En un rincón de la bodeguita

A continuación les voy a relatar un suceso que me sucedió en los años de estudiante universitario y que ha sido lo más bizarro que me ocurrió en la vida. 100% real. Aquí va:


Marcela y yo llevábamos algo más de 4/5 meses de novio y nuestra vida sexual era realmente buena. Teníamos relaciones 3 o 4 días en la semana: ella era buena con la boca - muy buena- y a pesar que nos gustaba explorar distintas posiciones y buscar el placer del otro, nunca habíamos logrado tener sexo anal... si bien intentamos en varias oportunidades, el dolor que le provocaba hacía que me retirara y terminásemos de otra manera, por lo general en un bucal que - nobleza obliga- me hacía tocar el cielo.

El culo de Marcela - trabajado por muchos años de Hockey- era sencillamente hermoso: firme, redondo y compacto, casi como una manzanita, por lo que mi insistencia en penetrarlo era frecuente.
 Mi pija mide alrededor de 19 cm, no muy gruesa, y a quien se le negaba sistemáticamente la entrada al agujerito sin fin ... tal vez por nervios, miedo, no sé ... sí debo reconocer que mi novia siempre estaba dispuesta a intentarlo, a veces - incluso- ante la propuesta de ella ya que quería saber que se sentía.

Un viernes por la tarde voy a la casa de Marcela para arreglar que íbamos a hacer esa noche, cuando Anibal - el padre- me pide que le busque un buen vino en la bodega ya que concurrirían con su esposa a una cena esa noche en la casa de unos amigos y no quería caer con las manos vacías... obviamente deduje que estaríamos solos esa noche en la casa hasta avanzada la madrugada y mi verga comenzó a ponerse dura.
Le pedí a mi novia que me acompañara y le dije a mi suegro que se bañara tranquilo que yo le seleccionaba un buen tinto.

La bodeguita se encontraba al final de un pequeño parquizado, en el sótano de una habitación antigua e inmensa, algo destruida por el paso de los años donde guardaban elementos de jardinería y otras cosas que no tenían mucho uso, y constaba además de un pequeñísimo baño con solamente un inodoro  y un lavatorio.
Fue traspasar la puerta para que nos fundamos en abrazos y besos que elevaron la temperatura: Marcela y yo sabíamos que disponíamos de lugar y tiempo para gozar un rato.
Bajamos al subsuelo y comenzamos a sacarnos algo de ropa: besé su cuello, lamí sus pechos y mi mano buscó su entrepierna... sus manos también acariciaron mi cuerpo y, sin esperar pedido mío alguno, Marcela se agachó y comenzó a mamar mi verga.
Yo, gozando de esa lengua maravillosa, me acomodé sobre una de las estanterías que contenían las botellas de vino, haciendo que se moviera y temblara todo con la posibilidad de que cayeran al piso, por lo que le pedí que se saliera y buscáramos otro sitio menos "peligroso".
Ella aprovechó para sacarse el resto de la ropa quedando totalmente desnuda y ante semejante panorama no pude menos que comenzar a  lamer y morder sus muslos hasta llegar a sus labios y clítoris.
En un rincón de la habitación había un medio tonel cortado con una mesada de madera lustrada en la parte superior que mi suegro había hecho construir para utilizar como mesa improvisada. Lo acerqué y acosté a Marcela sobre esto elevando sus piernas y proseguí con la tarea que mi lengua había comenzado. Puse mucha dedicación en salivar su ano, no solo su alrededor sino también metiendo la punta de mi lengua dentro suyo. Marcela se retorcía y me dijo que intentara ahora hacerle la cola.
Manoteé el almohadón de la reposera y ubiqué a mi novia boca abajo, elevando su cola con la almohada ... mojé con saliva aún más y comencé la penetración de a poquito. Ella se quejaba y me frenaba con la mano a cada instante, hasta que decidido empujé fuerte y calzó hasta tocar fondo... Marcela gritó que le dolía pero yo estaba abstraído: 19 cm. de pija habían hecho claudicar el hoyo más deseado !!! ... mi novia mordía parte de su ropa para soportar el dolor ... yo aceleraba mis movimientos y ella me pedía que se la sacase ... sabía que no iba a tardar en acabar por lo que le pedí que aguantara un poco que ya terminaba, a lo que me contestó que no daba más, que le habían dado unas terribles ganas de ir al baño, urgente ... intenté seguir - mi leche venía en camino- y ella se zafó de mí y corrió hacia el bañito posterior ... la seguí con mi pija apuntando al cielo y ella se sentó y descargó el contenido de su intestino ... yo no pensaba, tenía la mente en estado salvaje y, sacándole el cabello de su cara, puse mi pija en su boca.
Marcela comenzó a succionar como ella sabía hacerlo, me iba a hacer acabar en dos segundos ... retiré mi miembro y la tomé de los hombros haciendo que se levante ... la giré quedando de espaldas a mí y con sus manos apoyada en la pared, la clavé por el culo nuevamente, sin importarme lo sucia que estaba en ese momento ... 10 segundos y descargué mi leche dentro suyo: chorros y chorros de esperma caliente contenido por tantos intentos fallidos ... Giré suavemente su cuello y nos besamos tiernamente ... me dijo que le había encantado ...

Toda esta película no habrá durado mas de 20 minutos, tiempo que fue eterno para nosotros y nos allanó el camino para dedicarnos de ahí en más a tener sexo anal cada vez que quisimos.

Mis suegros llevaron un buen vino a la cena, nosotros repetimos después de cenar ... Lo bizarro del cuadro marcó un antes y un después, gracias a eso Marcela fue una dama en la mesa y una puta en la cama...

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