La puta del papá de mi amiga

Katerina había llegado al fin a casa de Lina. Tenían pensado estudiar para su próximo examen de griego. Se paró delante de la puerta y tocó, alisando a la vez la falda de su uniforme. Para sorpresa de Katerina, no fue su amiga la que abrió, sino Marcus, el padre de esta.

Era un hombre fuerte y alto, atractivo tal vez. Se había divorciado de su mujer hacía ya algunos años, y Lina vivía con él de vez en cuando. Lamentablemente, esta era una de esas veces.

—¿Quién eres tú?— dijo él, repasando el cuerpo de la chica de arriba a abajo

—Oh, hola. Soy Katerina. Estoy buscando a Lina, para estudiar

—Pues lamento decirte que Lina está de compras con su madre, así que no podréis estudiar porque no está

—Oh— Katerina suspiró cansada —Esta bien, muchas gracias igual.

Nuestra protagonista se giró dispuesta a abandonar el recinto, pero aquel hombre la llamó haciéndola girar.

—Si quieres puedes quedarte aquí a esperarla. No me vendrá mal un poco de compañía

La inocente de Katerina asintió. Total, ¿qué era lo peor que podía pasarle? No se dio cuenta de que ya estaba sentada en el sofá del cuarto de estar de la casa hasta que oyó la voz de Marcus

—¿Que quieres beber?

—Oh, un poco de agua estará bien. Gracias

Lo que nuestra pura Katerina no sabia era que Marcus era un depravado sexual. Siempre observaba los cuerpos de las mujeres imaginándose como las haría sus perras personales. Y ese era el caso. Así que Marcus echo unas cuantas pastillas que en seguida se disolvieron en el agua que nuestra protagonista bebió minutos después sin sospecha. Marcus sonrió abiertamente, sabiendo que en menos de unos minutos, la pelirroja sentada en frente de él empezaría a excitarse sin impedimento.

Tras unos pocos minutos de charla, Katerina empezó a sentir como su coño empezaba a mojarse. "¿Qué me pasa?”, se preguntó. Cerró sus piernas, apretándolas contra si.

—¿Que pasa, Katerina? ¿No te encuentras bien?

—Estoy bien, señor. No se preocupe por mi

—No pareces estar bien, ¿puedo hacer algo?

La chica, que empezaba a sentir que el sofá debajo de ella se empezaba a mojar, se sintió muy avergonzada. No comprendía por qué estaba así.

Marcus, por su parte, se sentó al lado de ella con una fingida preocupación. Él sabía perfectamente que en poco tiempo tendría a esta niña a su disposición.

—Vamos, nena, ¿que pasa?— Marcus empezó a acariciar su brazo, mientras ella suspiraba fuertemente

—N-nada. No m-me p-pasa nada— Ella, ni siquiera podía hablar. Estaba cansada y no podía relajarse. En el momento en el que se relajará, su coño estallaría. Además, tampoco podia levantarse: sentía que empezaría a soltar fluidos en cuanto eso ocurriera.

Katerina mordio su labio mirando hacia arriba, mientras Marcus sonreía. Este paso si gran mano hacia las piernas de la menor y empezó a acariciarla. Abrió sus piernas sin mucho esfuerzo y cuando tocó el tanga de esta, estaba empapado.

—Wow, nena, qué mojada estas. Creo que necesitas una ayudita

Katerina le miró pero no podía pensar con claridad. La droga actuó fuerte.

Marcus se las ingenio para romper ek tanga de esta con la mano y tirarlo hacia otro lado. Se posicionó entre las piernas de Katerina y las abrió aún más, dejándola totalmente expuesta y avergonzada ante él

—Mm, qué coñito tan apetecible. Digno de una puta como tú— rio mientras daba un golpe seco en la vagina de la joven, mientras ella chillaba.

—¿Q-que haces?

—Desde que te vi entrar por esa puerta supe que quería hacerte mia. Solo bastaron unas pastillas para tenerte así: mojada y abierta de piernas para mi. —metió tres dedos de golpe en el orificio de la fémina, haciendo que ella se arqueara abriendo más los ojos —Me gustas mucho, Katerina. Se que serás una buena perra y te podré dar mucho uso. Solo tienes que portarte bien, ¿de acuerdo?

Katerina ni siquiera le miraba, solo se dejaba violar por sus dedos mientras chillaba. Su coño pedia polla. Aunque ella no quisiera, lo necesitaba.

—Dime, ¿cuánto más necesitas para correrte? ¿acaso tres dedos no son suficientes y necesitas una mano entera?

