Mi Vecino Superdotado [16].

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Mi Vecino Superdotado [16].


Capítulo 16.

Cruzando el Límite.

No tenía idea de por qué Renzo se estaba tomando este asunto con tanta calma. Quizás era un mecanismo de defensa, antes de estallar en llanto. Tal vez la mente de su novio, detrás de esa sonrisa, se estaba rompiendo en mil pedazos.  Eso la preocupaba y la voz de su conciencia le decía: «Tenés que parar, Silvana. Ya fuiste demasiado lejos. Renzo no merece este maltrato». Pero no podía detenerse. Su voluntad no era tan fuerte. Las sensaciones que le producía contarle todo esto a su novio eran embriagadoras, adictivas. Quería más, aunque esto pudiera costarle la relación. 
Tenía el corazón acelerado, como cuando encontraba el ritmo perfecto al trotar, donde ya ni siquiera sentía el esfuerzo. Corría con el viento. Y una vez que encontraba ese ritmo, no podía parar hasta que las piernas empezaban a dolerle, hasta que sus pulmones ya no podían cambiar el aire. Necesitaba llegar al límite. 
Y con su novio haría lo mismo.
El sexo conyugal fue tan soso y aburrido que hasta el propio Renzo se dio cuenta… y él nunca se da cuenta de nada. No podía dejar de pensar en la imponente verga de Malik y su novia siendo sometida. Y aún así no podía sentir odio ni rencor, sino respeto hacia Malik. ¿Por qué? ¿Por qué le pasaba esto? ¿Por qué no era capaz de enojarse con el senegalés? No importa el motivo de las fotos, la verga del negro había estado dentro de la concha de su novia. Y por más que ella jurase que le dolía y que no le agradaba… sigue siendo una verga. Y sabe que Silvana le gusta el sexo, al menos un poquito. 
En ese momento recordó a una rubia de su barrio que tenía fama de “gato barato”. La chica cogió con él y Renzo se lo contó a sus amigos. Ellos le preguntaron, como una obviedad, si lo había disfrutado. Porque la rubia era muy bonita. Y él les dijo la verdad: «No me gustó. No la pasé bien». Sus amigos no lo podían creer. No comprendían cómo a Renzo no le había gustado coger con semejante mujer. Él sí lo sabía. No le gustó por la fama de puta de la rubia. Pensó que coger con ella era como ponerse un preservativo usado por otro. 
Y ahí entendió a Silvana. También a Malik. 
Confía en su novia y toma todo lo que ella le dice como la verdad absoluta. Si ella asegura que la verga del negro no la calienta ni un poquito, por su gran tamaño, entonces debe ser verdad (o quizás prefiere que sea verdad). 
También puede entender que Malik no sea un baboso que se calienta con cualquier mujer que ve. Renzo, por su gran atractivo, tuvo muchas amantes… y varias no le trajeron ni un poquito de satisfacción. Con el tiempo dejó de ver a las mujeres como meros objetos sexuales. A Silvana la quiere y la respeta más allá de su atractivo físico. Malik tiene tantas amantes que sumar una más no le cambiaría nada. Si hay un solo hombre capaz de meterle la verga a Silvana y no sentir nada, ese es Malik. Así lo creyó (o quiso creer) Renzo.
Así debía ser. Porque cualquier otra realidad sería demasiado dolorosa de afrontar. 
Y como quien ignora las evidencias de una tierra esférica, Renzo prefirió sumergirse en el mundo que su novia pintó para él. Reconocer que estaba equivocado al confiar en Silvana le destruiría el alma. Lo aceptó, porque eso era lo mejor para su salud mental.
—Contame qué más pasó con Malik, amor. 
—¿De verdad no te molesta ni un poquito?
Un poquito sí le molestaba. Un poquito bastante. Porque la anestesia cerebral todavía no había hecho efecto del todo.
—No, amor. No me molesta para nada —dijo con una amplia sonrisa—. Lo que sí me molestaría es que no me cuentes todo. Quedarme con la incertidumbre sería muy molesto.
