose una mirada acusatoria de parte de su adorada Jeneh.
Sin que tuviera que decir nada, las jóvenes se arrodillaron frente a los muchachos y comenzaron a limpiarles todo con la lengua. Recorrieron los grandes testÃculos y también las puntas de los glandes, mientras los deslizaban por toda su cara como si se estuvieran acariciando con un paño de seda. Era hermoso verlos asÃ.
Dala tenÃa ciertos problemas ahora que la habÃa puesto a seguir con los ejercicios. No asà Kerry, que chupaba con alegrÃa el pene semierecto de Reynard. Se acariciaba los pequeños pechos y el vientre, resbalando sus manos hasta su coño y estimulando su clÃtoris con sus largos dedos. La cabellera dorada se le movÃa rÃtmicamente a la par de sus engullidas veloces.
—Oye —dijo Jeneh a mis oÃdos —, esa chica me cae mal. ¿Qué se está creyendo?
—Déjalo. Revisa a los demás. Iré a ayudar a Dala.
Arrodillándome junto a la pelinegra de lentes, tomé el pene del chico para que estuviera firme.
—AsÃ… tienes que abrir bien la boca y dejar que resbale.
Le mostré cómo, dándole un par de chupadas a la rica polla del muchacho. Una vez terminada mi demostración, le dejé a ella continuar. La carne entraba de forma lenta por su garganta, inflando sus mejillas cuando las rosaba contra la parte trasera de estas.
—Respira cuando la saques —aconsejé. Dado que Dala parecÃa ser lesbiana, me aventuré a ponerme sus pechos dentro de la boca. TenÃa los senos más grandes de todas las de la clase, con un par de bellas puntitas marrón claro, que en esos momentos estaban un poco duras al tacto. DebÃa ser una copa D o algo asÃ, lo cual quedaba atractivamente delicioso en alguien con un rostro tan inocente como el de ella.
Además, olÃa bien. Lamà toda el área del pezón hasta embarrarlo de saliva. Ella gimió y comenzó a mamar con más velocidad, puesto que ya se encontraba excitada a un nuevo nivel gracias a mi lengua. Le acaricié el pelo, ondulándoselo y tirando de él.
—Aquà viene… —dijo el chico.
—Trágalo —ordené a Dala, y ella asà lo hizo. Noté cómo la polla se convulsionaba al echar sus calientes jugos dentro de la garganta de Dala. De todos modos no era mucha, ya que él ya habÃa eyaculado antes.
Dala se aguantó el proceso, comiendo el simiente de su compañero. Finalmente éste se tiró al piso para descansar, y la chica quedó arrodillada con las manos en sus muslos y recuperando la energÃa y el aliento.
—Eso… me gustó más, maestra.
—Oh, no soy maestra. Soy una suplente —le di un par de deliciosos besos en la boca para calmarla. La tomé de la mano y la llevé a un rincón —Kerry, ven acá.
—¿Qué?
—Ayúdale a correrse.
—¿Cómo? —preguntó sorprendida.
—Tú sabes. Anda, abre —le pedà a Dala, y ella, con vergüenza, se apoyó en la pared y abrió sus piernas como pétalos de flor. Su clÃtoris estaba un poco hinchado. Kerry arrugó las cejas.
—¿Tengo qué hacerlo?
—SÃ. Puntos de participación.
—Ash… bueno —suspiró y sin decir nada más, pegó su boca a los genitales de su compañera. Dala dio un respingo y sonrió luego, excitándose más y más a medida que una boquita femenina le comÃa la concha.
Jeneh habÃa recuperado el control de su papá, y mamaba su miembro frente a las jóvenes que miraban incrédulas como una muchacha como ella podÃa engullir tremendo falo dentro de una boca reducida. Por supuesto, la saliva de mi hermanita resbalaba a grandes chorros por todo el tronco, manchando los huevos de Reynard.
Las estudiantes quisieron practicar, pero los chicos necesitaban un descanso con urgencia luego de haberse corrido tanto.
—Deja que practiquen con Reynard.
—Bien, formen una fila —dijo Jeneh, y las nenas se acomodaron en una fila. Me extrañó que siendo tan buenas en esto, todavÃa no tuvieran la iniciación.
