Los 18 de Rosalia



Rosalía cumplió 18 años y todos en casa estaban felices, su fiesta fue un éxito, todas sus amigas acudieron y la llenaron de regalos. Ella eligió hacer una fiesta solo con amigas evitándose la pena de los grandes trajes, chambelanes y valses pues dijo que siempre había odiado eso. Algo triste en su mirada me decía que había algo más.

Rosalía es mi hermana y ya es toda una mujercita con un muy bien formado cuerpo de 1.65, me daba coraje que los chicos que a ella le gustaban no la pelaban y siempre andaba sin galán, lo contrario de casi todas sus amigas. Ella me decía que pensaba que el problema era que ella era demasiado fresa, demasiado sosa. A mi nunca me ha parecido así, es una nena tan dulce que es mi consentida de la casa.

Yo tengo 21 años, me llamo Pedro y ya voy a la universidad en una ciudad vecina donde tengo que alquilar un departamento junto con un par de amigos, pero como solo tengo clases cuatro días a la semana trato de pasar el tiempo con mi familia. Tengo otra hermana mayor de 25 años y una hermanita de 12, y por supuesto Rosalía, mi consentida.

Tengo éxito con las mujeres, no lo niego, mido 1.79, delgado, soy moreno claro y nada feo, pero nunca he encontrado a la novia perfecta, nunca me he sentido satisfecho y no sé porque, si soy bien caliente, o no saben como besar o son como piedras a la hora del magreo. Por eso trato de no pensar mucho en ello pues siempre he creído que algún día voy a encontrar la mujer perfecta para casarme.

Pero todo esto cambió un día hace meses, después del cumpleaños de mi hermana. Le llevé de regalo un enorme ramo de rosas pues no se me ocurría que comprarle. Cuando se lo entregué se le iluminaron los ojos y su sonrisa era tan grande que creí que nunca iba a dejar de sonreír. Resultó que el regalo fue para mi al verla tan feliz con unas simples flores.

Nunca me lo hubiera imaginado, me dijo, Es el mejor regalo que me han hecho. Por fin soy mujer y por primera vez me regala flores un hombre, se puso a dar vueltas como bailando, abrazando su ramo de rosas mientras yo me reía de las tonterías de mi chiquita. Cuando se detuvo me vio de nuevo, me abrazó y me apretó contra su cuerpo para darme un fuerte beso en la mejilla.

El abrazo duró tanto que me empecé a poner incómodo, podía sentir su pecho contra el mío y claramente sentía su forma y turgencia, sentí el calorcito de su vientre y por un segundo me olvidé de donde estaba y la abracé tan fuerte como ella me abrazaba.

Cuando por fin me soltó y le vi su carita alegre automáticamente me olvidé de lo que acababa de pasar, fue algo pasajero y físico, normal pensé pues no estaba pensando en ella en particular. Luego se volvió a acercar y me dio un besito en los labios, ¡Mi hermanito querido! me dijo y se fue corriendo a enseñarle las flores a sus amigas. Yo me retiré pues no quería importunarla en su fiesta con sus amigas y me fui a beber con mis amigos.

Esa noche cuando llegué a casa ya era muy tarde por lo que lentamente y sin hacer ruido me dirigí a mi recámara en el segundo piso donde cada uno de mis hermanos y yo teníamos nuestros cuartos mientras mis papás tienen su recamara en el primer piso para tener más privacidad. En el segundo piso están el cuarto de estudios, el de la televisión y el cuarto de costura de mamá por lo que las recamaras están separadas una de otra y podemos hacer lo que nos de la gana, incluso oír música a todo volumen.

A pesar de esto, estaba tan tomado que creí que lo mejor era no llamar la atención y sin encender luz alguna llegué a mi habitación. Una vez que entré encendí la luz de mi cuarto y me encerré con llave pues no pensaba levantarme hasta las diez de la mañana. Al darme la vuelta me sorprendí de ver a Rosalía con su carita adormilada sentada en mi cama y viéndome expectante. Vestía la camiseta que usa para dormir y me imagino que bajo ella llevaba los shorcitos de lycra con estampado de conejitos que tanto le gustan. Al verla así con los ojos entrecerrados me dio tremenda ternura y me olvidé de regañarle por estar en mi recamara, despierta a tales horas de la madrugada.

¡Hermanito! me dijo emocionada pero con apenas un hilito de voz. Ay chaparra, le dije tratando de ocultar que estaba tomado ¿Qué haces aquí solita?, vete a dormir chiquita, mañana tienes que abrir todos tus regalos, Que tonto eres Pedro, que no te diste cuenta que mi mejor regalo ya lo había visto? fueron tus flores tonto. Sonriendo me senté en la cama junto a ella y le dí un beso en su mejilla calentita por haber estado dormida un minuto antes. Rosalía, no lo hagas más grande de lo que es, lo que pasa es que no supe que querías que te regalara y fue lo único que se me ocurrió, me da pena contigo, sabes que te adoro y eres mi chiquita, mi hermanita favorita, me perdonas? Rosalía se acomodó sobre la cama para acercarse hincada cerca de mi y mientras me veía a los ojos me decía Que tonto eres Pedro, nunca voy a olvidar las primeras flores que me regaló un hombre, que mejor que hayas sido tú, mi mejor hermano, mi héroe. ¿Como crees que me puedo enojar contigo por eso?

Pero entonces, que es lo que haces aquí a estas horas? Rosalía bajó el rostro y se acomodó el borde de la camiseta sobre sus rodillas. Es que sí me enojé contigo. ¿Porqué te fuiste con tus amigotes? yo quería que te quedaras conmigo y mis amigas, te quería presumir ante ellas. No sabías como me había imaginado que bailaras conmigo para que a ellas les diera envidia. Pero chiquita, me da pena con tus amigas, ustedes son jóvenes y yo ya soy adulto, ¿como crees que me iba a quedar con ustedes? Rosalía frunció el ceño y me vio furiosa, de sus ojos parecía que iba a salir fuego.

Yo no soy chica. Ya cumplí 18 años, que no sabes que ya soy una mujer? Que no sabes que ya puedo tener hombres a mi disposición?... Tras decir esto Rosalía pareció que se había traicionado a si misma. Se dio cuenta de lo que había dicho y bajó de nuevo la vista quedándose callada.

