El caluroso verano ya está aquí...


El caluroso verano ya está aquí...


1
Por fin llegaron las vacaciones, por fin los días librespara hacer lo que te viniese en gana, por fin pasar horas y horas frente a lavideoconsola para acabar ese juego que durante el curso se te resistía, por finllego el verano, el cálido verano, el caliente verano.
Por aquél entonces yo había terminado el instituto y reciéncumplida la mayoría de edad el próximo año iría a la universidad. A mi edad aúnera virgen por lo que solía entregarme a los placeres solitarios que todo buenchico conoce para soportar el calor y la calentura. Y ahora, con las vacaciones,con mucho tiempo libre y con mi madre trabajando durante la mañana, ¡las pajasse multiplicaban por diez! Algo normal cuando la edad es pura hormona enebullición y tienes tiempo y soledad para hacerlo. Películas porno y revistas meservían de inspiración y me hacían disfrutar de mi pasión privada, cuando no lapura imaginación de hacerlo con una vecina, con el recuerdo de una profesorapasada, con alguien que simplemente viste por la calle y te gustó.
Hasta que un buen día llegaron las vecinas, eran madre ehija. La chica no estaba bien, eso se no taba a la legua y aunque ya era mayorde edad casi no hablaba, apenas respondía con monosílabos o frases cortas:“si”, “no”, “agua”, “hambre”.... Más tarde mi madre me contaría que le ocurrióalgo al nacer y no llegó a desarrollar bien el cerebro. Por lo demás lamuchacha era muy simpática y se reía mucho, le encantaba verme jugar a lavideoconsola y se lo pasaba también muy bien probando ella, aunque no hablasemucho, entendía todo lo que se le decía.
Me caía bien, se la veía muy tierna y cariñosa, aparte deque estaba buena, tenía el pelo rubio, un poco rizado y unas tetas pequeñas yredondas, su culo también era muy redondito. Yo era hijo único, mi madreenviudó algo joven, así que nunca supe lo que era tener un hermano o hermana.Desde entonces los dos vivíamos solos.
A los pocos días de llegar la vecina me pidió que cuidase desu hija esa mañana, mientras ella iría al ayuntamiento a arreglar un asunto derecibos de la casa que tenía pendiente. Así que nada, me puse a jugar con ellaa los videojuegos como cada tarde que se juntaban nuestras madres para tomarcafé y simplemente charlar.
Pasaron un par de horas y comencé a aburrirme, el juego eramuy difícil y no conseguía pasar de una pantalla, fue entonces cuando ella medijo que quería “hacer pipí”, así que le me levanté y le indiqué donde estabael baño.
Me picó la curiosidad y me quedé mirando en la puerta. Ellano pareció darle importancia y delante de mí se bajó las braguitasdeslizándolas por sus muslos hasta las rodillas y se sentó para hacer el pis enla blanca taza del váter.
Yo asistí atónito al espectáculo y por mi mente pasó enaquel instante la idea de verle el coño, yo nunca había visto uno en directo,pero me daba pena aprovecharme así de ella, que era pura inocencia y parecía noentender aún de estas cosas. Así que no hice nada y me quedé mirándola mientrasesta se levantaba y se limpiaba con un poco de papel higiénico. Aún con todo elsimple espectáculo de ver sus muslos blancos desnudos desde el lado y cómo éstase limpiaba me pareció muy excitante, luego se subió las braguitas y se volvióconmigo al salón.
Un rato más tarde fui yo al servicio y cuál no fue misorpresa cuando vi que mientras mi chorrito amarillo se perdía por el blanconacarado de la taza del váter, unos ojos me espiaban. ¡Era mi invitada! ¡Que sehabía venido detrás de mí sin yo advertirlo y ahora miraba mi pito mientras yohacía pis y lo señalaba y riéndose decía: "tu pito"! La verdad es queme dio un poco de vergüenza y hasta me debí poner colorado. Cuando terminé mevolví con ella al salón, pero a partir de este momento por mi mente no dejaronde pasar ideas para engatusar a mi vecina y hacer guarrerías con ella. Meestaba poniendo súper cachondo y tenía el pito como una alcayata.
