Las mejores vacaciones

Otro año más y el mismo plan en verano. Otro año perdiendo quince días absurdamente ¿O quizás no?
Llevaban toda la vida de amistad. No recordaban desde cuándo. Dos matrimonios que se conocían desde la juventud, que habían mantenido el apego de manera inquebrantable a pesar de los años y de las circunstancias. Con el pasar de los años muchas cosas habían cambiado empezando por que ambas parejas habían tenido descendencia.  El primero había tenido a Alba y el segundo a Carlos.
Alba tenía diecisiete años recién cumplidos hacía dos días. Era una chica con la estatura media para las niñas de su edad, algo delgada de más según su madre, ya que no comía demasiado, con el pelo largo y liso de color castaño. No estaba demasiado desarrollada y ella era la primera que lo sabía y eso la avergonzaba en cierta manera, sobre todo cuando se comparaba con su grupo de amigas. Sus senos eran, en innegablemente algo pequeños. Ella los comparaba con las amigas y con los del resto de las niñas de su clase en el instituto y eran menudos claramente. De cintura estrecha, vientre plano su cadera si se había desarrollado dotándola de un culo pequeño, respingón y bonito.
Carlos era un chaval de dieciséis años muy alto para su edad ya que casi alcanzaba ya ciento ochenta centímetros de altura. Disfrutaba de un cuerpo atlético producto de llevar desde muy pequeño jugando al baloncesto en el colegio. Su madre no dejaba de presumir del físico que tenía su hijo y de lo guapo que era como solo lo sabe hacer una madre a pesar de ser algo inmaduro para su edad. Moreno de pelo y rostro aniñado.
Los matrimonios amigos, todos los veranos desde hacía muchos años, pasaban quince días juntos en destinos diferentes casi siempre en la montaña. Casas rurales o campings solían ser sus destinos, pero nunca repitan lugar. Este hecho, el de no estar dos años nunca en el mismo sitio, era el que dificultaba que Alba y Carlos llegasen a hacer amigos durante las vacaciones.
Cuando los niños eran pequeños todo les daba igual e iban contentos a cualquier sitio. Pero ahora adolescentes y ya no querían. Había que entenderlos. Pasar quince días en verano separados de sus respectivos grupos de amigos les disgustaba enormemente a ambos. El hecho de no repetir nunca destino les impedía tener conocidos y les obligaba a intentar conocer a otros chicos de su edad y, una vez llegados a la pubertad, por vergüenza, por orgullo o por cualquier otra razón, el caso es que apenas si lo lograban. Y el principal problema era que, desde hacía varios años, Alba y Carlos solo se veían de año en año, durante esa quincena, por lo que se habían convertido en unos desconocidos sin nada en común. O eso creían.
Este año, los matrimonios amigos, habían reservado una gran cabaña de madera en un camping en la montaña que tenía piscinas e instalaciones deportivas. Cuando llegaron se repartieron la vivienda de manera que uno de los matrimonios dormía en la planta de abajo y el resto de las personas dormirían en el piso de arriba en otros tres dormitorios. Alba y Carlos tenían cada uno el suyo propio. El de ella tenía cama de matrimonio y una gran ventana, pero el de Carlos era un cuarto de pequeño tamaño con un pequeño tragaluz en el techo que apenas daba claridad y cama individual.
Pero algo se despertó en los dos adolescentes cuando se vieron al llegar a la residencia tras un año sin hacerlo. Alba lo primero que se fijó fue en lo alto y fuerte que se había puesto Carlos y el no pudo evitar ver que Alba ya no era una niña y que tenía formas bajo la camiseta que llevaba.
Tras deshacer todo el equipaje, los padres les dijeron a los niños que se fueran a la piscina porque ellos tenían que terminar de organizar todo por lo que ambos pusieron varias escusas a sus respectivos padres porque les daba vergüenza quedarse ellos dos solos, pero al final, les obligaron. Cuando los dos se encontraron en la planta de abajo fue inevitable que se miraran, mutuamente con curiosidad. Carlos llevaba un bañador algo largo, camiseta y la toalla sobre el hombro, Alba llevaba una larga camiseta que la cubría hasta los muslos y una bolsa de playa.
Salieron en dirección a la piscina sin apenas dirigirse la palabra y cuando decidieron donde extender las toallas lo hicieron sobre el césped bajo una gran sombrilla y algo alejados de las piscinas. Alba se sentó sobre la toalla y sacó de la bolsa el móvil sin prestar la más mínima atención a Carlos. Ella lo consideraba un niño a pesar de su estatura por el hecho de tener un año menos que ella y tenía intención de conversar con él lo menos posible. El, tras extender su toalla de baño algo alejada de la de Alba, decidió ir a dar una vuelta para conocer el camping.
Pero cuando volvió a su toalla vio algo que si le gusto conforme se acercaba a la sombrilla. Alba se había quitado la larga camiseta y se había tumbado a tomar el sol boca abajo. No pudo evitar fijarse en el cuerpo de la chica. Llevaba un biquini rosa del que se había soltado el nudo del cordón de de la espalda de la parte superior para evitar la marca del sol y dejándola totalmente al aire. La parte inferior del biquini era pequeña y mostraba parte de los glúteos al ser estrecha la parte que los cubría realzando su culo respingón. Intencionadamente, mientras avanzaba hacía su toalla, fijó su mirada en la parte interior de la braguita del biquini que cubría el sexo ya que tenía las piernas ligeramente separadas. Cuando se sentó trató de grabar en su mente esa parte del biquini y luchó por no empalmarse. Pasados unos minutos y ya más tranquilo se quitó él también la camiseta y se puso música en el móvil.
Alba oyó llegar a Carlos, pero permaneció inmóvil como si le diera igual su presencia. Cuando vio que se sentaba, algo alejada de ella, y pasado unos minutos se quitaba la camiseta, se quedó mirando su cuerpo. Observó que para tener dieciséis años era un chico muy desarrollado y musculoso, lo que confirmó cuando él se puso en pie mirando a la lejanía y ella pudo ver su torso desnudo. Pero para poder contemplarlo mejor, tras anudarse el biquini, se tumbó boca arriba. Carlos trataba de ver si había algún grupo de adolescentes, pero no fue así por lo que se giró y habló a Alba.
- ¿Oye Alba te apetece bañarte? Yo me muero de calor. – Y diciendo esto se acercó a la chica.
Ella cerró los ojos como simulando no haberle mirado por lo que Carlos aprovecho para echar un vistazo a su cuerpo. En lo primero que centro su mirada fue en las tetas de Alba que al estar tumbada apenas destacaban bajo el biquini dado su tamaño. Luego se fijó en su vientre muy plano y miró, a continuación, la parte inferior del biquini con los lazos que, en las caderas, unía la zona delantera de la braguita con la trasera. No pudo evitar fijarse en su pubis.
- Me parece que poco más vamos a poder hacer – dijo Alba con desgana incorporándose y quedándose sentada observando la piscina. – No sé qué narices hago aquí – añadió levantándose.
Carlos aprovecho que Alba se ponía de pie para observar su cuerpo mientras lo hacía. Sus pechos no eran tan pequeños como le habían parecido en un principio, aunque a él le gustaban más grandes como lo que tenía una chica de su clase que le gustaba especialmente.
-  Vamos a ver cómo está el agua. Vente – Le apremió ella comenzando a andar hacía la piscina sin esperarle.
Carlos, intencionadamente, dejó que Alba fuera por delante de él varios pasos mientras avanzaban hacia la piscina y así poder ver su culo desde atrás. La pareció precioso, más cuando la parte de atrás del biquini no lo cubría del todo mostrando parte de sus nalgas mientras ella caminaba.
