La virginidad tardía de Magdalena

La atrevida Magdalena

La virginidad tardía de Magdalena

En los días previos Magdalena estaba nerviosa, Tobías la había citado para aquella tarde, advirtiéndole que conocería al que podría ser su pareja, ¡por fin un pretendiente! —pensaba Magda, ilusionada con el futuro por una vez.
 Nerviosa entró a la consulta, más Tobías afable la recibió con cariño y la tranquilizó con sus palabras.
—Tranquila, no pasa nada, comenzaremos con un masaje y cuando estés lista haré pasar a tu hombre —dijo Tobías refiriéndose ya con el posesivo al hablar del joven Baldomero.
—¿Sí, pero si no le gusto? —dijo Magda insegura.
—Si no le gustas, habrás disfrutado del camino, perdiendo tu virginidad de una vez, ¿no Magda?
—Sí, tienes razón Tobías, ¡ojalá funcione y nos enamoremos!
—Bueno chica, pasa a la sala y tratemos de relajarte un poco antes del encuentro.
 Así la chica entró a la sala y se desnudó, para echarse a continuación sobre la camilla donde Tobías le daría un masaje.
 Él entró tras unos minutos y descubriendo su toalla por la espalda, la dejó doblada en su cintura. A continuación, como era costumbre, derramó una generosa cantidad de aceite sobre su piel y lo extendió con ambas manos, dando friegas a la chica desde el cuello hasta su trasero, deslizando delicadamente los dedos bajo sus braguitas hasta alcanzar los hoyuelos de sus caderas. Luego se centró en sus costados y masajeó a conciencia sus pechos, suaves y delicados.
—¡Oh Tobías! ¡Qué bien lo haces! —exclamó la chica sintiéndose ya más relajada, pero la excitación corría también por sus venas.
 Ahora el hombre pasó a sus piernas, relajó sus plantas de los pies, luego sus pantorrillas y fue subiendo hasta sus carnosos muslos, donde puso especial hincapié en las caricias en su cara interior, con sus braguitas ajustadas metidas en la raja de su culo.
 Decidió retirar la toalla y dejar su prenda íntima solamente para taparla. Ahora derramo una generosa cantidad de aceite hasta empapar la tela y luego sus manos masajearon sus glúteos, tanto por encima de la tela como por debajo.
 Tobías sintió la gran excitación de la muchacha que temblaba de placer bajo sus caricias insinuantes. Deslizando sus dedos por sus ingles, le pidió que se parase sus muslos un poco aunque Magdalena los tenía tan carnosos que no dejaban ver el pequeño triángulo formado por su pelvis y éstos. Aun así Tobías introducía sus dedos entre ellos, deslizándolos pegados a su trasero, por sus ingles colocándolos, rozando su gran surco, muy lubricado y excitado.
—¡Oh Tobías! ¿Y si al meterla me hace daño? Pues como te dije soy virgen —dijo Magda expresando su primera preocupación.
—Tranquila chica, le diré que te trate con cariño y que lo haga muy despacio —dio él para tranquilizarla—. ¿Puedo retirar tus braguitas?
—Sí claro, de todas formas acabaré sin ellas, ¿no? —sonrió la Magdalena.
 Retirando sus bragas, empapadas en aceite, su hermoso culo lució en todo su esplendor. Tobías se empleó a fondo con sus glúteos, disfrutando de tanta abundancia de carne, se permitió introducir sus dedos en sus cachetes y rozar con ellos su ojal, el perineo y la encharcada entrada de su sexo. Insinuantes, sus dedos penetraron suavemente la vagina de aquella virgen.
—¡Oh Tobías! ¡Qué cosas me haces! ¿Te gustaría meterme tus dedos en mi virginal parte?
—Eso sería estropear la sorpresa Magda, sentir una verga en tu entrada y cómo esta entra por primera vez es una experiencia que creo que debes degustar con placer.
—Entonces si tú quieres ser el primero, te ofrezco mi virginidad a ti Tobías. Será nuestro pequeño secreto.
—Lo que me dices ciertamente me tienta Magda y sería el mejor regalo para mí, pero creo que no soy yo quien lo ha de recibir sino él, entrégaselo y sabrá apreciarlo.
—¡Oh Tobías estoy más que lista! —dijo de nuevo Magda mientras el hombre seguía pululando con sus dedos en torno a su generoso trasero.
 Entonces Tobías le indicó que se bajase de la camilla, se echara sobre ella y poniendo su culito en pompa, tapó sus ojos desde atrás.
 Ahora masajeó sus hombros y bajó hasta sus pechos, agarró estas generosas carnes y las juntó en su canalillo, para endurecer a propósito sus pezones hasta ponerlos gordos y duros.
—¡Oh Tobías! ¡Qué delicioso masaje! Anhelo que venga ya tu amigo y conocer a un hombre por primera vez.