—Luisa, ¿quieres verme otra vez el pito? —le pregunté dejandode jugar.
Ella sonrió pero no dijo nada. Sin resistirme más me levantéy ni corto ni perezoso me bajé las bermudas y los calzoncillos, dejando al airemi querida y dura alcayata.
Luisa se rio y volvió a señalarlo y a decir " tu pito".Entonces cogí su mano y la acerqué poniéndola encima. Ella seguía riéndosemientras con la otra mano se tapaba la boca, pues parecía que le diesevergüenza el tocarlo.
El caso es que con el toqueteo me emocioné pensando encumplir mi sueño de aquel entonces de echar un polvo. Después de todo, ¿quémalo tenía?, ella era mayor que yo en edad y no parecía disgustarle aquellosjuegos.
Me senté junto a ella y comencé a acariciarle sus tetas,estaban blandidas y suaves. Ella me miraba y sonreía dejándose hacer. Y yo nome lo creía, ¡un cuerpo femenino sólo para mí! Le subí la camiseta y le vi elsujetador blanco, sencillo pero precioso. Entonces le acaricié los pechos porencima y me puse como una moto por momentos.
Intenté desabrocharle el sujetador, pero luego pensé que sivolvía su madre no me daría ni tiempo a volver a ponérselo así que desistí dequitárselo. Así que le bajé los tirantes y conseguí bajárselo un poco y verlelos pechos desnudos, con sus pequeños y sonrosados pezones. Recuerdo que se losbesé y creo que también se los lamí tímidamente con la punta de la lengua. Estole hizo reír, pues parecía que le hacía cosquillas.
Luego me decidí a levantarle la falda y acaricié sus muslosblancos y suaves, ella seguía sin protestar, lo que me animó a separar susmuslos para verla mejor. Sus braguitas blancas, de algodón lisas, donde su coñose podía intuir bajo la tela, con un montón de pelos en su pubis. Lo palpé allímismo y efectivamente al tacto noté lo esponjoso de su vellosidad. A estasalturas ya, ¡estaba que me salía!
Pero justo en el momento sonó el timbre de la puerta y rápidamentedi un respingo y salté del sillón. Con mi corazón a punto de salírseme por la boca.¡Si no llega a ser porque la cerré la boca intentando tragar saliva se meescapa!
Me relajé un momento, mientras Luisa gritaba: ¡mamá, mamá! Ysalía disparada por el pasillo. La dejé ir y me recompuse, poniendo la mejor demis sonrisas y disimulando con una mano en el bolsillo de mi pantalón salí a suencuentro.
Cuando la vi, Luisa ya había abierto la puerta y se abrazabaa su mamá. La saludé y entonces ella me dio las gracias por cuidar a su hija. Entoncesme invitó a acompañarlas para tomarnos un refresco en su piso y aunque rechacé amablementela oferta, sintiendo que mi badajo aún palpitaba en mis bermudas, pero ella mecogió del brazo y me sacó literalmente de mi casa, así que no me quedó másremedio que irme con ellas, seguramente colorado como un pimiento, temiendo quenotase mi erección.
Ellas dos también vivían solas, su marido se habíadivorciado de ella hacía muchos años, me contó.
Puso algo de picar y unas bebidas bien fresquitas y nossentamos a ver en la tele al Arguiñano cocinando. Entonces la madre aprovechópara ir a cambiarse y volvió ataviada con una blusa bastante transparente yunos shorts que mostraban sus largas y turgentes piernas morenas. ¡Esto me pusoen alerta! No podía evitar dejar de mirarle sus tetas, con su sujetador blancotransparentándose bajo la blusa y creo que ella se dio cuenta más de una vez y aunqueno dijo nada no paraba de sonreír y no pareció molestarle.
Por la tarde nos bajamos a la piscina con mi madre y la suyay allí jugaba con Luisa en el agua. Estábamos solos pues era el mes de agosto ycasi todos los vecinos estaban de vacaciones en la playa. De modo que teníamostoda la piscina para nosotros, así que me dediqué a acariciarle el culo disimuladamentebajo el agua y me atreví incluso a palpar su entre pierna cuando nuestrasmadres no miraban. Ella disfrutaba jugando conmigo, así que estábamos súperbien juntos y eso creo que sí era evidente para nuestras madres.
