Familia fe cornudos 6

Si por sí misma mi estancia en los Estados Unidos me parecía interesante, ahora, tras el desarrollo de los acontecimientos con Gus y todo lo que había venido después, se había convertido prácticamente en unas vacaciones pagadas.  De hecho, mucho mejor que unas vacaciones.  Estaba teniendo unas sesiones de sexo de lo más morbosas, y además muy intensas y algunas hasta extenuantes.
Tras el trío con Gus y Adriana, ella y yo habíamos vuelto a vernos varias veces a solas, pero ahora ella ya me dijo que le contaba a Gus cuando iba a venir a mi casa, que Gus había desarrollado el gusto por sentirse cornudo y que después cuando volvía, le pedía que le contase con detalle cómo yo la había follado, y que incluso le gustaba saborear mi leche aún escurriendo de su coñito.
También me contó que yo no había sido su primera aventura, pues ya en Venezuela habían hecho alguna cosa por el estilo, aunque nunca con un chico solo, siempre con parejas, y nunca con desconocidos, siempre con alguna pareja de amigos.  Lo que sí me dijo es que desde que se mudaron a vivir a USA, sus relaciones liberales habían cesado, y que yo les había abierto al morbo de nuevo, y que fue Gus el que la animó a bajar aquella primera noche al baño a tomar la iniciativa conmigo.
El hecho de saber todo aquello, le daba otra dimensión al sexo con Adriana, y aunque ella no le había contado a Gus lo del trío con su hija Lucía, yo no paraba de pensar cómo conseguir follarme a las dos delante de él.  Algo me decía que si su morbo por ser cornudo iba en aumento y disfrutaba saboreando mi leche en el coñito de Adriana, probablemente convertirse en sumiso sería un paso lógico y quizás hasta deseado por él.
Mientras tanto, iba quedando alternativamente con madre e hija, aunque no había vuelto a tenerlas a las dos juntas, y no por falta de ganas, pero cuando lo había intentado, siempre había surgido algún inconveniente, y no había podido ser.
El verano ya se había terminado, y era esa época del año en la que empieza a anochecer demasiado pronto, quizás una o dos semanas antes de Halloween. A petición de Adriana, había quedado para llevar a Lucía y a Jessy a comprarse algún disfraz.  Ella andaba ocupada con algo del trabajo que le estaba tomando demasiado tiempo últimamente y no podía llevarla, así que sabiendo que no diría que no, tiró de mí. 
Una tarde, al salir de trabajar, avisé a Lucía que se preparasen y me pasé a recogerlas.  Al llegar a su casa esperé en el coche a que salieran.  Las dos iban vestidas casi iguales.  Llevaban unos vaqueros muy ajustados que definía perfectamente sus preciosos culos, y una sudadera en la parte de arriba de colores distintos.  Con sus zapatillas de deporte, ambas tenían un porte muy juvenil, que poco o nada delataba a la apasionada y sexual mujer que era Lucía.  Verlas juntas así vestidas, me hizo pensar si Jessy no sería exactamente igual de sexual y apasionada….
Jessy subió por puerta de atrás, y a continuación entró Lucía en el asiento delantero.  Al hacerlo, se vino sobre mí, me abrazó y me dio un beso en la boca, dejando sus labios pegados a los míos unos segundos.   Me dejó helado, porque lo hizo sin ningún pudor pese a estar su hermana en el asiento trasero.   Yo no dije nada, pero en cuanto se separó Lucía miré por el retrovisor y pude ver a Jessy sonriendo disimuladamente.
Lucía – Bueno, ¿Dónde vas a llevar a estos dos bomboncitos?
Yo – Pues supongo que eso me lo tendréis que decir vosotras, ¿no?   ¿Dónde queréis ir?
L – A tu casa, jajajaja
De nuevo me quedé callado mirando a Lucía, interrogándola con la mirada.  No entendía a qué estaba jugando, pero me empezaba a quedar claro que ya le debía haber contado a Jessy, que de nuevo sonreía en el asiento trasero.
Y – Pues en mi casa pocos disfraces os vais a comprar…   ¿Hay algún sitio que conozcáis alguna donde vendan disfraces buenos?  Porque imagino que no querréis ir a un chino a comprar uno de esos malos, ¿no?