—Muy bien, creo que ya habrá llegado, quédate ahí un momento. Saldré a por él y también taparé sus ojos —dijo Tobías
 Magda asintió. Entonces él salió y efectivamente halló a Baldomero en su consulta esperando. Tras saludarlo le puso en situación, le pidió que tapara sus ojos y le explicó que fuese muy cauteloso con aquella muchacha, que tuviese mucho tacto al tocarla pues la chica era la primera vez que estaba con un hombre.
 Éste, emocionado, prometió hacer todo lo posible por complacer a tan preciosa muchacha.
 Le pasó dentro haciendo de lazarillo, hasta dejarlo justo antes del culito desnudo de la chica.
—Magda, te presento a Baldomero.
—¡Hola Baldomero! —dijo una excitada Magda.
—¡Hola Magda! —dijo un nervioso Baldomero.
 Entonces Tobías, tomó las manos de Baldomero y la posó sobre el culo desnudo y palpitante de la joven.
—¡Aquí está Baldomero! Trátala con cariño y despacio, como ya hemos hablado —dijo Tobías frente a Magda para que esta le oyese.
—¡Sí, sí! ¡Así lo haré! —prometió el joven.
—Acaríciala, familiarízate con su cuerpo, esto os ayudará a conectar.
 El muchacho acarició su hermoso trasero, paseó sus manos en círculos y tembloroso decidió pasar ahora sus dedos por en medio, desde abajo hasta arriba, así rozó el sexo de ella que dio un leve respingo al sentir el suave contacto.
—¡Así muy bien chico! ¡Acaríciala insinuante, de forma que ella desee más y más! —le susurró Tobías a su lado.
 El joven volvió a pasar sus dedos, esta vez de arriba a abajo, deslizándolos por sus cachetes, rozando su ano, el perineo y suavemente sus ingles con ambas manos, bajándolas hasta sus muslos y subiéndolas por estos de nuevo hasta su culo. Luego las extendió por su espalda y pasándolas bajo sus axilas asió sus pechos, coronados por gruesos pezones.
 Con un nuevo gemido de la chica, dio su aprobación ante las caricias del hombre.
 Mientras Tobías contemplaba todo de cerca y tenía que admitir que le excitaba ver a aquella pareja de desconocidos intimando. Era el placer del voyeur y aunque parezca extraño, ellos consentían su presencia, dado lo inusual del encuentro.
 Tras las caricias iniciales Baldomero se desabrochó el pantalón y lo bajó, junto a su prenda íntima, descubriendo su gorda verga, presta y dispuesta a hacer las delicias de la chica. Pero ahora que de cerca la veía Tobías pensó, ¡que su grosor no sería del agrado de ésta!
—Está bien, ahora ve con calma, colócala en la entrada de su sexo y simplemente frótala para que sienta el deseo. Tú Magda, siente libre de moverte a tu antojo para rozarte con su miembro y cuando estés preparada muévete hacia atrás y siéntela más dentro.
 Tanto él como ella asintieron ante las instrucciones precisas de Tobías.
 Entonces su rosado glande contactó con sus labios vaginales, profusamente lubricados, excitados he hinchados. Y como le había dicho, la movió hacia arriba rozando su ano y hacia abajo, rozando su clítoris, provocando un mar de placer a la muchacha sólo con lo incipiente de la penetración.
—¿No la tendrá muy gorda, no? —dijo Magda, un poco preocupada.
—¡No Magda, tú siéntete relajada! —dijo Tobías para tranquilizarla ante el gesto de extrañeza del muchacho que sabía del tamaño de su herramienta.
 Con una palmadita en la espalda de Baldomero este siguió con la práctica del roce y entonces Tobías tuvo la idea de ponerse frente a la chica y dar un masaje a su espalda frente a Baldomero sin que este lo percibiera, pues como ella tenía los ojos tapados.
 Su idea surtió efecto y Magdalena se relajó bajo las expertas manos de Tobías. Finalmente ella misma comenzó a mover su cintura insinuante y a echarse para atrás suavemente, clavándole Baldomero su estaca de carne, poco a poco ante la atenta mirada de Tobías, que no perdía detalle desde delante del espectáculo.
 Más cual no fue su sorpresa al notar cómo la chica palpaba su entrepierna, hallándola erecta y dispuesta, secretamente la Magdalena, extrajo su dura estaca y abriendo su boca decidió complacer también al maestro, tragándosela con deliciosa calma.
 Tobías sintió un gran deleite, por lo inesperado del evento y por la boca abrasadora de la complaciente Magdalena. ¡Ese sería un nuevo secreto!
 Finalmente, la atrevida Magdalena hizo un movimiento hacia atrás y se clavó la dura estaca de Baldomero, quien se aferró con más fuerza a sus anchas caderas y bufando empujó hasta llenarla bien por dentro.
 A partir de ahí todo se precipitó, ella jadeó de placer y él aulló mientras aferrado a su cintura le daba culada tras culada. Pero para Tobías su placer se había detenido, así que devolvió su erección a la boca caliente de Magda, quien retomó su anterior ocupación con deleite y con pasión.
 Fue una follada no muy extensa en el tiempo. Pues eran muchos los nervios y la excitación, pero fue suficiente para que ella se corriera y él, sintiendo las contracciones, los gemidos y los alaridos de esta, sacara su gruesa verga y masturbándose en su espalda la regara profusamente, derramando sus andanadas de blanca leche.
