Los Secretos de mi Vecina-El comienzo...


Los Secretos de mi Vecina-El comienzo...

Prólogo
¿Quién no ha tenido una vecina o un vecino al que ha deseado tirarse? Más cuando dicha vecina o vecino tiene un aire misterioso, del cual no sabemos apenas nada, salvo que físicamente nos atrae y sentimos el deseo y la tentación de darle algo más que los buenos días cuando nos lo cruzamos en la escalera o en el descansillo.
Pues así arranca esta historia, con una nueva vecina que se muda al bloque de pisos donde vive Samuel.
Para más inri, dicha vecina aparece en su clase del instituto, por lo que la atracción que Samuel siente por ella no puede sino aumentar y desea con todas sus fuerzas poder conocerla, no sólo como amiga, sino íntimamente hablando.
(…)
La presente novela es la vigésimo sexta que publico y aunque puedo decir que probablemente no sea la última, lo cierto es que el camino andado es mucho cuando uno echa la vista atrás y comienza a pesar.
Pero quedan tantos universos por explorar, tanto placer por disfrutar y gozar que, apenas hago un pequeño esfuerzo vienen a mi mente nuevas historias que pugnan por hacerse un hueco en mi vigilia del día a día para ser escritas y narradas como solo se hacer, con honestidad y sentimiento, ¡mucho sentimiento!
Trato que mis obras no sean obras vacías, insulsas, con páginas de relleno repletas de descripciones y detalles que no contribuyen sino que aburren y creo que con los años he desarrollado eso que llaman “un estilo propio”.
Por eso, si ya me conoces probablemente te sientas atraído por esta nueva historia y si aún no has leído nada mío, espero que esta forma mía de contar las cosas te atrape y goces con cada página como yo lo he hecho escribiéndola hasta llegar ante tus ojos.
 
Sinceramente,
Zorro Blanco.
 
 
1
La primera vez que la vio fue una mañana al salir de casa. Unos mozos estaban subiendo muebles al piso de en frente cuando se quedó mirándolos mientras sentía cierta curiosidad por saber quién habría venido a vivir a aquel piso tras morir la anciana Sra. García.
Con estos pensamientos en mente comenzó a bajar las escaleras pues, en aquel bloque, no había ascensor. Era un viejo edificio donde vivían varias familias que se mudaron allí desde jóvenes al casarse, tuvieron hijos, estos crecieron y poco a poco algunos fueron trasladándose o pasando a mejor vida como la Sra. García.
Ya llegaba tarde así que aceleró el paso y comenzó a bajar los escalones más rápidamente, girando y girando en unas escaleras que aparentaban ser un pozo sin fin, cuando de repente…
–¡Ay! –chilló una guapa chica morena encontrándose de sopetón con el joven que apresuradamente bajaba las escaleras.
–¡Perdón! –dijo el joven parando en seco a punto de atropellar como una locomotora a aquella bella joven que había aparecido al girar como de la nada…
–¡Qué susto! –musitó la joven llevándose las manos al pecho.
“Qué buen par de peras –pensó el joven al verla.”
–¡Lo siento es que llego tarde a clases! –explicó el apresurado joven esquivándola y continuando su camino.
La joven pensó qué replicar pero el joven desapareció escaleras abajo y no supo qué decirle…
“Qué buena está esa chica, ¿será la nueva vecina? –pensó el joven mientras corría a la parada de bus que le llevaría a clase.”
En un atestado bus el joven se introdujo entre la muchedumbre sin dejar de pensar en el pelo negro y lacio de la joven chica con la que casi se choca en las escaleras. La había visto desde arriba y ahora recordaba sus preciosas tetas enfundadas en un top negro. Además, vinieron a su mente detalles como sus uñas pintadas de negro, como su pelo largo y lacio o sus preciosos ojos con pestañas separadas con máscara de Rímel.
Mientras estaba ensimismado en sus pensamientos el culo de una mujer madura rozó su pelvis y le trajo a la realidad de nuevo. Era pelirroja, todo un mujerón y… ¡Oh, sorpresa! Tenía un barrigón de infarto, ¡embarazadísima estaba ella! Y sin querer había rozado el pelvis del joven con su hermoso y gordo culo.