Una por una, durante cinco minutos, se les permitió mamar a Reynard. Cada una haciéndolo de modo diferente, claro. Algunas lograban sólo la mitad, mientras que unas se la comÃan entera. Cuando el tiempo acababa, tenÃamos que despegar a la otra como una ventosa, y dejar que la siguiente chica hiciera su trabajo. Reynard estaba en las nubes, disfrutando de múltiples bocas que le chupaban el miembro.
Cuando llegó la última, se corrió y dejó que el semen le embarrara el vientre y las piernas. Todas sonrieron al ver como salÃan los chorros de unos huevos que previamente ya habÃan dado semen. Asà pues, con permiso de Jeneh, varias lenguas se pegaron en Reynard, que abrió las piernas para darles espacio y comenzó a reÃr y a gemir cuando ocho bocas le ensalivaron toda la entrepierna. casi se volvió a correr sobre ellas.
Sudados y satisfechos, los muchachos volvieron a sus lugares y la clase de masturbación terminó por ese dÃa.
Saliendo de la escuela, Jeneh se sentÃa ciertamente molesta con su papá. Los celos de una chica que reclama a un hombre como de su propiedad eran de temer. A mà me daba gracia la situación verlos caminar uno junto al otro, intentando no hablarse pero perdiendo en su intento. Riendo, me metà entre ellos y los abracé.
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He estado investigando ciertas culturas cuyas prácticas sexuales son interesantes XD. el mundo de la sexualidad es tan hermoso... por cierto, gracias por leer. Comenten y puntuen si les gustó. espero hayan disfrutado de la lectura
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Después de la orgia, lo que quedaba por hacer al dÃa siguiente era limpiar todo el desmadre que se habÃa hecho en la plaza principal. Debido a esto, un ejército de personas habÃa salido desde la mañana para recoger la basura y llevar los platos a lavar. Las grandes mesas fueron retiradas y hasta los últimos adornos se volvieron a guardar dentro de las bodegas para el siguiente año.
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Una de las mujeres fémina máster estaba ayudando con unos jarrones llenos de flores secas de nen. Yo la conocÃa. Era la señora Lai, una mujer de unos cuarenta años que echaba llena de experiencias y era maestra de la escuela de la comunidad. Se le conocÃa porque era estricta y la ponÃan siempre a cargo de los grupos problemáticos. Especialmente de aquellos depredadores que no respetaban las normas de Erina.
Últimamente la matriarca habÃa mandado a decapitar a todos los prisioneros que no podÃan ser reubicados y devueltos al camino de la sexualidad sana.
—Hola, maestra. Tiempo sin verla —en mis tiempos de niñez, la señora Lai me habÃa mostrado muchas cosas sobre mi cuerpo y me ayudó en la difÃcil transición de niña a adolescente. Después de ella, mamá se habÃa encargado de mi entrada al mundo adulto a través del ritual. Por lo tanto la señora Lai era como mi segunda madre.
—¿Qué hay, querida? ¿Disfrutaste anoche?
—Perdà la cuenta de todo el semen que tragué, pero he de decir que sus clases sobre felaciones me sirvieron mucho.
—Eras la mejor de la clase, aunque últimamente tu hermana Jeneh está superando ese puntaje
SonreÃ
—¿Tan buena es la boca de Jeneh?
No sabÃa si sentirme orgullosa o no.
—Tiene mucha dedicación.
—Gracias por todo. Un gusto verla maestra.
Me di la vuelta para seguir mi camino, pero de repente oà el sonido de la piedra rompiéndose y el grito de la señora Lai. El jarrón de flores se le habÃa caÃdo y un fragmento de piedra le habÃa golpeado el pie.
Corrà hacia ella al mismo tiempo que todas sus estudiantes, quienes también estaban ayudando con las labores de limpieza. Las chicas sirvieron de apoyo a su maestra para levantarse. Una guardia que habÃa visto el accidente vino hacia nosotras y examino el pie de la señora Lai, que no dejaba de llorar por el dolor. El desgarro de la piel revelaba una fea herida sangrante.