Yo no supe que contestarle, pero no me gusta verla sufrir, la vi que estaba a punto de soltarse a llorar y hasta la borrachera se me bajó del susto.

Rosy, chiquita, perdoname, ya sé que eres una mujer, si me di cuenta, si estas preciosa. Huy los hombres se van a volver locos por ti. Creeme, ya eres toda una mujercita. Solo eso se me ocurrió decirle para levantarle el ánimo, pero esto tuvo un efecto inmediato e inesperado en ella.

Levantando el rostro entusiasmada se me quedó viendo a los ojos con la mirada esperanzada. De verdad Pedro? de verdad crees que soy una mujer? yo le contesté que si sonriendo y ella se me colgó del cuello con un abrazo que me sofocó. De verdad volveré loco a cualquier hombre? tú crees que pueda? me dijo al oído sin dejar de apretarme.

Le contesté que si y le pedí que me soltara riendo. Luego le pedí que se fuera a su cuarto porque estaba muy cansado y tenía mucho sueño. La verdad los ojos ya se me estaban cerrando solos y sabía que al poner la cabeza en la almohada me quedaría dormido. Pero Rosalía me tomó de las manos y me pidió casi rogándome que si se podía quedar a dormir ahí conmigo pues tenía miedo. Yo me quedé extrañado y no sé si fue por el sueño o que pero no supe que contestarle y solo asentí con la cabeza.

Rosalía, feliz de la vida y sonriendo se arropó con mis sabanas y puso su cabeza en mi almohada, cerrando los ojos dispuesta a dormirse. Yo para ese momento, con todas las cosas que estaba haciendo mi hermanita se me fue el sueño a pesar de estar tan cansado. Me recosté junto a ella sin desvestirme y sin taparme, esperando quedarme dormido.

Los minutos pasaban y cada vez tenía menos y menos sueño. No podía dejar de pensar, que sería lo que pasaba por la cabeza de mi hermanita. Porque actuaba tan raro? porque se apoyaba tanto en mi? Seria que de verdad se estaba convirtiendo en mujer y las hormonas estaban haciendo presa de su comportamiento? Sumido en mis pensamientos me puse de lado olvidando que ella estaba ahí, dormida junto a mi. Al hacerlo su cabello quedó cerca de mi rostro. Sonreí para mi mismo, pasé mi brazo sobre su cuerpo y cerré los ojos intentando dormirme otra vez. El olor del perfume de su champú me llegó. Era un champú herbal el que usaba, me hizo gracia pues era la clase de olor que esperaría de una joven mayor, como de mi edad. Me gustaba ese olor, no era solo el perfume, sino algo más, quizá porque como dicen que cada perfume reacciona diferente según la química de la persona. Y mi hermanita siempre olía fresca y dulce, su olor natural mezclado hacia ese perfume tan atrayente. No podía dejar de aspirarlo, algo en él me incitaba a seguir haciéndolo.

Acercando mi nariz a su cabello aspiré con ganas su olor, era delicioso, era embriagante, como que aligeraba mi cabeza. Creí por esto que ya estaba quedándome dormido y como mi hermanita ya lo estaba me quité los pantalones y la camisa quedándome en mis boxers y me metí entre las sabanas. Y de nuevo me acomodé a su espalda para que no tuviera frío pues la veía como acurrucada. La abracé de nuevo y cerré los ojos aspirando el olor de su cabello. Me estaba quedando dormido con el relajante perfume, con el calorcito de su cuerpo, su espalda estaba bien calentita. Me acerqué más a ella y ella, dormida también se acercó más a mí, moviendo su cuerpo hacia atrás.

Me sentía relajado, satisfecho, sintiendo el calorcito de su cuerpo, y me quedé dormido.
Me desperté no se a que horas, había una extraña luz, como cuando va a salir el sol pero todavía no lo hace. Al notar de nuevo el olor del cabello de Rosalía me relajé, podía sentir su calorcito, mi erección contra sus turgente culito y mi mano bajó su camiseta, sujetando uno de sus calientes pechos. En cuestión de segundos, al pasar lista de la situación me dí cuenta de lo que estaba haciendo. Me asusté y lo más lentamente que pude retiré mi mano y me alejé de ella hasta el otro lado de la cama. No lo podía creer, dormido, en sueños estaba magreando a mi hermanita querida y lo peor es que a pesar de estar ya bien despierto mi erección no se amilanaba, seguía tan dura y grande como nunca antes la había tenido. Era inconcebible para mí. Con cuidado me cercioré que Rosalía seguía dormida, al verla con los ojitos cerrados me calmé un poco y me dormí ya de cansado un par de horas después.

Me desperté a las doce, me sentía todo desorientado, al buscar a mi lado en la cama por supuesto no encontré a Rosalía pues era lunes y se había ido a la prepa. Me levanté y puse el seguro a la puerta y me volví a acostar. Por alguna razón me sentía caliente y al mismo tiempo preocupado por lo que había pasado horas antes. Comencé a pensar que seria lo que me pasaba y porque mi hermana se comportaba tan raro. Imaginé que un poco por lo que hacia mi hermana y un poco por estar dormido pasó lo que pasó y que no tenía mucho que ver con ella el que yo me hubiera excitado, pensé que se debió probablemente a su perfume.

Pensé que a lo mejor lo que le hacía falta a Rosy era un novio. Traté de imaginármela con algún compañero de su escuela, saliendo al cine y cosas así. Sin darme cuenta me estaba frotando el pene sobre el bóxer. Me estaba imaginando, sin querer, que el compañero de Rosy, imaginario por supuesto, pues no conocía a ninguno de ellos, me lo comencé a imaginar que le quitaba la blusa a mi hermanita. Quizá eso le hace falta pensé, por lo que no se me hizo raro, ni malo imaginármelo.

Me lo imaginé luego bajándole la faldita hasta los pies, besando su cuerpo en el camino. Luego subiendo, besando su barriguita, su pecho todavía con el bra y luego metiendo su lengua en su dulce boquita. Para ese momento ya me había sacado la verga y me estaba masturbando con fuerza.

