Soltero de verano (2): La escort II




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Proponer la “girlfriend experience” sigue siendo algo fuera de lo normal. Por lo general, cuando uno requiere una escort, es porque está caliente y necesita desahogarse.

Pero en mi caso, yo sigo dependiendo de Marisol y no tenerla a mi lado realmente me desbalancea.

A Nicole le causaba simpatía y la idea le parecía más atrayente, por lo que me hizo un precio. Aun así, ella seguía revisando si el monto me parecía excesivo, pero no lo era tanto.

Pasamos a un cajero automático y pagué por adelantado. Ella se sorprendió al ver el fajo de billetes.

Soltero de verano (2): La escort II

·        Y bien… ¿Dónde vives? – preguntó ella, mientras seguía contando los billetes.

-         ¡Oh, no! ¡No vamos a ir a mi casa!

·        ¿Qué?– la distraje en su conteo.

-         Te necesito solo por una noche, nada más.

Nicole se complicaba.

·        Tampoco puedo llevarte a mi dormitorio. Si mis amigas se enteran…- sentenció cabizbaja.

-         Por eso, nos quedaremos aquí.

·        ¿Qué?

Como podrán imaginar, estábamos a las afueras del Hyatt de Melbourne. Nicole pensó que estaba bromeando, pero al verme tirándola de la cintura, hacia el interior del hotel, sus ojos estaban dilatados en sorpresa.

-         ¡Hola, necesito una habitación! – le dije al recepcionista en un tono casual.

Él era un joven de unos 20, 25 años, con un leve parecido a James Franco. Afortunadamente, y no como en otras ocasiones, no me discriminó por la apariencia ni me vino con un sermón. Políticamente correcto, consultó:

Ø  ¿Se ha hospedado aquí antes?

Le di mi nombre y el número de mi tarjeta y luego de corroborar que estaba en el sistema, me preguntó qué tipo de habitación quería ocupar.

Dicho sea de paso, Nicole estaba estática, a punto de soltar la mandíbula. No me cabía dudas que era su primera vez en un lugar tan glamoroso.

Sin embargo, lo que no echaba de menos eran las extrañas comodidades que el hotel ofrecía: había un concierto de Jazz en el auditorio, donde se sortearía un viaje a las Bahamas para una pareja por una semana.

Ciertamente, me habría interesado de haber ido con Marisol. Pero igual no me escaparía de tener que comprar los pasajes para las niñas o para Bastián, si Sonia me lo autorizara.

Como fuese, me decidí por una suite en el 4to piso por una noche.

Ø  ¿Hasta qué hora?

-         Hasta las 8 pm. Mañana se estrena “The last of us” y quiero verlo en casa. - respondí entusiasmado.

Ø  Mhm, pues debería cargarle 2 noches. Las reservas duran hasta el mediodía. – señaló levemente motivado.

No era problema y pagué el costo. Finalmente, el recepcionista cayó en cuenta de algo muy importante…

Ø  ¿Tienen…maletas? – preguntó confundido, alzándose del escritorio.

Revisó de pies a cabeza a Nicole, que si bien, no era extremadamente atractiva, sí se notaba que estaba más ad hoc con el lugar. Yo, por mi parte, aunque no me veía mal, estaba mucho más informal que mi compañera.

-         No, pero sí necesitaré de un botones para que nos lleve a la habitación. – le respondí con una amplia sonrisa.

Le caí en gracia.

Ø  Entiendo. Muchas gracias por su preferencia. – señaló, sonriéndome con complicidad.

En el camino al ascensor, Nicole se mostraba tensa.

·        ¡Dios! Esto no es una broma, ¿Cierto? No eres un policía, ¿Verdad?

Discretamente, le pedí a ella que guardara silencio. El botones me miró, también entendiendo un poco lo que pasaba, pero se abstuvo de decir algo.

Luego de darle la propina al botones y que me entregara la tarjeta, Nicole parecía a punto de entrar en un ataque de pánico.

-         ¿Quieres tomar algo? – le pregunté, al ver que empezaba a caminar incesante, mordiéndose uno de sus dedos por impaciencia.

·        No… sí… ¿Debes pagarlo?... ¡Dios!– respondió confundida.

Tomé 2 botellas de jugo de durazno y le ofrecí una, para que rehiciera sus ideas.

·        Ok… ok… ¿Qué quieres? –preguntó sentándose y dando un profundo suspiro.