Silvana no entendía lo que es capaz de hacer la mente humana cuando necesita protegerse. Aunque sí entendía eso de la incertidumbre. Le pasó aquella vez que vio a Renzo paseando con una chica muy bonita por un shopping. Tuvo una noche horrible imaginando todo lo que habrían hecho juntos. Y eso fue lo que más dolió: no saber qué habían hecho exactamente. ¿La chica le habría entregado el culo? ¿Y por eso la preferiría a ella?
Después se enteró que esa preciosura en realidad era Yamila, la hermana de Renzo, esa misma hermana que él quiso presentarle mil veces y ella prefirió dejarlo para después. De haberla visto antes, se hubiera ahorrado esa mala noche. También se quedó fascinada con Yamila, una chica de pelo lacio castaño y ojos grises de gata. Nariz respingada y labios sensuales. En la compu tiene fotos de ella y no sabe por qué. Las fue descargando de las distintas redes sociales donde ella publica y algunas las sacó del celular de Renzo. A veces pasa largos minutos mirándolas, en especial esas donde Yamila aparece en bikini… y en la mayoría de las fotos la chica sale en bikini. ¡Qué cintura! ¡Qué piernas! Sus tetas no son muy grandes, pero tiene el vientre con marcas sutiles del ejercicio y dios… qué impresionante es cuando está bien bronceada y se toma fotos bajo el sol, con el cuerpo mojado. 
Cuando Renzo le preguntó por qué tenía tantas fotos de Yamila (incluso más de las que tiene de él), Silvana se quedó paralizada. No supo qué responder, ni ella entendía muy bien la respuesta. Se hizo la sorda. Recién le respondió al otro día, como quien no quiere la cosa: 
—Ah, me habías preguntado por las fotos de Yamila. Las tengo por una tontería… ¿me prometés que no te vas a reír de mí? 
—Te lo prometo.
—Yamila se entrena mucho, tiene un cuerpazo increíble. Yo miro esas fotos cuando no tengo ganas de salir a correr, me da envidia y digo: “Yo también puedo tener ese cuerpo”. Y ahí me voy a la plaza a entrenar como una desquiciada.
Renzo empezó a reírse. Esa noche no cogieron. 
Lo que Silvana no le contó fue de las veces que, luego de ver las fotos de Yamila, se hizo una paja. Se pasaba largos minutos mirando esas fotos de Yamila con microbikinis, donde se veía su pubis; o aquellas donde fotografiaba su culo y el bikini se le encajaba tanto que podía adivinar todas las partes de su concha; también aquellas donde Yamila era más osada y posaba completamente desnuda, pero cuidándose de que sus pezones o sus labios vaginales no salieran en la foto… por milímetros. Y era tan milimétrica la cuestión que a veces se le escapaba un poquito, Silvana lo sabía porque hacía zoom a las fotos. Amaba que Yamila subiera las fotos a Flickr, así ella podía verlas en la más alta calidad. 
Antes pensaba que masturbarse con las fotos de Yamila en realidad era un poco narcisista. Porque se imaginaba a ella misma en fotos similares… y en internet, donde todo el mundo podría verlas. Aunque ahora, después de todo lo que hizo con Paulina, ya no estaba tan segura de si ese era el auténtico motivo de sus pajas. 
Tampoco justificaba del todo por qué estaba tan empecinada en conseguir fotos de Yamila donde se viera un poquito más. Eso lo consiguió gracias a Renzo. Ella lo desafió a conseguir ese tipo de fotos, y a cambio ella lo dejaría jugar con su computadora todas las noches durante una semana, sin poner ni la más mínima queja. Renzo entendió que esto era solo un desafío para divertirse un rato en pareja. No sospechó de ninguna intención lésbica oculta. Para conseguir las fotos tuvo que meterse en el cuarto de su hermana y revisar unos cuadernos hasta que dio con la clave de su notebook: mikrobkni69. Tenía sentido, las microbikinis eran una auténtica obsesión para Yamila. Lo del 69 no lo tuvo muy claro, creyó que lo decía solo en broma. 
