Mi Verano en Japón-La cueva de los deseos...

Mi Verano en Japón-La cueva de los deseos...


Llegó la hora del almuerzo y, como el padre trabajaba hasta tarde, ¡me senté rodeado de chicas japonesas! Madre e hijas compartieron mesa conmigo agasajándome para que probase toda clase de manjares japoneses.
Por supuesto lo probé todo, unas cosas me gustaron y otras no. Algo típico de la comida japonesa es su variedad, pero escasez al mismo tiempo. De modo que comes poco pero de muchas cosas, aunque al terminar tienes la sensación de no estar lleno. Por eso no suele haber sobrepeso en la mayoría de gente de Japón.
–¿Cómo sabe la tortilla de patatas? Me preguntó Miyuki.
–Bueno no sé, tendría que prepararos una pero no soy cocinero, la verdad, en mi casa las hace muy ricas mi madre –dije yo.
–¡Oh sería fantástico probar comida de tu país! –exclamó Yui.
–¡Si, es muy diferente de vuestra comida! –dije yo.
–Bueno Toni-kun, ¿quieres ir conmigo esta tarde a cazar bichos? –dijo Rio.
–¿Bichos?¡Qué asco Rio! –exclamó Yui horrorizada.
–¡Oh eso sería fantástico! –dije yo al instante.
Miyuki sonrió al ver la expresión de Yui.
–Parece que Yui no es muy aventurera, ¿eh? Tened cuidado, hay algunos que son venenosos –nos advirtió Miyuki-san.
–¡Ah mamá, estudio biología, sé de lo que hablo! –protestó su hija.
–¡Oh claro Rio, pero una madre tiene que advertir! –dijo la Miyuki-san.
De modo que tras cenar fui con Rio a dar un paseo, primero fuimos a una kombini, donde compramos una especie de gelatina dulce y pegajosa, luego emprendimos el camino hacia un río cercano, donde había árboles y comenzaba la jungla junto a una escarpada montaña.
Pasamos por una cueva donde había un cartelito en kanji.
–¿Qué significa? –pregunté intrigado.
–¡Oh pone “la cueva de los deseos”! –dijo Rio divertida.
–¿La cueva de los deseos? –dije yo confundido.
–¡Sí tonto! ¿Entramos y te la enseño? –dijo Rio tirando de mi mano.
Su mano era suave y sus dedos pequeños, muy pequeños y delicados, al cogerme sentí su suavidad y la apreté con la mía mientras esta tiraba de mi hacia el interior de la cueva.
Rio vestía unos shorts baqueros que dibujaban perfectamente su trasero y mostraban sus preciosos muslos blancos. Arriba llevaba un top de finas tirantes amarillo, muy llamativo la verdad. Combinado con sus pechos medianos y su pelo rubio teñido era todo un espectáculo para la vista.
El suelo era de madera y había una barandilla formada por postes y una gruesa cuerda de lino. Al final de un corto camino, tal vez seis o siete metros, había un altar donde una serie de farolillos de cera iluminaban la cueva. Todo estaba oscuro y el ambiente era mucho más fresco allí, bajo los farolillos había una poza de agua oscura y en cierta medida misteriosa, pues no se podía ver el fondo.
–Si tiras una moneda y pides un deseo este se cumplirá –me advirtió Rio muy seria antes de estallar en carcajadas, pues estaba bromeando–. No en serio, tiremos una moneda y pidamos un deseo, es cierto lo que dice la tradición.
–Así que cogí un poco de calderilla que me había sobrado tras comprar la gelatina para los bichos y la lancé, cerré los ojos y pedí mi deseo…
–¿Qué has pedido?
–No te lo diré, o no se cumplirá –dije yo para desilusión de Rio.
Por supuesto que mi deseo no fue otro que hacer el amor con aquella preciosa chica japonesa que me acompañaba aquella tarde calurosa del mes de agosto.
A continuación ella me imitó, lanzó una moneda, cerró sus ojos y pidió otro deseo.
–¿Qué has pedido tú?
–No te lo diré, o no se cumplirá –dijo ahora ella para desilusión mía.
–Se está muy bien aquí, más fresquito, ¿no? –dije yo.