Por la noche cené y me fui a dormir rápidamente, hasta mimadre se sorprendió, pues normalmente me iba a la cama muy tarde y nosquedábamos juntos viendo la tele. Pero hoy tenía muchas pajas atrasadas y mecorrí como nunca rememorando las excitantes vivencias del día.
Al día siguiente eché en falta a mi vecina así que fui yo avisitarlas y nos fuimos los tres al centro. Mis vecinas eran muy simpáticas yhospitalarias conmigo así que yo les correspondía con chistes y locasocurrencias de la edad. Recuerdo que la madre estaba bastante buena,especialmente me gustaban sus enormes pechos, y sus largas piernas, pues Elisaera una mujer bastante alta, como su hija. Encima le gustaba vestir con ropaajustada, transparente y escotes pronunciados. Total que le dediqué más de unade mis masturbaciones solitarias en aquellos días.
Esa noche también salimos todos juntos a cenar a un Burger ytras la cena nuestras madres se quedaron viendo la tele en casa de Elisa,mientras yo conseguí llevarme conmigo a Luisa a la mía, para: jugar a losvideojuegos —les dije—y quedaron conformes.
Cuando entré en casa mi excitación era máxima, el estómagome hacía cosquillas mientras pensaba en un plan para saciar mis ansias de sexo conLuisa.
Le puse un juego facilón que tenía y le dejé el mando paraque ella jugara. Mientras, yo me coloqué en su espalda sentado en mi cama ydese atrás la abracé. Comencé por a acariciar sus pechos, palpándolossuavemente, buscando con mis yemas sus pezones en las puntas. Luisa reía puesdecía que le hacía cosquillas.
Luego bajé mis manos y acaricié sus muslos desnudos,subiendo las llevé hasta sus inglés, cubiertas por unos pequeños shorts devaqueros recortados, yo quería palpar allí pero los éstos me lo impedían, porlo que volví a sus pechos, pero esta vez deslicé mis manos bajo su camiseta y aflor de piel recorrí su barriguita hasta coger sus pechos menudos y sensuales.
Su sujetador impedía que pudiese cogerlos bien, así que condificultad luché por quitar los broches a su espalda, hasta que lo conseguí.Mientras Luisa, divertida reía y repetía: “cosquillas”.
Cuando mis manos por fin cogieron sus pechos desnudos Luisagimió y yo me excité muchísimo, sentí claramente sus pezones duros en mismanos, los acaricié suavemente con mis yemas y ambos nos unimos en unaexcitación creciente.
Bajé de nuevo las manos y desabroché sus shorts. Introdujeuna con dificultad bajo sus bragas y alcancé la suave vellosidad de su pubis.Allí luché porque mis dedos alcanzasen su rajita entre su bello y siguiendo elrastro de humedad mi dedo corazón aterrizó sobre ella.
Estaba muy excitada a estas alturas, mi dedo se mojó en suraja, pero estaba tan apretado, que apenas tenía libertad de movimiento paragozar.
Luisa gemía con mis caricias, así que decidí dar porterminada la partida y colocándome frente a ella tiré de sus shorts parabajárselos. Esta cooperó y me facilitó bajárselos. Luego tiré de sus blancasbraguitas y por fin descubrí su sexo, cubierto por una capa de finos belloclaro. ¡Era una visión deliciosa!
Me eché sobre ella en la cama y levantando su camiseta lecomí los pezones, Luisa gimió de placer ante mi sensual ocurrencia. Luego fuibesándola mientras bajaba por su estómago y ésta permaneció tendida, inmóvil ytremendamente excitada.
Cuando llegué a su sexo besé sus pelillos, lamí sus ingles ybajé hasta la pequeña rajita que se ocultaba entre ellos. Saqué mi lengua ytímidamente la recorrí de abajo a arriba.