-         ¿Yo? Nada. Por el momento, solo conversar.

·        ¡Mentira! ¡Nadie paga esa cantidad de dinero y reserva solo una habitación, solo para conversar! –replicó exaltada.

-         En realidad, te sorprendería conocer la verdad. – le dije, tomando el último trago de mi bebida. – Pero sí. Tienes razón. Necesitas una explicación.

Le conté que esa semana había sido horrible: además de tener que revisar los proyectos de la base de datos, a alguien en la gerencia le faltó la previsión de nombrar un reemplazo a la jefa de personal de los programadores, quien llevaba 3 semanas fuera de contacto por presentar su prenatal, no así su staff de 15 personas bajo su mando, los cuales nos atosigaban a Sonia y a mí constantemente por videollamadas con respecto a los proyectos que habíamos reportado durante el año.

·        Ok, ok. Tuviste una semana terrible. Bien. ¿Y yo? ¿Qué hago aquí? – preguntó ella, yendo directamente al grano.

-         Ya te lo dije. Mi esposa se fue al extranjero y la extraño.

Se puso de pie, claramente alterada.

·        ¿Sabes lo descabellado que suena todo esto? – preguntó ella, caminando en círculos. - ¿Qué quieres que haga? ¿Que actúe como ella?

-         No, por supuesto que no. Solo quiero conversar.

Nicole se volvió a exasperar…

·        ¡Dios! ¿Y qué hay del sexo? ¡Nadie paga esa cantidad de dinero por un día solo para conversar!

-         No te preocupes. Tendremos sexo. Pero siéntete libre de hacer lo que quieras.

Evidentemente, la situación la sobrepasaba y necesitaba aclarar sus ideas.

·        ¿Puedo bañarme? – preguntó, solicitando un poco de privacidad.

-         Por supuesto. En el baño, hay batas y toallas, por si lo necesitas.

Ella entró al baño y me amenazó con sus intenciones…

·        Usaré la tina caliente y las sales de baño.

-         Adelante. – le dije a ella, tomando el control remoto y encendiendo el televisor.

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Tardó cerca de 1 hora. No sé si fue porque disfrutó de la tina o porque necesitaba reorganizarse, pero salió envuelta en una bata y con una toalla sobre la cabeza.

·        Ok, hagámoslo. – se dijo a sí misma, al salir del baño.

Al igual que yo, Nicole no sabía qué esperar.

·        ¡Hola, cariño! ¿Cómo estás? –preguntó en un tono extremadamente fingido.

-         Bastante bien. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes?

·        Sola, porque sabes que te he extrañado. – comentó, gateando sobre la cama.

-         ¿Y qué tal ha sido tu semana?

·        Mal, porque he estado caliente y te he extrañado mucho…

Claramente, ella quería hacer su trabajo habitual. Pero yo necesitaba más que eso…

-         ¿Y qué tal fue tu final de semestre? – pregunté, apagando el televisor y dedicándole toda mi atención.

·        ¿Qué? - preguntó ella, al descolocarla de su rol.

-         Pues, sí. Quería saber cómo te fue. Recuerdo que cuando yo estudiaba en la universidad, las cosas claramente se pusieron cuesta arriba cuando ingresé al tercer año.

·        Mejor no hablemos de eso, ¿Ok? Solo deseo estar contigo ahora…

-         ¿Por qué no? Obviamente, es un tema importante para ti…

Nicole se detuvo y me miró con extrañeza.

·        ¿Por qué quieres saber eso?

-         No lo sé. A lo mejor, tuviste algún problema con alguna asignatura o algún compañero se enamoró de ti…

Ella sonrió de manera genuina.

·        Si los problemas fueran así de fáciles. -reconoció con ojos reminiscentes.

-         Entonces, hubo un chico…-consulté más motivado.

Volvió a mirarme y sonreír.

·        No. Los chicos sé manejarlos.

-         Entonces, alguna asignatura…

Me volvió a mirar intrigada.

·        ¿Por qué quieres saberlo?

-         Te lo dije. Con mi esposa, siempre hablamos de esos temas y le ayuda mucho, porque puede ventilarlos.

Se sacó la toalla de la cabeza y se acomodó, acostándose a mi lado.

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·        ¡Está bien! ¡Está bien!-rezongó con resignación. - ¿Por dónde quieres que empiece? ¿Por las perras de mis compañeras de clase que tuve en “Administración” o el problema que tuve con “Estadísticas avanzadas”?