—Eso necesita un apotecario —dijo la guerrera.
—Pero… mis clases.
—Maestra, no podrá ir a la escuela asÃ. Vamos a que le vean la herida.
Las jóvenes torcieron el gesto al ver que no tendrÃan escuela.
—Espera —dijo Lai —Katrina, tú puedes dar la clase por mÃ. Solo hoy.
—Ah... Pero ¿qué tema es?
—Masturbación femenina y masculina.
—Bien... — la idea no me terminaba de gustar. Pero le debÃa mucho a la señora Lai.
Acabé aceptando, aunque sin muchas ganas. Necesitaba ayuda para ello, asà que cuando le dije a Jeneh, parecÃa muy contenta por tener que abandonar las clases de costura que mamá le estaba dando. Se puso una bonita minifalda y salió conmigo en dirección a la escuela.
—¿A dónde van? — pregunto Reynard cuando venÃa para la casa. Jeneh corrió hacia su papá y le dio un tierno beso en la boca.
—Iremos a hacerla de maestras.
—Ah, perfecto. No tengo nada por hacer. Les acompaño, chicas.
De todos modos Ãbamos a necesitar un hombre, asà que aceptamos que el viniera con nosotras.
La escuela era un edificio de tres niveles, y además de que se impartÃan matemáticas, lenguaje, salud y religión, también servÃa como un pequeño hospital para que las estudiantes pudieran poner en práctica sus habilidades.
En seguida se hizo evidente la cantidad de personas que asistÃan, pese a que la fiesta les daba la oportunidad de faltar a clases si asà lo querÃan. Si he de ser sincera, preferirÃa estar aquÃ, que recogiendo basura por doquier.
El salón de la maestra Lai estaba un poco alterado en cuanto llegamos. Veinte estudiantes. Diez chicos y diez chicas platicando y alguno que otro coqueteando entre sÃ. Todos nos miraron con interés en cuanto llegamos, y se apresuraron a sentarse en sus tapetes sobre el suelo de piedra pulida.
—Bueno… la maestra Lai tuvo un pequeño accidente, asà que no vendrá.
—¿Está bien? —preguntó una joven, a la que reconocà por ser la rubiecita que, durante la fiesta, estuvo insistiendo en practicar sus habilidades bucales con el modelo.
—¿Tu nombre? —preguntó Jeneh.
—Kerry…
—Bueno, Kerry, ella está bien, asà que por hoy, mi hermana y yo nos haremos cargo de la clase.
—De acuerdo… —dije yo, tomando el control antes de que los chicos se comieran a mi hermana con la mirada—. Vamos a comenzar.
Era bueno que estuvieran en un grupo con igual hombres y mujeres, asà que les pedà a los chicos que se pusieran en parejas. No tardaron en elegir, aunque algunas de las nenas estuvieron peleadas entre los hombres. Reynard tuvo que intervenir para calmarlos, y ya que él usó su tono autoritario y sensual, nadie le reclamó nada.
Lo primero era la masturbación por sexos. Jeneh se sentó frente a un grupito y Reynard frente a otro. Ambos abrieron sus piernas, exponiendo una rosada conchita y unos huevos hinchados respectivamente. Al ver a Reynard, se me antojó, he de decir, y por lo visto, a las chicas de la clase también. Kerry sonrió coqueta, y como era la única rubia del grupo, destacaba del resto del salón.
Jeneh empezó mostrando las partes de su coñito, aunque en realidad, todas ya se conocÃan. Mientras ella daba las clases más didácticamente y yo vigilaba, Reynard estaba riéndose de lo lindo con los muchachos y bromeando acerca de cosas de hombres.
—Atención —les dije para calmarlos.
Las jóvenes se abrieron de piernas, mostrando una generosa cantidad de deliciosas vaginas. Por estética y salud, todas estaban depiladas al mÃnimo, por lo que no habÃa nada ocultando la preciosa raja cerrada de ese grupo de vÃrgenes señoritas. Jeneh disfrutó de la vista, y pidió una voluntaria, que obviamente fue la tierna de Kerry. Pasó al frente, y colocándose detrás, Jeneh comenzó a masturbarla.
