El Curandero: El hombre que excitaba a las mujeres

Tercera sesión conMagda
 

El Curandero: El hombre que excitaba a las mujeres

Magda entró en su consulta tan sonriente que casi ni la reconoció. Tobías la saludó y esta le dio dos besos en las mejillas y lo abrazó.
—Pues si que estás contenta hoy, ¿no? —exclamó Tobías mientras esta le quitaba el carmín que su beso le había dejado en sus mejillas.
—¡Si! Su tratamiento funciona ya no me duele la espalda y estoy contenta, ¿sabe?
—Me alegro Magda, esa es una buena noticia —admitió Tobías—. Bueno cuéntame cómo te ha ido la semana.
—¡Bien, bien! He estado más animada y he disfrutado más de todo, ¡hasta empezado a perder peso! —replicó Magda entusiasmada.
—Esa es sin duda una buena noticia —asintió Tobías—. Bueno, entonces creo que ya hemos terminado, ¿no?
—¡Oh no Tobías! Estaba deseando que llegase esta tarde, por nada del mundo me perdería una sesión de tus manos sobre mi cuerpo —asintió Magda.
—Está bien Magda, pero has de comprender que no puedes estar siempre viniendo a mi consulta si ya te encuentras bien.
—¡Oh sí claro Tobías! Sólo me harán falta algunas sesiones más… —dijo la chica sonriente.

La pasó a la habitación contigua y la dejó sola para que ella se desnudase y se colocara en la camilla boca abajo.

Tobías entró y comenzó el ritual como era su costumbre. Con su aceite relajando la espalda desnuda de la chica, sus manos fueron frotándola desde sus caderas hasta sus hombros, para relajarla poco a poco.

Cuando ya estaba metido en faena y la chica disfrutaba de los roces sutiles sobre sus pechos al costado y sus sensuales hoyuelos en las caderas, unido a los aromas del incienso que Tobías quemaba y sus aceites, Tobías le insinuó algo perturbador…
—Pues tal vez haya conocido a alguien que te podría interesar —le indicó.
—¿En serio, a quién, es del pueblo?
—Bueno, no vive en el pueblo, creo que vive en una casa en el campo.
—¿Ah sí? ¿Y cómo se llama?
—Seguramente le conozcas y eso te haga tener prejuicios contra él. También está buscando novia, creo que haríais buena pareja —le dijo él ante su escepticismo.
—¿Usted cree que le gustaré?
—Yo creo que sí, eres una chica muy bonita, ya te lo dije, tu piel es muy suave y tus curvas muy sugerentes le dijo mientras le acariciaba sus nalgas y las recorría con sus manos tras subirlas desde sus muslos.

Tobías entraba y salía de sus braguitas sugerentemente, sus dedos se deslizaban por sus elásticos y bajo la toalla que las cubría y bajo sus muslos se acercaban a sus ingles y se deslizaban sobre estas sensualmente recorriendo su elástico bajo la tela. Magda se sentía desfallecer con estos contactos sutiles y medidos.
—¿Magda tú eres virgen? —le preguntó de repente Tobías.
—Pues si Tobías, a pesar de haber cumplido veinticinco años, aún lo soy para mi desgracia —dijo ella apesadumbrada.
—¿En serio Magda? Tenía mis sospechas pero quería que me lo confirmaras, para mi aún eres muy joven —dijo Tobías para su tranquilidad—. ¿Y te gustaría tener un contacto íntimo con mi amigo?
—¡Qué cosas tienes Tobías, claro que me gustaría! Pero me lo preguntas aún sin conocerlo.
—Sería aquí en mi consulta, pero lo haríamos de una forma especial, ni él ni tú os conoceríais hasta haber consumado la relación.
—¡Cómo dices! Lo que me propones me escandaliza un poco Tobías —admitió la muchacha.
—Sí, lo entiendo Magda, pero sería muy sugerente, yo te daría un masaje y cuando estuvieses lista, como ahora —aclaró él deslizando su dedo bajo sus braguitas y recogiendo los jugos que de su sexo ya manaban abundantemente, arrancó un suspiro de Magda.
—¡Oh Tobías, qué atrevido eres! Pero sabes que no me molesta en absoluto, tú has sabido darme no solo placer con tus masajes, tan sólo escuchándote ya le levantas a una el ánimo.
—¿Entonces qué me dices, Magda? Te atreverías a que te lo presentara aquí en mi consulta, con los ojos tapados ambos, sintiendo el placer de vuestra carne y al terminar, si te gusta lo que ha pasado, puedes optar por quitarte la venda, al igual que él.

