Aislado Entre Mujeres [60].


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Aislado Entre Mujeres [60].






Capítulo 60.

El Juicio.

Pilar comentó que toda esta escena le estaba resultando muy entretenida. Se parecía a los dramas judiciales que le gustaba leer cuando se cansaba de las novelas románticas. Dijo: “Esto es como una novela de John Grisham; pero con menos ropa”. 
Estoy seguro de que los procesos judiciales normalmente no tienen a la demandante y a la demandada desnudas y en cuatro patas mientras reciben penetraciones anales. Ni a los jueces y el jurado desnudos en su totalidad. Porque sí, quienes antes habían tenido algunas prendas de vestir, ya se las sacaron. Las únicas que aún permanecían con algo que difícilmente se podría considerar “prenda de vestir” eran Alicia y Gisela, con sus trajes que parecían sacados de una película porno de BDSM. 
—Muy bien, abuela, te escuchamos —dijo Macarena—. ¿Qué es eso que podemos escuchar sobre mi mamá que nos desagrade tanto? 
—Auch… Nahuel… por favor, dame un poco de tregua. 
—Vos pediste esto… ahora no te quejes. 
Mi verga continuaba entrando rítmicamente en su culo, por lo general se la metía despacio, más que nada para ahorrar energías. De vez en cuando aceleraba el proceso y le daba algunas duras embestidas, para que no se relajara demasiado.
—Uff… ¿no me van a dejar en paz hasta que les cuente todo, cierto? 
—Adivinaste —dijo Tefi. 
Ella se había sentado en la cama junto a mí y de vez en cuando me acariciaba las bolas. Esto me ayudaba mucho a mantener la rigidez de la verga. De paso yo aprovechaba para acariciar sus piernas… y un poquito de su concha. Estaba sorprendentemente húmeda, imagino que ella también estaba disfrutando del proceso judicial. 
—Como ya se habrán dado cuenta —dijo Fernanda—, Alicia solía coger con tipos durante varias noches a la semana. A veces volvía alcoholizada, y lo de volver con la concha llena de semen se hizo costumbre. 
—Así que imagino que también se habrá hecho costumbre que vos le metas los dedos para sacar lechita de esa concha y luego lamerla —Macarena estaba sosteniendo la muñeca de la abuela, para impedir que alejara los dedos de su concha. De todas maneras, no creo que Fernanda estuviera sufriendo mucho al poder colarle los dedos a una de sus nietas. 
—No fue tan así, lo decís como si yo disfrutara haciéndolo. Como si mi intención fuera tragar semen de tipos a los que ni conocía. 
Alicia ladró con el bozal puesto, gruñó como si quisiera morder a su madre. Me pareció que la estaba insultando, casi podía entender frases como “Hija de puta mentirosa”, o algo así. Difícil saberlo, esa pelotita en su boca no la dejaba hablar. Sin embargo la abuela entendió el mensaje: debía decir la verdad, de lo contrario habría consecuencias.
—Está bien, está bien —dijo—. Se podría decir que se hizo una costumbre; pero no fue porque yo quisiera. La culpa fue de ella.
—¿Y cómo fue este proceso cuando empezó a convertirse en una costumbre? —Preguntó Pilar. 
—Y mirá mamá que yo no te voy a dejar mentir —comentó Cristela—. Yo espié algunos de esos procesos y sé lo que pasó. Más te vale que digas la verdad. 
—Eso, toda la verdad y nada más que la verdad —dijo Pilar, con una risita.
—Y no basta solo con contarlo —intervino Macarena—. Yo quiero que me lo muestres. Podés usarme como ejemplo.
—Uff… qué pesadas que son. Está bien, pero vas a tener que venir más cerca.
Siguiendo las indicaciones de la abuela, Macarena se acostó boca arriba en la cama, obligando a mi mamá a moverse un poco hacia un costado, para darle lugar. Ahora Maca estaba con las piernas abiertas frente a Fernanda, esperando a que ella iniciara la explicación.
—Podés empezar cuando quieras —dijo Macarena—. Y esperamos una explicación muy detallada. 
