Janina (resubido)

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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos


Vivo en Necochea, Argentina. Para los que no conocen Necochea es una hermosa ciudad emplazada a orillas del mar, no llega a cien mil habitantes y su progreso se distribuye entre el comercio, el imponente puerto y el turismo.
Los atardeceres en la playa son un clásico, puesto que por la disposición geográfica el sol parece ocultarse en el mar, especial para los románticos.
Siempre viví acá, y les narraré mi vivencia desde el principio, ya que empezó muchos años atrás…



Tenía veinticinco años en ese entonces, hacía poco tiempo que me había casado y gracias a unos contactos comenzaba a trabajar de vendedor en un comercio de electrodomésticos, era un negocio familiar, pequeño en sí, pero grande para lo que era la ciudad en ese entonces. Con mi ingreso formamos un plantel de cuatro vendedores donde yo era el más joven y tomaba el puesto de un tal Méndez que se había jubilado unos meses atrás.


Una costumbre que había en el grupo, a la cual me sumé rápidamente, era juntarse con las familias una vez al mes, ó cada dos a lo sumo, para crear esa camaradería tan importante en cualquier trabajo, un domingo de campo, al aire libre ó en alguna quinta prestada.
Así nos reuníamos los cuatro empleados con esposas e hijos y vería por primera vez a Janina, una hermosa y regordeta chiquilla de cinco años, la hija mayor de Octavio, uno de mis compañeros, y hablo especialmente de ella porque cambiaría mi futuro sin siquiera imaginarlo en ese momento.



Con el correr de los años nuestros cuerpos fueron cambiando, Janina para mí siempre había sido solo la hija de mi compañero de trabajo, yo era feliz con mi matrimonio y los hijos que fueron llegando.
La niña fue creciendo, se fue estilizando, sus piernas rellenas se hicieron macizas, sus caderas se ensancharon, su cintura se afinó y bajo sus remeras empezaron a notarse el nacimiento de sus pechos, la pequeña llegaba a la adolescencia y empezaba a ser mujer, los primeros pasos, siempre con su cabello largo y castaño, largo y con una cara inocente, minada por pecas que la hacían muy femenina.



Necesito recalcar en este punto que yo nunca la había mirado como mujer ni tenía otras intenciones con ella, solo relato las cosas como sucedieron y como llegan a mi memoria.


Todo se complicaría poco más tarde, recuerdo que ella estaba por cumplir los quince años, lo recuerdo muy bien porque su padre hablaba mucho del tema.
Estábamos por almorzar en su casa de fin de semana cuando Octavio me pidió que fuera hasta el galpón a traerle un poco de leña para avivar el fuego de la comida que estaba asando.

Conocía el lugar de memoria, fui al galpón y recogí la leña, cuando giré para volver me asusté terriblemente al ver parada a mis espaldas como un espectro a Janina, quien había entrado tras mío tan sigilosamente que no había podido escucharla, soltando los leños exclamé:



*Janina! Que susto me diste! Me quieres matar?
*Perdón Ramiro, es que no sabía cómo encarar este tema…
*Qué tema?
*Es que necesito que sapas que estoy perdidamente enamorada de vos y quiero que seas el primer hombre en mi vida…

Mientras decía estas palabras la joven levantaba su remera y su sostén exhibiendo ante mis ojos sus jóvenes y virginales pechos, ofreciéndomelos.


*Qué haces? Estás loca?


Recriminé su accionar haciendo que los cubriera de inmediato, era una locura, que le diría a su padre? a mi esposa? a mis hijos? que una mocosa quinceañera estaba acosando a un tipo como yo? veinte años mayor? que no tenía dinero, ni pinta, ni nada para ofrecer… sonaba poco creíble…
En silencio, sin decir nada cambié de trabajo en forma urgente, sin dar excusas, ni motivos, solo ella y yo lo sabíamos, debía cortar de raíz ese problema y así lo hice, nunca más los volví a ver ni supe nada de ellos, ni de mis ex amigos, ni de mi joven enamorada…



Pasaron siete años, un día como cualquiera viajaba en el ómnibus, en un recorrido habitual para mí, me llamaría la atención una joven que subiría unas cuadras más adelante, una rubia platinada de cabello sumamente corto, de nuca rapada, con unas enormes gafas negras que cubrían casi todo su rostro, con su piel extremadamente bronceada, escuchando música con auriculares, mascando chicle se paró cerca de donde estaba porque no había más lugar, mirando al otro lado.