Jessy – Me ha dicho una amiga que hay una tienda en el centro que normalmente es tienda de ropa, pero que en esta época del año, suele tener casi todo dedicado a los disfraces para Halloween, y que en caso de necesitar algún arreglo, también lo hacen.
Y – OK, pues vamos para allí.
Me dio la dirección y dejé que el GPS nos guiase.  Por el camino ambas iban entretenidas hablando sobre de qué se iban a disfrazar para sus respectivas fiestas, y de los planes que tenían para Halloween.  Resulta que las dos iban a la misma fiesta, así que no querían coincidir en el modelo.  Entonces Lucía le preguntó a Jessy por un chico, y que como iba con él, que si había ya hecho algo con él o no.  Jessy se quedó callada, y cortada evidentemente ante la pregunta tan directa estando yo delante.
L – A ver si ahora te va a dar vergüenza hablar delante de Víctor sabiendo lo que sabes…
¿sabiendo lo que sabes?  Exactamente ¿hasta donde le habría contado a su hermana lo que habíamos hecho?  ¿Todo?  ¿Incluido lo del trío con su madre?
J – Jajajaja, joder Lucía, eres la leche.  No es lo mismo.  Una cosa es lo que te lo cuente en casa cuando estamos solas, y otra que te lo tenga que contar aquí delante de Víctor.
L – Pero si tú ya sabes que Víctor y yo no tenemos secretos, igual que no los tenemos tú y yo.
Es decir, se lo había contado todo…   Sus 19 años realmente podían ser desconcertantes.
J – Ya tía, pero no es lo mismo.  Además, que yo no tengo con él la misma confianza que tú.
L – Ya te gustaría, ¿eh?  Jajajajajaja
Y – Bueno, va, Lucía, déjala que no tiene que contar nada aquí.  Ya te lo contará luego en casa.
L – Ya, pero a ella bien que le moló que le contase como me follaste en tu casa.  Y bien que le gustaba preguntar cómo era tu polla, cómo besabas y si me habías tratado bien.
Joder, aquello hizo que mi polla cobrase vida.  Me quedé mirando a Jessy por el retrovisor, y ahora sí que estaba cortada.  Y sin embargo yo, viendo que ya no había nada que perder, decidí jugar también un poco.
Y – ¿Ah si Jessy?  ¿Y a qué venía esa curiosidad?
L – Jajajaja.  Tía, ahora no te cortes, si ya te he dicho que con Víctor puedes estar tranquila, que hay confianza.   – Y mirándome a mí, me empezó a decir -   Pues su curiosidad venía a que a la cría ésta le pones.  Debe ser que viene de familia y que también le gustan los hombres maduros, jajajaja.  Además, tiene un amigo que quiere enrollarse con ella, y ella como todavía es virgen no se termina de decidir, dice que no se fía de que lo vaya luego a contar por ahí.
J – Hala tía, joder, si eso cuéntaselo todo.  Tampoco hace falta que vayas anunciando por ahí si soy virgen o no.
L – Jajajaja, no se lo he contado todo… así que no te pases niñata.
Y – ¿Ah no?  Joder, pues ya que estamos en confianza, termina de contarme lo que falta, y así ya estamos los tres en igualdad de condiciones.
J – Luci, te mato!!!  Haz el favor
Lucía se moría de la risa, teniendo a su hermana entre la espada y la pared.   Y a mí ya me corroía la curiosidad, pero viendo lo violenta que se sentía Jessy, no quise indagar más en ese momento.  Ya me lo contaría después Lucía.
Llegamos a la tienda y empezaron a revolver entre la infinidad de disfraces, adornos y complementos que allí tenían.  Además ya sabéis lo que les gusta a las mujeres enredar, así que como vi que la cosa iba para rato, estuve aprovechando y mirando yo también algún disfraz para mí.   Evidentemente yo tardé mucho menos que ellas en dar con algo que me gustó, así que una vez había pagado, volví a centrar mi atención en ellas.