Renzo ni siquiera quiso mirar las fotos. Se limitó a copiar toda la carpeta de imágenes en un pen-drive. Fueron varios gigas, entró todo de casualidad. Luego se lo entregó a Silvana. 
Ella aceptó su “derrota” y ni siquiera revisó el pen-drive. Asumió que allí habría alguna foto comprometedora de Yamila, y le dijo a su novio que en realidad no quería invadir su privacidad. Era todo un simple juego. 
Pero cuando se quedó sola, no aguantó ni un minuto. Las primeras carpetas no le dieron mucho, eran las mismas fotos que encontró en Flickr, solo que acá había algunas “tomas falsas” donde se podía ver un poquito más de un pezón o un labio vaginal asomando más de la cuenta. Le gustó, iba aún más al límite. Lo que realmente le gustó fue lo que encontró en la segunda carpeta.
«¡Carajo! Si Renzo se entera que su hermana hace esto, se muere de angustia».
Él siempre pensó que su hermana era algo así como una monja picarona. Yamila era capaz de subir fotos medio eróticas, mostrando casi todo su cuerpo; pero pensaba que de allí no pasaba nunca. Ni siquiera tiene novio. Renzo aún piensa que la chica sigue siendo virgen a sus veinte años. Eso se debe a que Yamila es muy tímida. Cuesta creerlo, al ver la clase de fotos que sube a internet. Pero en realidad tiene una personalidad muy cohibida. Le cuesta horrores hablar con la gente, apenas y si habla con su hermano. No tiene ninguna amiga y no parece interesada en tenerlas. Las fotos se las saca siempre en el patio de su casa, donde nadie puede verla, y las sube a internet sin dar explicaciones a nadie. Y si recibe comentarios, por lo general los ignora o bien los responde con un simple “Gracias”, y algún emoji de carita sonriente o de un corazón. 
Lo primero que le quedó claro a Silvana es que Yamila vende contenido erótico en internet. 
Eso fue un cachetazo emocional. ¿Cómo una chica tan tímida se animaba a semejante cosa? Y recordó el dicho popular: «Las calladitas son las peores».
Seguramente ésta era la única forma en la que Yamila podía expresar su sexualidad sin verse cara a cara con nadie.
Analizó el contenido del pen-drive. Las sub-carpetas tenían nombres como Pack #01, y así sucesivamente. Y junto al nombre figuraba un precio en dólares. Iban desde los diez dólares hasta los cien. 
Silvana pensó: «¿Quién va a pagar cien dólares por un solo paquete de fotos porno? Habiendo tanto porno gratis en internet…» 
Cuando vio esos packs, lo entendió. 
En los más económicos, Yamila se mostraba completamente desnuda, pero en actitud casual. Ni siquiera abría las piernas. Aún así, ver sus pezones marrones y su raja completamente depilada le bastaron a Silvana para masturbarse. A medida que el precio de las fotos subía, la actitud de Yamila se volvía más pornográfica. En todas las imágenes salía ella sola. Abriendo las piernas, posando con el culo a la cámara, metiéndose los dedos en la concha. Había videos de ella masturbándose, los cuales Silvana miró hasta el hartazgo. Después vinieron los dildos. Todos por la concha, y de diversos tamaños. Hasta que en algunas de las carpetas más costosas se podía ver a la hermosa Yamila con un dildo metido en el culo. Durante la pandemia Silvana pasó horas mirando esta fotos mientras se metía su dildo por el culo. 
Entendió que los precios que ofrecía Yamila eran tan altos porque no se podían encontrar fotos porno de ella en ningún sitio de la web, y al jugar tan al límite en Flickr había conseguido varios seguidores que, al igual que Silvana, se morían por verla desnuda. Además Yamila es un enigma. Cualquiera que la siga en redes sociales habrá notado que la chica vive en su propio mundo, y comenta cosas ridículas sobre series y películas que mira. «Me pregunto si Daenerys se marea cuando vuela en un dragón». «¿Creen que R2D2 tenga wi-fi?». «Si Walter White se afeita el bigote, ¿se convierte en buena persona? Porque en Malcom era un buen tipo… aunque algo torpe». 