—Vean cómo se hace y háganlo entre ustedes.
Obedeciéndola, las chicas se pusieron en parejas y cada una imitó los movimientos masturbatorios de Jeneh. Dedos largos se deslizaban alrededor del clÃtoris de sus compañeras. Quienes estaban siendo masturbadas comenzaron a reÃr de gozo y curiosidad. A Kerry se le subieron los colores al rostro en tanto mi hermana le daba besos en el cuello para excitarla, algo que las otras estudiantes repitieron con sus respectivas parejas.
—Abran los labios con sus dedos, asÃ, y expongan todo.
—¿As� —preguntó una linda morena de trenzas, separando la vulva de su amiga.
—Exacto. Ahora que ya vieron, háganlo de forma individual hasta correrse.
—¿Solas?
—SÃ.
Las chicas se echaron para atrás, abriendo las piernas y formaron un cÃrculo entre ellas. Luego, cada una comenzó con sus respectivos ejercicios, mientras Jeneh supervisaba todo, dirigiendo manos que se resbalaban y tocando sin pena las lindas vaginitas que se exponÃan ante ella. Comprobó el sabor de los jugos y el tamaño de los sexos en cuanto al clÃtoris.
—Tú eres estudiante —le dijo Kerry, que se estaba sobando los pechos.
—SÃ, pero soy de un grado mayor. PellÃzcate los pezones —le sugirió.
Sonreà al ver la dedicación de mi hermana y fui con Reynard, cuyos estudiantes se divertÃan estirándose las pijas arduamente. Era divertido para mà ver tantas pollas deliciosas de diferentes tamaños dándole rico a la masturbación, con sus huevos moviéndose fuertemente y los glandes rosados como setas.
—Lo hacen bien estos chicos —dijo Reynard, sonriendo.
—De seguro ya tienen bastante práctica —les guiñé a un ojo.
Tras un rato, una por una, las nenas se fueron corriendo. Los gemidos aumentaron, algunas se reÃan y otras simplemente parecÃan más relajadas. Se miraban con interés y les lanzaban miradas a los muchachos.
—Bien —dijo Reynard, —vengan a beber.
Y gateando rápidamente, las chicas se colocaron una de las pollas en la boca y mamaron durante unos segundos hasta el semen de los chicos salió en gran cantidad, aterrizando justo sobre sus lenguas.
—Tragenlo —dije a todas cuando vi que una joven lo quiso escupir.
—Quiero más —soltó Kerry, con la boca manchada de blanco.
—Yo no quiero… —chilló una muchacha de pelo lacio llamada Dala, que tenÃa un buen trago de leche en la boca.
—Pues dámelo a mà —dijo Kerry.
—Toma, abre… ya no puedo más.
Y de la forma más sexi posible, Dala vació una rica y caliente mezcla de semen con saliva dentro de la boca de la joven Kerry. A esta no pareció importarle mucho, y se dedicó a saborearlo y a tragarlo sin ningún problema. Luego fue buscando qué otro chico no habÃa terminado, u otra de sus compañeras para que compartiera un poco.
—Ya, fue suficiente. LÃmpiense —ordené. Algunas de ellas lamieron a sus amigas en la boca. Otras simplemente se quitaron los restos con la boca y comieron lo sobrante. Era una imagen tierna hasta cierto punto.
—¿Qué sigue ahora? —preguntó Dala, poniéndose sus pequeños lentes. En realidad Dala era muy hermosa, con ojos azules y una boquita rosada. TenÃa pintas de ser una chica rara, de aquellas que les da miedo el sexo. No asà Kerry, que destacaba no sólo por su inusual apariencia rubia, sino por su erotismo con el que habÃa nacido.
—Vamos a ver… no recuerdo bien.
—Masturbación oral —dijo Reynard.
—Ah, claro. Muy bien, elijan parejas.
Kerry, moviéndose coquetamente (ya todas estaban desnudas) se aproximó a Reynard.
—¿Me enseñarÃas?
—Oye, es mi papá —advirtió Jeneh —, y no lo presto.
—Oh, vamos —le dije a Jeneh.
—SÃ, vamos. Todo sea por la educación.
