Cabalgada accidentada del Sr. Moon

Cabalgada accidentada del Sr. Moon


Aquella mañana el Sr. Moon había ido al pueblo por grano para los caballos cuando la vio paseando por la acera.
¡No podía creerlo! ¡Era Cherry, la recién llegada amiga de su hija que cautivó su lascivia durante la comida familiar!
–¡Hola Cherry! –dijo el Sr. Moon deteniendo la camioneta junto a la acera.
–¡Hola Sr. Moon! –respondió la chica acercándose a la ventanilla bajada del Sr. Moon.
Ya había cruzado la primera frase con ella y tenía toda su atención, ¿y ahora qué?
–¿Dando un paseo en esta bonita mañana hija? –le preguntó sintiéndose un poco estúpido por su poco original frase.
–¡Sí, un poco aburrida la verdad! –dijo ella asomándose por la ventanilla.
–¡Oh! Veo que hoy llevas pantalones, ¿te gustaría dar una vuelta en caballo?
–¿En serio? –dijo la chica mirándose de arriba a abajo.
–¡Claro! Voy al establo con grano para los caballos, pero puedo retrasar la descarga y darte una vuelta –le ofreció el Sr. Moon.
Ella dudó un segundo y él temió que dijese que no, así que trató por todos los medios de evitarlo.
–Madelin estará por casa, luego puedes ir a verla y quedarte a comer con nosotros, ¿subes?
Tal vez el acicate para Cherry fue volver a ver a su amiga Madelin, tal vez fue el montar a caballo, el caso es que asintió con la cabeza y dio la vuelta cruzando por delante de la vieja Ford para montarse junto al Sr. Moon.
Llevaba un pantalón amarillo, muy llamativo con un cinturón negro y una camisa blanca que dejaba entrever sus pechos sin sujetador, o eso parecía pues no se apreciaban costuras ni broches, ni aros metálicos. Con el pelo recogido en sendas trenzas ocultaban su melena rubia dejando ver su esbelto cuello blanco.
La camioneta ronroneaba como un toro bravo a través de los polvorientos y bacheados caminos hasta la granja, haciendo que sus ocupantes fuesen baqueteados de un lado al otro y dando botes en los asientos de skay rojo algo maltratados ya por el paso de los años.
El Sr. Moon no podía evitar ir pendiente de las tetas bamboleantes de la chica, más que del camino, por lo que los baches eran tragados uno tras otro para deleite del propio conductor, no así de la sufrida pasajera.
Llegaron al rancho y se desviaron hacia el establo, allí el Sr. Moon dejó aparcada la camioneta y la invitó a bajar.
–¿Y Madelin, querrá venir? –preguntó nada más bajarse su invitada.
–¡Oh, es un poco temprano! Ella acostumbra a levantarse a más de las doce –rio el Sr. Moon–. Si quieres damos un paseo y luego la levantamos, ¿vale?
Aún era temprano de acuerdo con los estándares que se gastaba la hija así que Cherry se encogió de hombros y asintió.
El Sr. Moon ensilló el caballo que el otro día admirasen la hija y la amiga en el establo. Un precioso semental de pelo negro azabache que por su porte resultaba intimidante para la joven.
–¿Subes? –dijo tras sacarlo a la puerta del establo.
–¡No sé Sr. Moon! ¿No tiene uno más pequeño? –dijo la chica algo preocupada al ver al estupendo ejemplar.
–¡Oh, este es muy manso y fiable! Si quieres daremos unos cuantos círculos en la cerca donde los entrenamos, yo llevaré las riendas y me quedaré en el centro y tú sólo tienes que sujetarte.
–No sé –dijo la tierna chica, quien no las tenía todas consigo.
Se la llevó al círculo y allí la invitó a subir. Aunque subir a aquella montura no era tarea sencilla para su estatura, por lo que aunque el Sr. Moon la cogió de la cintura, las cosquillas que le provocaba impedían que ella se asiera con fuerza a la silla.
–Bueno Sta. Cherry, si me lo permite, puedo empujarla del trasero, de lo contrario no podré subirla –dijo el Sr. Moon tras ver como la chica se reía de las cosquillas que sus grandes manos le provocaban al cogerla por la cintura.
–¡Oh sí por favor, no podré llegar tan alto yo sola! –suplicó al chica.