Algunas personas creen que estas frases son intentos fallidos por “hacerse la graciosa”, otros entienden que no. Son preguntas que genuinamente se hace Yamila… y le gustaría saber la respuesta. 
La misma Silvana respondió una de esas preguntas:
«¿Alguna vez Phoebe se levantará pensando que es su hermana gemela?».
«Seguramente —respondió Silvana—. Porque es muy despistada. Y no te olvides de la vez que se enojó con Ross, solo por algo que ella soñó».
A lo que Yamila respondió:
«Muchas gracias, cuñada. Sos la mejor». Y muchos emojis de corazones.  
Las carpetas más caras eran algo especial. Silvana se quedó boquiabierta al ver la primera foto. 
Yamila agachada, en posición de rana, con las piernas bien abiertas. Sonreía a la cámara, completamente desnuda, y tenía un dildo de proporciones descomunales metido por el culo. Un dildo que tranquilamente se podía comparar con la verga de Malik… o quizás un poco más grande. Silvana no podía entender cómo una mujer podía soportar todo eso dentro de su culo… por más culona que fuera. 
Al principio estas fotos le dieron un poco de impresión y se negó a mirarlas. Sin embargo una noche se levantó con la concha mojada, se sentó frente a la compu con su dildo en una mano y una generosa copa de vino en la otra, y fue directo a las carpetas de cien dólares. 
Se pasó toda la noche a paja y vino, con el dildo bien metido en el culo, y se maravilló al ver videos de Yamila montando esas enormes vergas de plástico. Su culo parecía de goma, era capaz de tragar cualquier cosa. Usaba lubricante en cantidades industriales y se daba duro, como si no lo sintiera.  
«A tu hermanita le gusta el anal, Renzo… y creo que a tu novia también».
Por más tímida que sea, la chica no es ninguna boluda. Sabe que este contenido vale fortuna, y así lo vende. Silvana se preguntó cuánto dinero habrá juntado.  
Nunca se animó a hablar con Yamila sobre este tema, pero cada día que pasa sus ganas crecen aún más. Quiere saber más… y quizás verla haciéndolo en vivo. 
—Antes de seguir contándote —le dijo Silvana a su novio—, quiero que quede absolutamente claro que a mí Malik no me calienta ni un poquito. ¿Podés llegar a entender eso? Porque es importante. Para que pueda contarte todo lo que pasó después tiene que quedar claro que no hubo ni la más mínima intención sexual de mi parte… ni de la suya. 
—Em… sí, puedo entenderlo. A mí también me pasó eso de estar con mujeres y no sentir ninguna atracción sexual hacia ellas… aunque hayamos tenido relaciones. 
—Ah, ¿te referís a la rubia putita esa? 
—Ah, sí… sí… esa —Renzo se había olvidado de que una vez le contó eso a Silvana—. Si yo no sentí nada con ella, puedo entender que a vos con Malik te pasa lo mismo. 
—Exacto es lo mismo —dijo Silvana, sin estar muy segura de sus propias palabras—. Aunque sí reconozco que quizás le hicimos demasiado caso a Paulina. No tendríamos que haberle seguido tanto la corriente. Ella llegó unos minutos más tarde y me quiso demostrar que yo había hecho todo mal. Esto te va a gustar:
Silvana reprodujo un nuevo video con su celular. Renzo pudo ver a la mismísima Paulina, completamente desnuda, con las piernas bien abiertas. 
«Dale, Malik… metela de una vez. Sin miedo», le dijo a su amante. 
La imponente verga del senegalés apareció en pantalla y comenzó a hundirse en la concha de Paulina. Lentamente, pero sin pausa.