Cuando llegaron al borde de la piscina ambos se lanzaron de cabeza y mientras Carlos nadaba hasta el otro extremo Alba se salió porque encontró el agua muy fría sentándose en el bordillo con los pies en el agua y no puedo evitar fijarse en el aspecto tan varonil que tenía el chico al nadar. Estaba claro que cuando creciera iba a ser tremendamente atractivo.  Cuando Carlos volvió nadando se quedó dentro del agua frente a ella y no pudo evitar mirar los pechos de Alba donde se marcaban claramente los pezones erectos en el biquini por el frio que tenía, empalmándose al instante.
- ¿No lo encuentras helada? No me digas que no porque no te voy a creer. – dijo ella de manera seca – No te hagas el machote.
- Pues algo fría si esta pero tampoco helada.  -  Contestó sonriendo tratando de disimular. – A ti se te nota que te ha parecido fría – añadió. Y ante la duda de que ella pudiera pensar que lo decía por haberse fijado en sus pezones, agregó – por lo rápido que te has salido.
Alba sin decir nada más se puso de pie instante que Carlos aprovechó para mirar mientras ella se incorporaba la parte interior del biquini que cubría su sexo entre los muslos de ella ya que, al hacerlo los separó ligeramente, por si pudiera alcanzar a ver algo. Cuando estuvo de pie cruzó ambos brazos sobre su pecho debido al frio que tenía ocultándolos a la vista. Carlos, entonces, se acercó al bordillo y con ayuda de sus brazos subió sin esfuerzo de la piscina. Ahora fue Alba la que miró atentamente como lo hacía y como sus brazos y sus hombros, a pesar de su juventud, marcaban unos músculos definidos. Decidieron irse a la cabaña apenas hablando de cuatro palabras tras recoger sus cosas y ponerse ella la larga camiseta.
Cuando llegaron a casa los padres los esperaban en la mesa para comer por lo que apremiaron a los chicos para que se cambiaran bañadores mojados. Cuando Carlos ya estaba sentado a la mesa junto al resto de los padres llegó Alba y se dirigió a su madre llevando su biquini mojado en la mano.
- Mama no tengo ni idea como has guardado mis cosas. No sé cómo has colado mi ropa porque no encuentro mis biquinis. – Dijo malhumorada reprochándoselo a su madre.
Carlos se puso en alerta. Alba llevaba puesta otra camiseta diferente a la de la piscina, algo más corta, que mostraba sus muslos y decía no encontrar más biquinis. Entonces se fijó en los pechos de Alba y creyó apreciar que no llevaba sujetador, pero se lo dificultaba que la camiseta era muy holgada y sus pechos pequeños. Solo plantearse la duda hizo que se empalmara de pensarlo.
La madre de Alba le dijo que no estaba segura de donde los había guardado, pero, que no se preocupase porque cuando terminaran de comer, la ayudaría a buscarlos. También les explico a los dos chicos, que los bañadores mojados debían tenderlos al sol en una pequeña terraza que había en la planta superior, para que se secaran.
Cuando terminaron de comer los seis empezaron ayudaron a quitar la mesa. Mientras recogían, Carlos se mantenía cerca de Alba porque tenía algo que averiguar.
- Alba tu vete metiendo las cosas en el lavavajillas – dijo el padre de ella mientras enjuagaba los platos. – Yo te los doy y tú los colocas dentro.
Carlos se quedó remoloneando para ver si se le presentaba la oportunidad. En un momento determinado cuando solo estaban en la cocina Alba, su padre y Carlos a ella se le cayeron unos cubiertos al suelo por lo que se tuvo que inclinar mucho para buscarlos y recogerlos. Entonces Carlos sin dudarlo se agachó, al tiempo que ella y pudo distinguir, claramente, que Alba llevaba unas bragas blancas con dibujos cubriendo su culo. Cuando ella se incorporó él ya había salido de la cocina victorioso.
Carlos a partir de ese momento no dejo de curiosear cuanto podía de ella. Se recreaba en el cuerpo de Alba en la piscina y trataba de, en algún descuido, ver más de su anatomía, pero con ningún éxito. Una tarde vio el biquini de Alba secándose al sol en la terraza y se paró a observarlo. Habían estado juntos en la piscina hasta hacía escasos minutos y ella se había bañado hacía varias horas y ya no lo había vuelto a hacer por lo que, al tocar el tejido de la braguita del biquini, vio que esta estaba prácticamente seca. Entonces la descolgó y tras cerciorarse que nadie lo veía miró la parte interior que, hasta hacía pocos instantes, cubría el sexo de Alba y no pudo evitar excitarse al observarla. Entonces se la acercó al rostro para ver si emitía algún olor, pero desgraciadamente no pudo percibir nada.
Desde ese día la terraza de la cuerda de la ropa tendida se convirtió en su lugar favorito. Allí pudo descubrir qué tipo de ropa interior usaba Alba cuando tendían al sol las mudas del día anterior. Todos sus sujetadores eran algo infantiles y menudos de tamaño y sus braguitas solían ser de algodón blancas o de color con dibujos excepto un conjunto azul clarito de braguita con encajes estrecha en el culo y que hacía juego con un sujetador. En su habitación alguna vez se masturbó recordando las prendas.
Una mañana estando Carlos en el baño que compartían todos en el piso de arriba y al no encontrar su desodorante, empezó a rebuscar para encontrarlo y vio una pequeña bolsa de aseo en el que ponía bordado el nombre de Alba. La abrió y lo que vio dentro le sorprendió. Dentro había compresas y tampones para la regla. Cogió uno de los tampones, lo sacó de su envoltorio y se quedó observándolo largo rato. El hecho de pensar que Alba se introducía ese objeto en su coño obligó a Carlos a masturbarse en ese instante y lo guardó como trofeo.
Hizo fotos a escondidas de Alba en biquini en la piscina y se las mando a amigos a través del móvil y todos decían lo mismo; que estaba buenísima, que la expiara en la ducha o que se la follara.
Pero algo parecido ocurría con Alba. Ella también tenía curiosidad por Carlos desde que una  de las primeras tardes él se había quedado dormido en una tumbona del jardín y por alguna razón que ella desconocía, bajo el bañador tipo bóxer que llevaba, apreció su polla claramente empalmada y marcada en la estrechez de la prenda pareciéndole extremadamente grande quedándose un largo minuto mirándola antes de retirarse otra tumbona cercana a tratar de leer sin quitarse de sus pensamientos lo visto lo que provocó excitarse hasta mojar ligeramente las braguitas del biquini que llevaba puestas. Cuando él se despertó, vio que al darse cuenta de lo empalmado que estaba trató de disimular cubriéndose con una toalla.
En más de una ocasión, Alba lo veía observándola disimuladamente, pero si le decía de ir a bañarse o hacer alguna cosa, Carlos siempre se excusaba para esperar unos minutos por lo que ella dedujo que lo que le pasaba era que estaba excitado, algo que a ella también se lo provocaba ya que notaba como sus pezones se erizaban.
Cuando tuvieron confianza entre los dos empezaron los juegos en la piscina. Hacerse aguadillas era habitual y ambos aprovechaban los revolcones y descuidos para, de manera velada rozarse o tocar partes prohibidas. Que Carlos tocara el culo o los pechos de Alba y ella tocara el miembro empalmado de él se convirtió en parte de los juegos más repetidos, pero ella estaba sorprendida por lo dura que había notado la polla de él en más de una ocasión y no dudaba en dejarse tocar disimuladamente para poder ella, a su vez, hacerlo también.