—¿Esto es porque están enojadas conmigo?
—Quizás… o porque somos unas putas perversas y nos gustan los detalles.
Fernanda se dio cuenta que no podría negociar con Macarena en esta situación, estaba en inferioridad de condiciones. Le di una pequeña tregua a su culo. Saqué la verga y casi de forma inmediata Tefi comenzó a chuparla. Le metí dos dedos en la concha por puro instinto. Brenda me dedicó una tierna sonrisa y le hice señas, indicándole que ella también se podía sumar. Se sentó en la cama en el lado opuesto de Tefi y así quedaron las dos, dándome muy buenas chupadas en la verga. Les tuve que pedir que lo hicieran con más calma, ya que la intención era mantenerla dura, no hacerme acabar.
—Bueno, llegó un punto en el que Alicia entendió que no podría ir a dormir hasta que yo la revisase —comenzó diciendo Fernanda. Pobre de mi madre, que tuvo que soportar esto durante tantas noches, solo por querer disfrutar de su vida sexual—. Por eso no se oponía, sabía que era necesario. —Quería preguntarle exactamente por qué debía revisarla, ¿qué es lo que buscaba exactamente al enterarse que su hija había tenido sexo? Si ya sabía que Alicia cogía sin importar lo que ella le dijera ¿por qué se tomaba el trabajo de revisarla casi todas las noches? Preferí no interrumpirla con estas dudas. Me lo guardé para cuando llegara el momento apropiado de soltarlo—. Ella se abría de piernas en su cama y me dejaba hacer todo el trabajo.
—Muy bien, mostranos exactamente lo que hacías —pidió Macarena.
Mientras tanto Gisela le daba una tregua anal a mamá. Se apartó de ella y Alicia quedó boca abajo, con el culo apuntando hacia arriba, yo no podía ver cómo había quedado de dilatado, pero me imaginé que estaría más o menos igual que el de la abuela. 
Fernanda metió los dedos en la concha de Macarena, los movió un rato allí dentro y luego los sacó, para lamerlos. Estoy seguro de que la muy puta lo disfrutó. No solo estaba saboreando la vagina de una hermosa chica, sino que además esa chica era una de sus nietas. Repitió esta acción varias veces, siempre tomándose el tiempo de dar una apropiada lamida a sus dedos. 
—A veces podía ver el semen a simple vista —dijo Fernanda—, porque la eyaculación era muy reciente. Igual me lamía los dedos, ya les expliqué por qué, buscaba limpiarlos para ver cuántos hombres habían descargado dentro de ella. Hubo ocasiones en los que metí los dedos seis o siete veces, y en todas salieron bien cargados de leche.   
>Y para que vean cómo se comportaba Alicia conmigo les cuento que una vez entró enojada a casa y me dijo: “Si querés leche, yo te la doy”, como si eso fuera lo que yo buscaba. Me empujó a la cama, yo quedé boca arriba, y ella se puso sobre mí. Con su concha en mi cara. De allí salió una gran cantidad de semen que fue a parar justo dentro de mi boca, y antes de que yo tuviera la oportunidad de decir algo, bajó su cuerpo hasta que sus labios vaginales quedaron contra mi boca. Luego empezó a frotarse, desparramando por toda mi cara sus jugos sexuales y el semen de alguno de sus amantes… o quizás de dos. Por la cantidad que salió, me atrevo a decir que pudieron ser dos tipos los que le acabaron dentro. Ella parecía disfrutar mucho de esta bromita, hasta comenzó a reírse. A mí no me hizo mucha gracia.
>Unos días después esta acción se repitió, y luego pasó una tercera vez. Y así entendí que si quería revisar si mi hija había mantenido relaciones sexuales con algún tipo justo antes de entrar a casa, debía emplear este método. Ya les digo, recibir el semen en mi boca, o en mi cara, no me generaba molestia. Podía aceptarlo sin problema. Lo que sí me incomodaba era tener que lamer su concha, porque ella empezaba a decirme cosas como: “Que quede bien limpita”, y la única forma que yo tenía de limpiarla era usando mi lengua. Yo jamás había lamido una concha, nunca se me había cruzado por la cabeza hacerlo, sin embargo allí estaba, cada noche en la que Alicia volvía a casa, yo tenía que chuparle la concha. A veces ni siquiera había semen, pero igual se la tenía que dejar “bien limpita”, como ella me lo ordenaba. 