Aunque hizo un mohÃn, al final mi hermanita aceptó.
Asà pues, un pobre chico se quedó sin pareja. Triste, se fue a sentar a un rincón mientras todos los demás asumÃan una posición del 69, con las chicas arriba, por supuesto. La primera en gemir fue Kerry, a quien Reynard le estaba destrozando el coño con su gran experiencia en el arte del sexo oral. La joven no sabÃa si reÃr o gemir. PerdÃa la concentración, además de que su quijada se dilataba al tener que engullir el glande excesivamente enorme para ella.
Las otras chicas comÃan polla sin mucho esfuerzo. Era como un acto mecánico. Seguro habÃan visto a sus madres hacerlo cientos de veces, asà que tenÃan nociones de ello.
Me acerqué a Dala, quien estaba luchando por meterse un miembro largo a la boca.
—¿Todo bien? —le pregunté, y me miró sin sacarse el pene de la boca. Asintió—. Tienes que disfrutarlo, querida.
—Lo hago.
—No me parece. ¿Todo bien allá atrás?
—Es que… no me siento muy excitada. No sé por qué.
—Ni siquiera está bien mojada —se quejó su compañero.
—¿No serás lesbiana?
—No lo sé.
—Mmm… probemos. Jeneh, ven acá.
Convencà a mi hermanita de practicar con la chica, y asà lo hizo. Rápidamente se acomodaron, con Jeneh arriba esta vez. Al dejar caer su culo sobre la boca de Dala, esta comenzó a chuparle el coño con mayor fuerza. Jeneh arqueó una ceja, y luego sonrió mientras se pasaba la lengua por los labios.
—Oh… lo hace bien —dijo en medio de una risa.
—Creo que disfruto esto más —confesó Dala, acariciando las redondas nalgas de mà hermana. Eso significaba que era algo más lesbiana de lo esperado.
Con el tiempo, los chicos fueron corriéndose en las bocas de las muchachas y viceversa. Inspeccioné a cada una, asegurándome de que lo hicieran bien. Chorros de semen surgieron de las hinchadas pollas y llenaron las gargantas de las lindas estudiantes. Quien tuvo problemas fue Kerry, cuando ya no pudo contener la tremenda bola de leche que fluyó hacia su garganta y tuvo que desbordarla por la comisura de su boca.
—Ah… está muy caliente —exclamó, limpiándose con el dorso de la mano y sonriendo.
—Y sabes delicioso —dijo Reynard, ganándose una mirada acusatoria de parte de su adorada Jeneh.
Sin que tuviera que decir nada, las jóvenes se arrodillaron frente a los muchachos y comenzaron a limpiarles todo con la lengua. Recorrieron los grandes testÃculos y también las puntas de los glandes, mientras los deslizaban por toda su cara como si se estuvieran acariciando con un paño de seda. Era hermoso verlos asÃ.
Dala tenÃa ciertos problemas ahora que la habÃa puesto a seguir con los ejercicios. No asà Kerry, que chupaba con alegrÃa el pene semierecto de Reynard. Se acariciaba los pequeños pechos y el vientre, resbalando sus manos hasta su coño y estimulando su clÃtoris con sus largos dedos. La cabellera dorada se le movÃa rÃtmicamente a la par de sus engullidas veloces.
—Oye —dijo Jeneh a mis oÃdos —, esa chica me cae mal. ¿Qué se está creyendo?
—Déjalo. Revisa a los demás. Iré a ayudar a Dala.
Arrodillándome junto a la pelinegra de lentes, tomé el pene del chico para que estuviera firme.
—AsÃ… tienes que abrir bien la boca y dejar que resbale.
Le mostré cómo, dándole un par de chupadas a la rica polla del muchacho. Una vez terminada mi demostración, le dejé a ella continuar. La carne entraba de forma lenta por su garganta, inflando sus mejillas cuando las rosaba contra la parte trasera de estas.
—Respira cuando la saques —aconsejé. Dado que Dala parecÃa ser lesbiana, me aventuré a ponerme sus pechos dentro de la boca. TenÃa los senos más grandes de todas las de la clase, con un par de bellas puntitas marrón claro, que en esos momentos estaban un poco duras al tacto. DebÃa ser una copa D o algo asÃ, lo cual quedaba atractivamente delicioso en alguien con un rostro tan inocente como el de ella.