-         No lo sé. Decide tú.

Nicole volvió a sonreír.

Me contó que ella era una alumna aventajada. Que, desde el inicio de la carrera, ha sacado altas calificaciones y que, por lo mismo, sembró semillas de envidia en el resto de sus compañeras. A diferencia del resto, que sigue viendo la universidad como la continuación de las fiestas del colegio, Nicole ha adoptado una visión mucho más profesional, que a menudo conflictúa con sus compañeras, dado que perciben que el trato de ella con los profesores es mucho más personal que con el resto.

Por otro lado, Nicole práctica judo para la selección universitaria, a modo de mantener una de sus becas, por lo que su tiempo está bastante comprometido en entrenamiento y torneos, razón por la que se gestó la situación en la asignatura de “Administración”.

Por alguna razón, el profesor de la asignatura decidió asignar trabajos grupales, siendo que, a esas alturas, el resto de las asignaturas estaban asignando trabajos individuales. A modo de nivelar el rendimiento, Nicole fue asignada a un grupo de chicas poco comprometidas con los estudios, quienes además les desagradaba la idea de trabajar con Nicole.

Aunque debían reunirse de manera virtual, los horarios propuestos por sus compañeras coincidían con las horas de entrenamiento de Nicole y en las reuniones donde sí lograban coincidir, el resto de las compañeras no cumplía con las responsabilidades, o bien, criticaban la calidad del trabajo de Nicole, por lo que decidió elaborar por sí misma los informes de los trabajos.

Cuál sería su sorpresa al final del semestre que, tras mucho esfuerzo del profesor, logró dar con el Whatsapp de Nicole para informarle que no tenía ninguna nota por sus trabajos a su nombre y él estaba a vísperas de cerrar el semestre. Nicole identificó al grupo con quien había trabajado, que, aunque al profesor le había llamado mucho la atención la mejora en la calidad del trabajo entregado, en ningún momento incluyeron a ella en el grupo y para demostrar la veracidad de su testimonio, Nicole compartió los informes redactados con el docente, por lo que decidió amonestar a las compañeras bajándoles la nota y calificando a Nicole con la máxima evaluación.

Al ver que realmente se sentía mejor tras contarme su testimonio, se sintió en mucha más confianza para decirme el problema más grave que enfrentó en su semestre.

No pudo disimular la sonrisa ni el cambio en la mirada de sus ojos celestes. Soltaron una chispa de inocencia genuina, de una joven que experimenta el primer amor bastante agradable.

Con un poco de vergüenza, no podía entender exactamente qué le pasó con el profesor de la asignatura. Lo describió no muy alto, bastante enclenque y delgado, siempre usando el mismo chaleco verde y sin mangas, pero siempre con camisas y blue jeans que le daban el estilo de un padre pasado de moda.

Por otro lado, su rostro era demasiado soso: unos ojos castaños pequeños, una nariz delgada y respingada, enormes labios con grandes dientes, una amplia frente arrugada, que mostraba el inicio de la calvicie y un corte de pelo raso, sin ningún tipo de encanto.

Y por alguna razón que ella misma no se explicaba, lo encontraba irresistible.

Enseñando, no era el profesor más claro de entender. Ciertamente, tenía habilidades matemáticas sobresalientes, pero en el aspecto social, dejaba mucho qué desear.

Al igual que en las otras asignaturas, ella constantemente iba a su oficina para consultar dudas. Sin embargo, ella no podía comprender bien por qué solamente iba con él a hacer consultas estúpidas, siendo que su rendimiento académico era destacable.

No pasó mucho tiempo para que el profesor se diera cuenta que algo había entre ellos y aunque nunca hizo nada al respecto en su oficina, Nicole reconocía que salía muy excitada cuando ella se marchaba.

Hasta que llegaron las evaluaciones finales…

Para ese tiempo, Nicole trabajaba en un bar cerca de la universidad y nunca pensó que se encontraría con él ahí. Exactamente, no supo bien cómo él se dio cuenta de qué era lo que hacía. Quizás, la había visto cuando algunos hombres mayores se acercaron a hablarle o el simple hecho que a pesar de que el local estaba colmado de jóvenes, ella no socializaba con ninguno de ellos. Pero me confesó que nunca se sintió tan expuesta ante un hombre como aquella noche.