Me imaginé a Rosy acostándose lascivamente sobre una cama, llevando puestos solo su ropa interior y sus zapatos escolares. Su compañero entonces se acerca a ella, mientras Rosy se va quitando el bra, liberando sus hermosos pechitos, sus pezones bien parados. El tipo entonces se acerca más a ella y comienza a bajar sus braguitas por las piernas de Rosy.

Si, eso es, pensé, necesita que se la cojan y duro, ya el ritmo al que me masturbaba era frenético, me retorcía en la cama de placer. Entonces me imaginé al tipo poniéndose entre sus piernas dispuesto a meterle su verga a mi hermanita y al acostarse sobre ella me vine yo, cegado por los espasmos, el esperma me botaba de la verga cayéndome en el pecho a chorros abundantes. Estaba tan caliente que los espasmos me duraron un largo rato, mientras yo estaba ahí sobre mi cama con los ojos apretados, imaginándome el cuerpo desnudo de Rosy.

Al volver en mi, me limpié, me di un baño y como ya era la una de la tarde comí algo. Aunque no tenia que irme a la otra ciudad hasta el martes siguiente tomé mi maleta y me fui después de comer sin dar muchas explicaciones en casa. La verdad me sentía sucio y no creía tener el valor de ver a Rosy a los ojos cuando volviera de la escuela. En el camión tuve tiempo de meditar y, quizá justificándome, llegué a la conclusión de que realmente lo que necesitaba mi hermana era un novio para que le bajara los ímpetus. Ya en frío me dolía el pensar que pudiera estar en los brazos de un hombre, pero era lo normal y, me parecía lo mejor. Así que me decidí a buscarle un novio afín.

Ya en el apartamento, en un ambiente diferente me olvidé de todo y me dediqué a preparar trabajos escolares que tenía pendiente, sabiendo que iba a estar solo pues mis compañeros no llegarían sino hasta el mediodía siguiente como era costumbre. Como a las ocho de la noche tocaron a la puerta y en shorts y camiseta como estaba me levanté de la computadora para abrir. Al hacerlo me quedé helado del susto, ahí frente a mi estaba mi hermana Rosalía con un mochila. Me miró de pies a cabeza con una sonrisa pícara. Así que así te la pasas cuando no estás en casa? me dijo y entró sin siquiera pedirme permiso, prácticamente haciéndome a un lado para poder entrar.

No supe que decirle, la vergüenza por lo que había pasado la noche anterior regresó y solo atinaba a verla con los ojos bien abiertos. Parecía como si se hubiera vestido para ir a la playa. Llevaba un short cortado de un pantalón de mezclilla deshilachado que apenas le cubría las nalgas y una blusita de tirantes que le dejaba los hombros desnudos.

Rosalía se dio cuenta que la miraba con atención y bajando su rostro para verse levantó el rostro sonriendo. Es que le dije a mamá que iba un par de días a la playa con unas amigas y sus padres, ahora que los exámenes habían pasado. Me creyó y bueno... aquí estoy. Yo solo la miraba con cara de interrogación. Ella sonrió aún mas, me dijo que esperaba encontrarme en casa esa tarde pues quería platicar conmigo, me dijo tonto estúpido por irme sin necesidad. No te preocupes me dijo, sé que Jaime y Carlos no llegan hasta mañana así que puedo dormir en tu cama. Noté un brillo extraño en sus ojos y algo malicioso en su sonrisa al decir eso. ¿Cual es tu cama para dejar mi mochila ahí? me dijo entrando a una de las recamaras compartidas. En cada una había dos camas y a mi me había tocado compartir recamara con Carlos mientras que Jaime, como lo echamos a las suertes, le tocó tener su cuarto solo.

Le indiqué con la mano mi cama a Rosalía y ella puso su mochila sobre ella. Luego se agachó para abrirla y sacar algo. Al hacerlo, la entrepierna de su shorcito se metió entre sus nalgas y por primera vez pude ver sus bien formadas nalgas, apretadas y suaves a la vez. ¿Que estas viendo hermanito? dijo ella sin levantarse. Yo no pude evitar sonrojarme. ¿No sabes que es malo verle el culito a las hermanitas? te puedes calentar y luego ¿que haces? No podía creer como me hablaba Rosy, y lo peor es que me estaba calentando, esa noche iba tener que masturbarme para poder dormir. Ahora quieres salirte Pedro? me tengo que cambiar. Yo, como un tonto, no pude responder nada, calladamente me salí y Rosalía cerró la puerta tras de mí. Algo más poderoso que yo estaba luchando en mi interior y venciéndome hizo que me agachara y me asomara por el agujero de la cerradura. Tenía que ver su cuerpo completamente desnudo aunque solo fuera una vez, ya había visto prácticamente sus nalgas y había sentido uno de sus pechos, tenía que saciar mi curiosidad y saber como lucía su cuerpo desnudo.

De espaldas a mi Rosalía se quitó los tenis y calcetas y luego lentamente, agachándose poco a poco se bajó los shorts. Para mi sorpresa no traía ropa interior, así que sin aliento pude ver sus rotundas nalguitas en pleno, no podía creerlo, mi hermanita de verdad era una mujer hecha y derecha y me estaba provocando tremenda erección.

Luego se sacó la blusita por la cabeza, llevaba un pequeño brassiere y al poner sus manos en la espalda para abrir el seguro se dio la vuelta y casi me caigo de rodillas al ver la mata de pelos negros y ensortijados que cubrían su pubis. Era lo más hermoso que había visto en mi vida, una verdadera mata tupida en la que cualquiera se perdería y seria la perdición de cualquier hombre. De verdad ella podía volver loco a cualquier hombre y tenerlo a su disposición. Luego levanté la vista justo en el momento en que se sacaba el bra y liberaba sus tetitas, ¡Que visión! sus chichitas tenían un tamaño mediano, tan turgentes y paraditas que daban ganas de comérselas a mordidas, sus pezones estaban parados, oscuritos y se notaba que estaban bien duritos, como a mi me gustan.