Al decir eso, Marcus siguió penetrandola pero ahora con los cinco dedos de su mano, haciendo gritar desconsoladamente a Katerina. La dolía mucho pero estaba tan dilatada que su mano entraba a la perfección.

Con la otra mano, abrió su camisa y vio sus redondas y firmes tetas con esos rosados pezones puntiagudos. Marcus empezó a mordedlas y a chuparlas desesperadamente.

Katerina ya no podía ni llorar. Estaba sumida en el placer y la humillación. Tanto así que se corrió, manchando todo el sofá del cuarto de estar de su amiga.

—Eres una perra muy guarra, Katerina— Marcus la abofeteó mientras sacaba su mano de su coño y se la metía en la boca —Chupa nena, ¿a que sabes bien?

Cuando la pelirroja se vio obligada a saborear su propia corrida, no pudo contener las arcadas. Aun así, no dejó de chupar los dedos bien mojados del hombre.

Vio como Marcus se quitaba el pantalón y su bulto se hacía más notorio. Era una polla enorme. Se notaba aún con el bóxer puesto.

—Katerina, preciosa, te voy a enseñar tu nueva habitación por hoy, ¿vale?— sin dejarla hablar, la cogio en brazos pues ella no tenia fuerza para andar y la bajo al sótano de la casa.

Entro gracias a varias llaves que volvieron a cerrar la puerta cuando entraron. Ella se quedó perpleja cuando la luz se encendió.

Era una habitación de sumisión. Una tarima se encontraba en el centro y tenía una barra de striptease sobre ella. Justo en frente se encontraba un cómodo sofá. Había muchos espejos por toda la habitación. También, distintos potros en múltiples posiciones, una jaula e incluso unos comederos en el suelo. Era aterrorizador.

—¿A qué es bella? Esta sala es como mi despacho, Katerina. Espero que te guste, porque vamos a estar aquí horas hasta que a mi se me plazca. Deberás colaborar.

Él despacio la coloco en uno de los potros, dejando su vagina y ano a su vista. Se deshizo de todas las prendas de la chica. Colocó un collar en el cuello de Katerina: un collar de perro.

—A partir de hoy, serás mi perra. No querrás que nadie se entere de que te corriste asi en mi sofá. Todos los días cuando te llame vendrás, bajarás aquí y serás una buena mascota para tu amo.

Katerina, atada al potro, asintió débilmente. Estaba muy cansada, su coño palpitaba e incluso escocia y sus piernas temblaban.

Marcus se quito tambien toda su ropa y lleno los comederos que nuestra pelirroja había localizado antes. Por primera vez, Katerina vio su polla en todo su esplendor. Era enorme, la más grande que había visto jamas. Su vagina no aguantó más y volvió a correrse. Marcus se rio viéndola tan humillada y tan suya.

—Con que te gusta mi polla, ¿eh?— él la tocó bajo la mirada de Katerina —tu coño no puede más sin ella: la desea mas de lo que jamas has imaginado. No te preocupes, perrit, te daré lo que quieres.

Sin más dilación, introdujo toda su polla en el coño de la joven que chillo, virando los ojos. Sintió su interior colapsar mientras Marcus empezaba con sus fuertes embestidas. A la vez, sin darla descanso, metió dos dedos por su ano, que era virgen. Marcus rio ante los chillidos incesables de la chica q estaba debajo de él y siguió moviendo sus caderas para penetrarla con gusto.
La puta del papá de mi amiga

—Te gusta, ¿eh? Eres una puta Katerina, eso es lo que eres.

Mientras azotaba las nalgas de la chica sin piedad, ella solo podía pensar en que nunca jamas veria a su amiga Lina y que tampoco volvería a coger griego como asignatura. Si la hubieran dicho que esto terminaría así... Sus pensamientos se vieron interrumpidos por otra corrida más. Estaba exhausta, pero Marcus no paró hasta que él también se vacio debtro de ella. Ya ni siquiera le importaba el hecho de que estuviera ovulando y de que, con su mala suerte, seguro que la había dejado preñada.

Cuando esto terminó, Marcus la bajó del potro y, agarrándola del collar que llevaba al cuello, la dirigió hacia los cuencos llenos de comida de perro y-Vamos, come un poco puta, que tenemos que seguir.

—Venga zorrita. Come un poco que tenemos que seguir, ¿si?

Katerina, ya rendida, se puso a comer y a beber como si fuera un perro, totalmente humillada, mientras pensaba cuanto más tendría que hacer para que su tortura acabase.

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