La fiesta que no fue

Era finales de febrero de 2003, Martin tenía que regresar a Santa Rosa, donde estudiaba derecho, y yo estaba por empezar segundo año del secundario.
Nuestro último encuentro había resultado muy malo para mí, prácticamente me había violado, me había roto la cola sin piedad, a pesar de que supliqué para que se detenga. Pero había algo que me atraía mucho de él, por eso cuando me mandó a llamar para que nos encontremos antes de su viaje, accedí. A parte, durante la semana que había pasado sin verlo, me daba vuelta un pregunta en mi cabeza, qué había querido decir cuando me dijo que ya estaba lista para una fiesta?.
Amy era dos años mayor que yo, no había debutado todavía, pero era bastante despierta en cuanto al tema del sexo. Recuerdo que siempre me contaba que el padre tenía Venus en DirectTv, y que cuando se iba a dormir, ella aprovechaba para ver porno. No había cojido pero había visto cómo se cojia. A ella era a la única persona que le había contado de mis encuentros con Martín, y de aquella frase que me dijo la última vez que nos vimos.
Amy estaba segura que Martín me quería enfiestar, "tené cuidado" me decía. Y me contaba de películas donde dos tipos, o más, agarraban una mina y le llenaban todos los agujeros. 
Yo me reía, no creía que eso me fuera a pasar, pero Martín tenía una imaginación bastante perversa, y ya estaba maquinado algo para mi.
El papá de Martin viajaba mucho, casi nunca se lo veía en el pueblo, creo que ese era su trabajo, viajar. Vivía solo, ya que estaba separado. Era raro que Martín fuera a su casa, pero esa noche me pidió nos viéramos ahí. Otra vez mentir, decir que iría a visitar a Amy, Iván me acompañaría, y en un punto del camino perderme en las garras de Martin.
Recuerdo que costó bastante esquivar la mirada indiscreta de la vieja chismosa que el papá de Martin tenía de vecina, que para colmo era amiga de mi vieja e iban juntas a misa. Di varias vueltas a la manzana hasta que pude meterme corriendo al jardín de la casa donde me esperaba aquel flaco que con el tiempo se convertiría en mi novio.
A penas acerqué a la puerta me agarró de la cintura y me apretó contra él. Nos besamos un largo rato mientras me metía manos por todos lados. Me apretaba el culo y masajeaba las tetas por encima de la ropa. Estuvimos así un buen tiempo hasta que me hizo pasar. 
La casa tenía varias habitaciones, una con baño privado, la cocina comedor y un living con grandes ventanales. 
Casi me muero cuando entré y vi que en el sillón del living estaba Alejandro sentado con un vaso en la mano. Me miró de arriba a abajo y soltó una risita. 
Yo me había puesto una pollera tableada, por demás corta, un top negro escotado y unas zapatillas "boxing", que en ese momento estaban de moda. Mis viejos, a pesar de ser muy conservadores, nunca me rompieron las bolas por la ropa que usaba, en cambio mí hermano era bastante cuida y se ponía como loco si usaba ropa corta o muy ajustada. Cálculo que eran los celos típicos de cualquier hermano.
Alejandro era otro de los amigos de mi hermano, un flaco más alto que Martin, calculo que medía 1,90, 20 años, rubio y de ojos marrones. Cada vez que iba a mi casa notaba que no me quitaba la mirada de encima, y más de una vez lo encontré mirándome el culo.
Se paró del sillón, me saludó con un beso y volvió a sentarse. Me dijo que no me precupara, que me hermano no se iba a enterar y que Martin ya le había contado que nos veíamos. Yo estaba paralizada del susto y roja de vergüenza. Quería salir corriendo del lugar, pero las piernas no me respondían. Si mis viejos se enteraban me mataban.
Creo que ellos se dieron cuenta porque me repetían, ahora los dos, que estuviera tranquila, que nadie se iba a enterar que había estado ahí.
Me hicieron sentar en sillón, al medio de los dos. Fue en ese momento que supe que Amy tenía razón, Martin me quería enfiestar mal.
Alejandro me preguntó si quería tomar algo, se ve que tenés la boca seca, recuerdo que me dijo, y yo la cacé de una. Este flaco quiere que se la chupe. Nunca había chupado una pija. 