Me senté en el suelo sin aliento. Imaginándome el infierno que pasaría esa noche, teniendo a tan apetitosa hembrita a la mano y no poder hacer nada al respecto. Iba a tener que masturbarme por horas hasta poderme dormir. Me levanté de nuevo para asomarme por la cerradura y la vi bailando desnuda, contoneando provocativamente su cuerpo, sus piernas torneadas y fuertes, su barriguita y ombliguito bien formados, su culito apretado, sus pies perfectos y su tremenda mata de vellos púbicos. Tuve que cerrar los ojos unos segundos para aclarar la vista y al volver a abrirlos ella ya no estaba. Moviéndome traté de localizarla pero de pronto vi su rostro cerca de la puerta sacándome la lengua para soltar luego una risita maliciosa que me hizo estremecer, pero de placer prohibido.

¿Que estabas haciendo cochino? me dijo todavía riendo. ¿Te estabas calentando viéndome verdad? Pues para que te lo sepas ya lo sabía y el bailecito fue en tu honor. Rosalía se rió, su risa abierta, franca y excitante, como de mujer con voz de niña, me estaba volviendo loco. Esperate, me dijo más calmadamente, Ya sé que quieres entrar a hacer algo pero todavía no termino de vestirme. Me recargué contra la pared tratando de recuperar la compostura y el aliento, mientras esperaba que mi hermanita saliera.

Cuando por fin salió me quedé con la boca abierta, mi hermana llevaba puesto su uniforme, solo que arreglado para verse más caliente. La faldita tableada más corta, la blusa blanca desabotonada y amarrada sobre el ombligo, dejando su terso vientre al descubierto y sin bra, pues notaba sus pezones paraditos a través de la blanca y ligera tela. Su cabello negro lo llevaba arreglado con dos colitas, llevaba sus zapatos escolares con tobilleras de encajes y estaba maquillada como putita. Mi verga estaba prácticamente luchando por salir de mis shorts y ella lo notó, bajando la vista vio mi bulto y sonriendo satisfecha y nerviosa me dijo que se había vestido así para mí, que se había fijado como se me paraba cuando veía a sus amiguitas con uniforme y ella sabía porque.

Luego, dejando la puerta abierta volvió a agacharse sobre la cama para sacar algo de su mochila. Pude ver como su faldita era lo suficientemente corta para dejar al descubierto sus nalguitas cubiertas por una casi inexistente braga de encajes negros. Ella volvió el rostro hacia mí sin levantarse.

¿No sabes que está mal verle el culito a tu hermanita chiquita? me dijo y yo me apené por mi excitación y traté de disculparme pero antes de que pudiera decir palabra ella me interrumpió. No tontito. Ay hermanito, ¿No sabes que está mal que veas a tu hermanita así, comiéndotela con los ojos, tragándote su culito con la mirada, calentándome a mi también y que no hagas nada al respecto? Yo solo abrí la boca en sorpresa y ella se abalanzó sobre mi besándome y forzando su lengua contra la mía.

Yo sentía como todo mi cuerpo se electrizaba, pero estaba paralizado de miedo y de deseo. Mi verga estaba más dura que nunca, mi cuerpo me pedía corresponder más pero mi mente estaba toda revuelta. El sentir de mi cuerpo contra mis razonamientos me confundía aún más. Rosalía se fue separando poco a poco, bajando la intensidad de sus besos. Pareció darse cuenta de mi actitud y mis dudas. Respirando con dificultad se sentó en el borde de la cama, observándome con mirada preocupada.

¿Qué pasa? me dijo, no evitando hacer un puchero con su boquita roja. El lápiz labial embarrado más allá del límite de sus labios por el tremendo beso que acababa de darme, esto la hizo verse aún más caliente para mí.

Qué te pasa Pedro? repitió al ver que yo no contestaba, asustado y extasiado a la vez de verla en ese estado de calentura y ofreciendo calmar la mía. Mira Pedro, yo creí que ya todo estaba entendido. O que crees que soy una ofrecida nomás porque si? Una gruesa lágrima comenzó a surcar su mejilla. ¿Pues que pasó anoche? yo me quedé esperando que siguieras y no se si te quedaste dormido o que. ¿Porque crees que me quedé a dormir contigo?. Lo que me decía Rosy me iba confundiendo más por lo que tomé el valor de preguntarle a que se refería.

Anoche -me dijo casi molesta- cuando comenzaste a acariciarme, era lo que quería. Mira, esperé a llegar a ser toda una mujer y pudieras considerarme, y poder entregarte todo lo que soy, siempre lo he deseado, no se porque, pero desde que cumplí doce años y comencé a menstruar, mi cuerpo comenzó a cambiar y también mi mente. Mientras hablaba Rosy se frotaba nerviosamente las rodillas y veía alternadamente al piso y los lados. Fue cuando comencé a darme cuenta de como te veía realmente, dejé de solo admirarte para empezar a verte como el hombre guapo que eres, alguien a quien veía todos los días, a quien tenía cerca para siempre ayudarme, apoyarme y protegerme, para abrazarme cuando lloraba. Lo que me estaba confesando me estaba enterneciendo, la verdad no me daba cuenta de que tanto ella me tomaba en cuenta y lo que significaba en su vida.

No te voy a decir, todo lo que creo que sabes -Continuó diciéndome- Pues siempre creí que te dabas cuenta de cuanta atención te ponía, como eres especial para mi, más que mis hermanas o nuestros padres. Y ya que cumplí 18 años yo creí que tú lo esperabas tanto como yo, el momento en que ya podía considerarme mujer y anoche que me acosté contigo, creí que entendías lo que quería y esperé a que hicieras lo que tenias que hacer... O sea, tú sabes Pedro, hacerme mujer de una vez por todas... Nunca me lo hubiera imaginado y contrario a lo que ella pensaba no me había dado cuenta de nada hasta los últimos días. Pero si era verdad entonces todo empezaba a encajar en mi mente. Sus atenciones desmedidas hacia mi, el que no tuviera novio siendo tan bonita, inclusive el hecho de que mi ropa interior desapareciera del cesto de la ropa sucia y apareciera después limpia en mis cajones, cuando yo soy el encargado de lavar mi propia ropa interior.