Magda se pensó su respuesta, mientras Tobías seguía con su insinuante masaje en la cara interior de su muslo.
—¿Y por qué no me tomas tú Tobías? Me gustaría entregarme a ti primero, ¿no lo deseas?

Tobías se sorprendió, por su atrevido ofrecimiento.
—Magda, para mí ya es un regalo tan sólo el ofrecimiento que me haces. Aunque yo soy ya feliz dándote mis masajes y haciéndote disfrutar con mis dedos en tu intimidad.

Y dicho aquello Tobías deslizó de nuevo sus dedos por encima de su excitado surco, exprimiendo sus jugos una vez más y arrancando un quejido de la muchacha sobre la camilla.
—¡Oh Tobías, está bien! ¡Haz con mi cuerpo lo que quieras, me pongo en tus sabias manos para que me des lo que desees!

Entonces Tobías, alcanzó su botón secreto y lo pulsó para desesperación de Magda, que sintió un gran placer con él íntimo contacto, mientras el hombre se permitía masajearlo en círculos y con sus dedos jugueteaba en la entrada de su excitado sexo, con sus labios vaginales tan hinchados y excitados que Magda gemía y gemía sin remedio.
—Te lo ofrezco una vez más Tobías, tómame aquí si quieres, te entregaré mi virginidad a ti si lo deseas —dijo Magda una vez más.
—Créeme que me estas tentando querida, nada me haría más feliz que recibir ese regalo, pero me gustaría que lo entregases a mi amigo aquí en mi consulta, yo estaría presente y sería para mí un placer verte gozar con él.
—¡Oh Tobías! ¿Me propones que me entregue a otro y me dices que te gustaría mirar? ¡Qué osado eres!
—Perdona si mi propuesta te escandaliza Magda, yo soy un poco raro, lo admito. Pero sí, eso me haría feliz y me llenaría de gozo.
—Entonces, ¡hecho Tobías! Cumpliré con tus deseos y me entregaré a tu amigo.

Para aquel momento Magda estaba a punto del orgasmo, así que Tobías sólo tuvo que insistir un poco más sacando jugos de su sexo, apenas rozándolo con las yemas de sus dedos, esta entró en éxtasis supremo. Se convulsionó sobre la camilla y tensando su espalda, cerrando sus muslos y abriéndolos alternativamente, se aferró a la camilla mientras apretaba los dientes y sentía como las manos expertas de Tobías la llevaban más allá del placer, ¡hasta el éxtasis supremo!

Como de costumbre, Tobías la tapó con la toalla y la dejó dormitar mientras él salía y se sentaba a meditar.

Magda echó una buena siesta y para cuando salió Tobías aún seguía meditando. Así que no le molestó y dejó un pequeño sobre bajo la estatua de la puerta.

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Acabas de leer un caliente fragmento de mi nueva obra El Curandero: El hombre que excitaba a las mujeres. Si te interesa te dejo aquí su sinopsis:
Todos tenemos un pasado, Tobías no era diferente en esto. Pero a diferencia de nosotros él necesitaba huir de dicho pasado, por eso buscó un pueblo perdido en el mapa y se lanzó a el como quien agarra un salvavidas...

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