Como macho que soy no pude con mi instinto de centrar mi mirada en su trasero que estaba a centímetros de mi cara, parado, regordete y exuberante, demasiada carne para el resto del cuerpo, lucía un jean celeste demasiado apretado, de cintura baja, tan baja que intuí que comenzaba en el mismo lugar donde comenzaba la raya de su culo.
Percibí dos detalles que seguro que ella ni se había dado cuenta, por arriba de la cintura del pantalón asomaba la marca de su piel blanca dejada por un evidente diminuto traje de baño, además de una cola less rosa que escapaba dejando poco que imaginar.

En un momento ella notó la situación, subiendo el pantalón con sus manos y cubriendo la tanga, pero minutos después, naturalmente volvería a ‘desacomodarse’ para mi beneplácito.



El destino haría que se desocupara el asiento que estaba a mí lado y la joven tomara el lugar, al verme, sacó sus lentes, sus auriculares y exclamó:


*Ramiro! sos vos!!! no me digas que no te acordás de mi!!!

Solamente por sus ojos descubría a Janina, diablos! que cambiada estaba… que pedazo de mujer!. Platicamos en el resto del viaje, recordando viejos tiempos, pero ninguno de los dos hizo mención a lo ocurrido aquel día en el galpón.
Cuando bajé ella vino tras mis pasos, intuí que no era su parada, solo estaba esperando el momento, no despedimos, entonces me tomó del brazo y dijo:



*El destino vuelve a juntarnos, ya no serás mi primer hombre pero sigo enamorada de vos, no me rechaces nuevamente…


Dicho esto me dio un enorme beso boca a boca, lengua a lengua dejándome una tarjeta con su número de teléfono para despedirse definitivamente.
Ahora la situación era diferente, Janina era toda una mujer, a su padre hacía tiempo que no lo veía y abrumado por la costumbre de mi matrimonio estaba dispuesto a tener una aventura.


Janina (resubido)


La llamé desde un lugar público un par de veces y la invité a ver la puesta del sol, a la orilla de mar.

Metí alguna tonta excusa en mi casa y esa tarde de Marzo nos encontramos al atardecer, en esa época del año los turistas ya desaparecieron y aún hay días de suave calor, a pesar de eso la llevé por un camino costero a unos cuantos kilómetros a un lugar donde casi no llega la gente.

Así nos encontramos los dos, solos, en la arena, sobre una pequeña lona viendo cómo caía el sol, hermoso, romántico, esta vez fui yo quien la besó apasionadamente y su respuesta no se hizo esperar, me sentí un adolescente junto a esa muchacha veinteañera.



Mi plan era besarla lo suficiente aprovechando el paisaje para luego llevarla a algún hotel, pero ella volvería a sorprenderme al pasar su mano bajo mi pantalón para acariciar mi verga dura y decirme:


*Hazme el amor, ahora, acá, ya mismo…



Sus labios buscaron los míos, mis manos tomaron su cintura, ella se desnudaba rápidamente mientras yo no salía de mi asombro, mirando a todos lados en forma desesperada sospechando que alguien podría estar espiándonos, luego la seguí mientras fotografiaba en mi cerebro la perfección de su figura, sus curvas, su bronceado, sus diminutas partes blancas, su pubis depilado, notando solo bellos cortados al ras cubriendo solo sus labios mayores, desde el clítoris, su exorbitante trasero, sus tatuajes alejados de mi generación, su belleza, su frescura…


Tocarla y acariciarla, sentir su fresca y joven piel, nuestras bocas se fundieron, nuestras manos recorrieron nuestros cuerpos, la lujuria nos invadió.


La tomé con fuerza entre mis brazos, sus pezones permanecían ocultos en sus pechos, pero con solo rozarlos sutilmente con las yemas de mis dedos emergieron excitados y desafiantes, los recorrí con mi boca, con mi lengua, besándolos, chupándolos, mordiéndolos al tiempo que mis manos recorrían la cercanía de sus partes íntimas, ella resoplaba y se entregaba a mi juego, estaba dispuesta a jugar y la tuve bajo control en todo momento, fui luego sobre su rostro y tomándola por los cabellos metí mi pija en su boca, simulando cogerla, lo más profundo que me permitía, con ritmo, con dulzura, sentía mi glande desnudo deslizarse por su lengua, dicho sea de paso la movía como una serpiente y ponía desmesurado esmero en pegarme la mamada de mi vida, estaba duro y caliente, como hacía tiempo que no lo sentía.


Casi a la fuerza se lo arranque de entre sus labios, casi a la fuerza la puse en cuatro patas, el espectáculo era imponente, su trasero enorme era perfecto, sus anchas caderas, su bronceado lujurioso y la diminuta marca blanca de su traje de baño más que sugerente, me coloqué tras ella, abrí sus cachetes para darle la mejor chupada de culo de mi vida, casi acariciando su anillo marrón con mi lengua, para rodearlo en círculos, lentamente, sin apuros, apuntando como una daga mi afilada lengua en su centro, presionando suavemente, venciendo su resistencia, sus gemidos iban en aumento, me enloquecía, de repente me dijo:


*Dale desgraciado, que esperás? Dale! Haceme el culo!!!