Tras buscarlas por toda la tienda, las encontré al fondo, con varias cosas en los brazos, ya a punto de entrar en los probadores.   Me fui hacia allí y les pregunté que qué tal iban, y en ese momento se quedó uno libre, y entraron las dos juntas.  Me quedé fuera esperando y al ratito salió Lucía con un disfraz clásico de enfermera sexy, con algunos detalles en rojo, con sus medias blancas sujetas con ligas rojas, unos guantes rojos y el vestido blanco bien ceñido a su cuerpo y algo escotado por arriba, que con sus pedazo de tetas tan grandes, casi me da algo al verla tan sexy.
Ella que ya conocía bien mis miradas, se reía y se sentía encantada con esa situación tan morbosa para ella;  Tenía todo el poder, provocándome en público y sabiendo que yo no iba a  poder reaccionar a sus provocaciones.  Se dio la vuelta y ofreciéndome el culo me preguntaba
L – Papi, ¿me queda bien?  ¿No me queda muy corto por detrás al agacharme?
Y la única salida que tenía era seguirle el juego, y hacerme pasar por su padre.  Ella lo estaba disfrutando de lo lindo.
Ahora la que salió fue Jessy, con un disfraz de catwoman, con la máscara puesta y todo, que al verla me quedé hipnotizado.  Era un mono negro totalmente ajustado, que al estar tan pegado a su cuerpo, se notaba perfectamente cada parte de su anatomía.  Llevaba también un cinturón ancho ceñido a su cintura que acentuaba aún más su silueta femenina.  Se le marcaba perfectamente el sujetador y las braguitas.  Además, en las piernas llevaba como unas medias de cuero brillante, que simulaban ser la pata de unas botas que llegaban hasta medio muslo.  Así con las zapatillas de deporte desabrochadas no decía mucho la cosa, pero en cuanto se calzase un zapato con un poco de tacón, iba a estar irresistible.
De nuevo Lucía notó mi admiración por ese cuerpecito de su hermana, y hacía comentarios dirigiéndose a mí como si fuese y el padre de las dos.
Y – Niñas, ¿estáis seguras que mamá no pondrá ninguna pega a estos disfraces?  A ver si luego me va a regañar a mí por dejaros comprarlos.
L – No Papi, no te preocupes.  Además, ya sabes que si a ti te gusta, a mamá también le va a gustar.
Terminaron de verse bien las dos, y nos fuimos a la caja.  Me gustaba tanto como les quedaba que se los regalé yo.
De camino a casa iban las dos más calladas que a la ida, especialmente Jessy.  Como no sabía si es que habían discutido en el probador por contar Lucía más de la cuenta, quise invitarlas a tomar algo para relajar un poco el ambiente.  Jessy no dijo nada, pero Lucía enseguida me dijo que no les apetecía, pero que casi mejor si no me importaba, querían ir a mi casa para probarse bien los disfraces, por si había algo que no estuviese bien poder volver a cambiarlos, y que si eso allí les invitaba a una coca cola.  Yo francamente pensaba dejarlas en su casa y enseguida decirle por SMS a Lucía que se viniese a mi casa inmediatamente para apagar el fuego que los disfraces habían encendido, pero tampoco podía decirle que no.  Y en todo caso, ya que Jessy sabía lo nuestro, cuando se hubiese probado el disfraz, me imaginaba que se iría a su casa andando dejando a su hermana conmigo.
Al entrar en casa, Lucía cogió a Jessy de la mano y se fueron directas a mi habitación.  Me di cuenta que Lucía dejó la puerta abierta a posta, pero al estar también Jessy, no quise acercarme a mirar para no incomodarla.  Me fui directo a la cocina y saqué dos coca colas de la nevera para ellas, y una cerveza para mí.  Estaba allí de pie, mirando el correo que estaba sobre la encimera cuando aparecieron las dos, con sus disfraces puestos, y unas sonrisas de niñas malas, de oreja a oreja.
Estaban incluso más guapas que antes.  Evidentemente se habían quitado la ropa interior, porque Lucía marcaba los pezones a través de la tela del vestido.  Además ahora en privado, se había colocado las tetas para que le hiciera un escote aún más acentuado, por lo que ahora sí que estaba exuberante y sensual.
