Mi esposa y su jefe

Nunca podré olvidar esta fecha, 29 de Octubre de 2015.
Estaba delante de un semáforo en rojo, mi jornada laboral había terminado antes de lo previsto y me dirigía a entregar la furgoneta que en renting tiene alquilada la empresa donde trabajo. El disco estaba a punto de cambiar cuando delante de mí cruzó el flamante y costoso automóvil del jefe de mi esposa, pude adivinar la presencia de Alba, mi mujer, en su interior. Un impulso me empujó a seguirlos discretamente. Conduje tras ellos a una prudente distancia, se encaminaban hacia las afueras de la ciudad, me sorprendió la dirección que tomaban ya que la tienda de muebles donde trabaja mi esposa, a esas horas, debería estar abierta a los clientes.

Aparcaron en la zona más apartada y discreta del pabellón donde juega el equipo de baloncesto de mi ciudad, me acerqué prudentemente y a unos escasos quince metros estacioné la furgoneta, de forma paralela al coche del jefe de mi mujer. Recliné el asiento para ocultarme, al parecer no se percataron de mi presencia.
Alba y su jefe, Miguel Angel, parecían discutir dentro del coche, mi esposa movía enérgicamente sus manos.

Miguel Angel es el dueño de una tienda de muebles con mucha solera y tradición en la ciudad, tiene cincuenta y ocho años de edad, millonario divorciado, medirá alrededor del metro noventa, muy fibroso y atlético, practicante de varios deportes, pádel, gimnasio y golf sobretodo, es un verdadero triunfador en la vida.

Miguel Angel salió de su flamante coche y encendió un cigarrillo, pasados unos treinta segundos bajó mi esposa quedando a espaldas mía y delante de su jefe. Miguel Angel tiró su pitillo al suelo y asiendo a Alba de la cintura le propinó un tremendo beso, mi esposa agitó sus manos tratando de zafarse pero su jefe la asió por sus muñecas inmovilizándola. Mi pollita se puso muy dura y noté como mi líquido preseminal comenzaba a manchar mi slip.

Alba cesó en su forcejeó y se abrazó a su jefe mientras las manos de Miguel Angel descendieron por la espalda de mi mujer hasta posarse en sus nalgas, sobándolas y magreándolas a su entero antojo.

Un verdadero hombre hubiese dado la cara y peleado por su esposa, yo no pude o no quise hacerlo, el placer del morbo, el ver como otro hombre estaba metiendo mano a mi esposa me causó una excitación hasta ese instante desconocida y comencé a acariciar mi polla por encima del pantalón.

Las poderosas manos del jefe de mi esposa se metieron debajo de la falda de Alba levantando la prenda hasta su cintura, dejando a la vista las nalgas de mi mujer cubiertas solamente por el fino hilo dental de su tanga. Alba, sumisamente, había apoyado su cara en el hombro de su maduro amante, y a la vez sujetaba la falda enrollada en su cintura, mientras Miguel Angel acariciaba y nalgueaba el culo de mi esposa.
Volvieron a besarse, fue un beso sucio lleno de lujuria y obscenidad. Las manos del amante de mi esposa apretaban con dureza sus nalgas jugado con su hilo dental, mientras Miguel Angel haciendo fuerza introdujo su pierna entre los muslos de mi mujer.

Contemplaba boquiabierto y babeando la escena mientras en el interior de mi furgoneta me la meneaba con desesperación. Alba se separó de su jefe, metió su cabeza por la ventanilla del coche quedando en forma de L, momento en que el cabrón de su jefe aprovechó para darla una tremenda nalgada ante las risas de mi esposa, Alba se irguió con su móvil en la mano.

Miguel Angel giró a mi esposa quedando Alba a sus espaldas. Las manos de su jefe pasaron por debajo de las axilas de Alba aprisionando los pechos de mi mujer, el muy cabrón moviendo con fuerza sus caderas punteba a mi esposa, haciendo sentir su dura y enorme verga contra las nalgas de Alba.

En ese instante mi móvil sonó, era mi esposa, tremendamente nervioso y muy excitado contesté a su llamada:

Alba: hola, mi amor, ¿Qué tal?.
Yo: aquí, trabajando, y ¿tú?.

Volví la vista hacia donde la pareja “jugaba”, Miguel Angel sobaba con total impunidad las tetas de mi esposa, con sus manazas separó la melena de mi esposa y la besó en la nuca.

Yo: ¿te ocurre algo mi amor?.
Alba: nada mi vida, de repente me ha entrado un escalofrío.
Yo: ten cuidado tesoro, ¿me llamas desde el trabajo?-
Alba: si, bueno no, he tenido que salir con mi jefe a visitar a unos clientes.

Mientras hablaba con mi esposa seguí contemplando como el hijo puta de su jefe la metía mano con total impunidad. Una de sus manos se introdujo por debajo de la falda de mi mujer, mi esposa abrió sus piernas para que su maduro jefe pudiera penetrar su depilado coño con sus dedos.

Alba: te llamo porqué estoy muy caliente, quiero que hagamos el amor cuando llegues a casa.
Yo: te deseo mi vida, me has puesto muy cachondo y quiero que goces.

En ese instante Alba gimió como una verdadera perra en celo.

Yo: ¿Qué te pasa cariño?, ¿Te has hecho daño?.
Alba: Me he dado un golpe con algo muy duro, tengo que dejarte mi amor, te quiero, nos vemos en casa te esperaré sin bragas.
Yo: Te quiero mi amor, disfruta y no dejes que el tirano de tu jefe te esclavice.

