Los Secretos de Mamá-Más noches solitarias...

Más noches solitarias…


Los Secretos de Mamá-Más noches solitarias...

La sesión terminó y Unai volvió con su madre. Ambos emprendieron el camino de vuelta a casa y hoy apenas conversaron. Las sesiones de ambos habían sido, por decirlo de alguna manera, intensas.
De forma que llegaron a casa, cenaron y se acostaron, pero ya en la cama intercambiaron algunos mensajes con sus móviles…
–Mamá, hoy has confesado a Valeria lo que ocurrió el sábado, ¿verdad?
–Uy Unai, si, es que no sé, he tenido que hacerlo, ¿te molesta?
–No mamá, yo también le he hablado de ello.
–¿Y qué le has contado? –preguntó la madre intrigada.
–Bueno que me gustó hacerlo con otra y contigo.
El mensaje de vuelta de la madre tardó en aparecer en la pequeña pantalla brillante del móvil de Unai en la oscuridad de su habitación.
–Yo le he confesado lo mismo Unai.
–¿Te masturbaste el día que me enviaste la foto del búrguer?
De nuevo una pausa en la respuesta…
Malena respondió con un escueto: “Si”.
–¿Y tú? –añadió.
–También –respondió Unai.
Ninguno de los dos se atrevió a decir nada más por unos momentos…
–¿Tienes ganas de masturbarte ahora? –preguntó Unai.
–¿Y tú? –respondió ella.
En la pantalla de Malena apareció de repente una foto con flash del pene de Unai, con el glande saliente y brillante. ¡Ella abrió la boca de asombro!
–¡Guarro! 😡 –dijo–.
Y luego añadió: 🤤
Ahora en la pantalla de Unai apareció una foto de los pechos de su madre, también con flash…
–¿Quieres tetitas?
–Siiiiiiiiiiiii –dijo él en su móvil.
La respuesta de ella tardó en aparecer.
–Bueno Unai, ya basta de juegos, vamos a dormir, ¿vale?
–¿No te vas a masturbar? 😉
–Estoy cansada… tal vez mañana sábado –dijo ella.
Y así, dejó Malena a Unai, con su gozo en un pozo, como suele decirse.
Esta última respuesta de ella enfrió tanto al chico que no tuvo ganas de masturbarse, ni con las tetazas que le había regalado. Pensaba cómo era posible que todo se torciera en el último momento.
Pensó incluso en levantarse y presentarse en su cama, pero no quería obligarla, pensó que ella debía aceptarle e invitarle a ir pero, lamentablemente no lo había hecho.
Aún tenía sus dudas al parecer. En aquel juego del gato y el ratón desesperante y delicado, cada uno jugaba con el otro, como el gato con el ratón, sin saber quién era el gato y quién… el ratón.
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