Chiquita -le dije con voz temblorosa, indeciso todavía- No lo sabia, perdoname pero yo... -ella levantó su mano interrumpiéndome, Y anoche Pedro, cuando te quedaste dormido y me dejaste bien prendida yo creí que te habías quedado dormido porque llegaste tomado, y te perdoné por eso. Así con tu mano quieta sobre mi pecho y sintiendo tu erección contra mi culito tuve que masturbarme imaginando lo que hubieras hecho si no te hubieras dormido.

La imagen de mi hermanita masturbándose junto a mi, en mi cama y con mi mano en su pecho desnudo, fue demasiado para mi, me daba cuenta de que mi hermanita realmente se había convertido en una ardiente mujercita. Sentía mi verga latir en mis shorts -Pero cuando llegué a casa de la escuela y me dijeron que te habías ido, me enfurecí pues me di cuenta que no ibas a cumplirme"- siguió diciéndome ya más calmada, levantando el rostro hacia mí.

Pero eso ya está en el pasado y me obligó a actuar de manera diferente. Primero pensé en vengarme de ti, pero al pensarlo bien me di cuenta que no podría hacer nada para lastimarte. Admito que si cambié mis planes, al ver que te acobardaste, y decidí de todas maneras complacerte calmando tu calentura y al mismo tiempo que me dieras lo que más quiero en la vida, aparte de algún regalito que yo misma me he dado ardida por tu huida, cuando todavía pensaba vengarme de ti. Pero ahora y primero que nada quiero que me des lo que deseo tan ardientemente, que me hagas tu mujercita.

No pude evitar sonrojarme ante las palabras de mi hermana, me estaba retando, y estaba resultando más hembra que yo macho. Al verme apenado ella se rió -Si hermanito te he oído hablar con tus amigos y que a pesar de que a mi siempre me has respetado y te refieres a mi con cariño, como si fuera yo algo dulce y delicado, te he escuchado hablar de otras mujeres y como te refieres a ellas como putitas y mujercitas calientes. No te imaginas como me calentaba oírte hablar así, y deseaba que me vieras como una de esas mujercitas calientes para que calmaras en mi las erecciones que te provocaban mis amigas. -Rosy me vio a los ojos- Te deseo estúpido, que no ves que el que me hagas tu mujer es lo que más deseo en la vida? Yo aceptando para mis adentros lo caliente que estaba por ella bajé el rostro.

Ella me llamó a su lado y yo, obediente como un niño, caminé hasta quedar parado a su lado. Luego vi como su mano temblorosa se acercaba a mi short y lentamente comenzaba a bajarlo. De alguna manera sus palabras me hicieron sentir culpable. El hecho de no haber notado sus atenciones y sus deseos por tanto tiempo y el hecho de haberla hecho sufrir por ello no me lo perdonaba. Y la forma en que ella me lo había dicho, me había convencido de ello. Tenía que recompensarla de alguna manera y en mi calentura y aturdimiento pensé que lo mejor seria dejarla hacer lo que quisiera conmigo. Ya para ese momento lo que ella deseaba era lo mismo que yo quería con todo mi corazón.

Temblorosa de deseo mi hermana bajó mi short hasta que mi verga bien parada salió como resorte de el. Por un momento pareció como dudar tocarlo y levantó la vista hacia mi rostro, tenía como una sonrisa en los ojos pero no en la boca, se veía que estaba muy nerviosa. Yo, para calmarla, le dije que eso, mi erección, ella la había causado y por lo tanto era su dueña y podía hacer con ella lo que quisiera. Al oír esto ella sonrió tímidamente. Tomando mi verga con una mano volvió a levantar el rostro hacia mí y me sonrió más ampliamente, como satisfecha. Se veía hermosa como nunca antes la había visto y en ese momento, al verla como toda una mujer, con su hermoso rostro vuelto hacia mí, sujetando mi erección con ternura, la amé más que nunca.

Con la otra mano recorrió con la punta de los dedos la extensión de mi verga muy suavemente, sentí como cosquillas y mil sensaciones más, creí que en ese momento me iba a venir pero me controlé. Bajé la mirada otra vez hacia ella y la vi riendo satisfecha por la reacción que me había arrancado y abriendo la boca sacó su lengüita y con ella recorrió también mi verga. No puedo describirles lo bien que se sentía aquello, parecía que mi hermana había planeado tanto eso que parecía una experta. Ya completamente concentrada en ello con los dedos de una mano acariciaba mis huevos mientras que con la otra sujetaba mi verga para seguirla lamiendo. Con delicadeza posó la puntita de su lengua sobre mi glande y yo temblé de placer.

Con suavidad abrió su boca y se metió mi glande para comenzar a mover su lengua alrededor de él. Aggghhh estaba conociendo el paraíso, me estaba volviendo loco. Luego alternó el movimiento de la lengua para de vez en cuando sorber mi glande, chupándolo con fuerza. Así, poco a poco, con cada sorbida se metía más y más de mi dura verga en su boquita. Sentía en mi erección su saliva y lo caliente del interior de su boca, los chupetones que me daba y su lengüita moviéndose locamente alrededor de mi verga.

Parate, parate Rosy, le dije conteniéndome para no venirme. Ella se dio cuenta de mi situación y sonriendo se puso de pie y poniendo y entrelazando sus manos en mi nunca comenzó a besarme apasionadamente, nuestras lenguas jugando la una con la otra, saboreando yo su saliva mientras ella bajaba las manos para seguir bajando mis shorts, cuando estos quedaban fuera del alcance de sus manos pues yo no dejaba que parara de besarme, usó sus pies para bajar mis shorts hasta mis pies donde yo mismo los saqué moviendo mis piernas. Entonces con su mano siguió masajeando mi verga y mis huevos.