Martin me empezó a meter la mano por debajo de la pollera, yo me quise levantar, le dije que no quería estar con los dos, pero me agarró de un hombro y me sentó de un tirón. Alejandro aprovechó y me levantó el top. Empezó a jugar con mis tetas apretando mis pezones. No tardó en metérselos en la boca. Martin seguía con su mano debajo de mi pollera y ya habia alcanzado mi concha. No tardé en mojarme, ya que si bien estaba asustada, la situación me estaba empezando a calentar. No sé cómo, pero de un momento para otro Alejandro me hizo arrodillar mientras él seguía sentado en el sillón, sacó su verga y me la metió en la boca. Vi que Martin se iba al baño y nos dejó solos bastante tiempo. Más adelante supe que Martin tenía un problema de adicción, y que cuando iba al baño seguido, seguramente era porque se estaba metiendo porquería por la nariz.
La primera sensación al tener la verga de Alejandro en la boca fue mucho asco. Nunca lo había hecho. Me agarraba el pelo muy fuerte y me hacía tragarla toda, por suerte era chica, tenía un verga bastante diminuta a pesar de su altura. En eso estaba, tratando de zafarme, cuando sentí un líquido espeso y caliente que me inundaba la boca. Me había acabado! Mi primer instinto fue vomitar, y así lo hice. Recuerdo que Martin llegó corriendo del baño y a los gritos. Qué hicieron!!, gritaba. Noooooo, el sillón, mi viejo me mata, no dejaba de repetir.
Me llevó al baño a limpiarme. Me metí a la ducha y volví a vomitar.
Cuando salí Alejandro estaba limpiando el piso y el sillón y Martin con una botella de cerveza en la mano seguía puteandolo.
Creo que la hombría de Alejandro estaba herida por haber acabado tan rápido, porque no podía mirarme.
Yo me había envuelto con un toallón y pensaba qué hacer con el top, que tenía semen y vómito. No podía volver a casa así.
Martin, se me acercó y me pidió disculpas, recuerdo que me dijo que lo perdonará a Alejandro, que solo una vez había estado con una mima.
Me empezó a acariciar el pelo mojado, los hombros, me besaba el pecho y me sacó el toallón. Me fue llevando despacio al sillón, me hizo poner en cuatro de cara al espaldar y me chupo la concha en esa posición. Yo cada tanto veía como Alejandro se tocaba la verga por encima del pantalón. La vergüenza la había perdido por completo y me había propuesto cojer antes de irme a casa de Amy. 
En un momento Martín me la puso en la concha y me cojió así por un buen rato. 
Después me dijo que era el turno de Alejandro, que no me preocupara que se ponía un forro. Alejandro ya estaba de nuevo duro, se ubicó detrás mío y sentí como la enterró de una. Recordando aquella noche, con la experiencia que los años me dieron, puedo de decir que Alejandro era un flor de pajero. Se movía de manera tosca, gemía como si se la estuvieran metiendo a él. No lo bancaba, me desagradaba mucho.
En un momento Martín le pidió a Alejandro que se sentara, me hizo montarlo, se acomodó atrás mio y mientras su amigo me cojia sentí que me masajeaba el agujero del culo. Así estuvo un buen rato, hasta que trató de meter la verga en mi cola. No sé cómo ni de dónde saqué fuerzas, pero logré escaparme de los dos de una salto. Le dije que iba a gritar, que me dejarán vestir e irme. No recuerdo cuántas cosas me decía Martin para convencerme que me quedara y yo corriendo al rededor de la mesa de la cocina. Hoy lo recuerdo y me río, pero en ese momento el corazón se me salía del pecho. Una semana atrás me había destrozado el orto con esa semejante verga que tenía y ahora quería hacerme una doble penetración, estaba loco si pensaba que lo iba a dejar.
Si gritaba se pudría todo, la vecina era re vigilante, seguro que llamaba a la cana y eran dos tipos mayores con una pendeja de 13 años. Cálculo que eso fue lo que me salvó, porque me ayudaron a juntar mi ropa, me pidieron disculpas diciendo que habían estado tomando mucho, etc etc.
Esa noche, la fiesta que Martin había planeado fue un desastre. Yo estaba decidida a no volver a entregar la cola.
Pero la imaginación de Martin no descansaba.
Martin volvió a la universidad, yo empecé el secundario.
 Recuerdo que cuando me dejó en la esquina de la plaza me dijo que por un tiempo no volvería, quiza hasta las vacaciones de invierno, que si quería garchar con otro era libre de hacerlo, pero que me cuidara del embarazo, que los pendejos eran re pelotudos.
Me abrazó fuerte, cómo con cariño, y me dió un beso de despedida.
Quizá si no hubiese tenido ese último gesto yo hubiese cojido con otros mientras el no estaba, pero ese abrazo hizo que sintiera una especie de afecto y así fue naciendo una relación que duró 11 años.


 

1 comentario - La fiesta que no fue

sanchezpaolo666 +1
Esperando el siguiente episodio de tus inicios de aventuras 😈😈😈