De modo que sus manos la levantaron por el culo y bien que aprovechó el acto el Sr. Moon para deleitarse tocando sus blandas posaderas, sintiendo como dese ese primer momento, ¡ya se ponía palote allí abajo!
La chica estaba bien asustada allí arriba y trataba de agarrarse con lo que podía mientras el Sr. Moon le daba rienda larga al caballo para que este girase en el círculo de tierra.
–¡Oh Sr. Moon, esto está muy alto! –gritó la chica.
–¡Tranquila! ¡Tú sólo agárrate y aprieta los muslos! –le dijo el Sr. Moon desde el centro.
Cherry lo intentó con todas sus fuerzas y aguantó un par de vueltas más hasta que el caballo comenzó a trotar ávido por moverse, como cuando un perro sale de paseo con su amo, lo que no esperaba la chica que al ver que se aceleraba se escurrió de la silla de montar y fue a dar con su culo en la arena.
Rápidamente le Sr. Moon se acercó a ella y corrió a socorrerla.
–¡Ay hija, estás bien! –dijo muy alarmado ante la maltrecha Cherry.
–¡Si, creo que sí! Me he asustado al comenzar el caballo a ir más rápido –le confesó.
El Sr. Moon la ayudó a levantarse y a sacudirse el pantalón y la blusa.
–¡Cuánto lo siento! –dijo el padre de Madelin muy azorado.
–¡Tranquilo, creo que estoy bien! –rio la chica–.
–¡Menos mal! –respiró el padre aliviado–. ¿Quieres volver a intentarlo?
–No sé Sr. Moon, me da un poco de miedo la verdad, ¿y si monta usted conmigo?
–¡Oh, buena idea! Así te cogeré desde la cintura y tendrás menos miedo.
–¡Claro, eso estaba pensando yo! –dijo Cherry.
De modo que el Sr. Moon, aunque portaba una generosa barriga subió con estilo a la montura y luego tendió la mano a la joven, levantándola como si fuese un pequeño cántaro de agua y haciéndola saltar en la montura.
Al sentir su trasero echarse para atrás, el Sr. Moon sintió como su palote se pegaba a este y se ponía tremendamente duro y excitado.
Con tan sólo estar pegado a su espalda y oler su pelo su fragancia le enervaba aún más y lo ponía peor que el semental que ahora montaban juntos.
Así comenzaron a alejarse del establo y a dirigirse a unos árboles cercanos por un camino ya trillado por monturas como la que ellos llevaban ahora.
El Sr. Moon pensó en llevarla al lago así que hacia allí se encaminó. Apenas eran unos kilómetros en un bonito paisaje entre abetos que sin duda disfrutarían.
–¿Mejor? –preguntó el Sr. Moon.
–¡Oh sí, ahora voy más segura con usted detrás! –rio la chica.
–Puedes llamarme Bennet si lo deseas –dijo el Sr. Moon.
–¡Está bien aunque me gusta llamarle Sr. Moon si no le importa! –dijo la chica–. ¡Qué precioso paisaje! –añadió.
–¡Si, es estupendo! ¿Verdad?
Fueron al paso y luego un poco al trote, mientras el Sr. Moon le explicaba cómo tenía que apretar los muslos y mover el cuerpo al compás del caballo, esto hizo que los roces con su culo se incrementaran exponencialmente así como la dureza de su miembro viril que sufría las deliciosas acometidas de su ojal trasero.
En una agradable media hora llegaron al lago, allí la chica quedó maravillada de la belleza del paisaje con las montañas de fondo. El Sr. Moon la ayudó a bajar sujetándola suavemente de su mano y luego bajó él sin ser consciente de que su paquete estaba bien visible.
Automáticamente la chica se quedó mirándole fijamente el bulto de su vaquero.
–¡Oh, bueno, si quieres podemos sentarnos mientras le doy agua! –dijo él un poco azorado tapándose el bulto delator con la mano tirándose de la entrepierna del pantalón.
–¡Oh Sr. Moon, no pensé que pudiese provocar ese efecto en usted!
–¡Lo siento hija, es que cabalgar con una chica tan guapa ha sido demasiado para este viejo cansado! –dijo él excusándose–. Te ruego me disculpes y no me lo tengas en cuenta.
