Bien cojida en la villa

Con Nico nos cruzabamos casi todos los dias en la puerta del gimnasio, yo salía recien duchada después de entrenar y el entraba con sus auriculares puestos, sin mirar mucho a su alrededor.
Solo me daba los buenos días y a mi me intrigaba su casi indiferencia. Había pensado en cambiar mi horario para poder interactuar más con él, pero mi trabajo me lo impedía.

Una noche salí a tomar unos tragos con mi amiga, la que siempre me hacía la gamba en mis aventuras, y se ve que lo había deseado tanto, que el universo puso al morocho de la puerta del gimnasio en el mismo bar. Cuando lo ví entre el grupo de hombres a unas mesas de distancia me sentí una quinceañera que se cruza en el patio del colegio con su amor imposible. Lo bueno es que ya no tenía 15 años y no buscaba un amor.

Vane, mi amiga, se dió cuenta que yo ya había visualizado un objetivo nuevo
- te conozco yegua, en que andas?
- un morocho misterioso que no me da bola en el gimnasio
- uy, ya se, no vas a parar hasta levantartelo
- por eso sos mi mejor amiga! en un rato vengo
Lo ví acercarse a la barra y no podía perder esa oportunidad. Me paré a su lado exagerando la curva de mi espalda, pedí un gin tonic y arremetí

-disculpa, de algún lado te conozco, pero no puedo saber de donde
Me sonrió tímidamente y me dió la respuesta que yo esperaba
- si, del gimnasio de Rivadavia
- aaah, si del gimnasio, lastima que vos vas más tarde, cuando me estoy yendo
- yo trabajo en el gimnasio, ese es mi horario de entrada, me dijo acercándose más, dejandome ver con más detalle su boca
- pensé que entrenabas ahí
- no, ojalá

La charla siguió fluyendo, cada vez se soltaba más, cada vez lo deseaba más. Vane ya había encontrado compañía y Nico al fin me preguntó que hacía despues del bar
- vos que propones?
- ah sos tímida!
- muy tímida, pero puedo entrar en confianza
- si queres te acompaño a tu casa
- supongo que a mi marido no le va a gustar mucho que me acompañes a mi casa
- ah, ese detalle no lo tenía, bueno vamos a mi casa si queres, yo vivo sólo
- Dale, hablo con mi amiga y nos vemos afuera

Después de despedirme de Vane salí al encuentro de mi nueva presa
- ahora pido un remis, me dijo
- podemos ir en mi auto
- eem no es muy seguro el barrio para que dejes el auto en la calle, creo que te conviene dejarlo acá
- no hay drama, más tarde vuelvo a buscarlo
Subimos al auto, yo estaba distraída inventandole una excusa a mi marido y no escuché a dónde íbamos
- Los dejo en la avenida, contestó cortante el remisero
- si, en la avenida está bien
Durante el trayecto empezamos a besarnos y acariciarnos, tenía manos firmes, que tocaban suave y al mismo tiempo apretaban un poco. Yo no daba más, quería comerlo todo.
Nunca tuve noción del recorrido que habíamos hecho, el remisero nos sacó del idilio con su voz poco amigable.
Bajamos en un lugar bastante oscuro que yo nunca había visto, me agarró de la mano y me dijo:
- Los remises no entran, pero quédate tranquila que estando conmigo no te va a pasar nada

Yo no tenía miedo, en realidad, me pasaba lo que siempre me pasa cuando estoy muy caliente con alguien, no razonaba, no media las consecuencias de absolutamente nada.
Caminamos por unas calles cada vez más angostas, paredes irregulares, puertas improvisadas y llegamos a su casa, muy pequeña, humilde.
Nos fuimos desnudando entre besos y toqueteos cada vez más atrevidos, me senté en la cama de una plaza y lo ví pelar una verga king size. Mi séptimo sentido no me había fallado, porque cualquiera tiene un sexto sentido, pero yo tengo uno más que detecta los pijones y buenos cojedores.
No tuvo que decirme nada, agarré con las dos manos esa hermosura oscura y venosa, le acerqué la lengua, todavía estaba a medio despertar y yo quería que mi boca sea la responsable.
Me metí lo que pude, la chupé con devoción y sentí como se ponía al palo.
Me recosté con las piernas bien abiertas, mi concha ya estaba mojada por la franeleada que nos dimos en el remis.
se acomodó frente a mi con la pija en la mano y me la refregó haciéndome desear tenerla bien adentro.
me levantó las piernas, la apoyó en sus hombros y empezó a metermela. Se sentía más gruesa todavía, yo empecé a gemir como loca y el me daba más y más fuerte
- sii mamita, goza la pija, es tuya!!! que puta que sos! se nota que te encanta!!
yo gemia y acababa, me temblaban las piernas
le pedí que se acueste, quería cabalgar ese monumento a la verga, me la clavé de un solo sentón, ahí aprovechó para tocarme y chuparme las tetas mientras yo saltaba en su pija
- ponete en cuatro perra!
me agarró de la cintura y me abrió de nuevo la concha con su garrote
- y esa colita?
- no no, me vas a destrozar
- entonces te doy la leche en la concha?
- si, lléname bien
- te vas a ir de la villa con la conchita chorreando putita
Cada palabra y cada empujón me volvía más loca
Lo sentí largar muchos chorros de semen caliente, me besó la espalda y salió de adentro mío dejandome bien cojida.
Descansamos un rato y volvimos a empezar, era incansable el morocho.
Estaba amaneciendo cuando me acompañó a tomar un remis, yo todavía tenía que buscar el auto para volver a mi casa.
Nos besamos tan calientes como al principio
- ya sabes, me dijo, cuando quieras te haces un tour a la villa que te voy a atender como te mereces

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