–¡Perdona chico! –dijo la mujer volviéndose hacia él.
–¡No pasa nada señora! –rio el joven sintiendo que se le ponía dura bajo su vaquero.
Casi de inmediato sus pensamientos cambiaron hacia la hermosa mujer y su barriga, se imaginó cómo sería follar a una embarazada como ella. Chuparle sus hermosas tetas mientras le acariciaba su gordo clítoris y ella gemía de placer rogándole que se la metiera ya pues, ¡no podía más!
Entonces él cumpliría su ruego y poniéndola a cuatro patas sobre la cama agarraría aquel hermoso y gordo culo y clavaría su estaca hasta el fondo haciéndola palpitar de placer mientras comenzaba a follarla suavemente, pues como mujer embarazada, la seguridad del bebé le preocuparía en primer lugar.
Encima olía a perfume y a gel, aquella mujer estaba poniéndosela cada vez más dura, cuando un nuevo vaivén provocado por un bache al pasar el autobús la echó encima de su dura estaca otra vez. Rozándose gustosamente con aquel culo.
–¡Vaya, otra vez! –rio la mujer.
–¡No pasa nada! –musitó el joven chico de nuevo.
Se imaginó qué pasaría si tocaba aquel hermoso culo con sus manos o si se rozaba a propósito con su dura polla bajo el pantalón. ¡Una locura! Aquello no era aceptable en sociedad y podía buscarse un buen lío, así que reprimió esos pensamientos impuros y esperó a que llegase su parada.
De nuevo sus pensamientos le transportaban a un mundo irreal donde podía follar con cualquier hembra y esta estaría gustosa y deseosa de disfrutar de su dura polla en su coño, ¡oh, cuán dura era la vida de un joven ardiente como él!
Sin duda aquella tarde se masturbaría pensando en la chica de la escalera o tal vez en la caliente y pelirroja embarazada. O tal vez pensaría en follarse a ambas en su imaginación calenturienta antes de derramar toda su leche en sus tetas en su imaginación.
La embarazada mujer se giró de nuevo y echó una ojeada a la entrepierna del chico y este supo que lo miraba. Tenía su dura polla atrapada por el vaquero aunque se notaba que pugnaba por salir al exterior. Tal vez deseando ser chupada por aquella caliente embarazada.
Cuando la embarazada mujer levantó su mirada se sonrió y distraída, hizo como si no pasase nada pero su culo volvió a rozarse con la dureza de su pantalón. Definitivamente, ¡aquello no tenía sentido!
“¿Se había rozado adrede o era un estrujón más en aquel atestado bus? –pensó el joven y calenturiento chico en aquel bus atestado de gente.”
Adrede o accidentalmente aquel roce le puso aún más dura su erección y el joven chico pensó que iba a explotar allí mismo, en aquel atestado bus.
Su hermosos culo iba enfundado en un vestido de premamá, que se ceñía a su figura como un guante a los dedos de la mano. Desde sus hermosas tetas, hasta su prominente barriga terminado en su hermoso culo. Parecía estar hecho todo de una pieza y era de color rosa chicle, lo cual llamaba la atención aún más.
Mientras el joven se debatía entre provocar un nuevo y accidental roce con su culo y su pollón oculto, llegó su parada y pidiéndole permiso la embarazada mujer se apartó a un lado y él pasó delante de ella rozándose con su enorme barriga mientras ambos se sonreían. No sin antes eso si, echarle una buena ojeada al escote generoso de sus hermosas tetas, que ya debían contener leche para el incipiente bebé.
Llegaba tarde a clase cuando bajó del bus, ya no importaba nada, no tenía que correr más. Entraría a la segunda hora y pediría los apuntes después. Así que con el tiempo muerto hasta el toque de campana paseó despreocupadamente por los jardines frente a su instituto, prestando especial atención a alguna chica joven y guapa que, como él, tal vez no habían llegado a tiempo a la primera hora de clase…
 
2
Pasaron las horas a ritmo lento y con ellas fueron cayendo las clases y tras el recreo a media jornada, volvieron a entrar a clase, cuando apareció una chica en la puerta acompañada de una profesora del insti, ¡no podía creerlo!