Tomando valor la separé de mí y le empujé sobre la cama. Ella sonrió al ver que ya estaba más que dispuesto a complacerla en sus caprichos de niña-mujer. Por unos segundos disfruté la imagen que se me presentaba. Mi hermanita vestida como una putita. Con colitas en el pelo, la blusa amarrada al vientre y la falda tan corta que en la forma en que cayó a la cama podía ver sus negras bragas de encajes. Dilo, ¿quieres decirlo verdad? me dijo sonriendo, Yo lo se, de eso se trataba. Dilo, di que me veo como una caliente putita. Ay Rosy -le contesté con el aliento entrecortado y tragando saliva, se me hacía agua a la boca- De verdad, de verdad que te ves bien putita hermanita. Nomás ve como me tienes la verga de dura. Rosalía bajó la vista hasta mi verga y se rió como niña otra vez. Me tenía bien caliente, así que sin pensarlo dos veces me hinqué en la cama, sobre ella, mis rodillas a cada lado de sus caderas.

Lentamente desaté el nudo de la blusa y ví por fin sus bien formados y parados pechos ante mí. Me agaché y me prendí de ellos, mordiendo y besando y lamiendo uno y otro alternativamente. Rosy había cerrado los ojos y gemía quedamente mientras acariciaba mis muslos y nalgas.

¡Pedro, mi amor, que feliz soy!- me decía mordiéndose los labios y moviendo la cabeza de un lado a otro. Me dediqué a morder uno de sus pechos mientras que con los dedos retorcía el duro pezón del otro, Rosy empezó a gemir más fuerte, con la boca abierta y apuntando su barbilla al techo. Con cada nueva caricia iba descubriendo lo caliente que era mi hermanita y no dejaba de sorprenderme.

Quítame las bragas -me dijo. Y yo, muy obediente me desmonté de ella y me bajé de la cama para agacharme y acercar mi rostro entre sus piernas abiertas. Al sentir mi respiración en sus muslos Rosy rió roncamente, por lo que me dediqué a lamerlos hasta que llegué a su braguita. Por sobre la tela de encaje aspiré el olor de su montecito excitado y no pude evitar darle una lamida a la telita húmeda. El sabor, el olor y lo peor, el saber que era la rajita de mi hermanita más querida y que me lo estaba ofreciendo, me puso más caliente, ya no tenía inhibición alguna, tenía ante mi una hembra muy caliente y estaba dispuesto a desahogar en ella todas las fantasías que he tenido sobre putas dispuestas a todo, y evidentemente, mi hermanita era una puta dispuesta a todo por satisfacer su cuerpo.

Más caliente que nunca, de un jalón le arranqué la braguita a mi hermana que gritó de sorpresa y excitación. El roce de la tela le dejó unas marcas rojas en las caderas y me dediqué a lamerlas, besarlas y consentirlas. Rosy, afiebrada, no dejaba de gemir y retorcerse. Luego le abrí más las piernas y me dediqué a admirar esa vulva rosada, palpitante y abierta que se me ofrecía, no tenia mucho vello alrededor de los labios, lo contrario de su pubis, pero lo tenía bien dispuesto, incluso pude distinguir unos finos vellitos dorados en su culito. Ella se dio cuenta de que me tardaba en complacerla y levantó la cabeza para verme. ¿Qué pasa? -me dijo- No te preocupes, aunque nunca he estado con ningún hombre no quise entregarme a ti como una estúpida niñita.

Por eso desde hace tiempo me masturbo, primero me metía lo que encontraba en el baño, cepillos, el mango del trapeador, luego llevaba zanahorias de la cocina, pero nada demasiado grueso para seguir siendo tu virgencita apretada que pudieras desflorar. Por lo que no tengas miedo, mi himen ya no existe y puedes penetrarme como quieras que ya no me va a doler. Imaginármela afiebrada metiéndose cosas, encerrada en el baño me encendió más y decidido le metí un dedo para mojarlo en sus juguitos. Rosy casi gritó de nuevo y jaló las sabanas para morderlas mientras se retorcía de placer. Sacando mi dedo esparcí sus juguitos por toda la vulva y luego me agaché a olerla. Que delicioso perfume de hembra! Que paraíso! nunca voy a olvidar la primera vez que aspiré el aroma de mi hermana directamente de su sexo. Me llenó la cabeza, me intoxicó y me hizo sentirme de su propiedad, su esclavo de por vida.

Afiebrado acaricié su vulva con mis mejillas y luego saqué la lengua para probar el jugo de sus labios mayores. Separándolos luego con mi lengua probé sus labios menores y los succioné ligeramente, metiéndolos en mi boca mientras oía a mi hermana gemir. Como un gatito que toma su leche comencé a lamer al interior de su vulva, sobre la entrada de la vagina y tuve que acomodarme de nuevo pues mi hermana reaccionó levantando sus caderas en el aire, apoyando sus pies en la cama. Con mis manos, muy delicadamente la tomé de las caderas y la empujé hasta que quedara sobre la cama otra vez. Volví a hacer la misma maniobra de lamer la entrada de su vagina y cuando ella estaba a punto de levantar las caderas otra vez la sujeté y la mantuve sobre la cama.

Con mi pulgar sujeté los labios de su vulva a un lado y pude meter mi lengua más profundamente, haciendo círculos con ella en el borde de la entradita de su vagina. Rosalía se quejaba y gemía de placer y seguía tratando de levantar sus caderas por lo que con mi mano libre la sujeté con más fuerza, tratando de concentrarme en meter mi lengua en su apretada vaginita. Pero como Rosy no dejaba de moverse la calentura me hizo enojarme. Calmate puta y déjame cogerte- le grité con la cara roja de deseo.

Para lograr que se calmara, y como mi pulgar ya estaba empapado de sus jugos lo forcé en su culito y Rosy gritó de placer, casi aullaba yo diría y con esto comenzó a moverse de atrás a adelante, muy lentamente, como metiéndose mi dedo, así pude seguir lamiendo su chochito más calmadamente pues ese nuevo movimiento me facilitaba las cosas Con esfuerzo pude meter la mitad de mi lengua en su chochito y noté que tenia un orgasmo por sus contracciones y por que sus juguitos aumentaron en cantidad. Como loco traté de lamer y beberme lo más que pude, y el lengüeteo la hizo enloquecer a ella también, luego me dediqué a complacer su durito clítoris y lo chupé y lamí hasta que supe que le había arrancado otro orgasmo.