—No me extraña que las cosas se hayan torcido de esta manera —dijo Macarena—. Mamá habrá estado harta de soportar tus incesantes revisiones. Es obvio que lo hizo para molestarte. Quizás hasta creyó que así dejarías de revisarla. Pero, dejame adivinar… las revisiones no se detuvieron. ¿Cierto? Vos aceptaste que había que chuparle la concha… y lo hacías.
—Em… sí, o sea… no me dejó más alternativa.
—La alternativa era dejarla en paz —dijo Pilar.
—No lo vi de esa manera. Es que ustedes no tienen idea de las cosas que se hablaban en el barrio. Yo ya estaba harta de soportar a las viejas chismosas diciéndome cosas como “Deberías vigilar más a tu hija, la más grande… se porta mal”. Y a tipos que me decía: “Cómo chupa pija la putita de tu hija, decile que esta noche pase por casa… tengo algo bien grande para ella”. Ese tipo de comentarios se hacían cada vez más frecuentes, y siempre los recibía yo. Porque a mi marido nadie le decía nada. En el barrio lo respetaban y no se animaban a decirle que su hija era una puta. Pero a mí sí que me lo dejaban bien claro. Yo hablé mil veces con Alicia sobre esto y mil veces me prometió que ya no lo haría más; pero nunca cumplió con esa promesa. Ni una sola vez. 
>Si me decía: “Ya está, mamá, se terminó. Te juro que no lo hago más”. Al otro día yo… le chupaba la concha, porque era la única forma en la que podía verificarlo, y terminaba tragando una buena cantidad de semen. Y no soy tonta, sé lo que están pensando. Ustedes creen que yo hacía esto por placer personal. Les comento que yo misma llegué a pensar eso. Porque tragar tanto semen, y directo de la concha de mi propia hija, y luego tener que practicarle sexo oral, empezó a afectarme. A cualquiera le hubiera afectado. Hubo algunas señales de alarma que me hicieron pensar “Fernanda, tené cuidado con esto, te está afectando demasiado”.
>Una de esas señales fue una noche en la que esperé demasiado, me impacienté y comencé a masturbarme en su cuarto. Cuando ella entró le pedí que se acercara y le pregunté si se la habían cogido. Me dijo que sí, que se la estuvieron metiendo recién y que tenía la concha bien llena de leche, empezó a reírse. Y en lugar de aceptar eso y entender que, efectivamente, había tenido sexo, le dije: “Bueno, ¿qué esperás para dármelo?”. Así ella se sentó en mi cara y yo fui directo a chupar esa concha, para poder tragar todo el semen. Al otro día me sentí muy mal por haber hecho esto; pero en ese instante ni siquiera pude pensar. Estaba muy excitada. Me masturbé mientras disfrutaba del sabor del semen y le metí la lengua en la concha en busca de más. 
>La otra señal de alarma llegó una tarde en la que estábamos solas en casa. Alicia salió de bañarse, llevaba puesto solamente una toalla. Y cuando pasó a mi lado me quedé mirando su culo y la forma en la que su concha se asomaba por debajo. Eso hizo un clic muy fuerte en mí. Perdí el control. Hice que se sentara en su sofá y me tiré de cabeza entre sus piernas. Le chupé la concha como una poseída. Toda la secuencia duró más de una hora… en todo ese tiempo no pude dejar de lamer, de chupar, de meterle dedos. Hasta el culo le chupé. 