Allí estaba plantada la chica con la que casi se chocó aquella mañana. La profesora la acompañó a la pizarra y la presentó.
–Os presento a Vica –es nueva y viene de muy lejos así que espero que le deis la bien venida y la acojáis con cariño entre vosotros–. ¡Adelante siéntate!
Se sentó al final, pasando por la fila donde el joven chico estaba ubicado y le miró de soslayo. Casi con total seguridad él era la única cara conocida entre todas aquellas caras que le escrutaban inexorablemente, por lo que miró al suelo la mayor parte del tiempo, sintiéndose incómoda ante tal escrutinio de miradas y caras nuevas.
La clase de Geografía e Historia se hizo eterna y no se enteró de nada, pues sus pensamientos estaban puestos en aquella enigmática chica con la que casi se había chocado aquella mañana.
Giró la cabeza tan sólo una vez y sus miradas se cruzaron, ella le sonrió y él volvió la mirada azorado, sintiendo un calor que le subía desde la boca del estómago hasta las mejillas, ¿acaso se había puesto colorado?
Cuando tocó la campana y la profesora se marchó, le joven chico dudó un momento y caviló qué hacer en aquella situación pero, estaba claro, ¡tenía que saludarla al menos!
Así que se levantó y reuniendo todo el valor que pudo, que no era mucho todo hay que decirlo, se acercó a la mesa de la recién llegada para saludarla.
–¡Hola! –dijo el joven al acercarse.
–¡Hola! –dicho ella levantándose.
–¿Cómo es que estás aquí?
–Nos acabamos de mudar a la ciudad y bueno, me he tenido que cambiar de insti por razones obvias –dijo la chica con un marcado acento extranjero.
–¿No eres de aquí, no?
–¡No! Veo que eres muy listo –asintió mofándose de él, pero desde el cariño.
–¡Claro! –dijo él tocándose la nuca–. Más bien soy un poco tonto –asintió provocando la risa en ella.
–¡No te enfades, sólo bromeaba! –dijo ella por si acaso se lo tomaba mal.
–¡No pasa nada! –dijo él sintiendo que se ponía colorado de nuevo–. ¿No seremos vecinos, verdad? Esta mañana se estaban mudando frente a mi casa y no te había visto por allí antes.
–Pues creo que sí, nos hemos mudado al cuarto ‘B’, ¿tú estás en el cuarto ‘A’?
–¡Exacto! –dijo el chico sintiéndose el más afortunado del universo aquella soleada mañana de primavera.
–Pues entonces supongo que sí, que somos vecinos. ¿Cuál es tu nombre? –le preguntó.
–Samuel –dijo el.
¿Samoel? –repitió la chica con su acento sin mucho éxito
–S-a-m-u-e-l –repitió el lentamente.
–Vale, algún día aprenderé a pronunciarlo –dijo ella con una preciosa sonrisa de dientes blancos como perlas.
–Encantado de conocerte Vica –afirmó Samuel cuando el profesor de matemáticas irrumpió en la clase y tenía que volver a su asiento.
–Encantada de conocerte “Samuel” –dijo ella pronunciando su nombre como mejor pudo.
Durante la clase de matemáticas los alumnos comenzaron a alterarse. Un grupito de matones de las filas de atrás comenzaron a cuchichear y reírse mientras el profesor trataba de mantener el orden.
Hizo una pregunta y Samuel sabía la respuesta, porque Samuel estudiaba mucho, soñaba con dedicarse a la programación de video juegos y le habían dicho que la nota media para entrar en tales estudios era alta, así que en su último año tenía que dar el do de pecho para intentar pasar la nota de corte.
Cuando Samuel salió a la pizarra y resolvió la ecuación a petición del profesor, del grupo de chicos que cuchicheaban salió una vocecilla irónica que dijo: “¡Oh, Samuel, qué listo eres!”. Y toda la clase irrumpió en risas y carcajadas descontroladas.
