La leche que me sobra: ¡se la doy a mi suegro!

La leche que me sobra: ¡se la doy a mi suegro!


Al día siguiente Joe le hizo una propuesta a Ros, ya que el viejo semental estaba más
calmado tras el encuentro con la yegua, ¿por qué no lo montaba? Pero ella no lo tenía claro,
como chica de ciudad el sólo estar cerca de uno de esos bichos ya la ponía nerviosa.
Así que tras mucho insistir mientras Joe lo ensillaba, terminó por convencerla…
—Bueno Ros, tienes que poner el pie en el estribo e impulsarte —dijo Joe como si aquello
fuese lo más normal del mundo.
Pero Ros era bajita y tras su embarazo no estaba en muy buena forma que digamos, con sus
cortas piernas, su culo regordete y sus pechos lactantes, apenas llegaba al estribo, así que Joe
le acercó un banco de madera, pero aun así el semental era demasiado alto para ella, de modo
que pensó en ayudarla.
—Si me lo permites te impulsaré un poco, sólo que para ello tendré que poner mis manos
en tu trasero si no tienes inconveniente —dijo Joe.
—¡Oh no, adelante! —replicó ella.
Entonces a la de tres ella se impulsó y el cogió su gran trasero y la impulsó encima del viejo
semental.
¡Ros no podía creerlo! Aquello estaba súper alto —pensó de repente.
—Tranquila chica, yo llevaré las riendas, tú sólo sujétate —le advirtió.
Entonces Joe comenzó a tirar de las riendas y a dar una vuelta alrededor de la casa.
—¿Vas bien? —preguntó Joe a la amazona.
—¡Si! —dijo entusiasmada—. Todo se ve distinto aquí arriba, se siente la fuerza del
semental, aunque sea viejo y eso, aún es imponente.
—Siempre ha tenido buen porte —dijo Joe.
Luego entraron al recinto vallado donde Joe lo hizo trotar en círculos para que ella se fuese
acostumbrando al movimiento del animal y finalmente esta tomó las riendas y lo llevó en ese
recinto controlado. Al cabo de cerca de una hora bajó con la ayuda de Joe.
Este se colocó a un lado y ella echó la pierna atrás y se giró, pero estaba realmente alto y le
dio mucho miedo. Joe dese abajo la sujetó y de nuevo puso las manos en su trasero para
ayudarla, era algo inevitable que a ella tampoco le importaba. Pero conforme fue bajando
llegó un punto en el que ya no llegaba más así que Joe la cogió en brazos desde atrás y apretó
sus pechos al hacerlo, simplemente porque era la forma más segura de bajarla sin peligro.
Deslizándose estos frente a sus brazos.
—¡Uf, qué alto! —dijo ella aliviada ya desde el suelo.
—Si, este semental es realmente imponente —dijo Joe.
—Ya lo creo —añadió ella—. Creo que será mejor que me acerque a la casa Pay igual ya
tiene hambre.