Además, olÃa bien. Lamà toda el área del pezón hasta embarrarlo de saliva. Ella gimió y comenzó a mamar con más velocidad, puesto que ya se encontraba excitada a un nuevo nivel gracias a mi lengua. Le acaricié el pelo, ondulándoselo y tirando de él.
—Aquà viene… —dijo el chico.
—Trágalo —ordené a Dala, y ella asà lo hizo. Noté cómo la polla se convulsionaba al echar sus calientes jugos dentro de la garganta de Dala. De todos modos no era mucha, ya que él ya habÃa eyaculado antes.
Dala se aguantó el proceso, comiendo el simiente de su compañero. Finalmente éste se tiró al piso para descansar, y la chica quedó arrodillada con las manos en sus muslos y recuperando la energÃa y el aliento.
—Eso… me gustó más, maestra.
—Oh, no soy maestra. Soy una suplente —le di un par de deliciosos besos en la boca para calmarla. La tomé de la mano y la llevé a un rincón —Kerry, ven acá.
—¿Qué?
—Ayúdale a correrse.
—¿Cómo? —preguntó sorprendida.
—Tú sabes. Anda, abre —le pedà a Dala, y ella, con vergüenza, se apoyó en la pared y abrió sus piernas como pétalos de flor. Su clÃtoris estaba un poco hinchado. Kerry arrugó las cejas.
—¿Tengo qué hacerlo?
—SÃ. Puntos de participación.
—Ash… bueno —suspiró y sin decir nada más, pegó su boca a los genitales de su compañera. Dala dio un respingo y sonrió luego, excitándose más y más a medida que una boquita femenina le comÃa la concha.
Jeneh habÃa recuperado el control de su papá, y mamaba su miembro frente a las jóvenes que miraban incrédulas como una muchacha como ella podÃa engullir tremendo falo dentro de una boca reducida. Por supuesto, la saliva de mi hermanita resbalaba a grandes chorros por todo el tronco, manchando los huevos de Reynard.
Las estudiantes quisieron practicar, pero los chicos necesitaban un descanso con urgencia luego de haberse corrido tanto.
—Deja que practiquen con Reynard.
—Bien, formen una fila —dijo Jeneh, y las nenas se acomodaron en una fila. Me extrañó que siendo tan buenas en esto, todavÃa no tuvieran la iniciación.
Una por una, durante cinco minutos, se les permitió mamar a Reynard. Cada una haciéndolo de modo diferente, claro. Algunas lograban sólo la mitad, mientras que unas se la comÃan entera. Cuando el tiempo acababa, tenÃamos que despegar a la otra como una ventosa, y dejar que la siguiente chica hiciera su trabajo. Reynard estaba en las nubes, disfrutando de múltiples bocas que le chupaban el miembro.
Cuando llegó la última, se corrió y dejó que el semen le embarrara el vientre y las piernas. Todas sonrieron al ver como salÃan los chorros de unos huevos que previamente ya habÃan dado semen. Asà pues, con permiso de Jeneh, varias lenguas se pegaron en Reynard, que abrió las piernas para darles espacio y comenzó a reÃr y a gemir cuando ocho bocas le ensalivaron toda la entrepierna. casi se volvió a correr sobre ellas.
Sudados y satisfechos, los muchachos volvieron a sus lugares y la clase de masturbación terminó por ese dÃa.
Saliendo de la escuela, Jeneh se sentÃa ciertamente molesta con su papá. Los celos de una chica que reclama a un hombre como de su propiedad eran de temer. A mà me daba gracia la situación verlos caminar uno junto al otro, intentando no hablarse pero perdiendo en su intento. Riendo, me metà entre ellos y los abracé.
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He estado investigando ciertas culturas cuyas prácticas sexuales son interesantes XD. el mundo de la sexualidad es tan hermoso... por cierto, gracias por leer. Comenten y puntuen si les gustó. espero hayan disfrutado de la lectura
2 comentarios - El clan de los placeres cap 5