>Les cuento esto para que entiendan que yo soy un ser humano, no soy un robot. Sé que todo eso que hice con Alicia traía un gran riesgo, y pagué las consecuencias. Tuve que lidiar no con el disgusto, sino con el placer que me brindaban estas actividades. Incluso… empecé a mirar a las mujeres de otra manera. Alicia se encargó de romper la heterosexualidad que había en mí. La destrozó. Basta con decirle que una vez terminé teniendo sexo con una vecina. Ella también era casada y tan heterosexual como yo solía serlo. Pero empecé a mirar sus piernas de otra manera, sus pechos, sus nalgas… y un día, sin medir las consecuencias, le metí la mano debajo de la pollera mientras ella lavaba los platos y charlaba conmigo. Me sentí super mal, creí que esa pobre mujer me iba a dar vuelta la cara de un cachetazo. Sin embargo se quedó muy quieta, mirándome a los ojos sorprendida. Yo seguí hurgando su sexo con los dedos y noté como su respiración se aceleraba cada vez más. Hasta que, de pronto, nos besamos. Fue un beso pasional, muy intenso. Casi como si por un momento nos hubiéramos liberado de la opresión del matrimonio. Estoy segura de que a mi vecina jamás se le había cruzado por la cabeza tener sexo con una mujer; pero terminamos en la cama, y nos dimos con todo. Nos chupamos cada centímetro del cuerpo, en especial las tetas y la concha… también las lenguas. Hicimos cada posición lésbica que se nos pasó por la cabeza y terminamos acabando la una en la boca de la otra. Fue súper intenso. Y al mismo tiempo nos hizo sentir culpables. Por eso establecimos que de ahí en adelante ya no nos veríamos más… promesa que no pudimos cumplir.
—¿Volviste a tener sexo con ella? —Esta fue la primera pregunta de Gisela dirigida a su abuela.
—Sí, varias veces… más de las que me gustaría admitir. Fuimos… amantes. Sí, así se lo puede describir ahora, en retrospectiva. Se transformó en  la persona con la que yo engañaba regularmente a mi marido. Con ella pude vivir experiencias que los hombres nunca pudieron darme. Me arrepiento de haberlo hecho, sé que estuve mal, sin embargo… en su momento lo disfruté. Si esta mujer hubiera sospechado que mis tendencias lésbicas iniciaron por chuparle la concha a mi propia hija, ahí sí que me hubiera cerrado la puerta en la cara. Por suerte nunca se enteró de nada. 
—¿Y qué más podés contarnos sobre mi mamá? —Preguntó Pilar.    
—Muchas cosas. Creo que llegó el momento de contarles algo que no les va a gustar. Una noche la sorprendí escondiendo algo en una de las macetas que estaban cerca de la puerta de entrada. Creí que se trataba de drogas o algo así, como la descubrí infraganti, no tuvo más alternativa que mostrarme qué era lo que intentaba esconder. Se trataba de dinero, una buena suma para la época. Hoy, con la inflación que tenemos en el país, no parecería mucho. Me pregunté de dónde había sacado tanto dinero una chica de diecinueve años que no tenía trabajo. La confronté, temiendo lo peor, hasta que me confesó que… y lo siento mucho, chicas, sé que no les va a gustar escuchar esto sobre su madre; pero me pidieron la verdad. Alicia se estaba prostituyendo. 
Se hizo un silencio sepulcral. A mí la noticia no me impactó tanto, ya sé que mi mamá vendió su cuerpo a sus amigas justo antes de que comience la pandemia y ya sospechaba que ésto podría ocurrir. Pero pensé que a mis hermanas sí les afectaría mucho. Luego entendí que el silencio no se debía a la sorpresa que había causado la noticia, sino a que Fernanda se había quedado callada y todas estaban esperando que prosiguiera con su relato.
—Eso ya me lo imaginaba, abuela —dijo Macarena, con total calma—. Y si vos pensás que nos vamos a escandalizar por eso, es que no nos conocés muy bien. Tefi vende fotos eróticas en internet, y Cristela empezó a hacerlo hace poco. Tienen todo nuestro apoyo, porque para eso está la familia. Para apoyarnos. 
—Pero, pero… ¿no les preocupa saber que tienen una madre que ejerció la prostitución?
—A mí no me molesta —dijo Pilar. Si a ella, que es la más sensible, no le molestaba este asunto, entonces se podría decir lo mismo por el resto de mis hermanas.
—Podés seguir con la narración, abuela —dijo Tefi—. ¿Qué hiciste cuando te enteraste que Alicia se prostituía?