Alba también mando fotos de Carlos hechas cuando no miraba a sus amigas y estas también le decían lo bueno que estaba y que aprovechara para follárselo.
- Que rabia que no haya gente de nuestra edad – Dijo Carlos.
- Pues sí. Hubiera sido mucho más divertido. Pero es lo que hay – Le contestó ella sentada en la toalla mirando la piscina.
- Y menos mal que estas tu porque si vengo yo, aquí solo con mis padres, me muero. Al menos nos hemos reído algunas veces ¿No crees? – Comentó.
- Que remedio. Yo hubiera preferido estar mil veces con mis amigas en vez de aquí. Ellas se lo estarán pasando genial en el barrio con todos los amigos. – Reflexionó ella.
- Y yo con los míos, que te crees. – Contestó Carlos algo molesto por lo que interpretó como un desaire por parte de Alba - ¿No creerás que yo no tengo amigas y amigos con los que estar en verano?
- Claro que sé que tienes que tener amigas y amigos y que estarías mejor con ellos que conmigo. – dijo siendo consciente de que había sido demasiado directa. – Incluso puede que tengas alguna amiga especial echándote de menos.
- No hay nada que perdonar. Que eche de menos a mi pandilla no quiere decir que este mal contigo. Menos mal que estás. – y mirando fijamente como ella se tumbaba, añadió – Y que va, no hay ninguna amiga especial. ¿Tú lo tienes?
Alba con los ojos cerrados por que la molestaba el sol, llevó sus manos a sus ingles y tiró levemente de los laterales de la braguita del biquini para ajustársela bajo la sorprendida mirada de Carlos que no quitaba ojo del momento. Luego hizo lo mismo para ajustarse, sobre sus pechos, la parte superior del biquini. Carlos empezó nuevamente a empalmarse sentado.
- Que va. No hay ningún amigo especial, aunque me gustaría porque creo que ya tengo edad para eso. Hay algún chaval detrás de mí, pero a mí no me gusta. Tengo echado al ojo a uno de otra pandilla. Ya veremos… - reflexionó Alba.
- Yo también estoy detrás de una de mi clase – Confeso Carlos recorriendo el cuerpo de Alba con la mirada. Si había algo que le excitaba sobremanera era observar el pubis de ella algo prominente.
- ¿Tienes dieciséis años verdad? – preguntó Alba tumbada con los ojos cerrados.
- Me faltan pocos meses para los diecisiete. – puntualizó él. 
- Te falta más de medio año. Eres muy joven – Aclaró Alba de manera escueta.
- ¿Tú has estado con algún chico? - preguntó mirando ese pequeño hueco que quedaba separado entre la parte superior de la braguita del biquini y su su vientre por culpa de los huesos de la cadera y que él pensaba que si se pudiera asomar lograría ver si ella tenía mucho vello púbico o no.
- No. Que va, pero no tardaré mucho, seguro. Tengo amigas de mi edad que ya están con chicos y ya han empezado a hacer cosas – contestó de manera intencionada para ver cuál era la reacción de Carlos, sin dejar de tomar el sol.
- ¿A hacer cosas? – Preguntó él haciéndose el ingenuo a pesar de entender claramente lo ella insinuaba.
- Ya sabes, lo que hacen los chavales de nuestra edad cuando tienes novio o novia. Besarse y tocarse mutuamente. – respondió con los ojos cerrados.
Ahora Carlos si estaba muy empalmado recorriendo el cuerpo de Alba con la mirada.
- Si claro, lo normal – puntualizó como si fuera un entendido del tema y añadió – Nosotros hacemos lo mismo…
- Las chicas somos más adelantadas para eso. Vosotros sois muy infantiles, aunque no lo creáis. Nosotras enseguida ya somos mujeres y por lo tanto maduramos antes.
- Nosotros también maduramos pronto. No te creas.
- Vosotros creéis que madurar pronto es empezar a haceros pajas como monos y no es eso, ni mucho menos – aclaró Alba sin variar su posición tomando el sol.
- Eso de que nos pasamos el día haciéndonos pajas como monos es lo que vosotras pensáis. ¿Acaso vosotras no os las hacéis? – contestó Carlos algo enojado pero muy excitado por la conversación que estaban teniendo.
- Ni mucho menos. Nosotras no tenemos esa necesidad tan primitiva como vosotros. Además, si lo hacemos, te puedo asegurar que no es tan a lo bestia como vosotros.
Ahora Carlos si supo que Alba también se estaba excitando con la conversación porque, de manera muy clara, se apreciaban sus pezones por la tela del biquini. No se lo podía creer, pero no quería dejar la conversación.
- ¿Qué significa eso de que no os lo hacéis tan a lo bestia como nosotros? – Preguntó él.
- Que si decidimos hacerlo es de otra manera, mucho más delicada y suave. – Le aclaró
- Todas las personas se lo hacen. Eso lo sabemos todos. – contestó sin dejar de mirar los pezones claramente marcados de Alba en su biquini. - ¿Es que tú no te lo haces?
Alba abrió los ojos y poniéndose una mano de visera para cubrirlos del sol le respondió.
- No te pases chaval. ¿Qué te has creído? Precisamente por eso sois unos inmaduros. Porque no sois capaces de mantener una conversación adulta de algo relacionado con el sexo sin decir groserías. – Le dijo haciéndose la enojada. – Seguro que si digo de ir a bañarnos ahora no puedes hacerlo porque estas a punto de reventar bajo el bañador.
Carlos estuvo a punto de decirle que a ella se le marcaban claramente sus pezones producto de su excitación, pero pensó que eso no traería consecuencias positivas.
- ¿Vienes al agua? – Le preguntó Alba poniéndose en pie y ofreciéndole la mano para ayudarle a levantarse.
- Me quedo si no te importa. Contestó Carlos sin mirarla avergonzado por no poder levantarse y confirmándole a ella que llevaba razón.
Alba se sonrió y se dio la vuelta en dirección a la piscina diciéndole que allí le esperaría cuando pudiera levantarse. El no pudo dejar de mirar su culo apenas cubierto por el biquini meciéndose al ritmo de sus pasos.
Cuando Carlos fue a la piscina se encontró a Alba sentada en el bordillo de la piscina y sin dirigirle la palabra, se zambulló en el agua. Cuando sacó la cabeza no la vio sentada donde estaba antes y de repente algo golpeó en su polla causándole dolor al tiempo que la cabeza De Alba emergía del agua riéndose.
- ¿Qué haces? ¿Estás loca? – le chilló Carlos llevándose las manos a su entrepierna a causa del dolor del golpe que le había infringido Alba. - ¿Te parece normal lo que has hecho? Me has hecho muchísimo daño imbécil.
Alba dejó de reírse inmediatamente y trató de disculparse.
- Perdona, sólo era una broma. No quería darte tan fuerte. Solo quería hacerte una broma. No te enfades. Al revés, yo quería que se te pasara el enfado por haberme reído de ti antes, de verdad – trataba de disculparse.
- Pues me has hecho mucho daño, animal. ¿Qué pasaría si yo te doy un golpe así en una teta o te la agarro? – le espetó
- Pues a lo mejor me reía y no te decía nada– contestó Alba sin pensarlo.
Carlos se quedó mirando las tetas De Alba sin disimular ya que sobresalían del agua al no cubrir demasiado. Ella le vio mirárselas con todo el descaro del mundo y no le importó e, incluso, le provocó excitación sentirse así de observada. Que sus pezones se notaran marcados tenuemente en la tela del biquini, esta vez y por laguna razón que desconocía, le gustó que Carlos lo viera. Pasados unos segundos él se dio media vuelta y se fue saliéndose de la piscina y se marchó camino a la cabaña.