—¿Qué te parece? —Preguntó Silvana—. ¿Está buena, no? ¿Te la cogerías?
—Em… este…
—Sonso, no me voy a enojar si decís que sí. Dijimos que íbamos a hablar con total confianza. Si yo fuera hombre, te juro que me la cogería. Paulina es preciosa. 
—Este… sí, claro. Yo también me la cogería —dijo Renzo, sin poder creer que esas palabras se las había dicho a su propia novia y no a uno de sus amigotes—. Paulina está re buena. Tiene linda concha. 
—¿Viste? Aunque sinceramente no sé si ella sea tu tipo de mujer. Es medio putita, y a vos no te gustan tan putas. 
—Muy cierto. ¿Anduvo con muchos tipos?
—Que yo sepa, no. Pero con Malik coge cada vez que puede. Y no me extrañaría si un día empieza a probar nuevas vergas. 
«¿Ves cómo me entra toda?», dijo la Paulina del video. 
—Es impresionante —dijo Renzo—. Le entra como si nada. 
La propia Silvana respondió a ese comentario, desde el video. Ella era quien sostenía el celular que grabó todo. 
«Es porque ya tenés la concha re abierta, nena. Además no sos estrecha como yo».
«Con unos cuantos pijazos de Malik vas a dejar de ser estrecha de por vida. Te lo puedo asegurar». 
—Sé que a vos te calienta el sexo anal.
—¿De dónde sacaste esa idea? —Preguntó Renzo, confundido y un tanto avergonzado.
—Ay, no te hagas el boludo. Un montón de veces me preguntaste si me la podías meter por el culo… y conozco de memoria tu historial de porno. No te olvides que la compu es mía. Sé que mirás videos de anal. A mí no me gusta —dijo, sin saber si estaba siendo honesta o no—. Pero no me molesta que a vos te guste. Podés mirar todos los videos que quieras… y esto que viene ahora te va a encantar. 
La escena en la pantalla del celular cambió drásticamente. Ahora se podía ver a Paulina en cuatro patas, sobre una cama, con las nalgas bien abiertas. A Renzo le calentó mucho esto, pero al mismo tiempo se sorprendió de ver a Silvana, con la cabeza entre las piernas de su amiga. Tenía la concha de Paulina a pocos centímetros de la boca. 
«Dale, empezá».
A Silvana le tembló un poco la mano. Sabía que era mala idea mostrarle esto a su novio e improvisó una mala excusa. 
—Aclaro que esto lo hice solo porque fue una condición de Paulina. Yo quería ver si era cierto que Malik se la podía meter por el culo, y ella me dijo que lo haría con una condición…
—¿Le chupaste la concha? —Los ojos de Renzo casi salen de sus cuencas.
La Silvana del video ya se había lanzado al ataque, estaba lamiendo los labios vaginales de su amiga como si fuera una lesbiana experta. 
—Sí, pero no creas que soy lesbiana o algo así. Para mí no significó nada. No me calienta en lo más mínimo chupar una concha. Y te lo muestro porque sé que muchos hombres tienen esas fantasías locas con el sexo lésbico.
—Emm… puede ser. Aunque no sé si me agrada ver a mi novia chupando una concha. Se me hace muy raro. 
—¿En serio? Si yo trajera a Paulina a esta misma cama y te mostrara cómo le chupo la concha… ¿a vos no te calentaría?
—Creo que no. Me pondría un poquito celoso. 
—Oh… y yo que lo hice porque creí que te iba a gustar. Hasta tenía la idea de invitar a Paulina para que lo vieras en persona. Te juro que a mí no me gusta chupar conchas. Las mujeres me resultan atractivas, pero no de esa forma. 
—Está bien, no me enojo. Entiendo que lo hiciste por eso. Pero de verdad, no me gusta. Es como lo que me dijiste del anal. No te molesta que a mí me guste, pero vos no lo querés hacer.
—Sí. Entiendo. Qué lástima. Pensé que te estaba dando una linda sorpresa. 