Sin duda alguien había prestado atención durante el cambio de clase a su conversación con su nueva vecina Vica y había tomado buena nota para ridiculizarlo de aquella forma.
Samuel sintió una rabia descontrolada por dentro, pero además sintió una gran vergüenza, por lo que volvió a su asiento con paso acelerado sintiendo que de nuevo su mejilla se encendía y se ruborizaba de la vergüenza que había pasado al sentirse ridiculizado públicamente.
El profesor impuso calma a través de su voz y felicitó a Samuel por su rápida solución al problema planteado, continuando con la clase hasta el toque de campana.
Ya sólo quedaba una clase para finalizar el día, cuando Samuel sintió que alguien le tocaba en el hombro.
Era Vica quien apareció detrás suyo al levantarse de su sitio para volver a visitarle.
–Samuel –dijo esforzándose en pronunciar correctamente su nombre–. Es verdad que eres un chico muy listo, no te debes avergonzar por esos estúpidos que se han mofado de ti –le dijo.
–¡No pasa nada, son unos gilipollas! –gruñó él tratando de quitarle importancia al asunto, pero esto llegó a oídos de uno del grupo quien se acercó a increparle.
–¿A quién llamas gilipollas so mierda? –dijo mientras se acercaba de forma violenta hacia él.
Samuel se levantó e intimidado comenzó a respirar con fuerza, pensando que le pegaría allí mismo.
–¡A nadie en concreto! ¿Qué pasa es que es tu segundo nombre? –dijo Samuel intentado no parecer nervioso aunque, ¡por dentro estaba aterrado!
–¡A la salida te vas a enterar so listo!
Y con esa amenaza se volvió a su asiento y Samuel se sentó pensando en la estupidez que había hecho para meterse en aquel lío. La pega era que el otro chico no estaba solo, tenía otro compinche, con lo cual la pelea sería desigual. ¡Le iban a partir la cara y no podría hacer nada para evitarlo!
Comenzó a sudar más de lo normal. La preocupación comenzó a embargarle y trató inútilmente de buscar una salida a aquella situación. Samuel no era pequeño ni enclenque, era alto y fuerte aunque no era, para nada, violento. La sola idea de pegarse con el otro chico le espantaba, él era listo eso sí le gustaba. Se consideraba ante todo una persona curiosa y buscaba conocer el fondo de las cosas, los distintos porqués. Pero eso no le serviría de mucho en una pelea contra dos matones al salir del insti.
Podía ir a la jefa de estudios, pero eso sería de cobardes. Ya era mayor para eso. En primer curso lo hizo en alguna ocasión, pero ya sentía que no era lo que quería.
“Si peleaban con él, que pelease, ¡vendería cara su derrota! –concluyó.”
Pero eso no le tranquilizó, ¡en absoluto!
Cuando sonó la sirena que anunciaba el final de las clases tuvo la impresión de que era el inicio del round de boxeo en el que se disponía a entrar. Aunque se sentía más como el saco de entrenamiento que como el boxeador.
Hizo de tripas corazón y se levantó de su asiento. Recogió sus cosas y se encaminó a la puerta, se sintió observado y perseguido por aquellos dos matones cuando pasó cerca de ellos.
–¡Te vamos a machacar! –dijo el que se le acercó.
–Oye, lo que le vayas a hacer es cosa tuya –replicó de repente el matón compañero–. A mi Samuel no me cae mal, aunque será divertido mirar –añadió.
Esto animó un poco a Samuel, aunque sólo un poco. Continuó con paso aparentemente decidido hacia la salida y pensó en huir entre la muchedumbre de alumnos y padres que iban a recoger a sus hijos. Pero él estaba solo y tenía que ir a la parada de bus, aunque también podría ir andando, pero eso podía ser peor pues si lo perseguían le darían alcance y en cualquier esquina le darían su merecido.
Entonces una voz tras él volvió a llamarle…
–¡Samuel, espera! –dijo aquella voz con su inconfundible acento de la Europa del este.
–¿Si Vica? –dijo Samuel al girarse.