–Sí, es muy agradable, aún hace calor ahí afuera.
–Yo me preguntaba si, como el otro día, tú podrías ayudarme con cierto problemilla mío –le dije con tacto.
–¿Problemilla? –preguntó ella, al tiempo que yo cogía su mano y la llevaba a mi erección en el pantalón–. ¡Oh, ya comprendo! Pero ya lo hicimos ayer –protestó.
–¡Oh bueno Rio, es que yo necesito hacerlo todos los días! –le susurré.
–¿Pero, aquí? –preguntó ella escandalizada.
–¡Se está fresquito, no! –protesté.
No tardó en introducir la mano por el elástico de mi pantalón de deporte y asir mi erección por la base. Esta estaba ya al setenta por ciento o tal vez más y no tardó en aumentar su dureza al suave contacto de sus delicados dedos.
–¡Hum Toni-kun, ya estás preparado! Si, que tienes necesidades chico –dijo ella mientras comenzaba a masturbarme dentro del pantalón.
Para facilitar la maniobra yo bajé mi calzoncillo y mi pantalón pero sólo por delante, así que Rio vio entre la penumbra provocada por los farolillos de cera mi blanca estaca apuntando a la poza de los deseos.
–¡Oh Toni-kun, qué hermosura tienes aquí! –dijo Rio mirando de reojo mientras me masturbaba a mi lado con su mano derecha.
Por mi parte mi mano izquierda cruzó su espalda y bajó hasta su trasero pellizcándolo con la palma de la mano justo donde la carne de este se juntaba con el muslo y esta estaba tersa y prieta.
–¡Oh Rio-chan , qué buena eres conmigo! –dije yo tras tentar su culo y deslizar mis dedos bajo sus muslos, justo en el pequeño hueco que se formaba entre estos y su vagina bajo los shorts baqueros que la cubrían.
–¡Oh Toni-kun, qué atrevido eres! –dijo Rio sin protestar más allá.
Palpé sus muslos por las ingles, estaba tan suave y caliente que mi deseo creció, intenté meter la mano en sus shorts por arriba pero estos eran demasiado ajustados para avanzar mucho, no obstante mis dedos alcanzaron la parte alta de su culo y la tersura y dureza de sus glúteos me maravillaron.
Especialmente me deslicé por su valle entre ambos cachetes, raspando para casi rozar su ojete, cuando esta suspiró.
–¡Vamos Toni-kun, no seas travieso, ahí hay algo que no te gustará, me advirtió!
–De ti me gusta todo –dije yo abandonando mi infructuosa misión de alcanzar lo inalcanzable bajo aquellos shorts vaqueros tan ajustados.
Entonces Rio se giró y se bajó los tirantes de su top y sujetador, descubriendo a continuación sus pechos medianos que, muy débilmente iluminados por aquellos farolillos rojos parecían rojos también.
–¡Ven chúpamelas! –dijo para mi sorpresa una caliente Rio-chan
Y mi boca se apresuró a comer aquel delicioso manjar aún tenía hambre, pero aunque aquello no alimentaría mi cuerpo, alimentaba mi lujuria y así mi boca lamió sus areolas suaves hasta hacer que sus pequeños pezones despertaran, como dos pequeñas lentejas en un plato.
Se los chupé alternativamente, primero uno y luego el otro, mientras ella suspiraba.
–¡Oh Toni-kun! Esto que hacemos aquí no está permitido, date prisa no nos vayan a pillar –me rogó acelerando el ritmo de su masturbación.
Entonces yo aparté su mano y así mi miembro con más fuerza y confianza de lo que ella lo estaba haciendo y sin dejar de chupar aquel delicioso manjar, comencé a cascármela frente a ella con gran rapidez y esmero.
–¡Oh Toni-kun, esto que me haces me trastorna grandemente! ¡Ay, ay! ¡Vamos muy deprisa Toni-kun, acaba ya o me arrepentiré de ser tan buena contigo! –me dijo Rio-chan entre grititos que aparentaban ser de dolor y cuyo sonido me desconcertaba.
