Memorias de Vida - La vieja casa (3)

La casa de mi padre siempre destacó en el vecindario, tenía 2 plantas, una piscina modesta y un enorme jardín en el cual pasé mucho tiempo de mi infancia cuidando las flores junto con mi madre, ella y yo compartimos hermosos momentos cuidando del jardín.
Los recuerdos con mi padre por otro lado se habían vuelto turbios después del fallecimiento de mi madre, tampoco ayudó el hecho que contrajo nupcias Teresa antes del aniversario luctuoso de mi mama.
Había dejado la casa cuando cumplí 15, técnicamente me fugué, conseguí un pequeño trabajo y con eso fui cubriendo mis gastos para subsistir y para pagar mis estudios.
Conforme pasó el tiempo solo tuve contacto por mensajes y llamadas con mis hermanas, sobre todo por la existencia de Leila, "son tu sangre deben ser unidos sin importar las circunstancias" era su frase y creo que tenía razón, ni ellas o yo somos culpables de las decisiones de nuestros padres.

Aclarando todo eso, era para mi difícil estar de nuevo en ese hogar, sentado en la que hace más de 5 años había sido mi cama, recibiendo una mamada de mi madrastra.

-Ah Teresa...¡ya no puedo más! -fue lo que dije antes de explotar en su boca, pero creo que necesitamos un poco más de contexto.


Arrivamos al hogar de mi padre, ahora solo de Teresa y mis hermanas alrededor de las 5 pm, despues de dejar a Leila en nuestro departameto, nos despedimos con un largo beso, ambos sabiamos que nos ibamos a extrañar como nunca y sobre todo estar sin sexo por 3 dias seria extremedamente dificil para mi gatita y para mi

El viaje fue silencioso, ni siquiera me atreví a poner la radio, al llegar a casa me senté con mis hermanas en ese viejo sofá, ellas lloraban y yo intente consolarlas, mientras que Teresa se fue a preparar algo de comer, me enfurecia no verla triste o al menos liberar una lágrima pero mi prioridad eran mis hermanas.

Antes de la cena, mis hermanas subieron a ducharse y yo me quedé en la cocina intentando ayudar a Teresa con la cena.

-Gracias por ayudarme con la cena, a tu padre jamas le gusto cocinar -comentaba mi madrastra mientras yo terminaba de servir la cena en los platos.

-Teresa estoy aquí por mis hermanas, lo que dijiste en el funeral que ellas estarían mal sin mi padre es muy cierto, me quedaré hasta que lean el testamento tal como lo pediste y volveré a la ciudad, no es necesario que formemos un lazo madre-hijo...-

-Jamas te cai bien eh - respondió mientras sonreía, esa sonrisa que cautivo a mi padre y que yo odie -gracias por acompañarnos y no te preocupes yo no sere una molestia - su voz sonaba cálida, y esa sonrisa no desaparecía.

No supe qué contestar, por fortuna mis hermanas bajaron, ya tranquilas y en pijama, unos pequeños shorts y camisetas, que por unos segundos me hicieron desviar la mirada a sus cuerpos ya en desarrollo, no habían pasado ni 12 horas y mi cuerpo ya necesitaba los cuidados de Leila.

La cena transcurrió sin mayor complicaciones, incluso puedo decir orgullosamente que hice reir un poco a mis hermanas, aunque ver la silla vacía de mi padre las hacía bajar la mirada.
Al terminar con los alimentos me ofrecí a lavar los platos a lo cual Teresa se negó y puso a Brenda y Adhara a realizar esa labor, mientras yo "debería relajarme", supongo que mi padre jamás lavo los platos.

Aproveche el tiempo para subir a mi habitación y mandarle un texto a Leila, aunque probablemente estaría con su amiga ahora mismo tenía la esperanza de poder charlar con ella un poco, tome un baño buscando relajarme, admito que lo necesitaba, estar bajo el agua caliente ayudó a despejarme pero al pasar el jabón y cerrar los ojos la imagen de mis hermanas en pijama llego a mi cerebro provocando una gran erección.

Al salir de la ducha solo me deje caer en la cama, la ereccion aun estaba ahi y me senti sucio por pensar en ellas, mi telefono sono un hermoso mensaje "te extraño amor, mi coñito te extraña, cuando vuelvas no saldremos del depa por horas xoxo" no pude evitar sonreir como idiota, cerrar los ojos y pensar en el escultural cuerpo de mi gatita.

No recuerdo cuanto tiempo estuve masturbandome pero el orgasmo no llegaba, el precum brotaba sin parar y mi miembro no dejaba de palpitar al abrir los ojos, ahi estaba ella, su cabello negro azabache suelto, usando solo una simple bata para dormir.

-Parece que tienes problemas Davidcito -con esa sonrisa coqueta, que tanto odie, cuanto tiempo llevaba ahí, jamas la escuche entrar, intenté cubrirme con las sábanas.

-Teresa! que haces aqui joder, sal! que esta es mi habitación -sentándome sobre la cama, con la sábana cubriendo mi erección creando una carpa de circo.

-ya ya, yo solo venia a ver si necesitabas algo y parece que sí -caminando hacia la cama, estirando la mano en dirección a la carpa, al tocarla mi miembro palpito.

-Teresa deja ahí! -busque apartar su mano pero con el primer movimiento mi eyaculación llegó, manchando la sábana y su mano.

-Eres el hombre de la casa, solo relajate y dejate ayudar -ella seguía sonriendo, mientras apartaba las sábanas, mi miembro aun duro apuntando hacia ella, quise negarme pero su boca ya estaba sobre la punta de mi miembro, nublando mi juicio, cerré los ojos y me deje llevar por la calidez de su boca.

Caí en la cama mientras ella recibía una segunda carga en su garganta, me repetía "una mamada no es infidelidad, una mamada no es infidelidad" al abrir los ojos ahí estaba ella, la esposa de mi padre, desnuda, mostrando esa figura elegante y sexi aun a sus 40 años era sorprendente.
Mi miembro palpito, poniendose duro denuevo, maldije los maratones de sexo que Leila y yo teniamos.

-tengo novia, no le voy a ser infiel - aunque lo decia no me movia, aun notando como ella subia sobre mi, colocando la punta en ese empapado coño con un atisbo de vello negro sobre su pubis.

-Solo cuido al hombre de la casa, que hay de malo en eso -volvio a sonreir, ya no odiaba tanto esa sonrisa y comenzó a bajar, poco a poco, centimetro a centimetro sentí el abrazo de su coño, su calor, su humedad, sus manos sobre mi pecho como apoyo.

-Ah! es más grande -alcanzó a decir entre gemidos, justo antes de empezar a subir y bajar.

Cerré los ojos, sus movimientos eran magistrales y el sonido de esos gemidos me hacían perder el poco control que me quedaba, abrir los ojos, su figura saltando sobre mi me dejo sin palabras, sus pechos no eran como los de mi gatita pero botaban sensualmente, "perdoname Leila" pensé antes de llevar las manos a las caderas de mi madrastra, "la cogere como es debido".

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