La comunicación se cortó, Miguel Angel se reía con grandes carcajadas mientras le comía el lóbulo de la oreja a Alba. Su mano continuaba debajo de la falda de mi esposa, la cara de mi mujer reflejaba una mueca desencajada de placer y lujuria al sentir como los dedazos de su jefe profanaban el coño de una mujer casada.

Tras un largo y prolongado morreo Miguel Angel abrió la puerta trasera de su coche y entró dentro, Alba le siguió. Me pasé al asiento trasero de la furgoneta dando gracias por tener los cristales tintados. Pude ver como su jefe arqueándose se bajo el pantalón de su pulcro traje y cogiendo del pelo a mi esposa tiró con fuerza hacia abajo. La cara de Alba quedó a la altura de su verga, su cabeza subía y bajaba al compás de los expertos movimientos de la mano de Miguel Angel. Incrementé el ritmo de mi masturbación.

Alba, mi fiel y modélica esposa, que nunca me había hecho una felación pese a las veces que se lo he suplicado, se estaba tragando la verga de su jefe sin ningún rubor. Estuvieron varios minutos en esa posición, mi mujer comía la verga y los testículos de su macho mientras veía como Miguel Angel se arqueaba de placer reiteradamente por el placer recibido.

Alba se reclinó en el asiento trasero, perfectamente ví como Miguel Angel metiendo sus manos por debajo de la falda mi de esposa le quitó las medias y su tanga. Olió la prenda íntima de mi mujer y la tiró al asiento delantero. Alba se quitó el jersey de punto y el sujetador, poniéndose a horcajadas sobre su maduro jefe mirándole a la cara.

Sabía lo que iba a pasar, de un fuerte golpe de cadera Miguel Angel empaló a mi esposa hasta sus huevos, me corrí como un cerdo, cinco o seis trallazos de leche mancharon el trapo que cubría mi pollita y aún así manché con mi propia leche caliente mis pantalones. El rostro de mi mujer reflejaba lujuria y enfermizo placer, nunca la había visto así. Sus tetas se bamboleaban a cada golpe de cadera de ese macho.
Alba estuvo ensartada por Miguel Angel casi durante un cuarto de hora. Mi esposa se desacopló y de espaldas a su jefe Miguel Angel la volvió a empalar.

Resultaba evidente que el maduro jefe de mi esposa era todo un semental, no como yo, las manos de Miguel Angel aprisionaron las tetas de mi mujer tirando con dureza de sus pezones, volví a meneármela como el cerdo que soy. Alba apoyaba sus manos en los reposacabezas del coche de su jefe facilitando su penetración. Abrí un poquito la ventanilla de mi furgoneta, afortunadamente Miguel Angel tenía abierta también su ventanilla, y pude escuchar con toda claridad los jadeos y gemidos de placer de mi esposa. En ese momento me corrí por segunda vez gritando de placer al ver como mi esposa era follada por un verdadero hombre.

Miguel Angel seguí bombeando a mi esposa, las tetas de Alba botaban y saltaban consecuencia de las durísimas embestidas a las que estaba siendo sometida. Pasados varios minutos se arqueó gritó y se corrió en las entrañas de mi mujer, mi esposa quedó exhausta empalada todavía por la verga de su amante, estuvieron varios minutos en esa posición, Alba de espaldas apoyada en el torso de su jefe mientras Miguel Angel jugaba aún con las tetas y pezones de mi esposa besándola con desesperación.

Los amantes se desacoplaron, Alba se inclinó supongo que para limpiar la verga de su jefe ya que las manos de Miguel Angel volvieron a posarse sobre la cabeza de Alba. Miré mi reloj, el jefe de mi mujer se había follado a mi esposa durante cincuenta y cinco minutos, me quedé perplejo y asombrado. 
Miguel Angel salió del coche, encendió un pitillo y se puso a orinar. Su verga flácida era tremenda, alrededor de unos quince centímetros, tremendamente gruesa y su meada se prolongó casi medio minuto, no pude retirar mi mirada de aquel grueso y tremendo pollón.

Mi esposa y su amante se fueron, esperé un rato rememorando la experiencia más excitante vivida por mí, por tercera vez me masturbé y corrí como un pajillero pensando en lo cornudo que soy.

Volví a casa, mi esposa todavía llevaba puesta la misma ropa con la que se había follado a su jefe, olía a sudor y sexo. Me abalance sobre Alba, besé con desesperación y glotonería la boca que había tragado y comido el enorme vergón de Miguel Angel. Fuimos a nuestro dormitorio, arranqué la ropa de mi mujer, no llevaba tanga, abrí sus piernas e introduje mi cabeza en su entrepierna. Su coño sabía delicioso, aún había rastros de la leche caliente del semental de su jefe, me lo tragué todo mientras mi esposa gemía de placer. Pasados varios minutos noté contracciones en la vagina de mi mujer y Alba se corrió como una verdadera hembra en celo.

Me tumbé en la cama al lado de mi esposa, Alba me puso un condón y le pedí que me hiciese una mamada. Ella se negó porqué le daba asco según dice, me masturbó llamándome cornudo al oído, y antes de que pudiese penetrarla me corrí como un pajillero.

Ahora mismo tengo la duda de si mi esposa es la primera vez que me engaña o ha sucedido con anterioridad, cuando pienso que su jefe se ha podido follar a mi mujer en la tienda de muebles, en cualquiera de los colchones, camas o sofás, incluso en mi propia cama matrimonial que compramos en la tienda hace que me excite.

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