Con tan sólo el simple roce la chica gimió más alto de loque hasta ahora lo había hecho. Mientras yo saboreé apenas con la punta de milengua, su sexo. De modo que decidí hundirla un poco más en sus labiosvaginales y llenarla con sus jugos para así conocer a qué sabía un coño.
La sensación fue espectacular, noté un sabor amargo como apipí y también un sabor dulce y meloso de sus jugos, decidí seguir lamiendo ycomiendo cuanto saliese de allí, mientras Luisa gemía y gemía, lánguidamentetumbada en la cama de mi cuarto.
Aquella noche disfruté de una comida de coño por primera vezy bebí tantos jugos que acabé saciado, al final la suave textura de sus jugosme embriagó y fueron tantas las lamidas que le di que finalmente Luisa alcanzósu orgasmo mientras se lo chupaba, convulsionándose frenéticamente encima de lacama.
Cuando terminó me senté a su lado y la dejé descansar.Aunque yo no podía más así que extraje mi polla de mi pantalón y mientras laacariciaba con una mano me masturbaba con la otra.
Allí estaba, un cuerpo joven y muy bonito palpitando porqueyo la había llevado al éxtasis, y allí estaba yo, masturbándome mientras mimano acariciaba su sexo, húmedo y caliente, palpaba sus pechos, redondos yfirmes, con sus pezones duros y rosados.
Decidí que me la cogiese ella con la mano y me masturbara, yasí lo hice. Tímidamente Luisa se incorporó y asiéndola mientras yo con mi manola guiaba, comenzó a cascármela.
Estábamos muy próximos, así que fue inevitable que nuestroslabios se unieran y se saborearan mientras me masturbaba.
Aquello era delicioso, yo le chupaba dulcemente sus labiosmientras ella me masturbaba y liberando ya su mano decidí volver a coger suspechos y más abajo su culo desnudo abrazándola.
Ignoraba el rato que llevábamos así y temía que mi madrepudiese volver en cualquier momento, así que ya no podía esperar más. Aparté sumano delicadamente y la cogí con la mía, masturbándome con frenesí alcancé miorgasmo en segundos.
Mi leche saltó de repente y como una blanca fuente, ante losatónitos ojos de Luisa, fui soltando chorros por aquí y por allá poniéndomeperdido. ¡Qué excitante sensación! Correrme tras haber comido un coño, besado auna chica y que ésta me hubiese masturbado.
Preocupado porque llegase mi madre me limpié rápidamente,también limpié un poco a Luisa y la ayudé a vestirse, le puse sus braguitas, lesubí sus shorts y le abroché el sujetador, fue todo como muy natural, unosmomentos también muy sensuales, mientras nos mirábamos y sonreíamos… ¡habíamossido chicos malos!
Casi en seguida volvió mi madre, así que acompañé a Luisa asu casa, en realidad estaba en frente de la mía, pero bueno, así me despedídándole un beso de buenas noches. A la vuelta mi madre me felicitó, pues segúnella estaba siendo muy cariñoso con mi vecina, le dije que no me importaba, esmás, ¡era un auténtico placer!


2
Al siguiente día me fui a casa de mi vecina y me la traje ami piso con la excusa de jugar a videojuegos, pero su madre tenía idea de ir acomprar bikinis para ella y para su hija, así que ante la expectativa de ver aaquellas dos mujeres en bikini y actuar de jurado no me lo pensé dos veces ydecidí acompañarlas.
¡Mereció la pena! Pasamos a los probadores esperé en elpasillo a que la madre se probara un bikini y cuando abrió las cortinas debíquedarme con la boca abierta ante la visión de su precioso cuerpo con un bikinicolor naranja con flores blancas estampadas en la tela que se había puesto.
¡Esos muslos, esas hermosas tetas! Tuve que concentrarmepara no empalmarme allí delante de ella.
—¿Qué tal me sienta Ismael? —me preguntó inocentemente.
—¡Yo creo que muy bien! —exclamé anonadado.
—¿Si verdad? —dijo ella mirándose la parte de abajo mientrasse estiraba las costuras.
—¡Eres muy guapa! —añadí balbuceando en un inocente ataquede sinceridad.