Pero yo era quien tenía el control, sabía que de hacerle caso en esa posición el impacto visual haría que todo terminara en segundos, y no era lo que quería, la empujé hacia delante de manera que quedara acostada boca abajo, con el torso y la cara sobre la arena, fui sobre ella, su culo se elevaba como una montaña, me arrodillé con una pierna a cada lado de sus caderas para enterrársela toda en la concha, Janina pegó un gritito de placer, y exhaló aire con fuerza, apretándola por su pequeña cintura la cogí con fuerza, deslizando mi verga en su húmeda raja, la sentía patinar, hermosa, sus glúteos retumbaban como tambores ante cada embate, ella se contorneaba bajo mío buscando su máximo placer, la noté como su mano derecha se perdía entre sus piernas para masturbar su pequeño botoncito…


Cambiamos varias posiciones, hasta que la puse mirando al cielo levanté su piernas abriéndola toda hasta que sus rodillas estuvieron una a cada lado de su cabeza, me acerque a su cueva y ella tomando el miembro entre sus manos lo apuntó a la entrada, la cogí con dulzura, su rostro, su abdomen y sus pechos, transpirados, estaban cubiertos por arena que se había pegado a su piel, Janina gritaba de placer olvidándose del entorno, mi vista se perdía en su figura y su locura me desbordaba, llegado el momento saqué mi verga de su concha, dejando mi cabeza casi apoyada en su clítoris comencé a descargar impensadas cantidades de leche, a ella le encantó esta acción, mientras se retorcía en espasmos, sus palabras llegaron a mi oído:


*Mmmm! que rico papi! dale papi! Ayyy!!! que rico!...

Y me quedaba una carta por jugar, de repente, abusando de mi fuerza masculina, la mantuve bien abierta apoyando mis manos en sus muslos, fui sobre ella, cerré mis ojos para enterrar mi cara en su concha, enorme, jugosa, sucia, llena de mi semen. Le comí la raja a besos, llevé mi leche de un lado a otro, nuestros jugos se mezclaban, ella volvía a gritar y se apretaba los pezones, chupé y chupé, sus piernas, su agujero, su esfínter, sus labios, su pubis, para finalizar en su jugoso y patinoso clítoris, no paré hasta arrancarle un último y enorme orgasmo, obligándola a cerrar sus piernas por la sensibilidad extrema de su botoncito…



Volví a su lado, terminamos el acto besándonos apasionadamente, mi boca estaba llena de leche y Janina se encargaba de limpiarla, beso a beso, chupando mi lengua como si fuera mi pija…


Los últimos rayos de sol del atardecer se esfumaban en el horizonte, la temperatura había bajado y una refresca se había levantado, era la hora de terminar…


El fin de la historia? luego de dos años de encuentros clandestinos dejaría todo por ella, rompí el corazón de mi esposa y fui odiado por mis hijos, me quedé sin familia, mi viejo amigo nunca aceptó la unión con su hija, así que prácticamente fuimos solo nosotros dos contra el mundo.
La relación duraría otros cinco años, una cosa era ser amantes y otra convivir, los veinte años que le llevaba eran demasiados, muchas veces los desconocidos nos trataban como ‘padre e hija’ situación que me incomodaba sobremanera.

Las diferencias fueron insalvables, para mi ella era demasiado inmadura, indecisa, insegura y caprichosa, una mocosa que no sabía nada de la vida y tenía mucho que aprender, para ella yo era demasiado viejo, demasiado anticuado y demasiado fuera de onda.



Creo que lo peor para ella fue postergar su deseo imperioso de ser madre al chocar con mi férrea postura de ya no querer ser padre, discusión insalvable del día a día.


Y para mí no poder con su juventud, no podía satisfacerla, me cansé de hacérsela chupar, de cogerla y de dársela por el culo cuantas veces quiso, pero nunca era suficiente, siempre quería mas y mas y mas… y yo no podía, llegó a ser un fastidio, ni siquiera los consoladores que les compraba eran suficiente…


Hoy estoy solo, pagué un alto precio por esa mocosa, pero si tuviera que volver a elegir, elegiría seguir el mismo camino, si vienen por Nechochea es posible que en los atardeceres, en un camino apartado, unos kilómetros al sur, encuentren a un pobre viejo viendo como cae el sol, recordando los mejores momentos de su vida…





Si eres mayor de edad puedes escribirme con título JANINA a dulces.placeres@live.com

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