—No pasa nada. Igual sí quiero ver cómo Malik se la mete por el culo. 
—Uy, entonces preparate porque ahora se viene.
Silvana apretó el miembro de su novio, pero estaba flácido y no daba señales de que fuera a despertar. La reacción de Renzo al ver la verga de Malik entrando en el culo de Paulina no fue la esperada. Silvana se preguntó qué estaría pensando su novio. ¿Se sentiría intimidado por el tamaño de Malik? Pero después entendió que eso no era lo que estaba acaparando la atención de Renzo. Él miraba fijamente la boca de su novia. Silvana parecía muy concentrada en brindarle placer a Paulina y, para colmo, también le pasó la lengua por el culo. 
—¿No te molestó hacer todo eso? —Preguntó Renzo.
—No, para nada. Si bien el sexo lésbico no me atrae en lo más mínimo, bueno… Paulina es muy hermosa. Tiene una concha muy apetecible. Si tuvieras que probar una verga ¿no te gustaría hacerlo con una que sea linda? —Renzo no respondió—. Bueno, si yo tengo que chupar una concha, prefiero que sea una tan linda como la de Paulina. Lo mismo con su culo. Hay mujeres a las que le chuparía el culo con mucho gusto. 
—¿Como cuáles?
—Como tu hermana.
—¿Le chuparías el culo a Yamila?
—Obvio. Tiene el culo más lindo que vi en mi vida. 
Silvana se arrepintió de ese sincericidio. Quería seguir con esta conversación sin filtros con su novio; pero él ya no se mostraba tan entusiasmado como antes. Se limitó a mirar la pantalla en silencio, casi sin parpadear. 
A pesar de esto, ella estaba muy caliente. Sentía palpitar su propia concha y aún tenía muy presente el sabor de los flujos vaginales de Paulina. También sintió una oleada de placer al verse a sí misma chupando el glande de Malik.
—Hice eso para lubricarlo —le dijo a su novio—. Por más que Paulina ya tenga experiencia en el sexo anal, para meter todo eso hace falta una buena cantidad de lubricante.
Y Silvana pareció más que dispuesta a dárselo. Durante los siguientes segundos se entretuvo metiendo la lengua bien húmeda en el culo de Paulina y dándole chupones a la verga de Malik. Cuando él iniciaba la penetración, Silvana volvía a lamer la concha con genuino entusiasmo. 
—Ahora sí, mirá cómo le entra —le dijo a Renzo, con una gran sonrisa. Él se mantuvo impasible. 
Esa anaconda negra logró abrirse camino dentro del culo de la pobre Paulina, quien chilló de dolor y placer. Mientras más entraba, más fuerte Silvana le chupaba la concha. La verga entró hasta la mitad, salió hasta el inicio del glande y se volvió a hundir. 
—Es increíble, ¿cierto? Todavía no puedo creer que semejante verga le entre por el culo… y que no se muera del dolor. Ella me aseguró que le gusta mucho. Yo sinceramente no lo entiendo. No puedo encontrar placer en algo así. 
Sin embargo, se estaba masturbando junto a su novio. Él pareció no darse cuenta de esta acción. Seguía mirando como su novia le practicaba sexo oral a otra mujer. 
Malik sujetó a Paulina de la cintura y empezó a darle cada vez más fuerte. Ella chilló, ya de puro gusto. La verga comenzó a hundirse más y más. A Silvana le resultó hipnótico ver desde tan cerca como ese miembro desaparecía casi por completo dentro del culo de su amiga y luego volvía a salir. Cada penetración era más dura que la anterior, porque Paulina así lo pedía. Suplicaba que le dieran duro, y que Silvana le chupara más la concha. Ella obedeció a su amiga y comenzó a tragar una gran cantidad de jugos vaginales.
—Ahí me acabó en la boca —dijo Silvana—. Pensé que esta parte te iba a calentar tanto que me suplicarías que llame a Paulina. Y si querés la llamo. No tengo problemas. Ella podría estar acá en cuestión de minutos. ¿Qué te parece?
