[Fan-Fiction] Soledad Pastorutti

Acá va un relato de La Sole, tal vez no exactamente como querían, pero bueno, algo para que sepan de mí, lo que más escribo y me gusta hacer es humor, así que háganse a la idea que van a tener que fumarse relatos de este tipo de vez en cuando. Ríanse mas, que no todo en la vida es sexo.


[Fan-Fiction] Soledad Pastorutti


No funcionaba, es decir, no andaba. No iba ni para atrás ni para adelante, bueno, no iba para arriba para ser más exactos.

A Juancito, como siempre lo llame de cariño, nos conocimos de muy chicos y siempre fuimos inseparables. Nos dimos nuestro primer beso durante la “Fiesta del pejerrey” en los pagos de Junín, y sellamos nuestro amor de forma física durante “La fiesta del chorizo colorado artesanal”. Juancito siempre fue un excelente amante, un semental Santafesino hecho y derecho, de lo cual siempre estuve muy contenta.

Por desgracia, cuando mi carrera comenzó a despegar, y empecé a recorrer el país, con el siempre a mi lado, se empezaron a notar los primeros cambios. De a poco su energía se fue apagando, así como otras cosas. Mientras mi popularidad crecía, lo suyo se fue achicando, hasta que un triste día, no se levantó más. A pesar de todo, mi amor por él era mucho más grande, así que le prometí utilizar todos los recursos a mi alcance para ayudarlo a levantarle el ánimo, así como todo lo demás.

En nuestra travesía por nuestra querida Argentina, estábamos siempre en la búsqueda de médicos, brujos, chamanes o cualquier tipo de medicina o tratamiento que pudiera llegar a ayudarlo. Desde pasar una noche desnudo recostado a la luz de luna en el Cerro Uritorco, o tener que beber de una vez 4 litros de un brebaje a base de esperma de cuis y llama, y varios tipos de plantas. Bebida que años después me confesaría que no estuvo tan mal, y le recordaba a los licuados de banana que su madre le hacía cuando era chico. En una ocasión, una vieja bruja Tucumana nos cobró una pequeña fortuna para performar una antigua y muy poderosa danza capaz, según ella, de levantar a los muertos de sus tumbas. Por desgracia, tiempo después, descubrí la estafa de la mujer cuando vi hacer exactamente la misma danza a Daddy Yankee en Viña del Mar.

Tristemente y de a poco fuimos bajando los brazos, y perdiendo la esperanza de que alguna vez podríamos encontrar una solución, y lo que una vez nos unió, hoy no se paraba.

Pero todo cambio un memorable día de octubre, mientras yo me preparaba para un concierto aquella noche, escuche unos gritos despavoridos. Corrí con la velocidad del rayo hasta mi querido Juancito, y allí estaba el, parado quieto y silenciosamente, apuntando con su dedo al televisor. Era Moria Casan, recostada en una cama, mientras convencía muy eróticamente a un joven jugador de las inferiores de Racing, un muchacho de al menos 20 años, a comerse una banana. Juancito, con una gran sonrisa en su cara, y una protuberancia en medio de su cuerpo, levantaba el poncho que vestía como una carpa. Con mi mano temblorosa, levanté un poco su ropa, y allí lo vi como la primera vez, como aquella mágica noche durante “La fiesta del chorizo colorado artesanal”, cual Lázaro, se había elevado de entre los muertos, en dirección al cielo infinito. Juancito con una expresión de orgullo y felicidad en su rostro, como alguna vez llevo el general San Martin después de cruzar los Andes, y yo con una sonrisa llena de saliva. Me abalance sobre aquel tótem de satisfacción como una llama en celo. De rodillas frente a él, devore aquel mástil con devoción y desesperación. Luego, me levante, subí mi poncho y me coloque en cuatro patas en el suelo, levantando la cola como un yaguareté, esperando la embestida de un macho. No tuve que esperas mucho, en cuestión de segundos pude sentirlo atravesarme como una brocheta. Disfrutaba como aquella renacida carne se movía salvajemente en mi interior, llevándome a un plano de placer más allá del tiempo y el espacio.

Por desgracia, fue la llamada de mi manager la que me trajo de vuelta a la realidad, llamándome para subir al escenario. Todavía algo atontada por el momento, no note hasta encontrarme frente a la eufórica multitud de aquel estadio, que en mis manos tenia todavía el poncho de Juancito, y en un ataque de creatividad, comencé a revolearlo en el aire, como muestra de mi renovada felicidad y satisfacción sexual.

Como sea, al público le gusto, así que seguí haciéndolo en todos mis conciertos. Ahora no vamos a ningún lado sin un poncho extra y la serie completa de “A la cama con Moria” en DVD. Nunca fuimos más felices ni estuvimos más unidos.

1 comentario - [Fan-Fiction] Soledad Pastorutti

eljusticiero_
jaja no es lo que esperaba pero me gustó. Siga escribiendo.