Cuando Alba llegó a la vivienda no estaba ninguno de los adultos por lo que se fue directamente al baño a quitarse el biquini mojado. Al quitarse la parte de arriba no pudo evitar fijarse en sus pequeñas y redondeadas tetas y como sus pezones estaban muy marcados. Se tocó ambos con sus dedos y comprobó lo duros que estaban. Entonces mirándose al espejo se sacó la braguita del biquini y se observó en el reflejo totalmente desnuda. Su monte de venus estaba cubierto por fino vello que su madre le había enseñado a recortárselo por las ingles para poder lucir el biquini sin sobresaltos. Se pasó el dedo por encima del vello hasta llegar a sus labios vaginales y al recorrerlos pudo comprobar que su interior estaba mojado y viscoso. Lo ocurrido esta tarde, la conversación con Carlos y lo pasado en la piscina la había excitado y la tenía azorada.
Carlos en cambio se sentía humillado por el comportamiento de Alba. La conversación sobre la masturbación de los chicos y las chicas si le había gustado pero que luego ella le pusiera en evidencia por estar empalmado y lo ocurrido en la piscina no le había gustado nada. Todavía se reprochaba no haberle señalado sus pezones marcados en el biquini. ¿Qué hubiera pasado si cuando ella dijo que no pasaría nada por agarrarle una teta él lo hubiera hecho? Ahora se lamentaba por no haberlo probado. El imaginárselo lo llevó a empalmarse nuevamente.
Cuando estaban todos cenando los padres les comentaron a los chicos que al día siguiente tenían programada una excursión todo el día para ver unos pueblos pintorescos. Alba y Carlos protestaron porque no querían pasarse el día fuera del camping por lo que tras una breve discusión consintieron que los jóvenes se quedaran solos mientras ellos pasaban el día fuera.
Cuando llegó la noche, los padres se marcharon a pasear y Carlos se quedó en su habitación escuchando música con el móvil. Al rato sintió ganas de orinar por lo que fue al baño con la música en los auriculares y cuando abrió la puerta de golpe su sorpresa fue enorme. Alba estaba sentada en el retrete también orinando. Ella lo primero que hizo fue mirarle con cara de sorpresa, levantar la voz claramente, aunque Carlos no logró oírla por el volumen de sus auriculares, y hacerle gestos con la mano para que saliera. Pero él, por lo inesperado de la situación, tardo varios segundos reaccionar en los que grabó en su mente todo lo que estaba viendo. El retrete estaba situado frente a la puerta y pudo ver a Alba sentada en él, con un vestido en el que la falda, al ser corta, mostraba sus muslos, pero lo que más le impactó y en lo que más se fijó fue en sus braguitas blancas suspendidas entre sus piernas por debajo de la rodilla y muy tensas por tener estas separadas e incluso, le dio tiempo a fijarse en la parte interior de la prenda que hace escasos segundos tenía pegado a su coño. Hizo un gesto de disculpa y salió.
Cuando Alba se recuperó del susto inicial se recorrió con la mirada, sentada en el retrete y tuvo conciencia de lo que Carlos había visto. Sin lugar a dudas vio sus braguitas ya que estaban claramente expuestas, pero pasó de la vergüenza inicial al agrado por lo gracioso de la situación. Pensar en lo violento que había sido para él le hizo gracia, pero luego pensar en que seguramente le excitaría no pudo evitar que le provocara a ella el mismo ardor. Carlos, sin embargo, se lo tomo como un triunfo y una venganza por lo ocurrido por la tarde y se empalmó pensando manera que Alba le había enseñado su ropa interior sin querer.
Pasado un rato Carlos se encontraba en el salón de la cabaña tratando de encontrar algo en la televisión que le entretuviera cuando entró Alba. Llevaba el mismo vestido con minifalda de vuelo con el que la había sorprendido en el baño hacía un rato. Ella se puso enfrente interponiéndose sin dejarle ver la televisión.
- ¿Te gusta ver a las chicas mear, degenerado? – le preguntó tratando de hacerse la molesta cuando realmente no lo estaba.
- Sabes que ha sido sin querer. – Contestó con desgana. - Sabes que no he visto nada, pero en cualquier caso perdona.
- Me has visto meando, me has visto las bragas y no sé si has llegado a ver algo más. – insistió Alba.
- ¿Acaso crees que me gusta ver tus bragas? – Contestó nuevamente mirándola
- A todos los chicos os gusta vérnoslas. Siempre que podéis lo hacéis. – dijo ella.
- Cuando quiera vértelas ya te lo diré. Ahora aparta que quiero ver la tele. – le contestó.
- No serias capaz de pedirlo porque eres un niñato. – dijo con mirándole.
- Lo que tú digas. – contesto Carlos escuetamente.
- Eso es. Lo que yo te diga. – y puntualizó - Y digo que no eres capaz.
- Vamos a verlo… ¿Por favor Alba, sería usted tan amable de enseñarme las bragas? – Le preguntó Carlos muy despacio en tercera persona con desgana y pensando que no iba a ocurrir nada. - ¿Me las enseña, por favor?
Carlos se quedó mirando a Alba desafiándola con la mirada. Ella por un lado temía que se lo pidiera, pero por otro lado la situación la estaba excitando. Se quedó parada y por impulso se subió la falda de vuelo con ambas manos tanto que llego a mostrar hasta su vientre.
Él se quedó mirando fijamente las braguitas que llevaba Alba. Eran las mismas que había visto hacía un rato en el baño. Eran de algodón, blancas, llevaban algún diminuto dibujo estampado y eran muy pequeñas y ajustadas, tanto, que su pubis quedaba muy definido y en la parte que cubría su sexo se apreciaba ligera, pero claramente el inicio de su raja dibujada. De repente ella se giró quedando de espaldas mostrando su culo, pero como Carlos estaba recostado en el sofá su vista se centró en mirar la tela que, entre los muslos, cubría su coño abultado. Pasados escasos segundos se puso nuevamente de frente y se soltó la falda dejando de mostrarlas.
- ¿He sido capaz o no? – Preguntó – Ahora ya te puedes empalmar con motivo.
- A lo mejor lo que ocurre es que lo que te pone a ti calentar a los demás. – Contestó Carlos riéndose.
- ¿Me estas llamando calienta pollas? ¿Es eso? – Le espetó Alba y añadió saliendo del salón – Vete a la mierda.
Carlos se arrepintió inmediatamente de su comentario que sabía que había sido muy desafortunado. Recapacitando se preguntó que más hubiera pasado si Alba se hubiera quedado y hasta donde hubieran llegado con el juego. Al pensarlo no pudo evitar tocarse el miembro sobre el pantalón que llevaba. Rápidamente se subió a su habitación y se hizo una paja rememorando lo que había ocurrido instantes antes.
Por su parte Alba cuando llegó a su habitación, también se arrepintió de haberse marchado así porque había disfrutado mientras le enseñaba su ropa interior al chico. Tenía un calor en su cuerpo extraño por todo lo que había pasado. Se subió frente al espejo la falda e introdujo la mano por la parte de arriba de su braguita bajándola hasta tocarse el sexo y comprobó que lo tenía muy húmedo. No pudo evitar seguir acariciándose con su dedo entre sus labios y al final, sufrió un orgasmo.
Al día siguiente los padres se marcharon nada más desayunar agradeciendo que el día amaneciera nublado y así poder hacer la excursión sin pasar tanto calor. Insistieron a Alba y Carlos que los acompañaran porque estando el día así quizás no quisieran ir a la piscina y se aburrirían, pero ellos volvieron a manifestar su negativa a ir.