–¡Oh no pasa nada Bennet en el fondo me parece hasta gracioso lo que le he provocado! ¿Te gusta mi culito? –se atrevió a preguntarle.
El Sr. Moon estaba en una encrucijada, pues la chica parecía no importarle que se hubiese empalmado mientras su culo rozaba con su falo, así que ahora podía flirtear con ella y arriesgarse a que le propinara una bofetada o saliese huyendo o flirtear y que ella quisiese más.
–Bueno hija, como te he dicho tu culito sobre mi regazo ha provocado esto –dijo sin señalar pero dando a entender que era la causa inequívoca de su estado empalmado.
–¡Vaya, qué bulto tiene ahí usted! –dijo la chica mordiéndose el labio inferior.
–¡Oh chica, no sé qué hacer! –dijo el Sr. Moon azorado.
–Yo tampoco Sr. Moon, pero aquí estamos los dos solos. Le confieso que ya había sentido su bulto en mi trasero mientras cabalgábamos y al bajar y verlo sólo me ha confirmado lo que ya sospechaba y que también a mí me ha sentado regular tanto rebotar con eso que guarda ahí celosamente –dijo melosa la chica acercándose al granjero.
El Sr. Moon la cogió por el culo y la pegó súbitamente a su paquete, impactando con su cintura, pues ella era un poco más bajita que él.
–¡Oh Sr. Moon, qué fuerte está usted! –dijo la chica dejándose agarrar por su culo.
–Llámame Bennet hija –dijo él más seguro.
Ahora sus labios se unieron en un beso largo y húmedo, mientras el gracioso bigote del padre de Madelin le hacía cosquillas en la nariz a ella.
–¡Ah Sr. Moon, digo Bennet, ya no sé ni lo que digo! –dijo ella separándose y exhalando su cálido hálito, demostrando su calentura.
Al Sr. Moon no se le ocurrió otra cosa que apretar de nuevo su culo y pegarle de nuevo su bulto a su cintura.
–¡Ay chiquilla, me temo que te deseo tanto que no sé ni por dónde empezar! –dijo él caliente granjero–. ¿Podría besarte los pechos?
–Podría Sr. Moon –susurró la chiquilla.
El Sr. Moon desabrochó su blusa y confirmó que la joven llevaba sus pechos al aire, por lo que muy caliente bajó y chupó una teta con sus gruesos labios y su bigote.
–¡Ay Sr. Moon qué cosquillas me hace con su bigote! Nunca había estado con un hombre con bigote, me pregunto qué sentiré cuando me roce ahí abajo.
–¡Ahora podrás comprobarlo! –dijo el Sr. Moon mientras la tumbaba en la hierba fresca junto al lago y le bajaba los pantalones amarillos y tiraba de sus braguitas blancas de lunares sacándoselos por los tobillos.
La celestial visión de aquel ángel semi desnudo, únicamente ataviado con su blusa blanca desabrochada con sus tetitas sonrosadas al sol y su chochito barbilampiño con su sonrosada rajita le pareció trasladarle al paraíso.
El rudo granjero se arrodillo y con bigote lamió su preciosa joya primero suavemente y poco a poco aplicando más presión para saborear mejor el néctar que rezumaba de su rajita sonrosada.
–¡Ah Sr. Moon! ¡Qué cosquillas me hace su bigote!
La chiquilla gemía y jadeaba mientras el Sr. Moon le comía la raja y esta se encorvaba levantando su vulva hacia el cielo presa del éxtasis y del placer que aquel rudo granjero le daba con su boca y sus dedos juguetones al inicio de su rajita.
–¡No me los vaya a meter! –le rogó la muchacha–. Le confieso que le veo tan varonil que me da tanto miedo como montar a su caballo.
–¡Oh claro hija, te respetaré y solo haré lo que tú me permitas! ¡Eres como un regalo del cielo muchacha! ¡Pídeme lo que quieras y yo te lo daré!
Entonces el Sr. Moon volvió a lamer su raja, más abajo hasta llegar a su ajustado y sonrosado ojal.
–¡Ay Sr. Moon cómeme el culo por ahí no soy virgen puede hacerme lo que le plaza!
No estaba seguro de haber oído lo que había oído, pero decidió probar su dedo en su ano y lejos de rechazarle la chica gimió con más fuerza, así que lamió su ojal y lubricó su dedo y penetró su culo mientras comía su raja al tiempo que la penetraba.