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Como era de esperarse, al recibir la última evaluación, además de recibirla con la calificación más baja, su examen venía con un mensaje para fuera a su oficina.

Indignada y a sabiendas que sus cálculos habían sido perfectos, se aproximó a la oficina del docente.

Ø  Querida, no puedo negar que tienes grandes habilidades y un gran talento para esta carrera. – le dijo él, en un tono condescendiente. – Sin embargo, va en contra de la política de la universidad que te permita seguir avanzando, si sigues consiguiendo fondos de esa manera.

·        ¿De qué me está hablando? –preguntó confundida.

El tipo la miró mucho más serio.

Ø  Hablo de tu “negocio” en el bar. – respondió de una forma altanera, como nunca lo había visto ella en la sala de clases. – Varios alumnos y compañeros me han dicho que te han visto “trabajando” en ese bar.

Confesó que él destacase esas palabras la hizo sentir tan sucia. De cualquier manera, lo que decía él no era cierto, porque en esa época, lo había hecho con uno o 2 estudiantes de otras universidades y ni siquiera habían tenido sexo formal, salvo de algunas mamadas y masturbaciones.

·        ¡Pero no puede hacerme esto!¡Yo necesito esa calificación! – insistió Nicole, cayendo en su juego.

El tipo fanfarroneó un poco…

Ø  Vamos. ¿A quién le van a creer? – comentó el sujeto en una arrogancia repugnante, que le arrancó la infatuación inicial que ella tenía de cuajo. - ¿A alguien como yo, que lleva 15 años trabajando para esta institución educativa, sin ningún motivo de queja del alumnado? ¿O a ti, estudiante de segundo año, a quien he visto trabajando en un bar?

Que se lo dijera de esa manera una persona que tanto admiraba obnubiló su juicio y ella no tuvo otra opción que seguirle el juego.

·        ¿Qué quiere que haga? –preguntó, perdiendo completamente su voluntad.

Le dio una dirección, una fecha y una hora. Al parecer, el tipo estaba casado y ella asistió. No entró en mucho detalle, pero pude sentir que sí hubo penetración.

-         ¿Por qué no me lo dijiste? –pregunté, dejándome llevar por el momento.

·        ¿De qué estás hablando?

-         Me lo hubieses dicho y yo te habría ayudado.

Aparte de indignarse, Nicole se puso a llorar.

·        ¿Ah, sí? ¿Y qué habrías hecho?¿Eh?

Sentía que se me amargaba el estómago…

-         Hay reglamentos. – le dije, racionalizando la situación en esos momentos. – Esas decisiones no se toman deforma unilateral. Hay un concilio, donde se presentan las pruebas y se evalúa tu caso.

Nicole no lo podía creer…

·        ¿Es eso cierto?

Le conté que cuando estaba sacando mi magister, mi profesor guía era miembro del comité de ética y como también, al igual que ella, vivía asediándolo por los avances de mi trabajo de investigación. En muchas oportunidades, me informó por qué debíamos cambiar las fechas de las reuniones.

·        ¿Quieres decir que me mintió? –preguntó, sintiendo que el mundo se caía a pedazos.

La abracé por encima de la bata, en vista que estaba desolada…

-         Él dijo que te vio, no que te grabó. Eso no es evidencia suficiente, porque podrían estar injuriándote.

·        ¡Pero era cierto! ¡Era cierto!¡Yo lo estaba haciendo! – confesó ella, estallando en llanto.

De alguna manera, me había terminado posicionando sobre ella, con mis brazos entendidos, como si estuviera haciendo una flexión de brazos.

-         No, a menos que consigan el testimonio de alguien más. ¿Por qué no me lo dijiste, Marisol? – pregunté, inconscientemente.

·        ¿Marisol?

Y sin darme cuenta, nos empezamos a besar.

Mis manos buscaban ansiosas palpar sus pechos. En efecto, eran mucho más voluminosos que mi joven novia otaku de ese entonces, pero no me importaba.

Su manera de besar era parecida. Pocos labios habían transitado por esa boca y esa lengua, dulce y agradecida, hacía lo posible por retribuirme el favor.

Ella sintió un escalofrió al sentir mi mano recorriendo su vientre, buscando tocar su tesoro más preciado.

-         ¿Te lastimó?