Cuando los padres se marcharon Alba se tumbó en su cama a leer y Carlos tras darse una vuelta por el camping volvió a la cabaña y buscó a la chica encontrándosela en su habitación, tendida en la cama con una larga camiseta puesta. Llamó a la puerta a pesar de estar está abierta. Alba le miró y siguió simulando que leía el libro, aunque en realidad no lo hacía.
- ¿Puedo pasar? – Preguntó añadiendo – Solo quería pedirte disculpas por lo de ayer. Creo que fue un mal entendido.
- Eso es lo peor que le puedes llamar a una chica. – dijo Alba escuetamente mirando el libro.
- Ya. Llevas razón, pero tú te pasaste diciéndome que ya me podía empalmar.  – añadió Carlos – Reconócelo.
- ¿Acaso no lo hiciste? Seguro que te empalmaste al verme las bragas. – Le volvió a contestar Alba ahora mirándole a la cara. - ¿Lo vas a reconocer?
- ¿Qué quieres que te diga…? - balbuceo Carlos.
- La verdad. ¿Te empalmaste al vérmelas? ¿Te gustaron? – preguntó sin dejar de mirarle.
- Pues claro que me gustaron – respondió.
- ¿Pero te empalmaste? – insistió Alba.
- ¡Sabes que sí! – la espetó Carlos. Y tras decirlo se giró en dirección a su habitación enfadado.
- ¡Espera, no te vayas! – Le gritó Alba y añadió – Ahora soy yo quien te tiene que pedir disculpas. Me he pasado con el interrogatorio. Por favor, perdóname. Ven porfa.
Carlos se acercó hasta el borde de la cama donde ella estaba recostada. Alba le hizo un gesto para que se sentara y tras un largo silencio habló.
- Sabes lo que pasa, que me resulta curioso la facilidad que tenéis los tíos para que se os empalme el pito. Tiene que ser curioso tener algo blando y pequeño y, al momento, que sea grande y duro.
- Es curioso – contestó Carlos – Pero a vosotras os pasa lo mismo con los pezones. A ti te pasó ayer en la piscina y yo no te quise decir nada para que no te molestaras.
- ¿Se notaban? – Quiso saber ella. – No te creas que fue por ti. Fue por lo fría que estaba el agua. Nos pasa a todas.
- Te pasó cuando hablábamos de si los chicos y las chicas se pajeaban. No me engañas. – Le rebatió él.
Tras un silencio Alba se puso de rodillas en medio de la cama y se quedó mirando fijamente a Carlos.
- Reconóceme que estáis muy salidos. Os pasáis el día mirando el cuerpo de las chicas babeando. – le dijo Alba.
- Os miramos igual que vosotras nos miráis a nosotros. ¿Es que acaso vosotras no nos miráis? – contestó Carlos.
- Si alguno esta bueno es normal que lo miremos, pero vosotros miráis a todas. – Replicó Alba.
- A todas que va. Yo solo miro a las que están buenas. Contestó riéndose. – A las feas no las mira nadie.
- A mí me miras. – dijo ella mirándole muy fijamente.
Carlos se quedó mirándola callado durante unos largos segundos y al final habló.
- Pero porque tu estas muy buena.
- ¿De verdad lo crees? ¿Te lo parezco? – preguntó Alba de manera algo cándida.
- Sabes que sí. –respondió escuetamente recorriendo, sutilmente, el cuerpo de ella con la mirada.
- ¿Qué es lo que más te gusta de mí? – preguntó
- Tu sonrisa – contestó Carlos sin pensar.
- ¡Me refiero de mi cuerpo, imbécil! Te estoy preguntando qué es lo que más te gusta de mi cuerpo cuando me miras. – Le replicó Alba riéndose.
- Todo. Me gusta todo. No sabría decirte que es lo más me gusta – Contestó él.
Alba se quedó uno segundos pensando y le dijo, a continuación.
- Si lo sabes mentiroso. Carlos, súbete a la cama y ponte en frente mía, porfa.
Carlos sin dudarlo, y ya comenzado a excitarse, se subió a la cama y se situó en frente de Alba de rodillas. Alba miró intencionadamente la entrepierna del bañador de él y percibió el bulto de la polla del joven y se sonrió.
- Te propongo que los dos nos preguntemos las dudas que tengamos sobre el sexo contrario, pero con la condición de que nada salga de aquí. ¿Te parece que lo hagamos? – Le preguntó Alba.
- Me parece cojonudo. – Contestó Carlos sin vacilar.
- Primera pregunta que te hago. ¿Cuándo se os pone dura podéis controlarlo o no os dais cuenta?
- Yo no puedo controlarlo. Pasa cuando ves o piensas algo guarro. Contestó Carlos. – Ahora me toca a mí. Ya sé que ha vosotras se os ponen duras la tetas cuando os pasa, pero, ¿Qué os pasa abajo? – preguntó de manera algo avergonzada. 
- Bueno, más que las tetas son los pezones los que se ponen duros y abajo se nos moja. – Contestó tratando de ser seria. – Me toca. ¿Ahora estas empalmado?
Carlos sorprendido por la pregunta tardo un poco en contestar.
- Un poco. Me toca. ¿Lo estás tú?
- No me has mentido porque desde aquí te lo noto. – dijo Alba mirando el bulto en paquete de Carlos. – Prohibido decir mentiras. Yo también lo estoy algo.
- Esto no está bien. Yo no puedo disimular porque se me nota en el bañador, pero no puedo ver si tú dices la verdad porque con la camiseta no lo veo. – protestó Carlos.
Alba se sacó la camiseta quedándose en biquini.
- Con este biquini no sé si se me nota. –dijo al tiempo que se miraba ambos pechos. Como vio que el biquini que llevaba no mostraba lo que ella quería, se levantó de la cama y rebuscó en el armario cogiendo algo, salió de la habitación y cuando volvió tras un instante se volvió a sentar sobre la cama enfrente de Carlos. Ahora llevaba puesto un sujetador blanco de tejido fino y algo infantil donde se podían apreciar claramente sus redondeados pero pequeños pechos y los prominentes bultos de sus pezones. Carlos se quedó mirando sin disimular sin articular palabra. – Ahora ves que no te miento. Me toca preguntar. ¿Tienes mucho pelo ahí, abajo?
- Bastante. Contestó él de manera breve. Y a continuación lanzó la siguiente pregunta sin pensar - ¿Me enseñarías tus tetas?
- ¡Qué dices chaval! ¡No te pases Carlos! No te voy a enseñar nada. Solo vale preguntar. Solo – Le dijo señalándole con el dedo. – No te pases.
- Era solo una pregunta. Si no quieres no pasa nada. Por mi como si lo dejamos. Me da igual. – Replicó Carlos haciéndose el ofendido. –Tu sabrás, pero si quieres ver si yo tengo mucho pelo o no ahí, abajo, a mí no me importa enseñártelo. Pero tú también me tienes que enseñar algo, claro está.
Alba la que se quedó callada pensando lo que le ofrecía el chico. Tras un instante contestó.
- Si lo que quieres es ver si estoy excitada yo te lo enseño. Acércate. – Tras lo cual llevó sus manos a unos de los tirantes del sujetador separándolo de su tórax y descendiéndolo ligeramente. Carlos se inclinó hacia delante, aproximando su cabeza al pecho de Alba y se asomó mirando en el interior de la prenda. Lo que vio le pareció un sueño. Pudo ver la redondez su pequeño pecho algo aprisionado por la tela y el pezón muy oscuro y tieso. Alba le dejo mirar unos segundos y luego soltó el tirante del sujetador y dijo – Ya está. Me toca.