Lucía también se había quitado la ropa interior.  Ya no se le marcaban las braguitas en la cintura y al fijarme bien, se le notaban los dos pechos pequeñitos pero coronados por dos pezones bien duros, que no se ocultaban ni bajo el negro del disfraz, y en la parte de su coñito, se le metía dentro de los labios vaginales.  No estoy seguro de que antes le quedase tan justo, así que supuse que entre las dos se habían colocado los disfraces para estar súper sexys para mí.
Yo estaba con la boca abierta admirando a las dos.  Me apetecía comérmelas, pero al no tener confianza con Jessy, esperaba a ver qué estaban tramando.  Entonces Lucía se acercó y me plantó un besazo en la boca.  Lento, apasionado, profundo.  Rozando todo su cuerpo contra el mío y abrazándome sin ningún miramiento.  Nos besamos sin prisas, disfrutando del contacto de nuestras lenguas, del sonido de nuestras respiraciones, del tacto de nuestras manos recorriendo nuestros cuerpos.  
Lucía dejó mi boca y empezó a comerme el cuello por mi lado derecho, dejándome ver ahora directamente a un metro de distancia a Jessy.  Estaba frente a mí, con su máscara de Catwoman, súper sexy, con sus ojos a través de la máscara clavados en mí, y su boca ligeramente abierta en una expresión de deseo, que junto a la lengua de Lucía en mi cuello, me estaba volviendo loco.  Deseaba besarla y sentir su cuerpo menudo en mis brazos.
Estiré mi brazo y la cogí de la mano.  La acerqué a mí y mientras Lucía seguía besando mi cuello, me agaché lo justo para llegar a su cara, y aún con su máscara puesta, la besé en los labios.  Su timidez era tan manifiesta, que no quise acelerar nada.  Ella devolvió mi beso tímidamente, suave, sin usar sus manos para nada.  La rodeé con mi brazo izquierdo por la cintura y la pegué contra mí y Lucía, que al notarla a su lado, quitó su brazo derecho de mi cuello y rodeó a su hermana. Dejó de besarme y nos observaba.
Metí mi lengua en la boca de Jessy y ahora la abrió para recibirme.  Me devolvió el beso y empezó a besarme ella ahora con más pasión, con mucha más decisión.  Su respiración se estaba acelerando y de un tirón se quitó la máscara de la cara.  Por fin nos estábamos mirando frente a frente, a unos centímetros, respirando agitadamente.  Volvimos a fundirnos en un beso apasionado e intenso en el que esta vez participaba Lucía, que se turnaba con su hermana para disfrutar de mi boca.  A veces juntábamos los tres nuestras lenguas.  
Sentía mi polla palpitar con una dureza total.  Sin dejar de besarnos, me las fui llevando a la habitación, y al llegar, me senté en la cama.  Ordené a Lucía que empezase a desnudar a su hermana para mí.  Le abrió el mono negro por detrás y se lo sacó por los brazos.  Le quitó el cinturón y lo terminó de bajar todo hasta los pies.   Con cuidado se lo sacó.  Jessy tenía un cuerpo menudo, con las tetas pequeñas, pero firmes, de pezones pequeños y oscuros.  Llevaba su coñito depilado y su delgadez hacía que se le marcasen los huesos de la cadera.  Era una jovencita muy atractiva, y estaba deseando meter mi lengua en su chochito.
Le ordené subir su pie izquierdo sobre la cama, quedando su coñito abierto.  Ordené a Lucía sentarse en una silla tras su hermana, y la prohibí intervenir hasta que le dijese.  Obedeció sin pronunciar palabra.  Los pies de lucía eran finos, pequeños y perfectos.  Muy suaves.  Le acaricié el pie que tenía sobre la cama y recorrí con ambas manos su pierna, subiendo y bajando hasta llegar al coñito.  Cuando lo hice, rocé sus labios exteriores con mis dedos y ella dejó escapar un leve gemido.  Estaba mojado ya por fuera.