—Muy bien Ros, yo sacaré un poco a la yegua y los dejaré juntos un rato.
—¿Cómo, seguirán copulando? —pregunto extrañada la joven.
—Creo que no, que con ayer fue suficiente, pero si ella sigue en celo quiero asegurarme de
que se quede preñada —aclaró.
—¡Oh claro, claro!
Así Ros entró en la casa y amamantó a Pay, mientras lo hacía recordaba las sensaciones que
había experimentado encima del semental y sintió excitación al pensar que ahora igual estaba
con la verga erecta empalando a la yegua, le parecía extraño tener estos pensamientos
obscenos allí, pero no podía evitarlo, al igual que no podía evitar sentirse caliente por ello.
Al cabo de una hora salió y efectivamente, el viejo semental estaba enculando a la yegua y
Joe ayudando con la tarea. El joven Pay se quedó durmiendo en su moisés de nuevo así que
Ros salió sola a contemplar el espectáculo. Ciertamente excitante…
Mientras copulaban Joe se acercó a la valla donde estaba Ros.
—¿Qué tal el joven Pay, ha comido ya?
—¡Oh sí, está durmiendo! Veo que la yegua quería más caña, ¿no? —rio Ros.
—Si, es joven y le va la marcha. Es la naturaleza en su pura esencia —admitió Joe.
—¿Sabes? He de admitir que es excitante —le confesó Ros—. Por cierto, ¿anoche resolviste
tu problema?
—Si, creo que pude hacerlo, si podía a los dieciséis también puedo ahora que tengo más
experiencia —dijo Joe sin tapujos.
—¡Oh, qué bribón estás hecho! —rio Ros.
—Me parece que tomar tu leche está teniendo unos efectos imprevistos que no esperaba
—insistió.
—Bueno, produzco más de la que necesita el joven Pay así que creo que para
desperdiciarla, es mejor que la aproveches tu.
—Eres muy generosa Ros, aunque aún me avergüenzo un poco cada vez que lo pienso.
—No te preocupes Joe, estoy muy agradecida porque nos hayas acogido, es lo menos que
puedo hacer por ti.
Almorzaron y pasaron la tarde disfrutando del sol y del paisaje nevado. Joe cortó más leña y
esta tarde Ros se fijó en que apenas falló un tajo sobre los troncos y terminó tan acalorado que
tuvo que quitarse hasta la camisa, quedándose en tirantes, con los brazos descubiertos
mientras cortaba la leña. Su torso era fibroso y musculado, el viejo Joe nunca estuvo gordo y
ahora a tan avanzada edad conservaba un buen físico. Pero lo que más llamó la atención a Ros
es que en ningún momento se quejó de su pierna e incluso que, ¡éste caminaba sin cojear!
Durante la cena Pay mamaba de los pechos de su madre, mientras Joe tomaba algún
bocado. Ella también comía a la vez que amamantaba al pequeño. Al principio esto resultaba
incómodo para Joe, pero ya lo veía como algo normal y se estaba acostumbrando. Después del

incidente de las tetas de Ros, habían llegado a un grado de intimidad mayor que el simple
hecho de amamantarlo delante suyo.
Cuando Pay acabó Ros le cambió y le acostó y al volver, Joe ya le había puesto su copa
como acostumbraban a tomar tras cada cena. El alcohol ayudaba a relajarse tras el día y
calentaba el cuerpo para la noche…
—¡Oh, gracias Joe! Dijo Ros cogiendo su baso y sentándose en el sofá junto a este.
—Pensé que querrías…
Ros tomó un sorbo del whisky de Kentucky y saboreó el aroma a roble añejo del caliente
líquido, mientras la hoguera crepitaba de fondo…
—Hoy me ha gustado mucho montar al viejo semental —dijo Ros.
—Me alegro de que te haya gustado chica, montar es una experiencia inigualable, yo con la
rodilla ya no puedo hacerlo —dijo Joe. Como te dije me caí de él, un día iba un día que iba
montado a ver el ganado y ninguno de los dos lo advertimos, una serpiente de cascabel se
cruzó en nuestro camino, hizo sonar su cascabel y él se levantó y me tiró. No le culpo por ello,
fue un accidente.
—¡Oh, cuanto lo siento Joe! —dijo Ros.
—Son cosas que pasan, lo mismo me hubiese pasado conduciendo la camioneta en un
accidente de coche.
Ambos tomaron un sorbo más de sus bebidas y se calentaron por dentro.
—Quién me iba a decir a mí que a mi edad os tendría viviendo conmigo a ti y a mi nieto, ese
es un mejor recuerdo para conservar, ¿no crees?
—Si, ya lo creo Joe. Solo te tenemos a ti y gracias a eso estamos bien.
—Eso es lo importante —dijo Joe.
—¿Te puedo confesar otra cosa?
—Claro, no veo por qué no podrías hacerlo.
—Verás esta mañana mientras estaba montada sobre el viejo semental, sentía su fuerza
debajo de mí. Sus músculos fuertes, hasta su respiración, cuando su barriga se hinchaba y se
deshinchaba o incluso la resonancia de su relinchar resonando entre sus costillas. En cierta
forma, estar montada encima suyo, llevando las riendas, dominándolo, me hacía sentir
poderosa —le confesó Ros con gran emoción.
—Si, has descrito perfectamente las sensaciones que se tienen al montar un caballo pura
sangre.
—Pero es que además, me excitaba sexualmente Joe, ¿eso es normal? —dijo ella
preguntando inocentemente como chica de ciudad que era.
—Normal… anormal… que se salga de la norma no hace que algo sea lo primero o los
segundo, son tus sensaciones y solo tuyas. Yo lo veo normal si es eso lo que te preocupa. Por
cierto, me preguntaba si esta noche no te habría sobrado algo de leche para este viejo
—sonrió Joe.