–¿Me acompañas de vuelta? Mi madre no va a poder recogerme hoy y no sé qué bus hay que coger para volver –dijo la chica.
–¡Oh claro, yo voy en bus iremos juntos! –dijo Samuel sintiendo una alegría indescriptible aunque manteniendo la preocupación al ver que tras Vica aparecía Ramiro, el matón que le amenazó, acompañado por su amigo.
Intentó serenarse y con Vica al lado salieron por la puerta del recinto enfilando la calle hacia la parada de bus.
No tardaron mucho en oír una voz a su espalda que los llamaba con hilaridad.
–Vamos Samuel “el listo”, te voy a dejar unas pocas neuronas para que puedas seguir siendo “el listo” tras la paliza que te voy a dar.
Samuel apretó el paso y trató de no aparentar nerviosismo aunque apretó los puños y los dientes con fuerza preparándose para lo que tuviese que ocurrir.
–¡Vamos Vica! –le dijo.
–Tranquilo Samuel, ¡no te hará ningún daño!–dijo Vica cogiendo su mano cerrada con su delicados dedos de uñas pintadas en negro.
–¡Mira la parejita! Se acaban de conocer y ha surgido el amor, ¡tranquilo Samuel ella cuidará de ti en el hospital! –dijo Ramiro acelerando el paso para darles alcance.
Samuel aceleró el paso, estaba muy nervioso y se temía lo peor, pero Vica cogió con fuerza su mano cerrada y lo paró en seco girándose hacia su atacante.
–¡Dejadle en paz, él no os ha hecho nada! –dijo con su acento.
Samuel se puso a su lado dispuesto a golpear como fuese a aquel matón, no se quedaría parado, aunque el miedo corría por sus venas y no deseaba entablar esta batalla, no porque no pudiese ganarla, sino porque temía las consecuencias de lo que pudiese hacerle aquel desalmado.
–Va a morir y tú no podrás ayudarle chica –dijo Ramiro riéndose de Vica mientras se acercaba.
A punto de entrar en contacto, de repente el pequeño bolso de Vica salió volando describiendo medio giro en forma de honda y golpeó a Ramiro en la mandíbula. Este torció el gesto y se tocó la cara con la mano.
–¡Puta! ¡Tú también vas a morir hoy! –espetó.
Entonces Vica dio un paso adelante y golpeó la nariz de Ramiro con su puño de forma tan decidida que sorprendió a su amigo y al propio Samuel, quien quedó con la boca abierta.
Su rodilla igualmente impactó en su pecho hundiéndose en su plexo solar cuando Ramiro, presa de un dolor indescriptible tras el golpe en su nariz se inclinó hacia adelante tratando de para el dolor en su nariz con ambas manos mientras la sangre comenzaba a brotar.
Sin aliento Ramiro cayó al suelo hincando las rodillas con las manos ahora en su estómago mientras Vica, delante suyo apretaba los dientes y gruñendo con furia volvía a golpear su pómulo con su puño cerrado y sus múltiples anillos en la mano, que contribuyeron a que el golpe fuese más brutal.
Vica respiraba aceleradamente ante unos atónitos Samuel y Raúl, el acompañante de Ramiro, que cayó al suelo de la acera de lado noqueado por el último golpe en el pómulo izquierdo tras el gancho de derechas que le había dado Vica.
–¡Sois unos gilipollas! –gritó Vica escupiéndole en la cara–. No vais a hacer daño a Samuel u os las veréis conmigo –dijo mirando a Raúl, quien dio un paso atrás.
–A mí no me mires, Samuel no me caen mal, es este que no sé qué le pasa con él –dijo Raúl levantando las manos para indicar que no buscaba problemas.
–¡Eres un chico listo! –dijo Vica con ironía mientras se giraba y tomaba la mano de Samuel para reemprender el camino hacia la parada de bus.
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Estos son los dos primeros capítulos de mi nueva novela LosSecretos de mi Vecina, espero que te hayan gustado, como ves no es el típico calentón de una noche, aquí hay historia y sexo, aunque aun no, está por llegar, ¡mucho sexo!
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