Ivana

Capítulo 1


Corría enero de 2013 y el frio de Kamloops calaba los huesos afuera. Yo que por ese entonces tenía unos 30 años, estaba en la habitación que la empresa en que trabajábamos mi esposa y yo nos había provisto, la que estaba dentro de esa residencia de trabajadores. Eran las 6 de la tarde y había llegado hacía un rato de trabajar, me había dado una ducha para sacarme el sudor y el peso del día, y me dispuse a revisar emails, Facebook, MSN y algunos videos para adultos que me habían quedado pendientes hacía unos días .Mi esposa trabajaba a esa hora y en verdad daba un poco lo mismo en ese tiempo, pues nuestra crisis nos hacía casi invisibles a los ojos del otro si estábamos en el mismo lugar. De hecho, nuestras camas estaban separadas por ese entonces. Mientras revisaba en el computador los videos que en ese tiempo trataban sobre castings y tríos, una pestaña de chat de Facebook se abrió con las palabras “Hí, how are you?”. Era Ivana, una colega checa, amiga mía y de mi esposa, que vivía en el mismo edificio. Nos llevábamos bien. Me inspiraba ternura, pero debo reconocer que su rechonchita, rosada y risueña forma me atraían de alguna manera, a tal punto que algunas delas protagonistas de los videos que veía poco a poco fueron siendo cada vez más similares a Ivana, mientras nuestro chat se llenaba de cordialidad, de comentarios sobre lo cansadora de la jornada y de lo aburrida que parecía estar el resto de la tarde. A medida que los videos iban subiendo su tono mi excitación secreta se volvía más dura y húmeda, al punto de tener que estirarme en la cama, bajar mi pantalón y bóxer .Ivana me comentaba sobre la tensión que acumulaba en su espalda frecuentemente y yo le aconsejaba sobre ejercicios que podía intentar para disminuir la tensión. Finalmente, ella me preguntó dónde estaba yo y le contesté “In my room”, seguido de un “jajajajajaa we are very close… I'm passing by your door right now”. La puerta de la habitación sonó con un leve “toc toc”, miré asustado hacia ella subiéndome la ropa. Si bien Ivana estaba afuera, los nervios y la vergüenza de ser descubierto me hicieron vestirme muy rápido y que mi erección se bajara notoriamente. Al abrir la puerta la vi ahí, como siempre sonriente, de mediana estatura y contextura, con todo bien puesto, vestida con su pantalón deportivo gris y su chaleco violeta. La cara de Ivana era una ternura por esos años, blanca, redondita, con mariposas en las mejillas, labios delgados, ojos grandes y azules que se escondían detrás de sus gruesos anteojos, que se enmarcaban en esa media melena rubia. La invité a pasar y ella accedió dudando, pensando que mi esposa se encontraba en la habitación. Cuando le aclaré que no estaba y que posiblemente llegaría tarde en la noche, se tranquilizó y se sentó en la cama de mi esposa. Miraba a todos lados como buscando algo y vio mi computador a medio abrir “What were you doing in your laptop?” Le contesté que revisaba emails y facebook, aunque algo en mi cara o el aroma de la habitación me delataba, pues sonrió de manera pícara. Rápidamente, la conversación giró hacia la tensión de su espalda, la que al tacto se notaba grave. Se notaba que ella nunca había tenido una postura correcta y eso le había ido deformando la espalda alta, afectando el resto de ella. Le indiqué que se pusiera de pie y me dejara examinar su espalda. Desde el primer contacto de mis manos y su espalda, su fluidez al hablarse interrumpió, respondiendo a mis preguntas sobre sus hábitos de postura y rutina diaria, con meros monosílabos y onomatopeyas. Si bien, nunca he sido masajista profesional, conozco la estructura de la columna y sé cuándo una espalda necesita movilidad. Mi diagnóstico era claro, Ivana necesitaba movilizar su espalda y/o tener una sesión de masaje profunda. Le propuse que juntos realizáramos un ejercicio que nos ayudaría a ambos: ponernos a cuatro patas en el piso y mover nuestra columna de forma circular y suave. Ella accedió, aunque su risa nerviosa denotó su genuina desconfianza con tan particular ejercicio. Al ponerse en cuatro patas, de lado al lugar en que yo ya me encontraba en dicha posición, ella me miró y empezó a imitar mis movimientos circulares, aunque con cierta timidez. De a poco, se fue dando cuenta que el particular ejercicios le ayudaba a soltar algunas tensiones. Le recordé que debía respirar profundo a la vez que se movía. Yo dejé de hacer el ejercicio para ver como Ivana movía su columna, procurando corregir algunos movimientos bruscos que torpemente hacía mi amiga. Fue inevitable no mirar sus muslos perpendiculares al piso y su cola parándose y encogiéndose al ritmo de los movimientos circulares. En verdad Ivana no tenía una cola espectacular ni mucho menos, pero en esa posición se veía más que apetecible. Al concentrar mi atención en esa zona me di cuenta de un bloqueo existente en su zona lumbar, por lo que le indiqué que llevara sus glúteos a los pies y dejara su tronco descansar sobre sus piernas, la llamada “posición del niño”. Ella obediente se puso en dicha posición, dejando sus brazos y manos al costado y yo presioné dicha zona, primero con mis dedos, vértebra por vértebra, y luego con mis palmas en sus caderas y omóplatos presioné y abrí en diagonal la totalidad de su espalda. El quejido no se dejó esperar.Ivana