—Mejor no. No me gusta mucho eso de meter otras personas en medio de la pareja. 
—Ay, perdón amor. No tenía intención de que te sintieras excluido. ¿Sabes una cosa? Hasta hubiera aceptado hacer un trío con Paulina, para que vos la pases bien. ¿De verdad no querés?
—No necesito otra mujer, Silvana. Con vos me basta y me sobra. 
Silvana se sintió como una absoluta mierda. Estaba haciendo sufrir a su novio y él ni siquiera sabía las otras cosas que había hecho en los últimos días. Aún así… no podía evitar sentirse sumamente excitada. 
«Basta, Silvana. Ya fue suficiente». Le dijo la vocecita de su cabeza.
«No puedo. Juro que no puedo». 
El morbo es adictivo. 
Detener esto requiere de una fuerza de voluntad que Silvana no posee.
La escena volvió a cambiar y con eso se fue la última oportunidad de detener toda esta locura. El culo de Silvana apareció en primer plano y esta vez era Paulina la que tenía la cabeza entre sus piernas. 
«Dale, Malik. Metela… hasta que aprenda a no tenerle miedo a las vergas grandes».
«Despacito, por favor», pidió Silvana. 
A Renzo le resultó curioso que su novia no se negara. Parecía estar totalmente de acuerdo con que Malik la penetrara otra vez, siempre y cuando lo hiciera con cuidado. Con el corazón en la garganta vio cómo a su novia volvían a darle una buena dosis de poronga negra y venosa. 
Mientras Malik se la enterraba, Paulina comenzó a chuparle la concha. Ahora el juego lésbico estaba completo. Las dos mujeres se habían brindado placer oral la una a la otra. Silvana comenzó a gemir y movió su cadera acompañando el rítmico movimiento del senegalés. Renzo se sorprendió al ver que en esta ocasión la verga se abrió paso con relativa facilidad. Después de cuatro o cinco embestidas, consiguió entrar hasta la mitad.
«Hasta ahí… hasta ahí —dijo Silvana—. Uf… ya no puedo más. Les juro que no puedo más».
—Y lo dije muy en serio —le comentó a su novio, que miraba pálido toda la escena—. Sentía que la concha se me iba a rasgar en cualquier momento. 
«Nada de eso —dijo Paulina—. Malik, mostrale a esta putita lo que sos capaz de hacer».
«No, Malik… por favor —suplicó Silvana—. No me entra todo eso. Te lo juro».
«Lo siento mucho —dijo el senegalés—. Yo solo estoy obedeciendo las órdenes de Paulina. Después te las arreglarás con ella».
«¡Auch! —Silvana gritó cuando la verga comenzó a moverse a mayor velocidad, provocando que con cada embestida fuera un poco más adentro—. ¡Auch! ¡Auch! Ya vas a ver, hija de puta. Esta me la vas a pagar… uff… dios, qué bien chupás concha. Cómo te odio».
A Renzo no le pareció que realmente la odiara. Daba la impresión de que, a pesar del sufrimiento, Silvana se lo estaba pasando muy bien. Meneaba la cintura con sensualidad, provocando que sus nalgas se abran y se cierren con cada movimiento. Malik no parecía tener intenciones de detenerse y Paulina estaba muy concentrada chupándole el clítoris. Los gemidos de Silvana del video hicieron eco con los gemidos de la Silvana que se masturbaba mientras miraba la escena. Renzo tenía la garganta seca y parecía haberse olvidado de cómo respirar. 
«Carajo… está entrando. Está entrando. Dios, no lo puedo creer».
Silvana decía la verdad. La gran verga de Malik parecía estar realizando un truco de magia imposible, desapareciendo dentro de esa concha apretada… que no dejaba de abrirse. Tres cuartas parte de la longitud total ya la habían invadido. El miembro del senegalés salía cubierto de flujos blancuzcos y Paulina los recolectaba con su lengua. 
