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Otro domingo más por la mañana temprano. Me desperezo en la cama mientras le observo vestirse a mi lado
- ¿Vendrás muy tarde?
-No lo sé, luego te aviso. ¿Quieres comer fuera?
-Lo decidimos cuando vuelvas.
-Muy bien, hasta luego entonces.
Oigo la puerta cerrarse y me acurruco a remolonear durante un buen rato en la cama. Finalmente me animo a levantase y prepararme algo que desayunar en la cocina.
Tostadas y café mientras consulto los correos en el móvil. Aquí está, es otra vez él, ese desconocido con el que intercambio correspondencia desde hace unas semanas. Sonrío mientras navego por los correos, siempre me siento algo nerviosa al hacerlo, apresurada y en guardia ante algo que no debería estar haciendo, pero no puedo evitarlo. Cada vez me gusta más la sensación de sentirme deseada al leer sus palabras.
Salgo al salón y me tumbo en el sofá mientras continúo leyendo mensajes pasados, busco en la carpeta cifrada, en mi caja fuerte y ojeo las fotos intercambiada. Mis mejillas se enrojecen, una oleada de calor recorre mi cuerpo, a pesar de solo llevar puestos la camiseta de tirantes que uso para dormir y unas braguitas de algodón ambos comienzan a sobrarme.
Acaricio mis pechos, me los saco de la camiseta y pellizco suavemente los pezones que se endurecen mientras le imagino chupándolos y lamiéndolos tal y como me ha escrito que desearía hacerlo. Paso las fotos hasta que aparece su miembro, semierecto, con el glande totalmente liberado. Es una bonita polla, imagino agarrarla con la mano y lamerla como si de una piruleta se tratase, quisiera recorrerla y rodear el capullo con mis labios, sentirla crecer en mi boca, casi puedo sentir el olor, el sabor. Mi mano derecha se desliza por mi vientre e incursiona bajo las braguitas mientras sujeto el teléfono con la izquierda.
Siento el tacto del vello púbico entre mis dedos, me abro de piernas y acaricio los labios mayores sintiendo que la humedad que aflora. El clítoris reclama atención y lo estimulo haciendo círculos con las yemas de los dedos mientras deseo sentir su sedienta lengua recorrer cada centímetro de mi vulva. Uno, dos, hasta tres dedos penetran mi cueva y son recibidos por abundante flujo. Necesito aumentar la estimulación, mis dedos comienzan con un mete y saca mientras imagino que es una buena polla la que recibe la lubricación de mis abundantes jugos. El teléfono cae a un lado, entrecierro los ojos concentrándome en darme placer mientras las conversaciones mantenidas desfilan una y otra vez por mi mente.
-A cuatro patas- Sí a cuatro patas, respondí claramente a la pregunta.
- ¿Postura preferida?
-A cuatro patas.
Me bajo las bragas, libero una de las piernas y no me molesto en hacerlo con la otra dejando la prenda presa de mi rodilla derecha. Me doy la vuelta en el sofá adoptando mi postura preferida, mi cabeza reposa sobre el cojín y mi espalda se curva dejando mi culo empinando y totalmente expuesto. Abro las piernas y deslizo la mano derecha entre ellas acariciándome la rajita, separo los labios mayores con los dedos mostrando el rosado interior de mi coño de forma impúdica. Me siento una hembra caliente, en celo exhibiéndome ante mi macho e imagino su reacción de tenerme así ofrecida.
Me pajeo deslizando los dedos dentro y fuera de mi chochito hecho caldo. Palmoteo mi nalga izquierda y añoro que sea una mano ajena la que me ponga el culo colorado. Estoy muy caliente, le imagino arrodillado, besándome el culo, lamiendo mi lubricada raja y degustando mi zumo de fruta madura. Mi respiración se agita, me masturbo velozmente con el deseo de que sea la polla de las fotos la que ocupe el lugar de mis dedos, deslizando el glande arriba y abajo entre mis excitados labios vaginales, lubricándose y preparando el terreno para una embestida inminente.
Mordisqueo el cojín y gimo, siento el flujo resbalar entre mis dedos mientras acelero el ritmo de la paja imaginando que me penetra un duro falo. Deseo ser embestida, que me follen con ganas, con la lujuria y el énfasis de tiempos pasados. La excitación satura mis sentidos, ni puedo ni deseo retrasar más el orgasmo, una descarga eléctrica me atraviesa, me corro gimiendo, expulsando el aire de mis pulmones con un lamento. Mis muslos se cierran atrapando la mano, deteniéndola en seco mientras mi coño se convulsiona de placer.
Me derrumbo en el sofá y recobro lentamente el control de mi cuerpo mientras una sonrisa de satisfacción se dibuja en mi rostro. Cada vez me gusta más este juego.

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