—Le prohibí salir de casa por más de una semana. Quería cuidarla, y quería cuidar la imágen de la familia. Pero eso solo empeoró las cosas. Descubrí que la muy putita hacía pasar hombres a un cuartito que hay en el fondo de la casa, un sitio que usábamos como depósito de cosas viejas. Y ahí se la cogían, de parada nomás. Tuvimos muchas discusiones, y me dejó bien claro que ella no iba a parar, aunque la familia se destruyera por completo, aunque todas las personas en el barrio supieran que ella era una puta. No le importaba que los vecinos la señalaran con el dedo cuando iba por la calle. No le importaba nada. Estaba totalmente descontrolada. Por eso hice lo único que podía hacer.
—¿La echaste de la casa? —Preguntó Pilar.
—No, nunca pensé en eso. Lo de echar a alguien cuando se vuelve una molestia es algo que hacen ustedes. Yo busco otras alternativas. Si Alicia iba a seguir viendo hombres para que usaran su cuerpo a cambio de unos billetes, entonces debía hacerlo de forma discreta. Por eso limpié todo el cuarto del fondo y coloqué una cama sencilla. Al menos allí nadie la vería, y estos tipos podían entrar y salir por un pasillo oscuro, lejos de la mirada indiscreta de los vecinos. Estaba tan decidida a cuidar la imagen de la familia que incluso ayudé a Alicia con estos “clientes”. Yo me encargaba de cobrarles, porque algunos hijos de puta se querían hacer los vivos, después de coger querían irse sin pagar. Y a pesar de que yo la estaba ayudando, ella seguía portándose muy mal conmigo. Luego de que uno de estos tipos se iba, yo debía acostarme en la cama, para que ella me pusiera la concha en la cara… y debía limpiarla con la lengua. Repito, esto no me daba ningún asco, a mí el semen no me desagrada. Hasta lo puedo encontrar… interesante. Y allí entendí cuál era su juego perverso. Ella sabía que, poco a poco, a mí me fue gustando más esta sensación de recibir semen en la boca… directamente de una concha. Habrá notado que yo se la chupaba cada vez con más entusiasmo. Y es que ese es el problema del sexo: se vuelve adictivo. 
>Alicia estaba intentando volverme adicta al semen… y a los flujos de su vagina. Yo, sin sospechar nada, accedía dócilmente a chuparle la concha cada vez que uno de sus clientes se retiraba, dejándole el regalito. Algunos se lo dejaban metido en el culo, y yo chupaba sin ningún problema. Se empezó a volver costumbre que, en las noches en las que ella atendía clientes, yo terminaba tragando el semen de cuatro o cinco tipos. 
>Y eso no fue todo, estos tipos, que por lo general eran siempre los mismos, empezaron a impacientarse mientras esperaban a ser atendidos. Por eso… es muy difícil para mí hablar sobre esto. Por eso tuve que darles algo para que se entretengan un rato y que no monten un escándalo.
—¿Y qué fue ese algo? —Preguntó Tefi.
—Mi boca. Mientras esperaban a que Alicia los atendiera, yo me los llevaba al fondo del cuartito y les chupaba la pija. Fue horrible. Yo ni siquiera se la chupaba a mi marido, porque siempre creí que hacer eso es de puta. Y ahí estaba, en un cuartito inmundo viendo como un tipo se cogía a mi hija, mientras otro me metía toda su verga en la boca. Para colmo había algunos que ni siquiera aguantaban a que llegara su turno. Acababan directamente en mi boca y luego se iban.
—¿Sin pagar? —Preguntó Macarena.
—Sí, por eso Alicia me dijo que debía cobrarles por adelantado, y si se iban después de que yo les chupara la verga, al menos ya habíamos ganado algo. Yo no quería prostituirme como lo hacía ella; pero la cantidad de clientes comenzó a aumentar. A veces tenía que chuparle la pija a dos tipos a la vez… hubo veces que tuve que hacerlo con tres vergas al mismo tiempo. Alicia empezó a atenderlos en tandas de dos o tres. Los tipos usaban todos sus agujeros, algunos le daban por el culo, otros por la concha y otros se contentaban con que ella se la chupe.