Satisfecho de haberla hecho venirse levanté el rostro y pude ver el suyo, sonrojado, su expresión embobada de placer, sus labios turgentes y paraditos, bien rojos, respiraba por la boca y parecía murmurar algo. Me moví sobre ella para acercarme a sus labios para besarla y luego escuchar lo que decía. Al acercar mi oído a sus labios mi temperatura subió al doble pues, muy bajito, casi imperceptiblemente Rosalía repetía solo una frase -Cógeme hermanito, Cógeme hermanito, Cógeme hermanito... Más enfiebrado aún me levanté y buscando que hacer a continuación vi que aún tenía puesta su corta faldita escolar por lo que se la arranqué como lo había hecho con las bragas, luego le arranqué la blusa que solo había abierto para tener acceso a sus pechos y arrojé los pedazos de tela a un rincón de la habitación.

Me solacé todo un minuto de verla desnuda sobre mi cama, a mi hermanita favorita, jadeando, con sus colitas y sus zapatos negros colegiales y sus calcetas adornadas con encajes. Era una fantasía de carne, era un sueño hecho realidad, era una mujer caliente y era mi hermana más querida. Que más podía yo pedirle a la vida? Blandiendo mi dura verga me tendí sobre ella y mordí sus pezones una vez más.-Ahora si amorcito, mi putita, vas a ser mía, vas a ser mi mujer- al decirle esto Rosy abrió los ojos y levantó el rostro para verme con lagrimas en los ojos, sonriendo y mordiéndose los labios. Apunté mi verga a su chochito y para hacerla sufrir de placer paseé mi glande por toda su vulva sin metérsela. Acariciando en círculos con ella su clítoris y empujando de vez en cuando, muy ligeramente, sobre la entrada de su vagina.- Ya cabrón- protestó ella con voz ronca, Cógeme maldito, o voy a explotar de lo caliente que estoy.

Ahora era yo el que se reía de su calentura y desesperación. Pero mi calentura era tan grande como la de ella, por lo que acomodándome le dí un gran beso para luego acomodar mi verga en la entrada de su vagina y lentamente la forcé en su interior, delicadamente, muy dulcemente, por lo apretada que estaba a pesar de su lubricación natural. Cuando sentí que estaba cerca del final de su vagina se la metí de un jalón y los dos gemimos con fuerza, ella casi gritando. Mi cabeza explotó de placer, era como si escuchara las partes más emocionantes del himno a la alegría de Beethoven, retumbando dentro de mi cerebro. Como si el universo se hubiera reducido a nuestros sexos, el de Rosy y el mío, y palpitaran por un segundo al ritmo de las estrellas más brillantes. ¡Que felicidad, que calentura! ¡Que puta es mi hermanita!

Así me estuve moviendo en su vagina por varios minutos, con rapidez como perrito faldero, mi pene chocando cada vez contra su cerviz y ella abrazándome apretadamente con sus piernas, sus zapatos rozando mis nalgas y muslos, enrojeciéndolos, poniéndome por esto más caliente y reforzando mis arremetidas salvajes contra su apretado y delicado chochito, su rozagante chochito.

Cuando sentí que se acercaba mi venida comencé a bajar el ritmo para evitarla y Rosy levantó el rostro con dificultad- No pares - me dijo- ¿Crees que soy pendeja? tengo tiempo tomando pastillas esperando este momento. Vente en mi hoyito, lléname de leche hermanito, cogeme como a una buena puta...aghh - Yo volví a aumentar el ritmo de mis embestidas empujado por sus palabras ardientes mientras ella, mi hermana, no dejaba de hablar y animarme. - Aghhh, cogeme hermanito, cógeme, siiiii argghhhh, no pares, lléname, metémela toda, suéltame la leche cabrón, así...

De pronto no pude más, mi vista se nubló y mi cabeza se llenó con el sonido de los gritos y gemidos de mi hermana que me pedía más y más leche, enloquecida en medio de su propio orgasmo. Al ir bajando de mi venida y sentir nuestros cuerpos ardientes entrelazados comencé a aceptar que yo también estaba enamorado de ella y que esa noche me había enganchado de por vida, que sería y haría lo que ella quisiera, cuando ella lo quisiera.

Más tarde también me ofreció la virginidad de su culito, sacando de su mochila un frasquito de vaselina me la embarró en la verga y luego me dio el frasquito, guiándome me dijo que untara un poco alrededor del ano y que luego con un dedo le metiera otro poco en el recto. Y así esa noche también probé su parte más prohibida en una relación ya prohibida de por si.

Cogimos en todas lo posiciones posibles y a ratos retozábamos jugando como niños sobre la cama. Así estábamos, yo de espaldas a la cama y ella sobre mi, boca abajo, cuando oí un ruido y de improviso entraron mis amigos Carlos y Jaime, mis compañeros de departamento. Traían botellas de tequila en la mano y al vernos desnudos y en tal posición, hermano y hermana, se quedaron atónitos, mudos de sorpresa y me dí cuenta que también de excitación pues el trasero abierto de mi hermanita apuntaba hacia ellos y claramente pude ver el bulto de sus erecciones. Rosalía también lo notó y se rió contagiándome de su risa.- Pasen y siéntense - les dijo risueña indicándoles dos sillas que estaban contra la pared de la habitación.

Luego besándome una y otra vez me explicó que ese mediodía, cuando estaba enojada conmigo, entró a mi email pues hacía tiempo sabía mi clave y siempre checaba mis mensajes y sabía todo de mi vida privada, por lo que aprovechando esto, en mi nombre citó a Carlos y Jaime a esa hora en el departamento y su plan era que ellos se la cogieran y yo los descubriera, pero después cambió de plan y se olvidó de eso. Por lo que ahora solo los dejaría disfrutar del espectáculo pues eso la calentaba horrores y.. -tal vez después... - agregó con una sonrisa picara. - Pero antes cogeme otra vez para que vean lo calientes que pueden ser unos hermanitos - Lo hicimos de nuevo un par de veces, ella estaba súper excitada al saberse observada pero a mi la verdad me cohibía la presencia de mis amigos. Al verlos de reojo de vez en cuando pude ver como seguían bebiendo al mismo tiempo que se masturbaban. Parecían lobos esperando el momento de comerse a mi adolescente putita, pero ella era mía, mi puta personal.