·        No. – respondió con un extenso suspiro, mientras mis dedos empezaban a horadar su húmeda oquedad

Sus brazos me envolvían por los hombros, como esas incontables tardes lo hacían cuando vivíamos juntos en la casa de mis suegros a solas. Sus besos y suspiros, al igual que ese entonces, todavía se rechazaban a que yo tomase como mío lo que, en ese entonces, era de mi prometida.

-         ¡Déjame buscar un condón! – le dije, siguiendo los impulsos que tenía en ese entonces, buscando en el velador.

·        ¡No lo hagas! ¡No te molestes!- dijo ella, tomando mi mano. - ¡Quiero sentirte! ¡Te necesito dentro!

(I need you inside me)

Su delicada voz se encontraba sedienta. Melosa. Desesperada.

Mi ariete estaba listo. Su vagina, anegada.

Al igual que esas primeras veces, ella exclamó ese suspiro de sorpresa al sentirme entrar.

·        ¡Es… tan… grande! – exclamaba entrecortada, mientras mi glande pugnaba por entrar en tan cálido, húmedo y apretado habitáculo.

De a poco, se fue abriendo camino y de a poco, los movimientos se fueron haciendo más fluidos.

·        ¡Me estás abriendo! – exclamó como un hipo.

-         ¿La tenía más grande que yo? –pregunté lo que realmente tiene importancia.

·        No. – respondió en un suspiro silencioso.

Me afirmé a ella otra vez, embistiendo con mayor confianza. Marisol seguía siendo mi chica…

Le agarré del trasero, pero lo sentí diferente. Más pequeño y menos redondo de la colegiala que yo recordaba.

Pero no importaba. Porque al igual que esas veces, Marisol me abrazaba apretada por el hombro y al igual que lo hace siempre, me envolvía con las piernas, para impedir que sacase mi pértiga de su interior.

·        ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Estás… tan profundo!

(You’re… so Deep)

Por primera vez, me hizo cortocircuito escuchar a Marisol hablarme en inglés.

Pero no podía negarlo. Debía ser ella, al escucharla clamar cómo prensé su lugar especial.

·        ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahí! ¡Justo ahí!¡Sigue! ¡Oh, Dios! ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh!

La punta de mi glande engancha justo con la entrada de su copa. Seguí meneándome, disfrutando cómo la punta de mi glande era coronada por sus labios más profundos, haciendo que ella me abrazara más fuerte.

·        ¡Mmh! ¡Mmh! ¡Vente adentro!¡Vente adentro! ¡Agh!

(Cum inside me! Cum inside me!)

Fue entonces que salí de mi ensimismamiento. Marisol sí me pedía que me viniera dentro de ella, pero siempre en español.

Sin embargo, mi cuerpo tenía inercia propia y aunque mi mente trataba de frenarla, la cabeza de abajo arrasaba con ella con mucha iniciativa y sentí cómo la cabeza de mi glande empezó a picar más y más, anunciando su inminente acabada.

·        ¡Ahhhhh! ¡Ahhhh! ¡Ahhhh! ¡Oh,Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Ah, sí!

Nicole todavía se abrazaba fuerte a mi cuello, mientras yo sentía tanto sus espasmos vaginales como los míos, que parecían querer tragar la leche que le entregaba.

-         ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡No pude controlarme! – me excusé.

Su respuesta fue darme un agradecido beso en los labios…

·        ¡Está bien! Hace tiempo que no me acababan adentro.

-         Pero el condón…- repliqué, para que ella me silenciara con su dedo.

·        ¡Está bien! Nadie más se ha corrido adentro.

Mi ego se hinchó involuntariamente…

·        ¡Dios! ¡Sigues duro! – comentó ella, sonriendo agradablemente sorprendida.

-         Te lo dije. Hace una semana que mi esposa se fue.

Nuevamente, tomó una voz más tierna. Sin embargo, podías darte cuenta de que era mucho más genuina.

·        ¡Pobre bebé! ¿Quieres que me encargue de hacerte sentir mejor? - comentó, acariciándome melosamente el rostro.

-         Sí, me gustaría…- reconocí, aun manteniendo la racionalidad. – Pero debería usar un condón…

Una vez más, ella tomó mi mano que trataba de llegar al velador.

·        ¡Está bien, bebé! Es mi “servicio especial” por cogerme tan bien. – me dijo ella, acomodándose en mi pecho, como si escuchara mi corazón agitado. – Tienes 100% privilegios.