- No he podido ver nada.
- No es cierto, ya lo creo que lo has visto. Ahora me toca.
- No he podido ver si estas excitada. Así no se puede ver nada. Lo que yo te diga.
- Eres un mentiroso y un tramposo. Si lo podía ver yo también podías verlo tú. Y si no veías nada haberlo dicho. - le replicaba Alba enfadada. – Ahora me tienes que enseñar tú el pelo que tienes.
- De verdad que no veía nada. Eres tú la que haces trampas. Si no me las quieres enseñar o si no te atreves lo dices y ya está. – Dijo Carlos añadiendo muy excitado – Yo paso. Lo dejo.
- Escúchame tramposo. Eres un listo y vamos a ver quién se atreve y quién no. – Contestó levantando la voz.
Y tras decir esto llevo sus manos a su espalda, se soltó el sujetador y lo dejó caer por sus brazos. Ahora Carlos tenía las pequeñas, firmes y redondeadas tetas de Alba delante de él donde se apreciaban muy blancas comparadas con el resto de su cuerpo moreno por el sol. Estas se mecían con los movimientos de ella. Miró sus pezones muy oscuros, puntiagudos y pequeños que parecían señalarlo y notó como su excitación crecía.
- ¿Ves como si me atrevo? ¿Ves como si están duros porque estoy excitada? - dijo mirándose ambas tetas al tiempo que él también las miraba pasmado. - Eres un estúpido, que lo sepas. Ahora enséñame el pelo que tienes. Tú me has dicho que lo harías.
Carlos se incorporó sobre sus piernas a pesar de estar de rodillas y lo primero que hizo fue quitarse la camiseta. Alba pudo apreciar el enorme bulto que tenía por su excitación dentro del bañador. A continuación, se desabrochó el lazo de la prenda y se la bajo por delante mostrando su vello denso y muy negro, pero evitando que se viera su miembro. Ella lo miraba atentamente y él no apartaba la vista de sus pechos.
- Ahora enséñame tú el pelo que tienes. Yo ya lo estoy haciendo. – le dijo Carlos sin soltar el su bañador mostrando su vello.
Ahora fue Alba la que se incorporó y llevando sus manos a la parte superior de la braguita del biquini y empezó a bajársela por su pubis sin que apareciera ningún vello al principio. Se La bajaba despacio, mirándose para no mostrar más de la cuenta, pero cuando, por fin apareció, este era fino, negro y muy poco tupido en comparación al de Carlos, que miraba atónito como descendía la prenda mostrando lo que tantas veces él se había imaginado. Dejó de descender el biquini cuando Carlos menos deseaba que lo hiciera.
- Ahora. Ya estamos igual. – Dijo sosteniéndose la braguita bajada sujetándola con ambas manos de manera que sus tetas se quedaban entre sus brazos tenuemente presionadas por estos de manera parecían algo más grandes por la postura, con los pezones muy tiesos sin dejar de mirar a Carlos que también sostenía el suyo mostrando su vello. Tras dudar se decidió e hizo la siguiente pregunta.
- ¿Me enseñas tu polla? Yo te estoy enseñando mis tetas. – dijo en tono de voz bajo. Y al tiempo que se echaba hacía adelante sin todavía tener la respuesta para verla, insistió – ¿Me dejas asomarme para verla?
El sin pensárselo tensó su bañador por la cintura separándolo de su cuerpo para facilitarle a Alba poder mirar dentro. Ella se inclinó hacia delante, llegando a apoyar las manos en la cama y acercó la cabeza cuanto pudo para ver en el interior. Lo que vio le encantó. Estaba contemplando una la polla que era mucho más grande de lo que imaginaba, desplazada hacia el lado izquierdo del cuerpo y ligeramente elevada a pesar de la presión que, sobre ella, ejercía el bañador. Lo que más le sorprendió fue que se le notasen las venas recorriéndola. Carlos la dejó que observara largo tiempo aprovechando para ladearse, ligeramente y poder ver una de las tetas mecerse ligeramente por la postura inclinada de ella sobre la cama. Cuando lo consideró soltó el bañador ocultando su miembro.
- Ahora me toca a mí. Quiero ver tu coño. Me tienes que dejar verlo ahora a mí –dijo mirando como Alba se incorporaba irguiendo la espalda y mirándole muy atentamente con sus pequeñas pero firmes tetas desnudas.
Alba se lo pensó un instante, pero pasados uno segundos, imitó lo que había hecho momentos antes Carlos tirando de la braguita del biquini por su cintura hacía delante separándola tanto como el tejido se lo permitió temiendo que alguno de los lazos de los costados de la prenda que unían la parte delantera y trasera se soltaran. Carlos miró como la tela del biquini se separaba apreciándose las blancas ingles rasuradas por lo que se inclinó hacia delante sin prisa, pero cuando lo hizo se acercó tanto como pudo para asomarse en el interior de la prenda de Alba. No podía creerse lo que estaba contemplado. Podía ver fino vello púbico apenas tupido que únicamente tenía en la parte central del monte de venus al carecer sus ingles de pelo. Al tener ella muy tensado el biquini llegaba a ver parte interna de la braguita con doble tejido que debía estar en contacto con su coño. Cuando Alba soltó la braguita y se llevó sus manos a las ingles para colocársela bien, Carlos protestó.
- Esto no está bien. Yo he salido perdiendo otra vez.
- ¿Qué dices chaval? ¿Se puede saber qué te pasa? – preguntó Alba.
-Tú me has visto la polla claramente, pero yo a ti no te he visto nada. Solamente he visto el pelo que ya me habías enseñado antes. Desde arriba yo a ti no te puedo ver nada. – siguió protestando Carlos.
- Ese es tu problema tío. Además, no te quejes que me estás viendo las tetas todo el rato y yo me las podía haber tapado y no lo he hecho - le rebatió ella.
- Me tienes que enseñar más tu coño. Así no se ve nada. – insistió enfadado.
- Si te bajas tú bañador yo me bajo el mío – le ofreció ella ante la sorpresa de él. – Empieza tu primero y si lo haces luego lo hago yo. ¿Hay trato?
Carlos no dudó. Llevó sus manos a la cintura del bañador y lo deslizó con decisión por sus piernas hasta sus rodillas ya que al tener estas sobre la cama no podía bajarlo más y al hacerlo y liberar su polla esta saltó como un resorte hacía arriba y hacia adelante rígida. Alba se quedó mirándola muy fijamente observando todos sus detalles. Contemplaba su longitud y grosor con asombro. Las venas marcadas le daban un aspecto rudo y fuerte. En su extremo se podía apreciar el prepucio húmedo y descubierto en parte por la piel tensada debido a su excitación. Contempló como los huevos pendían cubiertos en parte de vello muy negro. Carlos miraba a Alba como respiraba agitadamente y como los pezones muy tiesos sobre sus pequeñas tetas le señalaban. No le importó que ella le mirara durante un largo tiempo sin hablar.
- Ahora te toca a ti. Un trato es un trato, recuerda. – dijo con voz suave.
Alba se quedó mirándole un momento y tras lo cual llevó lentamente sus manos a unos de los lazos de los costados de la braguita del biquini y deshizo el nudo sin dejar de sujetar los dos extremos de los cordones por un instante mientras Carlos la miraba con la polla tremendamente erecta. Entonces los soltó y la braguita se deslizó entre sus muslos hasta caer en la cama. Ahora si le mostraba su sexo sin obstáculos que resaltaba en la piel blanca rodeada de el resto de su cuerpo moreno. Las ingles depiladas claramente para el traje de baño, su monte de venus cubierto por escaso vello fino que no impedía distinguir el nacimiento de su raja algo abierta.