Me puse de pie y le pedí a Jessy que me desnudase.  Lo empezó a hacer tímidamente.  Desabrochó mi camisa despacio, la sacó del pantalón y subiendo su mano hasta mis hombros, la dejó caer hacia atrás.  Me miró a los ojos y le hice un gesto para que continuase con el pantalón.  Mientras ella desabrochaba el cinturón y el botón del pantalón, yo me saqué los zapatos, y al soltar el botón, el pantalón cayó hasta el suelo.  Se agachó y me quitó los calcetines, quedando solo con el calzoncillo, que apenas podía contener mi erección.  Al terminar de quitarme los calzoncillos, su cara quedó a unos centímetros de mi polla.   Sin pedir permiso, la acarició sobre el calzoncillo, y sin pensárselo lo agarró y tiró de él hacia abajo, saliendo mi polla como un resorte y golpeándole en la cara.   No se apartó sino que la cogió y mordiéndose el labio de abajo con cara de admiración, la recorrió con sus manos, y empezó a masturbarme muy despacio.
Miró a su hermana, que sentada en la silla se estaba haciendo un dedo mirando, y ésta le dijo
L – Chúpasela, que eso sí sabes hacerlo.  Verás que rica.
Pero antes de que lo hiciese, tiré de ella, la puse de pie y cogiéndola del culo, la levanté y la cogí en brazos quedando ella rodeándome con ambas piernas.  Mi polla quedó encajada en su raja, debajo de su cuerpo, entre sus piernas y la punta llegando a su culo.   Con cuidado la dejé en la cama y le dije
J – Quiero que te relajes y solo pienses en disfrutar.  Si hay algo que te moleste, te haga daño o que quieras tú hacer, pídemelo.
Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y empecé a recorrer su cuerpo con mis manos y mi legua, besando cada centímetro de su anatomía.  Bajé hasta sus pies, que me deleité besando y acariciando, sus piernas, su vientre saltando su coñito intencionadamente, sus tetitas, que pese a ser pequeñas eran terriblemente sensibles.  Su sensibilidad me hizo centrarme en sus pezones, que besé y absorbí con deleite, escuchando sus gemidos constantes, sintiendo sus manos acariciar mi cabeza.  Debí estar más de 10 minutos recorriendo su cuerpo y aumentando su excitación.
J – Ya por favor, házmelo ya.  Quiero que me folles ya.  Desvírgame.
Pero aún no era el momento de penetrarla.   Bajé poco a poco hasta llegar a su coñito, que estaba completamente mojado, y directamente metí mi boca, recorrí con mi lengua toda su rajita y saboreé sus flujos con vicio, casi con gula.  Me lo bebí todo, y cuando ya solo quedaba en su coñito mi saliva, entonces me centré en su clítoris.  Apenas llevaba un par de minutos comiéndoselo así cuando su pequeño cuerpo estalló en el primer orgasmo, haciendo que se convulsionase, que sus manos agarrasen mi cabeza fuerte contra su coñito.  Gritaba y gritaba, casi en un lloro desesperado por la intensidad, pero no me soltaba.  Lo disfrutó hasta el final, y cuando noté que se relajaba, aflojé el roce mi lengua en su clítoris, pero sin dejarlo, continué en busca del siguiente.   Así conseguí enlazar tres orgasmos más en menos de cinco minutos.
Tras el cuarto, estaba extenuada, me pedía por favor que parase, que la dejase recuperarse, pero eso era precisamente lo que no pensaba hacer.   Subí mi boca a la suya, y la besé con toda la pasión que el momento pedía.  Ella al sentir mi cuerpo contra el suyo, me abrazó y me devolvía el beso con la misma pasión.   Casi sin esfuerzo mi glande entró dentro de su coñito empapado.   Ella se tensó
Y – Shhhh, tranquila cariño, no te preocupes, que voy a ir muy despacio.
Empujé poco a poco.  Notaba su himen frenando mi avance.  Ella se tensó un poco pero no cerró las piernas.  Me salí un poco y volví a entrar muy muy despacio, hasta volver a hacer tope.  Cada vez entraba un poquito más.  Ella dejaba escapar gemidos de dolor, pero también de placer.  Me rodeaba con sus piernas, y me abrazaba fuerte con sus brazos mientras me besaba sin parar.  Poco a poco, empujón a empujón, sin prisa, su himen fue cediendo y terminé por estar completamente dentro de ella.   Entonces ella empezó a gemir ahora más seguido, ahora más relajada, ahora empujando su pubis contra el mío, buscando el contacto, buscando el golpe final, sentir mi polla en el fondo de su coñito.  Aceleré el ritmo y ahora ya no estábamos haciendo el amor, ahora ya estábamos follando.  Ella ya gritaba a cada empujón, y aceleraba su ritmo, hasta que noté que se volvía a tensar, y volvía a estallar en otro orgasmo.  Este fue realmente sonoro.  La besé intentando ahogar su grito con mis besos, pero no paraba de gemir y llorar al mismo tiempo.   Era realmente tierno, porque de repente me volvía abrazar con una ternura infinita.   Detuve mis movimientos, aún sin haberme corrido y la dejé recuperarse.