—¿Y vos solo la chupabas? —Preguntó Macarena.
—Una noche en la que estaba chupando tres vergas a la vez y Alicia también atendía a tres tipos al mismo tiempo, me harté. Me bajé la tanga, levanté mi pollera y permití que uno de estos tipos me penetrara. Tuve que atender yo a los tres. Fue… un gran impacto psicológico para mí. Solo mi marido me había penetrado, y de pronto, en una sola noche, tres tipos, por los que no sentía nada, metieron su verga dentro de mi vagina y me cogieron como a una puta. Me dieron duro, sin tregua, de la misma forma en que se la metían a Alicia.
>Pensé que esto se terminaría, que sería el punto en el que mi hija recapacitaría y ya no tendríamos que hacer estas cosas. Pero al otro día me encontré con que había dos camas en el cuartito, en paralelo, las dos contra las paredes. Esa noche entendí que, oficialmente, había empezado mi trabajo como prostituta, por culpa de Alicia. Tuve que atender a otros tres hombres, aunque solo les permitía usar mi boca o mi concha. Nada de metérmela por el culo.
—Lo del sexo anal vino después —comenté—. Lo que nos contaste a Pilar y a mí.
—Así es.
—¿Eso lo hizo el dueño del taller mecánico? —Pregunté.
—Sí, Aníbal. Él era uno de los clientes habituales de Alicia y siempre le daba por el culo. Una noche me enojé con él, porque quería hacer lo mismo conmigo, y yo le dije que jamás permitiría que usaran mi culo para divertirse. Yo no sabía que ya era tarde… Alicia había conseguido que yo me volviera adicta al sexo. Y para demostrarlo, Aníbal me invitaba a su casa, donde yo pasaba largas horas chupando vergas, tal y como les conté. Empecé a disfrutarlo cada vez más… lo hacía incluso sabiendo que no me iban a pagar. Sentí genuino odio por Alicia, ella me había llevado a este punto. Lo peor es que a la noche tenía que atender clientes con ella, clientes que me cogían de forma salvaje y yo… empecé a gozarlo cada vez más. Empecé a disfrutar de que vinieran, Alicia y yo comenzamos a usar lencería erótica y… bueno, ya no tiene sentido ocultarlo después de todo lo que pasó en esta familia. Ofrecíamos “servicios especiales” a mayor precio a aquellos que quisieran hacer un trío con una madre y su hija. Teníamos sexo entre nosotras, para contentar a los clientes, y luego dejábamos que todos nos cogieran a la vez. A veces había seis o siete tipos metiéndonos la pija por todos los agujeros… y sí, también me daban por el culo, porque para ese entonces yo ya había cedido a los placeres del sexo anal. Aníbal ya había conseguido quebrarme y yo gozaba de una buena pija en el culo como una verdadera puta. 
>La consecuencia de ésto la noté aquella vez en la que yo estaba atendiendo a dos clientes a la vez, mientras Alicia se hacía cargo de otros dos. Yo estaba en cuatro, en mi cama, recibiendo la pija de uno de los tipos por la concha, mientras se la chupaba al otro. En un momento les pregunté si querían darme por el culo, y me dijeron que no tenían más plata… ya que el precio por el sexo anal era mucho más alto. Y yo les dije que no importaba, que por esa vez se los daba gratis. Y así fue… le entregué el orto a esos dos tipos, aún sabiendo que no me iban a pagar por eso… solo porque tenía demasiadas ganas de sentir una pija en el culo. Alicia se enojó conmigo por hacer esto, ella quería que cobre extra por el sexo anal. Para que vean que era ella la que llevaba las riendas en este negocio. 