Así que chupando sus pechos voluptuosos, abrazándola con una mano por la cintura para que esta no se me escapase mientras ella me empujaba ligeramente por los hombros, con la otra mano me la cascaba apresuradamente hasta que sentí que mi volcán estaba a punto de estallar.
Entonces en un último momento me separé de ella y me aseguré de que sus ojos curiosos no perdiesen detalle del espectáculo, aunque fuese en la penumbra de aquella oscura cueva, le ofrecí mi corrida por ella y para ella, mis chorros salieron despedidos de la punta de mi glande a gran velocidad cruzando frente al rostro de Rio quien abrió sus muslos para dejarlos pasar entre el arco que estos formaban, irguiéndose de puntillas sobre sus zapatillas para que no la alcanzasen.
–¡Oh no Toni-kun, me vas a echar todo sobre mi ropa! ¡No! –susurró horrorizada, aunque por suerte para ella casi ninguna de mis andanadas le dio de lleno.
Eso no quitó para que hubiese daños colaterales en forma de salpicaduras cerca de sus muslos por donde habían pasado la mayor parte de los grandes chorros.
Al terminar Rio me sonrió.
–¡Ay, ay, Toni-kun ha sido una gran demostración de hombría! ¡Qué cantidad y qué lejos han llegado tus chorros! –se sorprendió.
Sacó un pañuelo de papel de su pequeño bolso al hombro y quiso limpiarse cuando tomé su mano y le pedí que me dejase hacer.
–¿Tú? –preguntó extrañada.
Yo tomé el pañuelo y poniéndome de rodillas miré de cerca sus muslos y aunque no veía nada limpié sus muslos desde sus ingles hasta sus pantorrillas.
–¡Ay Toni-kun, qué travieso eres! ¡Tú no quieres limpiar tú quieres algo más!
Entonces desabroché su botón y bajé levemente sus shorts descubriendo sus braguitas transparentes, para descubrir que su pubis estaba depilado, pues solo vi piel y ningún bello apareció en aquella débil iluminación.
Maravillado, tragando saliva inexistente en mi garganta de la excitación, saqué mi lengua y lamí sus transparencia bajo la cual sus pelillos y su sexo se ocultaban.
–¡Oh Toni-kun, no sigas más, esto es indecente! ¡Y en público!
Pero yo quería seguir así que tiré con fuerza de sus braguitas y sus shorts y clavé mi lenga entre sus muslos para descubrir que su raja se abría sobre mí, regalándome todos sus jugos salados, los cuales comí con ansiedad y frenesí, mientras olía los grititos descarnados de Rio que cogía mi cabeza desde arriba e intentaba cerrar las piernas sobre mis orejas allí abajo.
Lamí y lamí en aquella cueva de los deseos, era el primer sexo que comía así que supongo que no lo haría muy bien, pero fue suficiente para hacer venir a Rio, que entre convulsiones me regaló su orgasmo al ritmo que sus muslos se contraían sobre mis calientes orejillas entre ellos.
–¡Vámonos ya Toni-kun! ¡Que puede venir alguien! –dijo nada más liberarse de mi boca en su sexo.
Con cierta premura salimos apresuradamente de la cueva, como si nos fuesen a descubrir. Desacelerando al ser deslumbrados por la luz del sol de poniente, que ya bajaba en el horizonte.
Rio me seguía cogiendo de la mano, no sé bien por qué lo hacía, tiraba de mi al salir de la cueva pero una vez fuera siguió cogiendo mi mano al tiempo que me miraba de reojo y se ponía colorada o tal vez ya lo estaba por el sofoco y el frenesí desatado en aquella maravillosa “cueva de los deseos”.
Por lo que a mí respecta mi deseo no fue completo aquella tarde pero al menos había sido, ¡parcialmente concedido!
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¡Muchas gracias! ¡De verdad! Mi Verano en Japón está recibiendo el apoyo incondicional de muchos de vosotros y vosotras y se está cumpliendo el objetivo que me marqué de alcanzar las 20 votaciones diárias, así que ya sabes, si quieres seguir disfrutando de la historia dame tus 5*, ¡que yo los vea! 😉 Y seguiré publicándola.
Y si no quieres esperar ya sabes donde puedes encontrar la obra completa, tú decides.

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