Nos besamos una vez más. Como les digo, podía notar algo distinto en Nicole. Si bien era cierto que estaba puteando, todavía tenía algo de inocencia de ser sus primeras veces, al punto que cuando me dijo que nadie más se había corrido adentro, me hizo pensar honestamente que fui su primer hombre.

La segunda vez, yo fui arriba. Verla a medio vestir, con su bata abierta mostrando todos sus tesoros, resaltaba perfectamente su cuerpo.

Embestía duro y confiado, sintiendo cómo nuestros cuerpos se acoplaban mejor al constante frenesí rítmico de nuestras propias sacudidas.

Sus modestos pechos, con forma de panecillos, se notaban muy excitados, con una pequeña tetilla puntiaguda alzándose hacia el techo.

Mis movimientos hacían que se menearan hacia adelante y hacia atrás, como si estuvieran en un constante baile.

Tuve que afirmarla de la cintura, para meterla más adentro y aterrizar mi rostro sobre su inestable teta, con mi lengua lamiendo desesperada, tratando de atrapar a ese rebelde pezón, que una vez cautivo, mi boca se encargó de succionarlo y mis dientes, de mordisquearlos levemente la punta y la base, para dejarle claro que esa noche eran mías.

Nicole dejaba escapar suspiros placenteros, mientras que mi cabeza reposaba en el remanso entre sus pechos. Giré mi cabeza e hice lo mismo con el siguiente pezón, gesto que una vez más volvió a agradar a Nicole.

Nos besamos, no porque yo no necesitara solamente, pero porque ella lo ansiaba más. Fueron sus labios los que salieron en mi búsqueda fracción de segundo antes que lo hicieran los míos.

Las caricias que nos dábamos con las lenguas nos auguraban tristemente nuestro mutuo deseo por acabar la odisea. Sin lugar a duda, nuestros cuerpos se sentían bastante bien, pero los 2 anhelábamos terminar la transacción, motivo por el que empecé a embestir con más fuerza y besarla con mayor intensidad, hasta que me vine una vez más dentro de ella.

Su reacción fue cerrar los ojos y extenderse sobre la cama, sintiendo cómo mis espasmos detonaban dentro de su sediento ser. No hubo palabras, ni comentarios cariñosos. Solamente, el alivio del orgasmo de una mujer.

Mientras mi cuerpo resoplaba sobre ella, podía notar que mi erección apenas menguaba. Si bien era cierto que no hacerle el amor a Marisol por una semana me tenía desajustado, hacerlo con una desconocida como Nicole me daba nuevos bríos, haciendo que ella lo disfrutara demasiado.

·        ¡Cariño, no puedo creer que la sigas teniendo así! - preguntó melosa, al salir de su ensimismamiento. -¿Tomaste algo? ¿Qué había en tu jugo?

-         No, ya te lo dije. Solamente no he hecho el amor con mi esposa por una semana.

Ella se rió…

·        ¡Dios! ¡La sigues teniendo tan dura! – comentó, meneando su cintura para comprobarlo. – Sabes que podrás enamorar a cualquier mujer con algo así, ¿Verdad?

Sus ojos me miraban con una gran sinceridad.

Una vez más, nos volvimos a besar. En esta oportunidad, fue ella laque quiso ir arriba. Su ritmo era infartante, al menearse con completa violencia sobre mi excitado falo. Nicole podía darse cuenta de que, aunque le estaba demandando un tremendo esfuerzo, me estaba brindando un gran placer, puesto sentía que su cuerpo succionaba el mío con perfidia. Sus pechos se meneaban como pomelos pendulares, pero su experticia en el movimiento de cadera era tal, que solamente podía ver cómo colgaban cerca de mí.

El orgasmo, por consecuencia, me llegó de forma explosiva y violenta, mucho más rápido que lo hubiese imaginado. Nicole, en cambio, se erguía erecta y perfecta, haciendo que su vientre succionara el último remanente de mi semen.

Producto de la gresca, colapsamos exhaustos sobre la cama. Eran las 2:40 de la mañana cuando empezamos a dormir, con mi cuerpo aun apresado en el interior de ella.


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1 comentario - Soltero de verano (2): La escort II

eltrozo896 +1
Tremendo relato
metalchono +1
Gracias por comentar. Acabo de subir algo más reciente. Como te digo, estoy aprovechando el mes libre para ponerme al día. Espero que lo disfrutes.