>A pesar de todo, yo no me quejaba. Realmente lo estaba disfrutando, y Alicia también… eso fue lo peor. Saber que la adicción nos había llevado a este punto del cual es muy difícil volver. Lo siento mucho por ustedes, chicos… pero así fue cómo ocurrió. Por culpa de su madre yo terminé desarrollando una adicción al sexo, y estoy segura de que hizo lo mismo con ustedes. Es la única forma en la que puedo explicar todas las cosas que estuvieron ocurriendo en esta casa, algunas me las enteré porque ustedes mismos me las contaron, en especial Nahuel. Otras me las contó Ayelén, pobrecita… ella también empezó a desviarse. Llegó a mi casa con la idea de tener sexo conmigo y de inmediato supe que Alicia era la responsable. Arrastró a esa chica a trabajar con ella vendiendo juguetes eróticos, y no paró hasta meterla en la prostitución. Encima prostitución lésbica. Puras mujeres, según lo que me contó Ayelén. Así que ahora, además de entender que tengo una hija puta, también tengo que hacerme la idea de que es lesbiana. Como madre hice todo lo que pude para evitar esto, no sé en qué fallé. Lo que más pena me da es que también arruinó a sus hijas. De lo contrario no estarían acá, todas desnudas, pidiendo detalles sobre mi vida sexual. ¿Ustedes son conscientes del daño que les causó esta mujer? 
Se sentó en la cama y nos miró a todos. Supe que buscaba señales de una reacción negativa, dolorosa, impactante. Quizás hasta creyó que encontraría algunas lágrimas. Sin embargo, nada de esto pasó. Brenda y Tefi ni siquiera la miraron, las dos estaban muy concentradas lamiendo mi verga.     
Después de unos segundos pude percibir el fracaso en los ojos de mi abuela. Ella pretendía que nosotros nos ecandalizáramos por la “inapropiada” conducta de Alicia. Estaba convencida de que nos diría algo que sería una bomba emocional para nosotros, y no lo consiguió. A ver, sí que nos afectaron sus palabras, estoy seguro de eso. Sin embargo, estamos tan unidos contra ella que no vamos a permitir que nos desmorone tan fácilmente.
Alicia se estaba moviendo impaciente, se puso de rodillas en la cama y señaló a su madre con bronca, por el bozal no pudimos entender lo que le decía; pero seguramente no era nada bueno.
—Me parece que mi mamá tiene otra versión de los sucesos —dijo Gisela—. Y no me sorprende, porque sé que mucho de lo que nos contaste no es del todo cierto.
—Dije la verdad en cada cosa que les conté.
—Dijiste tu verdad —respondió Gisela—. Así veías vos las cosas; pero estoy segura de que mi mamá vivió todo desde una perspectiva muy diferente… y ahora está desesperada por contarnos su versión de los hechos. Me parece perfecto, porque queremos escucharla. 
Gisela comenzó a darle por el culo a su madre, mientras la sujetaba por la correa. Alicia gruñía, en parte porque ya no aguantaba más las ganas de hablar y quizás también por lo duro que le estaba dando su hija con el dildo. Toda su cara se puso roja y estaba cubierta de sudor. Mordía la pelotita en su boca con bronca y le chorreaba saliva por la comisura de los labios. Parecía una perra rabiosa. Gisela le estaba susurrando cosas al oído que no pudimos escuchar por culpa de los incesantes gruñidos de Alicia. Pero luego Gise se alejó de su oreja y empezó a hablar más alto:
—Esta es tu gran oportunidad, Alicia. No voy a permitir que la desperdicies. Vas a decirle a esta mujer todo lo que estuviste reprimiendo durante tantos años —Alicia gruñía y asentía con la cabeza. Fernanda observaba incrédula—. No te vas a guardar nada. Vas a exponer todas las mentiras y verdades a media que nos contó la abuela. Ahora vamos a escuchar tu versión —Alicia se quería lanzar hacia adelante, como si estuviera dispuesta a morder—. Vas a decirle todo mirándola a la cara, y no lo vas a hacer por tu hermana o por tus hijas. Esto lo vas a hacer por vos. —Alicia se sacudió con fuerza, demostrando que estaba dispuesta a salir al ataque. Gisela tiraba con fuerza de la correa de su cuello—. ¿Estás lista?
Alicia soltó un gruñido gutural y miró a su madre con los ojos inyectados de ira.
Gisela le quitó el bozal.         


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2 comentarios - Aislado Entre Mujeres [60].

negrolukas
Espero con ansias el próximo capítulo +10
JRider3 +1
Increíble como siempre