Elisa soltó una carcajada y a modo de premio se acercó y mebesó en las mejillas. ¡De buena gana se lo hubiese dado yo con lengua! Lo buenode ir a comprar un bikini es que la mujer nunca se prueba el primero y se locompra, se prueba todos los que puede, así que ese día la vi con múltiplesmodelos y aprecié con gusto su sabroso y prominente culo y tetas. Es cierto quetenía algo de tripa pero no desentonaba para nada con el resto del conjunto.
—¡Oh gracias, Ismael!
Luego llegó el turno de Luisa y como no, su madre tambiénsolicitó mi opinión como “jurado”, así que las ayudé a elegir encantado.
El cuerpo de Luisa era mucho más menudo que el de la madre,pero Luisa era pura juventud, todo hay que decirlo y me parecía simplementepreciosa. Con un toque de ingenuidad y una sonrisa que son difícilmenteolvidables.
De vuelta en su piso me invitó a tomar unos tomamos unosaperitivos, como ya era costumbre. Yo la ayudé a prepararlos mientras su hijaveía la tele.
Mientras estaba en la cocina a solas con ella, soñabadespierto, me imaginaba poniéndome detrás de ella, cogiéndole la falda ybajándole las bragas para metérsela desde atrás y follarla allí mismo.
Elisa olía tan bien mientras estaba a su lado que casi podíasentirla en la lengua, con su perfume embriagador. Me imaginaba cómo seríalamerle el coño, como ya había hecho con su hija y que esta me regalase susgemidos de amor.
—Me ha gustado que me acompañes a compras los bikinis —afirmóella mientras cortaba un poco de pan.
—¿Y eso por qué, si no he hecho nada?
—Cómo que no me has dicho que estaba muy guapa en bikini yeso anima a una mujer de mi edad.
—¡Bueno, la verdad es que se me escapó! Me daba vergüenzadecírtelo —confesé.
—¡Eres un sol! —afirmó dándome otro par de besos.
—¿Cuántos años tienes? —pregunté yo inocentemente.
—¡Uy muchos! —contestó eludiendo la pregunta hábilmente.
—No será para tanto mujer, yo te veo muy guapa en bikini—reiteré.
—¡Uy gracias de nuevo, es que eres un solazo de los grandes!
Estando ya en el salón ella se sentó a mi derecha en unsillón orejero, mientras que su hija y yo estábamos frente de la tele. De formaque cuando se acercaba a coger algo se echaba hacia delante y le veía elsujetador. También le miraba sus muslos pues los tenía un poco abiertos y suscarnes asomaban graciosas, ¡incitándome a hincarles el diente!
Mientras tanto mi madre me llamó para decirme que no iba air a comer, así que nuestra vecina se ofreció para que comiese con ellas. ¡Estabaencantado de estar a solas con madre e hija, mientras mi imaginación volabaviendo sus cuerpos a mi lado! Y deseaba tener una oportunidad con la madre,¡más que nada en el mundo!
Luego se fue a echar la siesta, yo le dije si Luisa se podíavenir conmigo a jugar a la consola, ¡y no le importó! Así que nosotros noecharíamos siesta, ¡eso seguro!
Cuando entré en casa sentí la misma excitación de la nocheanterior. La llevé a mi cuarto y sin más demora la desnudé, le quité todo camiseta,sujetador, pantalones y braguitas y desnuda la contemplé con los ojos del lobodel cuento.
Entonces me desnudé yo y mostré mi palo erecto a Luisa,quien, un tanto asustada al verme desnudo, empezó a ponerse nerviosa.
La senté en la cama y comencé a acariciar su espaldamientras le echaba el brazo por los hombros. Luego la besé repetidas veces enlas mejillas y finalmente en los labios. Aproveché entonces apara acariciar suspechos desnudos y poco a poco Luisa se fue calmando.
La tumbé en mi cama y comencé a darle besitos por el cuelloy los pechos, y así fui bajando, pasando por su vientre plano, su ombligo hastallegar a sus ingles, donde le hice cosquillas con mi lengua juguetona antes decomenzar a comerle de nuevo su rajita.
Luisa gimió y gimió y como en el cuento de caperucita, ¡ellobo, hoy, sí que se la comería!