–¡Ay, ay qué placer, creo que no me aguanto! –dijo la chica entre estertores desatados en su primer orgasmo.
Parecía que su ambrosia se tornó en amargo pis algo que no importó al granjero que bebió todo lo que ella le entregó mientras con el culo levantado, espalda encorvada y estertores se corría por todo lo alto en la boca de aquel entregado granjero.
–¡Ay, ay pare se lo ruego! ¡Ya me corrí no siga que ya me duele, por favor! –dijo la chica respirando con fuerza y jadeando tras su corrida en la boca del granjero.
–¡Oh chiquilla, definitivamente eres un regalo del cielo! Cuanto me alegro de haberte traído aquí al lago.
–¡Has estado fantástico Bennet y ahora te lo recompensaré!
La chica se incorporó e indicó al granjero que se tumbase para acto seguido desatar su cinto no sin esfuerzo, pues estaba realmente apretado y luego bajar su cremallera para extraer, no sin esfuerzo su gran porra.
–¡Qué porra Sr. Moon, me temo que esto no me cabrá en la boca! –dijo la chica colorada como un pimiento, con tanto frenesí y deseo en su mirada.
Abrió la boca y se tragó su seta roja, chupando aquel champiñón como pudo y degustando su amargo y dulce sabor a la vez, mezcla de sus propios jugos y su esencia varonil.
–¡Oh! –se le escapó al granjero mientras veía a aquella chica menuda enfrascada en chupar su gruesa porra, tan desnuda y angelical como un ángel escapado del paraíso, despuesto a caer a la tierra entregándose al frenesí del sexo descontrolado.
Y Cherry se afanó en chupar su gruesa porra y se hartó de su varonil esencia, para luego hacer algo que desconcertó al maduro granjero.
–No sé si entrará Sr. Moon, pero tengo ganas de probar –dijo la chiquilla en cuclillas mientras se sentaba sobre su gran seta con su culo respingón.
El Sr. Moon bufó como un toro de monta al sentir como el ajustado ojal se abría para alojar su glande pero sin éxito.
–¡Oh Sr. Moon, tal vez si su lengua me lubrica bien ahí abajo consigamos algo! –dijo la chica sentándose ahora sobre su boca con su culo.
El Sr. Moon se afanó en lamer aquel ajustado ojal y clavó su lengua a modo de verga en él haciéndola gemir de placer.
–¡Ah Sr. Moon, su bigote me hace cosquillas! Ahora veamos si entra –dijo una decidida Cherry.
Y lentamente su seta entró, abriéndola y llenándola desde atrás, la chica consiguió contra todo pronóstico clavársela hasta los cachetes y el Sr. Moon bufó mientras la sujetaba por la cintura, para acto seguido hacer que su gruesa porra entrase y saliese de aquel culito respingón ensanchado al máximo de sus posibilidades.
–¡Ay, ay, me partirá el culo Sr. Moon! Pero cómo me gusta –dijo la chica besando sus labios mientras se sentaba en su dura estaca.
La follada terminó pronto, pues era mucha la excitación y mucho el abandono de un cincuentón venido a menos que gozó de aquel culo aunque no fuese virgen, como si lo fuese. Y mientras se corría y le rellenaba el culo de leche, la chica volvió a estremecerse y a tener un delicioso orgasmo culero, estertores incluidos.
–¡Ay, ay, ya no puedo más! –dijo la pobre sacándose aquella porra de su ajustado agujerito trasero.
Y calló derrotada sobre la panza del rudo granjero.
–¡Qué daño, qué placer Sr. Moon! ¡Cuánto me ha gustado! ¿Y a usted le he gustado?
–¡Ya lo creo mi niña, eres como un ángel, definitivamente eres como un ángel caído del cielo.
–No Sr. Moon, soy como una diabla caída del cielo para que usted me folle el culo con su deliciosa porra –rio la chica abrazada al rudo granjero.
Costó sacarles del trance postcoital, pero cada uno recuperó sus ropas por su lado y se dispusieron a volver, no sin antes la chica dar alivio a su vejiga.
Acuclillada la chica hizo un furtivo pis, no sin reparar en que el granjero la observa con atención.
–¿Qué pasa nunca ha visto a una chica hacer un pis?