Ambos se quedaron mirándose un largo rato sin hablar, con la respiración agitada.  
- ¿Oye sabes que estas buenísima así? Mucho mejor de lo que me imaginaba. Ya lo creo. – dijo él sin dejar de mirar el coño de Alba.
Ella no sabía dónde poner las manos por lo que entrelazó los dedos de sus manos en su vientre y al hacerlo, inconscientemente, deslizó una de sus manos por su pubis rozando su vello antes de unirlas. Carlos hacía esfuerzos por no agarrarse la polla y empezar a masturbarse y creía que a ella le pasaba lo mismo y que por eso se había rozado abajo sin querer.
- ¿Quieres tocarla? ¿Quieres tocar mi polla? – Se atrevió a preguntar sin reflexionar.
Alba no contestó, pero desplazó sobre sus rodillas por la cama hacía adelante para acercarse más a Carlos adelantando una mano. Sin dejar de mirar el miembro lo rozó con la yema de los dedos sintiendo el tacto de las venas que era lo que más llamaba su atención recorriéndolo lentamente hasta el capullo. Luego descendió sin dejar de rozarlo hasta su nacimiento repitiéndolo un par de veces y al final lo agarró con suavidad, pero con firmeza elevándolo ligeramente para observarlo en detalle.
Carlos miraba alternativamente la mano de Alba agarrada a su miembro y su cuerpo desnudo a su alcance con sus pequeñas tetas a escasos centímetros de él y su coño apenas cubierto de pelo algo más abajo.
- ¿Puedo tocar tus tetas con cuidado? – Preguntó mirándolas fijamente.
Alba movió la cabeza afirmativamente al tiempo que llevaba su otra mano a los huevos de él y empezaba a recorrerlos con suma delicadeza. Carlos llevó una mano a una de las tetas de Alba y comprobó que, debido a su pequeño tamaño. Cabía en su mano. Le pareció firme y fuerte y se recreó acariciándola para, a continuación, comenzar a acariciar el duro pezón que la coronaba pequeño pero muy duro y puntiagudo. Viendo que ella no oponía resistencia a sus tocamientos, empezó a hacerlo con ambas manos sobre los dos senos y sus dos pezones.
Mientras ella hacía lo mismo con su polla. La sostenía en su mano acariciándola sin dejar de mirarla. Y al hacerlo vio que su capullo rosado se revelaba cada vez más al desplazarse la piel que lo cubría conforme ella deslizaba la mano sobre el miembro. Llevó los dedos de su otra mano al capullo y lo acarició también.
Carlos, tremendamente excitado, deslizó una mano desde una de las tetas de Alba hacía el abdomen de ella y se detuvo pasándola en círculos notando su respiración, para continuar descendiendo hasta su monte de venus, donde acarició su suave vello púbico con sutileza, también en círculos. Después descendió hasta notar el inicio de la apertura de su sexo con sus dedos en donde se detuvo por si ella se oponía a que continuara, pero como no protestó y seguía acariciando su polla, él continuó llevando sus dedos al nacimiento de su coño donde pudo acariciar, por primera vez, los mojados labios vaginales, finos, delicados y suaves. Deslizó, suavemente, sus dedos por el inicio de sus labios varias veces y continuó introduciéndolos entre ellos recorriendo con extrema delicadeza, gradualmente, su interior notando como las yemas de sus dedos se deslizaban con enorme facilidad por lo lubricado del sexo de Alba empapándole con sus fluidos. Vio que Alba tensaba la espalda y emitía leves gemidos. Pasados unos segundos, ella retiró la mano de él de su sexo y se lo cubrió con la suya.
- Para. No sigas por favor – dijo con la cara congestionada mirando a Carlos, pero sin soltar con la otra mano su polla – Como me sigas tocando ahí no sé qué me puede pasar.
- ¿Te ibas a correr? – pregunto él
- Ya lo creo. Bueno… me parece que ya lo he hecho. - y añadió sin soltar el miembro de Carlos -Quiero ver como se masturba un chico. Quiero ver cómo te masturbas, porfa.
Entonces soltó su polla y desplazo de rodillas algo para atrás para poder ver como cumplía su deseo. Carlos se agarró la polla con su mano con intención de empezar.
- Yo lo hago, pero tú también lo haces a la vez. Tócate también tu a la vez.
Entonces, ante la atenta mirada de él, Alba separó levemente las piernas y se introdujo la mano entre sus muslos y empezó a acariciar su coño con suavidad introduciendo los dedos entre sus finos labios. Carlos mirando fijamente como ella movía su mano por su sexo abriéndolo ligeramente, empezó a desplazar su mano sobre su polla de adelante hacía atrás mientras ella no dejaba de mirarle como lo hacía sin dejar de acariciarse. Para sorpresa de Carlos. Alba llevó su otra mano una de sus tetas y empezó a apretársela fuertemente.
- Túmbate que quiero ver como lo haces, porfa. – pidió Carlos sin dejar de mirar el cuerpo de ella y sin dejar de masturbarse insistió. – túmbate, porfa. Quiero ver tu coño bien.
Alba no lo pensó y se recostó en la cama apoyando la cabeza en la almohada, se sacó la braguita del biquini que tenía, todavía, introducida en una pierna y las separó algo flexionadas exponiendo su coño sin dejar de mirar a Carlos dejando sus manos sobre la parte interna de sus muslos, muy cerca de sus ingles. Él miró con avidez el sexo de Alba. Era más bonito de lo que se imaginaba, tenía sutil vello sobre él, pero no impedía verlo en detalle ya que se apreciaban sus finos, rosados y delgados labios ligeramente abiertos mostrando su interior, también rosado, y muy mojado. Carlos empezó a masturbarse lentamente y Alba le imitó llevando ambas manos a su coño. Mientras él desplazaba su mano por su miembro bajo la atenta mirada de ella, Alba se separó los labios con una mano y con los dedos de la otra empezó a recorrer su interior. Estuvieron así un largo minuto y cuando Carlos empezó a temer que se iba a correr ella le habló.
- Ponte aquí, a mi lado. Quiero hacértelo yo. ¿Me dejas masturbarte?
Carlos se sacó el bañador y fue de rodillas hasta situarse a un costado de ella situándose muy cerca. Alba cogió con suavidad el miembro de Carlos y empezó a masturbarlo con lentitud mirando muy atentamente su prepucio mientras con la otra mano se seguía masturbando. Él no lo dudó y llevó una mano sobre la rodilla elevada de ella y la deslizó por el interior de su muslo hacía el coño, al tiempo que Alba separaba más las piernas invitándole a continuar. Cuando sus dedos tocaron los dedos de ella fue la chica la que retiró su mano para dejar que fuera la mano de él la que recorriera su sexo. Carlos empezó a recorrer el interior de la raja repetidamente separando los labios con los dedos memorizando el interior, pero no pudo evitar fijarse en el tacto de la entrada del orificio de su vagina y lo recorrió en cirulos de manera superficial.
Entonces, para sorpresa de Carlos, Alba irguió y ladeó su cuerpo acercando su boca a la polla sin dejar de mirarle de reojo. Él no vaciló y se desplazó todo lo que pudo acercándose a su rostro para facilitarle su deseo. Alba, se aproximó más, comenzó a pasar la lengua por el capullo en círculos y, pasados unos segundos, se la introdujo hasta la mitad en la boca y empezó a recorrerla con su lengua al tiempo que seguía desplazando su mano masturbándole. Carlos temiendo no tardar mucho en correrse introdujo un dedo el orificio de la vagina sin dificultad, por estar empapado su interior, al tiempo que ella emitía leves gemidos al notar su avance y empezó a recorrer su interior, cada vez más dentro, repetidamente.
