Mi verano en japón-Tentando a Miyuki-san...

Mi verano en japón-Tentando a Miyuki-san...



Tras la cena me ofrecí a ayudar a Miyuki mientras los demás se preparaban para dormir.
En la estrecha cocina, como de costumbre, el gran trasero de Miyuki era un obstáculo demasiado apetitoso para ser obviado. De modo que aunque había tenido suficiente sexo durante el día, los roces de mi pelvis con éste, provocaron una nueva erección de mi pene, ¡siempre ansioso de nuevas experiencias!
Mientras lo paseaba por el voluptuoso deseo de ella, disimulaba… Lo extraño es que Miyuki parecía muy concentrada en fregar los platos y aparentemente prestaba atención a lo que pasaba en su retaguardia.
Así que fui más explícito en mis roces y los acompañé con un golpecito de caderas inadvertidamente cuando mi dura erección apuntaba justo en medio de la diana y una inesperada respuesta de Miyuki me sorprendió.
–¡Oh! –gimió Miyuki ante mi leve embestida.
–¡Vaya, esto sigue estando tan estrecho como siempre! –dije yo de inmediato para disimular.
–Lo sé Toni-kun –dijo Miyuki girándose y viendo lo evidente.
De nuevo, traté de disimular y me metí la mano en el bolsillo para que el gran bulto no fuese tan aparente de lo que me ocurría. Aunque era un intento fútil.
–Perdóname Miyuki-san, no he podido evitarlo, ¡de verdad! –dije alterado esperando que no se lo tomara tan mal como la última vez.
–Tranquilo Toni-kun, eres muy joven y la sangre que corre por tus venas muy vital –es normal que esto te ocurra–. Después de todo estás en un lugar extraño y supongo que aquí te resulta más difícil aliviarte. He tenido hermanos y sé que a vuestra edad eso es “lo normal”.
Miyuki-san no sólo no estaba enojada, sino que, ¡parecía comprender mi calentura!
–¡Gracias Miyuki-san! Pensaba que te ibas a enfadar conmigo…
–No te preocupes Toni-kun, no estoy enfadada. Vamos a terminar esto para que te puedas acostar, ¿quieres?
–¡Claro! –dije yo tras la situación.
Ya nos quedaba poco, pero aun así tuve que pasar un par de ocasiones más detrás de Miyuki y no traté de evitar el roce de mi erección con su trasero, pues entre otras cosas, era tarea imposible con aquella estrechez.
–¡Oh Miyuki-san, qué buena eres conmigo! Tenía miedo de que te enfadaras.
–No, mis hermanos estaban todo el día con eso tieso cuando tenían tu edad –rio ella comprensiva.
–Es que eres muy hermosa y el roce con tu cuerpo es demasiado tentador –me atreví a confesarle.
–¿Yo? Te agradezco el cumplido Toni-kun, pero ya estoy mayor.
–¡Qué va Miyuki-san! ¡Eres muy hermosa! Para mí sería un sueño tenerte cerca –le dije mientras cogía sus caderas desde atrás y empujaba levemente de nuevo mi erección contra su trasero.
–¡Oh Toni-kun! ¡No me hagas eso por favor! Eres como el fuego, cerca das calor pero, ¡si me acerco demasiado me quemaré!
–¡Pues quemémonos Miyuki-san! –dije aferrándome con más fuerza si cabe a sus caderas y pasando mi erección por encima de su culo pegué mi pelvis a sus cachetes sin contemplación, provocando que el cuerpo de Miyuki-san se venciera hacia adelante.
–¡Oh Toni-kun! ¡Qué vitalidad tienes! Estoy segura de que serías muy complaciente conmigo, pero no debemos cruzar esa línea.
–¿Por qué Miyuki-san? ¿Acaso no lo deseas, no quieres probar a quemarte con mi calor? –le pregunté y echándome hacia adelante alcancé sus pechos y se los cogí con ambas manos, acompañando mi movimiento con un nuevo empuje de cadera.
–¡Para ya! –protestó Miyuki revolviéndose–. Lo siento Toni-kun, pero pueden pillarnos, no me puedo arriesgar –me dijo entre susurros.
–Comprendo Miyuki-san, ¡oh, perdóname! –dije haciendo una flexión exagerada a modo de disculpa.
–Esto está ya terminado, vayamos al salón y preparemos tu cama para que puedas dormir y aliviarte en la intimidad.
Y eso hicimos. Ella me ayudó a extender la esterilla en el suelo y sobre ella el colchón, luego las sábanas aunque hacía calor y no solía usarlas, las dejaba por si quería taparme de madrugada.
Aquella noche no pude dormirme, soñaba con el excitante encuentro que acababa de tener con la señora de la casa y cada centímetro de mi piel ansiaba su contacto, sentir su cuerpo maduro y experimentado deseoso de gozar con un joven como yo en aquel tiempo, vigoroso y potente, ¡yo le daría todo lo que ella necesitaba en aquel tiempo! Y me daba rabia no poder cumplir mi promesa…
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