–No es algo frecuente chiquilla, eres tan dulce que me gusta hasta haciendo pis –dijo el Sr. Moon mientras esta se subía las braguitas y su pantalón que había dejado ya de ser pulcro, entre la caída en la arena y el revolcón sobre la hierba.
De regreso volvieron a montar, ahora estaban más compenetrados, pues era mucha la intimidad que ahora les unía, el granjero la abrazaba, supuestamente para que esta no cayera, pero en realidad era un abrazo de puro deseo, deseo de yacer con aquella chica angelical, de entregarse a ella y colmarla de goce y de deseo.
Ya se divisaba la granja saliendo de los árboles, ya terminaba su aventura en aquella fresca mañana.
Como prometió el Sr. Moon, llevó a la chica a la casa y ya estaba su hija desayunando, un desayuno tardío pues eran más de las doce y así estuvieron juntas las amigas. Almorzaron con la familia, mientras el padre y ella se dedicaban miradas furtivas y en la siesta, en la habitación de Madelin, se entregaron al goce y al disfrute entre amigas.
Cuando Madelin vio lo rojo que tenía Cherry el culo y le preguntó por este particular, su amiga se limitó a decirle:
–¡Ay querida amiga, si te lo dijese no me creerías!
Y aunque Madelin insistió, ni una palabra salió de la boquita de piñón de Cherry, quien guardó su secreto con el rudo granjero con celo.
Al caer la tarde el padre se ofreció a llevarla al pueblo, pero Madelin decidió acompañarlos. Hubiese deseado ir con ella a solas, más que nada para intercambiar algunas palabras tras su caliente encuentro junto al lago, pero tal intimidad no fue posible ya que su hija estuvo decidida a acompañarlos.
No obstante durante el camino hubo miradas, hubo gestos, charla coloquial nada del otro mundo, pero Madelin tenía en cierta medida un sexto sentido y aunque su amiga no soltó prenda, se le escapó que habían estado montando en la mañana, antes de ir a verla y así supo que su padre era el culpable de su maltrecho ojal cuando en la siesta se enzarzaron en abrazos y besos de más que amigas.
Pero Madelin no dijo nada hasta dejarla en su casa, pero entonces, durante el camino de vuelta, ese fue otro cantar.
–No lo puedo creer papá –dijo hecha una furia.
–¿Creer el qué cariño?
–Ni cariño ni ostias papá, ¡es mi mejor amiga ahora! –dijo ella mirándole desde el asiento del copiloto.
–¡Cariño, no sé a qué te refieres! –dijo el padre balbuceando, temiéndose lo peor.
–¿Tú has estado con mi amiga, verdad? ¡No me mientas! ¡Lo sé! –dijo gritándole.
–Verás hija… yo no pensé que algo así fuese a pasar, pero ha pasado, ¿cómo te has enterado? ¿Te lo dijo ella? –preguntó con gran preocupación su progenitor.
–¡No, ella no ha querido contarme nada! ¡Has tapado bien su boca! –dijo ella lanzando su dedo índice acusador a su cara.
–Mira niña, yo no he tapado nada, ¡entiendes! Tu amiga… ¡Tu amiga…! –dijo por segunda vez ya cabreado sin ser capaza de continuar la frase. Simplemente ha pasado hija, tú deberías saberlo bien, ¿verdad? Una cosa lleva a la otra y terminas tumbado sobre una manta en la parte trasera de una camioneta intimando con tu nueva amiga –dijo el padre dejando boquiabierta a su hija.
–¡Papá! ¿Tú estabas allí? ¿Tú nos viste? –dijo más enfurecida aún.
–Tal vez hija, tal vez viese algo, pero yo, a diferencia tuya, he preferido guardar el secreto, pues en una buena familia hay que saber cuándo callar, ¿entiendes? –le hizo saber su padre.
Madelin cayó en shock, ¡las había visto joder! –pensó en su mente mientras su padre seguía conduciendo.
–¡Papá eres un guarro! –concluyó.
–Lo sé hija, lo soy, pero tú y tu amiga tampoco es que os ocultaseis mucho, ¿no? Dejando la puerta del garaje abierta, ¿eh?
De nuevo su hija calló.
–Pero, ¿cómo ha consentido ella que te la folles por el culo? –exclamó finalmente como un pensamiento en voz alta.