          Pregunté a Ivana si le dolía lo que estaba haciendo y ella contestó con vozde sueño “Not at all… It feels so good”, a lo que contesté que si queríapodía profundizar un poco con el masaje, pero para eso ella debía sacarsepor lo menos el chaleco. Ella confiada por cómo había guiado la primeraparte del masaje, accedió, quedando con una sudadera gris, que hacíajuego a sus pantalones deportivos y debajo unos sostenes deportivos quese entreveían rosados. Me di la vuelta, dándole la espalda y le pedí que sequitara su sostén, dejando la sudadera puesta. Cuando ella lo hizo meavisó con un dulce “ok, done”.Al darme vuelta, le pedí que se acostara en el piso boca abajo y queacomodara sus brazos y cabeza lo mejor posible para no provocar mástensión. Ella lo hizo con una expresión de quien va a dormir unaplacentera siesta y yo comencé con mi labor. Por debajo de su sudaderacomencé a presionar de manera paulatina y constante alrededor de sucolumna vertebral, haciendo énfasis en su lumbar y omóplatos que eranlas zonas que presentaban mayor tensión. Su piel era extremadamenteblanca, tersa y suave, lo que hacía que el masaje también fuese placenteroa mis manos. Su espalda era mucho más pequeña y firme que la de miesposa, y su aroma dulce hacían que mi respiración se agitara y miexcitación que hacía poco se había acallado, resurgiera. A esa altura susudadera comenzaba a ser un estorbo, por lo que le pregunté si lemolestaba sacarla. Ella no tuvo problema y en la misma posición que seencontraba retiró de forma maestra la prenda, dejando su espaldacompletamente desnuda.No sé si era por la calefacción central del edificio o lo que estaba pasandoen ese momento, pero el calor me forzaba a retirar mi sudadera también.Ella no lo vio, pero estoy seguro que lo percibió de alguna manera, puesuna pequeña risa pícara escapó de sus labios. Sin hacer caso a ello,continué con mi masaje. Mientras ella se quejaba cada vez menos con lapresión de mis manos, me fue preguntando como hacerlo con la tensiónque acumulaba en las piernas, a lo que contesté con un “May I touch yourlegs?” Ella no contestó con su voz sino que comenzó a bajar su pantalóndeportivo en la posición en que se encontraba. Le ayudé a terminar esatarea, mirando sus firmes y blancas piernas, y sus pantaletas celestes conpequeños y espaciados lunares azules que se entrometían entre susglúteos, dejando ver un fondo oscuro y levemente rosado.El masaje que comencé a hacer a sus piernas ya no tenía la concentracióny objetividad del masaje en su espalda. No podía apartar mi vista de surosado culo y luego de pasar mis manos por ambas piernas de formacompleta, le pedí que llevara su cola hacia arriba, apoyando sus rodillas,brazos y cabeza en el piso. No sé si Ivana se daba cuenta de misintenciones, pero obedeció a mi indicación casi instantáneamente. Siempredetrás de ella presionaba con mi puño la parte posterior de sus musloshasta sus glúteos. Los gemidos de Ivana se empezaron a tornar cada vezmás profundos. Sabía que yo me encontraba detrás de ella y tenía sucuerpo a mi merced. El masaje poco a poco fue mutando de objetivo aabrir sus glúteos y con ello todo lo que estos circundaban. Lascaracterísticas del masaje hicieron rápidamente que sus pantaletasestorbaran por lo que sin decir nada, solo las bajé. Al hacerlo, noté unbrillo entre sus piernas y pude notar que Ivana se encontrabacompletamente mojada, desbordándose con una larga gota por la parteinterna de su muslo derecho.Seguí masajeando de forma circular, pero ahora con más fuerza susglúteos, abriendo y cerrando, logrando ver sus rosadas entradas y unincipiente vello castaño claro similar al cabello de mi amiga. Muy distintoal de mi esposa, claro. Y me atacó la pregunta ¿Qué pasaría si en estemomento entrara ella por esa puerta y nos encuentra en esta situación?¿Qué le digo? “Estaba haciéndole un masaje a Ivana”, no creo. Con laexcusa de ir en busca de un aceite que tenía por ahí me levanté, busquémi teléfono y en un par de mensajes de whatsapp intenté asegurarme deque si llegaba a salir antes, me llamara. Igual siempre existía la posibilidadde que se le olvidara o no viera el mensaje, pero la suerte estaba echada. 


Continuará...

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