La besé la cara, le acaricié el cuerpo, y me retiré de ella para dejarla asimilar su placer, el placer de su primera vez.   Mi polla seguía erguida, dura como una piedra, y entonces miré a Lucía.
L – ahora tú, zorra, deja de masturbarte y ven aquí a darle placer a tu hombre.
Se había desnudado por completo y se había corrido dos veces mirándonos, pero supo obedecer mi orden de no intervenir hasta decírselo yo, así que ahora merecía su premio.   La dejé hacer a su antojo con mi cuerpo y lo primero que hizo fue agacharse a limpiármela.  El vicio le podía, pero no quise que lo hiciese, porque aún tenía sangre de desvirgar a su hermana.  Le dije que se pusiera a cuatro patas y desde atrás, se la metí entera, hasta el fondo, haciendo que sus flujos se tiñesen de rojo con la sangre de su hermana.
En esa postura empecé a darle duro, una follada realmente dura y violenta.   Apenas duró nada y se estaba corriendo silenciando sus gritos apoyando su boca contra la tripa de Jessy, que nos miraba con cara de verdadero vicio y se masturbaba a apenas un palmo de la cara de su hermana.
Yo estaba casi también a punto, y cuando Jessy dijo que se iba a correr, me salí de dentro de Lucía y acerqué mi polla a la cara de Jessy, al tiempo que Lucía también se acercaba para recibir mi corrida.   Y mientras me masturbaba sobre sus caras, Jessy abrió la boca para disfrutar su orgasmo, y en ese momento el primer chorro de mi semen saltó directo a su boca, y el resto le fue cayendo por toda la cara mientras ella también se corría.  Lucía se enganchó a mi polla y estuvo succionando y limpiando los restos hasta que terminé de correrme.   Entonces, miró a su hermana, y con su boca empezó a recorrer su cara limpiando todos los restos del semen que no le había entrado dentro, y terminó por besarla y compartir con ella todo lo que había recogido.  Jessy estaba tan dulce que le devolvía el beso con pasión, con verdadero amor.   Le agarró de la cabeza y se fundieron en un beso que me hizo sentir envidia por tanto sentimiento que derrochaban.   Se estuvieron besando por lo menos un minuto las dos hermanas, hasta que Lucía se separó y vino a besarme a mí.
Nos tumbamos en la cama, uno a cada lado de Jessy, que yacía con los ojos cerrados mientras los dos la acariciábamos entera y la dábamos besitos, y nos besábamos nosotros junto a su cara, a veces fundiéndonos en un beso a tres, que no era en absoluto lascivo, sino muy dulce y con mucho sentimiento.
Así estuvimos por lo menos otra media hora, sin hablar nada, solo disfrutando de momento, hasta que sonó mi teléfono.   Al mirar la pantalla vi que era Adriana
Y – Buenas tarde amor.  ¿Cómo estás?
A – ¿Dónde estáis?  He llegado a casa ahora y aún no están las niñas.  ¿Todavía no habéis comprado nada?
Y – Sí, ya está.  Han elegido muy bien las señoritas.  Ya verás que guapas están con sus disfraces.  Hemos venido a casa a tomar una coca cola, y ahora ya se van para allí.
A – Ok amor.  Te dejo entonces, que me voy a la ducha.  Un beso.  
Espabilamos a Jessy a base de besitos, y pese a que en ese momento mi polla empezaba a recuperar su vigor, les dije que se vistiesen y fuesen para casa, que ya habría tiempo de repetir otro día y de que Jessy nos contase sus sensaciones.
Al despedirse para salir, Jessy me dio un beso realmente dulce, de los que hacen casi temblar, y habló casi en un susurro
J - Gracias

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