A la tercera vez de hacerlo frente ellos nos quedamos dormidos y no supe más de mí, estaba exhausto y caí rendido en los brazos de Rosy, mi mujer desde ese momento Me desperté más tarde cuando oí gritos y gemidos, todo confundido busqué a mi lado y mi hermana ya no estaba. Me senté en la cama y vi en el piso de la habitación algo que no esperaba ver. Se me hizo un hueco en el estómago al ver como mi hermanita estaba entre mis dos amigos en posición de perrita mientras le hacían una doble penetración. Carlos estaba bajo ella metiéndosela por la vagina mientras Jaime la montaba por detrás metiéndosela por el culo.

Ambos se movían desenfrenadamente, sin compasión taladraban los hoyitos recién estrenados de mi hermana y la imagen hizo que mi verga se pusiera instantáneamente como piedra. Pero como buen macho me enojé y dispuesto a defender a mi hembra, mi propiedad, salté de la cama para separarlos. Pero al hacerlo pude oír los gemidos de Rosy, in equivocadamente de placer, y pude ver su rostro bañado en sudor y lágrimas, sonriéndome extasiada. Por su expresión supe que no la estaban violando, que más bien ella los había alentado y ahora le estaban dando lo que les pedía.

Sin poder hacer más me senté en el borde de la cama a acariciar mi erección mientras veía a mis amigos solazarse con el cuerpo tierno y adolescente de mi hermanita. Todo su cuerpo agitado como un pedazo de madera en un mar picado, llevada por el destino y su calentura. Más que a mi hermana, mis amigos parecían estarse cogiendo un pedazo de un carne, una puta barata de la calle en la que se cobrarían cada peso y centavo que le habían pagado, como si tuvieran derecho a ello, a ella, a su tierno cuerpo. Así estuve observándolos hasta que terminé jalándome la verga con fuerza y cuando vi que mis amigos se ponían de acuerdo y cambiaban lugares para pasarse uno abajo con su vagina y el otro atrás a taladrar su culito.

Una vez que los vi ya tomando su ritmo de bombeo nuevamente, me acerqué y metí mi verga en la boca abierta y jadeante de Rosy, mi querida putita. Ella respondió apasionadamente mamando y mordiendo mi verga más intensamente que antes haciéndome venirme en su boca muy pronto. Cuando terminó de mamarme, aún con mi esperma chorreando por su barbilla me dijo: ¿Verdad que soy una puta de lo peor que puede tener a cualquier hombre a su disposición? - yo solo sonreí y le contesté que sí, dejándola sola con mis amigos.

Ya más calmado físicamente pero aún con la calentura en la cabeza me vestí y me puse a ver la tele en el recibidor, no me podía concentrar pues hasta allá oía los gritos y gemidos de mi hermana y los gritos de Carlos y Jaime que, envalentonados por mi ausencia, se dedicaban a calentarla con sus palabras, llamándola por todos los nombres despectivos que se les ocurría, desde puta hasta perra y exigiéndole las posturas más inverosímiles y que complaciera diferentes partes de sus cuerpos con su lengua. Despajes de una hora de estar escuchando eso no pude soportar más y salí a la escuela. Pero aunque entré a una clase no pude concentrarme y solo pensaba en Rosy, mi hermana, y lo que le hacían mis amigos en el departamento.

Después de dos horas de merodear por la universidad sin hacer nada decidí volver al apartamento, pues me imaginaba que para entonces ya habrían terminado. Al entrar ahí me sorprendí el silencio del lugar cuando horas antes parecía un burdel o un local de orgías. Sobre la mesita del recibidor encontré una nota sujeta por una lata fresca de cerveza que aún transpiraba de fría. Tomé la cerveza, la abrí y me senté en el sillón a leer la nota mientras sorbía la cerveza que por alguna razón en ese momento me pareció deliciosa.

La nota era un mensaje de mis amigos: Gracias hermano, estuvo cabrón el regalo que nos diste, siempre que nos necesites para algo sabes que estaremos a tu disposición. Carlos y Jaime. Sonreí para mi mismo pensando que cada uno de ellos tenia más de una hermana de buen ver y hallaría la forma de que me recompensaran de igual forma.

Luego, animado por beberme toda la cerveza, me levanté para ir a mi habitación. Ahí, la visión que tuve nada más cruzar la puerta hizo que se me parara la verga de nuevo. mi hermana estaba completamente desnuda, su cabello enmarañado cubriéndole el rostro, despatarrada, las piernas muy abiertas y el sexo aún escurriéndole esperma. Me acerqué y me hinqué junto a ella, parecía dormida y tenia también semen desparramado sobre sus hermosos senos. Me empecé a jalar la verga cerca de su rostro y, aparentemente por el movimiento, ella se despertó.

¡Hermanito! - me dijo como dormida- Que lindo es despertar satisfecha y a tu lado. -Bajó la vista a mi verga y me vio masturbándome y sonrió - Y que lindo es que me quieras así. Quiero que te vengas en mi cara, creo que me lo merezco, pues dejé a tus amigos hacerme todo lo que quisieran a cambio de que te cedieran la habitación individual y así tuviéramos más privacidad tú y yo... - Eres una puta de lo peor. le dije sonriendo y me vine derramando mi esperma en sus labios, nariz y ojos. y me acosté a dormir a su lado mientras ella se relamía.

Tiempo después a mis espaldas ella siguió acostándose con ellos a cambio de dinero, pero yo me dí cuenta, pues aparte de usar el dinero para sus pequeños lujos, también me compraba caros regalos como estereos y buena ropa, ellos estaban tan enviciados con mi hermanita que no les importaba pagar lo que les pidiera. A mi no me importaba que lo hiciera pues sabía lo que la excitaba eso de sentirse putita y si ella era feliz también lo era yo, siempre que tuviera a mi disposición ese cuerpo suyo tan rico, yo sería feliz.












Los 18 de Rosalia









4 comentarios - Los 18 de Rosalia

maguito
que pedaso de puta! 😉
izcoatls03
Quiero una hermana asi, presenta
Knives_05
Tu narración es exquisita, ganas me dan de pararme y aplaudir, el final me resultó algo descepcionante, pero gustó y mucho, felicidades!