Ante la vista Alba desnuda, con sus pequeñas tetas meciéndose al ritmo de su respiración, con los pezones muy tiesos, con las piernas abiertas facilitándole que su mano recorriera el interior del coño al tiempo que ella le mamaba la polla no pudo más y se corrió violentamente. La primera descarga la hizo en el interior de su boca, por lo que se ella sacó el miembro tan rápido como pudo provocando que las siguientes descargas fueran a parar a su rostro y el cabecero de la cama.
Ambos se quedaron unos instantes muy quietos sin saber cómo reaccionar hasta que ella dejó caer saliva por la comisura de sus labios cargada de esperma para, a continuación, recoger con una mano los otros restos que manchaban su rostro y mirarlos con curiosidad mientras que con la otra mano seguía sujetando el miembro, todavía erecto de Carlos.
- Joder tío me podías haber avisado de que te ibas a correr.
- No me dio tiempo. Lo siento. – dijo avergonzado Carlos.
Ella se recostó nuevamente mientras seguía acariciando lenta y suavemente la polla por lo que, Carlos decidió continuar palpando el sexo de Alba mientras ella no le dijera nada. Al volver a recorrer su interior ella separó los muslos al tiempo que observaba la evolución de la mano de él con mucha atención. Pasados unos instantes, Alba llevó ambas manos a sus ingles rozándose levemente el coño con sus dedos y al tiempo que movía, rítmicamente la cadera.
- Chúpame ahora tu a mí. – dijo Alba casi como una orden.
Carlos sin pensárselo se puso a los pies de ella e introdujo su cabeza entre sus muslos. Se quedó un instante contemplando el sexo de Alba mientras ella rozaba, sutilmente, sus labios con sus dedos. Le pareció precioso. Los labios se apreciaban finos, rosados, pequeños y delicados y, al estar ligeramente abiertos, se apreciaban muy húmedos. Sacó su lengua y rozó su interior notándolo muy cálido por lo que empezó a recorrerlo de arriba abajo ya recreándose en cada rincón al tiempo que se veía obligado a poner su cuerpo algo ladeado porque se había empalmado nuevamente.
- Aquí porfa. Chúpame aquí arriba – dijo Alba separando sus labios con ambas manos, exponiendo su sexo y mostrando su clítoris abultado.
Carlos supo al instante lo que ella quería de él por lo que comenzó a pasar la lengua, en círculos, sobre el prominente clítoris tan rápido como podía al tiempo que apreciaba como ella tensaba sus muslos y vientre. Sin pensárselo llevo una de sus manos al coño e introdujo un dedo por el orificio de su coño con delicadeza y empezó a sacarlo y meterlo sin prisa. Estuvieron así un largo tiempo hasta que Alba comenzó a resoplar, repetidamente, hasta que tuvo varias convulsiones que la obligaron a tratar de cerrar las piernas, a pesar, de que Carlos seguía recorriendo con su lengua el clítoris de ella. Al final fue ella la que empujó levemente la cabeza de él indicándole que dejara de lamerla. Cuando Carlos se incorporó pudo ver el sexo de Alba todo mojado por su saliva y la excitación. También vio como de sus labios pendían hilos de fluidos.
- Me he corrido yo ahora. – dijo escuetamente. Y tras un momento, añadió – Y creo que lo he hecho en tu boca. Me parece que vamos empate.
Carlos no sabía que hacer o decir mientras la miraba de rodillas en la cama con la polla nuevamente empalmada de manera exagerada. Ella le miró su miembro muy fijamente y se incorporó hasta ponerse de rodillas muy próxima, de manera que sus cuerpos se rozaban. Entonces le besó por primera vez. Lo hizo de manera delicada y sensual, introduciendo la lengua y buscando la suya. Al mismo tiempo que sus tetas rozaban el torso Carlos, agarró su polla y comenzó a acariciarla de nuevo. Él dejó que las tetas de ella se rozaran con su cuerpo pudiendo notar como los pezones duros de Alba rozaban los suyos. Entonces llevó sus manos al culo de Alba que tantas veces había mirado a escondidas, lo acarició con suavidad al principio, pero pasados unos instantes, pasó a agarrarlo y fuertemente y a recorrerlo tanto como alcanzaban sus manos.
Pasados unos minutos de caricias ella se separó, se giró dándole la espalda para, a continuación, descender su espalda hasta apoyar las manos sobre el colchón. Carlos miró a Alba como dejaba su culo respingón frente a él. No lo dudo y agarró su miembro erecto y lo situó a la altura del sexo de ella. Cuando su glande rozó los labios de ella notó como, sutilmente ella tensaba el cuerpo para recibirlo por lo que sujetándose la polla la empujo con suavidad y esta empezó a introducirse sin dificultad. Alba se quedó muy quieta dejando que él avanzara poco a poco en cada envite notando como las venas del miembro de Carlos recorrían su orificio cada vez más profundamente y sintiendo oleadas de placer. Carlos miraba el culo blanco de Alba, comparado con su espalda morena, moviéndose cada vez que el empujaba con su cuerpo y se agarró a la cintura de ella para ayudarse. Pasados unos segundos, echo su cuerpo hacía delante y agarró con ambas manos las pequeñas tetas de ella y las acaricio con lascivia aprovechando que cabían en sus grandes manos recreándose en sus pezones que pellizcó, ya sin rubor, al tiempo que no dejaba de envestirla.
La polla de Carlos ya no podía introducirse más en el sexo de Alba y ambos gemían de placer cada vez que él empujaba con violencia por lo que pasados escasos minutos él volvió a correrse de manera profusa en varias descargas en el interior de Alba al tiempo que le apretaba, hasta hacerla daño, las tetas. Ambos se quedaron muy quietos durante largo segundos unidos por el miembro de él introducido en el sexo de ella, tratando de recuperar el ritmo de las respiraciones, sin hablar y sudando hasta que ella se apartó de él dejándose caer sobre la cama mientras Carlos seguía de rodillas mirándola mientras se tumbaba boca arriba y le devolvía la mirada.
- Al final te has salido con la tuya y me has follado. – le dijo mientras se pasaba una mano por el coño y se la miraba pringosa de semen y viendo al mismo tiempo como la polla de Carlos languidecía.
Carlos no sabía que decir, pero al tiempo que trataba de recuperarse del esfuerzo no podía dejar de mirar el cuerpo aniñado de Alba, con sus pequeñas tetas y sus piernas separadas mostrando su coño ligeramente cubierto de vello mojado.
- Ven. Túmbate a mi lado. – le dijo Alba al tiempo que le indicaba donde hacerlo.
Él se tumbó sin saber que decir y al hacerlo ella apoyó su cabeza sobre su pecho, tras lo cual se quedaron un rato largo callados ambos. Luego ella acercó su rostro y lo besó al tiempo que volvía a acariciar su miembro flácido.
- Quiero que sepas que este verano ha sido el mejor de mi vida. – le susurró Alba.
- Creo que el mío también. Pero lo mejor es que todavía no ha acabado.
- Eso es lo único interesante que has dicho desde que llegaste. – le contestó Ella al tiempo que empezaba a desplazar su mano sobre la polla de Carlos notando como esta salía de su letargo y empezaba, nuevamente, aumentar su tamaño y viendo como él volvía a acariciar con movimientos circulares el vello de su monte de venus por lo que separó los muslos confirmando que, efectivamente, el verano no había acabado y que quedan muchas experiencias que compartir.

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