 Jadeantes los amantes, se fueron poco a poco apagando, hasta que todo fue calma. Tobías por su parte, en el final prefirió mantenerse al margen, liberar a Magda de su felación para que esta sintiera sin molestias el intenso orgasmo y siendo partícipe de la copiosa corrida del macho a su espalda, disfrutó simplemente viéndolo correrse sobre la hembra al mismo tiempo que ella se derretía y secretamente se masturbaba bajo su vientre.
 Cuando todo fue calma, Baldomero se subió el pantalón y bajo las indicaciones de Tobías salió de la estancia.
—¡Lo he hecho bien! —preguntó haciendo gracia a Tobías.
—¡Lo has hecho fenomenal chaval! Espera noticias de ella, irá a visitarte a tu casa cuando tome una decisión.
—¡Ya la estoy esperando! —dijo el joven muchacho.
 Y retornando a la estancia, descubrió a Magda aún jadeante, en la misma posición, disfrutando un rato más del placer que recibió masturbándose secretamente bajo su vientre, viendo este sus dedos asomar por debajo de su sexo desnudo.
 Entonces Tobías limpió su espalda con delicadeza y con cariño…
—¡Oh Tobías, qué maravilloso ha sido esto! ¡Gracias por darme esta oportunidad! —dijo ella de repente agradeciéndoselo mientras él la limpiaba.
—Me alegra que te haya gustado tanto, gracias a ti por tu sorpresa, no me esperaba tal regalo —dijo él refiriéndose a su felación durante el acto.
—¡Fue una loca idea! Noté tu pelvis chocar con mi cabeza y deseé mamarte tu miembro, ¿crees que soy muy puta por eso?
—¡En absoluto mujer! Eres una mujer preciosa y ahora que estamos solos te confieso que deseo tu cuerpo —dijo Tobías acariciando su culo aún con ella echada en la camilla.
—¡Oh maestro tómame! Para mí es un honor el que me poseas, me entrego a ti con gran placer.
 Y dicho esto Tobías extrajo su verga aún dura y apuntándola al sexo caliente y henchido de la muchacha, lubricó su punta con sus propios jugos, paseándola por su surco arriba y abajo. Y sin más demora la coló dentro de su vagina, sintiéndola caliente y suave como la mantequilla. Así el maestro comenzó a follar a la atrevida Magdalena y esta de nuevo a gozar de una segunda penetración el día en que perdió su virginidad tardía.
 Entre gemidos de ella, él se chupó el dedo gordo y tapando su ano, lo pulsó al ritmo de cada penetración, esto tensó su sexo haciéndolo más jugoso y apetecible, así que se lo metió dentro del culo y notó como su vena palpitaba en su interior. Ante la sorpresa la Magdalena gimió más alto y él se permitió penetrarla con su dedo más profundamente en su culo, mientras la follaba sin prisa pero sin pausa.
 —¡Oh Tobías, sin duda eres un maestro del sexo! Esto que me haces me da más placer —confesó la muchacha mientras Tobías ya sacaba su verga de su vagina para conducirla hacia su ano, presionándolo con firmeza pero con suavidad.
 La chica se quejó y apretó los dientes…
—¡Tranquila hija! Apretar es un error, relaja todo tu cuerpo, abandónate como si estuvieses inerte y toro irá mejor.
 Y siguiendo los consejos del maestro la chica se relajó y su verga en su culo entró. Follándola analmente ahora, los gemidos de nuevo aparecieron, y su culo recibió los envites con renovado brío de un caliente Tobías, que la folló por su secreto agujero, haciéndola perder por segunda vez su virginidad aquel día.
 Cuando se corrió en su culo, sus contracciones le provocaron a ella su segundo orgasmo, que la dejó sin fuerzas sobre la camilla echada. Mientras Tobías apuraba sus contracciones, lentamente la sacó, liberándola de la íntima presión en su ojal, algo que ella agradeció mientras suspiraba y jadeaba.
—¿Lo he hecho bien maestro?
—¡Lo has hecho genial Magda! —dijo Tobías resoplando, pues ya no recordaba un sexo tan intenso.
—¡Oh maestro, cuánto placer me ha dado hoy! ¡No hay dinero para pagarlo!
—En eso tienes razón, pero para mí has sido un regalo en esta tarde Magda, lo que me has dado, no se paga con dinero —dijo él.
 Y así despidió a Magda, con un casto beso en la frente y una palmadita en su trasero, ante una preciosa mirada con de sus ojos verdes y una sonrisa con perlas blancas en sus dientes...
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Este ha sido una caliente experiencia perteneciente a  El Curandero: El hombre que excitaba a las mujeres; donde Tobías ha preferido deleitarse con el placer de ver en lugar de gozar el mismo, pues a veces el deleite de mirar no es despreciable para nada, una buena follada compartida en tu mente, con la visión del sexo descarnado, de ella y él gozando es algo supremo...

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