
Recuerdo cuando yo era joven, delgado y flexible. Ese día, por fin estaba solo, y a mi me gustaba quitarme la ropa y caminar por toda la casa así desnudo, me daba una excitación y una sensación de libertad. Después de pasear un momento, me fui a mi recámara y me puse a ver una película porno, me acosté en la cama y me empecé a manosear, masturbar, y acariciar mi culo con la mano derecha y con la izquierda me jalaba la verga. Empecé a sentir una necesidad inmensa de una mamada e intenté chupármela yo mismo, subiendo mis piernas quedando, acostado boca arriba, doblado, mis rodillas casi a un lado de mi cabeza, no me alcanzaba, y mi esfuerzo me excitaba más, veía el ojo de mi verga observandome y lo más que alcancé, con la punta de mi lengua tocar algo, sentí la textura, el calor y el sabor de la punta de mi verga y más me excité. Me di cuenta que sería todo lo que podría hacer y así me masturbé con mi verga frente a mi cara apuntando a mi boca, y yo dando pequeñas lamidas de vez en vez, saboreando los jugos que me brotaban, luego lo inevitable, lo caliente del chorro de mi semen cayó directo dentro de mi boca y fue raro, muy raro, pero a la vez, excitante. Mientras me caían los tragaba, casi en sincronía los espasmos de mi verga y el tragar de mi garganta. Sentí como culpa, pero me encantó y hubo muchas veces más, pero esa fue la primera vez que tragué mi propia leche.
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