calentando a mi marido

a pesar de estar casada, me gusta todavía vestirme así. Sin embargo, debo admitir que mi forma de vestir no ha estado libre de problemas pues en varias ocasiones mi papá me ha dicho que eso no está bien, que yo debo vestirme como toda una señora casada. Pero mi marido opina lo contrario, así que yo estoy encantada con él.
Volviendo al tema que te estaba contando, debo decirte que disfruto mucho el sexo con mi esposo. Su verga, que tiene buen tamaño, me saca siempre unos orgasmos tan deliciosos, que acabo casi siempre gritándole que soy su putita de tan intensos que son. Pero de un tiempo para acá he comenzado a extrañar mi vida de soltera, sobre todo la época en que cogía con hasta tres hombres el mismo día. Y de las orgías en que llegué a participar ni te cuento. Debo confesarte que, desde que la probé, siempre me ha gustado la verga, que la mayoría de los novios o amantes que he tenido, que son cerca de 50, siempre me han tratado como una zorra, como una perrita o como una puta barata. Y la verdad es que eso me encanta. Sin embargo, durante estos  años que llevo de casada he hecho todo lo necesario para comportarme como toda una señora decente y creo que más o menos lo he logrado.  Pero siento que esa no soy yo. Pienso que estoy tratando de aparentar algo que no soy, y muy en el fondo he llegado a la conclusión de que lo puta no se quita. He comprendido que esta concha  este culo y esta boquita que tengo, no son para una sola verga. Y la verdad es que quiero más.
Esos eran mis pensamientos cuando uno de estos días acompañé a mi esposo a un evento de su trabajo, en el que al final hubo una comida para los asistentes. Y resultó que uno de los participantes llamó mi atención. Físicamente era un hombre normal, pero sobre el pantalón se le adivinaba un rico paquete, que hizo que mi vagina  se moviera con vida propia. Y es que cuando una verga me llama la atención sobre el pantalón, es porque está de buen tamaño. Y hasta ahora nunca me he equivocado ji, ji. Durante la comida cruzamos miradas en más de una ocasión cuidando que mi esposo no se diera cuenta. Al final de la comida pasó a despedirse de mi esposo, con quien se había conocido ese mismo día y también de mí de una forma muy respetuosa. Pero yo no estaba tranquila. Algo dentro de mí me decía que debía hablar con ese hombre a solas, así que de inmediato pensé en un plan. Esperé dos o tres minutos y le dije a mi esposo que necesitaba ir a nuestro auto, que se encontraba estacionado en la calle, cerca de donde fue el evento. Mi esposo, que estaba platicando con unas personas, sin sospechar nada, me entregó las llaves y yo salí de inmediato.
Para mi buena suerte, al salir a la calle vi al objeto de mi deseo platicando con otras personas y mi vagina  volvió a palpitar. Aparentando la mayor indiferencia posible pasé a un lado de él asegurándome de que me viera y luego caminé por la calle moviendo mis nalgas más que de costumbre. Llegué al auto, entré, hice como que buscaba algo, pero en realidad solo estaba viendo a través del cristal para ver si me había seguido. Cuando lo vi que venía caminando en la dirección en que yo estaba, salí del auto y comencé a caminar en sentido contrario, para que nuestro encuentro pareciera totalmente casual.
Todos esos recuerdos estaban viniendo a mí mente en el momento en que mi esposo me tenía ensartada, así que no me pude contener y le dije:
― Mi amor, ¿qué me dirías o que me harías si te dijera que se me antoja coger con otro? De inmediato pude sentir como su verga se ponía más dura que de costumbre.
― Te diría que eres muy putita. ¿De verdad se te antoja coger con otro?
― Si mi rey. Pude ver como su respiración se aceleró y sus ojos brillaban de excitación.
― ¿De quién se trata? ¿Es alguien que yo conozco?
― ¿Recuerdas el evento al que te acompañé hace unos días?
― Si, ¿por qué? me contestó.
― ¿Te digo algo y no te enojas?
― Dime.
― ¿Recuerdas que te pedí las llaves para ir a nuestro auto? Pues resulta que tu nuevo amigo me abordó en la calle y me pido mi teléfono. Creo que me quería coger, bueno… más bien, ¡me quiere coger!
 ¿Y cómo sabes que te quiere coger? Me preguntó.
― Yo venía de nuestro coche y cuando lo encontré me saludó muy atento y me dijo que se le había olvidado pedirte tu número de teléfono, que si se lo podía dar. Le dije que no me lo sabía y que tampoco llevaba mi teléfono, que mejor él me apuntara el suyo. Me dijo que si, pero me pidió que lo acompañara a su auto por un papel.
― Y tú qué hiciste?
― Pues tuve que acompañarlo mi rey. Pero me pasó algo extraño porque cuando íbamos caminando mi conccha  comenzó a palpitar con vida propia, imaginando que podría pasar algo más. Cuando llegamos a donde estaba su coche él abrió la puerta para entrar y yo, que estaba detrás de él, con una mano le detuve la puerta para que pudiera entrar más cómodamente y con la otra le toqué la espalda con el pretexto de que la puerta no le fuera a pegar. Eso hizo que tu amigo se pusiera nervioso. Con toda la intención de provocarlo, mientras él buscaba un papel yo me mantuve siempre detrás y por momentos nuestros cuerpos se tocaron. Cuando él se dio la vuelta pude notar que tenía la verga bien parada y se adivinaba que era grande y gruesa. En ese momento los dos estábamos muy cerca y sin duda él se dio cuenta que yo tenía ganas de coger, porque no podía evitar mirar su verga de vez en cuando. Entonces me pidió que nos viéramos otro día y yo le dije que le escribiría después para ponernos de acuerdo. Mientras hablábamos me estuvo mirando a la cara con mucha atención y eso me excitó aún más. Hubiera querido tocarle la verga por encima del pantalón, pero no lo hice para no parecer demasiado putita 
En el momento que dije esto último, pude sentir como la verga de mi marido se puso todavía más dura, lo que hizo darme cuenta de que había ido demasiado lejos con mi confesión. Para comprobar que iba por buen camino le dije:
―Bueno, pero ahora mismo, no sé porque te estoy contando todo esto.
― ¿Te lo quieres coger? me preguntó mi esposo. Y percibiendo que con su pregunta me estaba dando permiso, le contesté que sí. Y luego me descaré completamente y le pregunté:
― ¿Quieres que me lo coja? ¿Quieres que le escriba?
Por toda respuesta mi marido comenzó a embestirme de una forma salvaje pero rica y en pocos segundos pude sentir como mi concha

calentando a mi marido

 se inundaba con su rica y abundante lechita, como prueba de que le había provocado un intenso orgasmo.
Así que, no lo sé, pero parece que a partir de ese día, soy una putita con permiso de mi marido. Y creo que no sé lo que haré ji, ji. ¿Alguna sugerencia?

3 comentarios - calentando a mi marido

Miheidy69
Nunca reprimas lo que sos. Tu esencia
Bectalc
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