Por fin me planteé el metérsela, me coloqué encima suyo y meeché en la postura del misionero intentando penetrarla, pero no hubo manera.¡No encontraba el hueco! Creía estar cerca perno no lo lograba, sin duda estabapagando mi falta de experiencia, así que me tranquilicé, me coloqué entre susmuslos, se los levanté y busqué mi espacio.
Apunté mi polla a su raja y presioné un poco, entonces Luisadio un pequeño grito y me asusté, retirándome en ese instante. ¡No sabía quéhacer, pero estaba tan excitado que tampoco quería esperar! Le acaricié un pocosu sexo con los dedos, hasta que la chica ronroneó de nuevo como una gatita encelo y ahora volví a intentarlo consiguiendo meterla un poco más y esperé conella dentro. Luisa se quejó pero esta vez aguantó.
Entonces comencé a moverme despacio, sin meterla mucho,Luisa empezó a disfrutar, así que seguí y seguí y casi sin darme llegué al orgasmo,la saqué justo a tiempo y me corrí en su barriga. ¡Mierda! —pensé—, ¡qué pocohe aguantado! —añadí—. Así que no tuve más remedio que coger mi camiseta y limpiara la pobre Luisa que seguía ronroneando como una gatita en celo.
Me tumbé a su lado y le acaricié la cara y el pelo. Ellaparecía estar contenta hasta se permitió jugar con mi pene que ahora estabaalgo flácido. Me quedé dormido y al despertar miré el reloj sobresaltado,pensando que mi madre podía volver en cualquier momento, pero sólo había pasadomedia hora.
Luisa dormía, así que contemplé su cuerpo desnudo, tanblanco y suave y comencé a acariciarle de nuevo su coño, seguía húmedo yresbalaba bien. ¡Se había manchado con algo de sangre y lo peor es que habíamanchado mis sábanas! No importa luego las cambiaría. Me eché de nuevo sobreella y le volvía a meter mi polla, esta vez casi no encontré resistencia. Volvía follarla despacio, aunque esta vez sin tanto miedo como antes y Luisadespertó cuando yo ya me movía encima suyo, pero no pareció disgustarle lasorpresa.
Encarados en la postora del misionero, con ella apenas aunos palmos de mi cara, contemplé como gesticulaba ante mis acometidas, como elplacer se reflejaba en su rostro, un dulce placer, el que le nosproporcionábamos mutuamente mientras nuestros cuerpos conectaban.
Ella me acariciaba los brazos, mientras yo los tenía entensión, para sujetar mi cuerpo sobre ésta, y mientras, culada tras culada, meacercaba al inevitable final.
Esta vez aguanté un poco más, me corrí mientras la sacabarápidamente de su raja para no echarle nada dentro y de nuevo sus pelillosrecibieron mi descarga de semental en celo. Cuando terminé la escurrí y tuve latentación de volver a entrar, y no pude resistirme, su coñito estaba tan calientey húmedo que era una delicia volver a meterla allí dentro.
Luego salí de nuevo de ella y volvía a echarme a su ladopara descansar. Minutos más tarde la llevé al baño y nos duchamos juntos,mientras nos limpiábamos mutuamente nuestros cuerpos sudorosos, manchados por losjugos del sexo.
Luego lavestí, quité las sábanas manchadas de rojo y las metí en la lavadora y lastendí cuando esta acabó. Mi madre me preguntaría más tarde porqué lo habíahecho, yo le dije que algo me sentó mal y vomité sobre ellas en la siesta. Aparentementela trola coló y no hizo más preguntas al respecto.
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Tengo tan buenos recuerdos de aquel Caluroso Verano, que ya no sé si fue ficción o pura fantasía hecha realidad. Todos esos momentos perdurarán para siempre en estas letras impresas, resistiendo el paso del tiempo, permitiendo ser descubiertos por aquellos que ansían vivir aquel Caluroso Verano...

2 comentarios - El caluroso verano ya está aquí...

Apolo_alado
Necesito mas continuación de esta historia
Eldinpro
Queremos massssss...la continuación por favor!!