—¿Te acabó adentro?
—Eso no es semen, Renzo. Es que a veces, cuando me caliento mucho, me sale como una espumita blanca de la concha.
—¿Ah si? Nunca lo vi. 
Se sintió una estúpida al confesar eso. Era cierto. Su novio nunca había conseguido excitarla tanto como para que esa espumita sexual se hiciera presente. 
—Igual no me pasa siempre —intentó arreglarlo—. Creo que es un poquito arbitrario. A veces pasa, a veces no. 
—Mmmm… ajá…
Sabía que con esa respuesta no convencería a su novio; pero era mejor que quedarse callada. 
«Metele, hasta que la concha le quede bien abierta», pidió Paulina.
«Pero no toda, por favor. Toda no. Es demasiado grande. Hasta ahí está bien».
Una vez más Renzo sintió que el estómago le daba un vuelco. Su novia tendría que haberse negado. Tendría que haber detenido esa locura en ese preciso instante. Aún así, se mostró bien dispuesta a recibir la verga de Malik. Completa o no, el negro le estaba metiendo un buen pedazo. Mucho más de lo que él podría darle. De todas maneras, seguía sintiendo un extraño respeto por Malik. Como si una voz dentro de su mente dijera: “Amigo, te felicito por tener semejante pija”. 
Lo que no le gustaba nada era que esa pija hubiera estado dentro de su novia. Esa espumita blanca de la concha se hizo cada vez más abundante. 
«Si querés ver cómo me la meten, entonces chupá bien… puta».
Las palabras de aliento de Silvana fueron música para los oídos de Paulina, quien le dio fuertes chupones al clítoris. 
«Uy, dios… ¿otra vez? no puede ser. Si acabaste hace un rato… ¿cómo es posible que…?».
—Ahí sí me acabó adentro —anunció Silvana, sin dejar de pajearse. 
Malik sacó la verga y en pantalla se pudo ver la dilatada concha. Un segundo después, un líquido blanco espeso comenzó a chorrear. 
«Ahora te la vas a tragar toda, puta. Esto es tu culpa».
Paulina no se sintió ofendida en lo más mínimo. Comenzó a tragar todo el semen que salía de la concha de Silvana. 
—¿Todo eso acabó? —Preguntó Renzo,  ya casi sin voz. 
—Sí. ¿No te parece increíble?
Silvana se pajeó tan duro que provocó un orgasmo. Lo mismo le ocurrió mientras Paulina lamía el semen que chorreaba de su sexo. Renzo no pudo hacer más que mirar como su novia gemía sin parar, tanto en el video como en la cama, junto a él. Ella parecía estar absorta en su propio mundo, sin comprender el daño que le había hecho al pobre Renzo. Lo estaba disfrutando demasiado como para pensar en él. 
Y lo peor de todo es que cuando el potente orgasmo llegó a su fin, sólo pudo pensar en una cosa: la gran verga de Malik. 




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4 comentarios - Mi Vecino Superdotado [16].

mca19000 +1
Bien por Silvana que se dejó llevar, rara la actitud de Renzo.
gerardoriker
y re leyendo el relato, le preocupo que lanovia chupara una concha peronio una palabra que la novia se dejo coger a pelo y llenar de semen la concha bien al natural hasa qu le salio a chorros y ni se preocupo por preguntarle si habia tomado la pastilla o algo jajajajajaja
mca19000 +1
@gerardoriker El morbo a veces sobrepasa cualquier cosa. No puedo esperar a que Malik, le haga la cola a Silvana, seguro lo hará en presencia de Renzo.
gerardoriker
si el morbo es una cosa, pero cuando se dejan preñar por los afros y humilllan a sus parejas eso es no se como que meparece desagradable
jmcg7
Lo leerá su madre
gerardoriker
si se dejo acabar adentro es que cuando menos lo espere el novio le viene preñada del africano y sela va a tener que comer
moxmaniaco
Pobre Renzo, me imaginaba su cara y el dolor que sentía.