–Eso deberías preguntárselo a ella hija, yo no he hecho nada que ella no haya aprobado. Si tanta intimidad tenéis entre vosotras, ¡háblalo con ella!
Ya estaban llegando de nuevo a la granja, con las caras sombrías tras el agrio intercambio de palabras. Ahora cada uno sabía algo inconfesable del otro, por lo que sólo quedaba una opción.
–Supongo que no querrás que mamá se entere, ¿verdad? –dijo su hija con voz mustia.
–¿Es que se lo quieres contar hija? Le harías más daño a ella que a mí, o tal vez eso sea lo mejor hija, tu madre y yo ya ves cómo nos llevábamos. Hacerse adulto implica responsabilidades, tú conoces el secreto de tu amiga y mío ahora debes decidir qué hacer con él.
–Pero tú también sabes algo íntimo de mi –replicó ella en contraparte.
–Cierto, pero a nadie le interesa con quien mantengas relaciones hija, mucho menos a mí, aquello fue un accidente. Te pido perdón por seguir mirando, pero fui débil ante tu amiga, ¡ella es tan guapa! –dijo con melancolía.
–¿Te gusta papá?
–¡Oh hija, creo que es mejor que no siga hablándote de ella! –se lamentó el Sr. Moon.
–Está bien papá, ella no ha querido delatarte, le he visto cómo le has dejado el culo y aunque le he preguntado no ha querido soltar prenda de quién se lo había hecho.
–¡Oh Madelin! Esos detalles tal vez deberías guardarlos para ti. ¡No sabes cuánto me avergüenzo de eso!
–Está bien, vuestro secreto seguirá siendo vuestro, sólo ten cuidado y que no os vean si os volvéis a encontrar.
–Claro hija, claro. Aunque supongo que no se repetirá, lo de hoy ha sido un calentón tanto por su parte como por la mía.
–¿Por qué dices eso papá? –le preguntó Madelin notando la falta de autoestima de su padre.
–No lo sé hija, no sé porque ella me ha elegido, no lo sé. Es como un ángel y yo una bestia, no pegamos ni con el pegamento más fuerte del mundo –se lamentó su padre.
–Ella tiene buen corazón papá y tú también, me dijo que le dabas un poco de pena el otro día.
–¿Pena por qué hija?
El viejo motor se paró con una sacudida cuando entraron al garaje, pero aún no se bajaron de la camioneta.
El sol proyectaba ya sus rayos dorados por todos los campos de grano recién cosechados, mientras ellos se miraban en la intimidad de aquel reducido espacio.
–Nada papá, le comenté lo mucho que discutís vosotros dos y ella me dijo que le parecías buena persona y que le dabas un poco de pena, eso fue todo –le confesó su hija.
–¿Te dijo eso? Es cierto que discutimos demasiado, por eso creo que daría igual que se enterase de lo que ha pasado, pero no te equivoques eso le dolería, le haría daño, aunque sería la excusa perfecta para que todo explotase y tal vez sería lo mejor, pero bueno hija, no te estoy pidiendo que no lo cuentes, tampoco que se lo cuentes, solo te digo que todas nuestras acciones tienen consecuencias, más cuando son temas de familia.
–Te entiendo papá, tranquilo ya he decido no contarlo.
–¿Te puedo preguntar algo hija? –dijo para sorpresa de Madelin.
–¡Claro! –contestó intrigada por lo que quisiera saber su padre.
–¿Amas a Cherry? Quiero decir, ¿te gustan las chicas? –dijo su padre sintiéndose un poco avergonzado por hacerle una pregunta tan íntima a su hija.
–Bueno papá, digamos que me gusta jugar con ella, pero te confieso que los chicos no me desagradan, si es eso lo que te preocupa.
–¡Oh bueno hija, es que los tiempos modernos son, bueno…! ¡Soy ya demasiado viejo! –concluyó su progenitor.
–No pasa nada papá, anda entremos ya que se van a preguntar qué hacemos aquí tanto tiempo parados.
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Este es un capítulo de mi novela Fóllame Tierno, una obra muy caliente y sensual inspirada tras el visionado de una caliente escena lésbica de una película porno. Pero a partir de ahí se desarrolla una historia completamente original y fresca que seguro que te cautivará...

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