—¡Oh, pues es posible! —dijo Ros tocándose los pechos por encima del jersey—. ¿La
quieres?
—Creo que ya me he acostumbrado a tomarla por las noches y si no lo hago igual no puedo
dormir —rio Joe.
—Está bien, lo haremos distinto, no quiero que estés de rodillas con tu pierna mala en el
suelo, ven túmbate y pon tu cabeza aquí sobre mis muslos —dijo Ros.
Joe se sorprendió por su oferta, pero no dijo que no, se reclinó y Ros se sentó en un
extremo del rústico sofá, de manera que su cabeza quedó sobre sus muslos y esto permitió a
Ros descubrir su pecho y ponerlo sobre la boca de Joe. Al hacerlo este lo capturó suavemente
y poco a poco fue aumentando la succión hasta que la leche comenzó a salir y Ros suspiró al
sentirla salir…
—¡Oh Joe, toma mi leche, que no se desperdicie nada! Creo que te hace bien y por suerte
puedo compartirla contigo y con Pay —dijo Ros mientras le amamantaba.
Mientras Joe mamaba sus pechos Ros se relajó y se dejó llevar por las sensaciones que le
transmitían sus labios succionadores sobre sus pechos, así recordó cómo se corrió la primera
noche que lo hicieron. Ya no se excitaba tanto, pero aún la ponía muy cachonda el acto.
Y relajada como estaba fue testigo de cómo la entrepierna de Joe se iba levantando hasta
formar una pequeña tienda Sioux. Asombrada y divertida decidió deslizar su mano libres
mientras mamaba de sus pechos llegó a su bragueta y palpó su erección por encima de la tela

—¡Hum, creo que hoy el viejo semental también se ha despertado! Tal vez pueda ayudarte
a resolver este problema… —dijo Ros.
Y ni corta ni perezosa bajó la cremallera y extrajo la verga del semental, este quedó atónito
por unos instantes y dejó de mamar de sus pechos.
—¡Oh Ros, creo que no deberías hacer eso! —dijo Joe deteniendo su mano.
—Tranquilo Joe, te gustará —respondió la melosa voz de Ros.
Entonces la joven la extrajo a través de la bragueta y la asió con fuerza por su base.
—¡Venga sigue tomando mi leche! —le dijo poniéndole un pecho en la boca.
Este obedeció y así siguió mamando de sus pechos a pesar de que estos comenzaban ya a
quedarse secos, mientras ella comenzó a moverla suavemente pero con fuerza arriba y abajo,
como a cámara lenta.
—¡Oh Joe, qué cosquillas me haces con tus labios, toma del otro! —dijo Ros cambiando de
pecho.
Ros aceleró el ritmo de sus meneos y Joe sintió como el placer le envolvía y recorría todo su
viejo cuerpo.
—Ros no sé si esto que me haces está bien —dijo Joe en un último intento por detenerla.

—Qué está bien y qué mal. Tú me ayudaste con mi problema en los pechos y me los
chupaste. Y ahora yo quiero ayudarte a ti, no veo el mal por ningún sitio, ¿y tú? —preguntó
Ros a Joe tendido en sus muslos, con su erección en su mano y sus tetas en la boca de este.
Entonces Ros aceleró el ritmo un poco más y Joe chupó con más fuerza sus pechos
haciéndola gemir hasta que ya no pudo más, pasó el punto de no retorno y «su problema»
estalló en las manos de Ros, soltando leche como una fuente de la plaza del pueblo.
Esta quedó maravillada por la potencia de su corrida, su erección era tremendamente firme
y siguió así a pesar del copioso fin. Esta apuró hasta la última gota, estrujándola con esmero,
moviéndola cada vez más despacio ante los gruñidos de Joe que seguía con sus gordos
pezones en la boca…
—¡Bueno, creo que esto ya está! —dijo Ros sonriente.
—¡Oh sí, chica, lo has hecho muy bien! —exclamó el viejo semental.
—Bueno, creo que será mejor que me limpie y tú que te cambies de pantalones —añadió
de buen humor.
Así acabó la noche para ambos, aunque Ros aún no había terminado lo suyo, pero no tardó
en meterse en la cama de su cuarto y explorar su raja muy húmeda y lubricada para darse el
último toque de placer de la noche y alcanzar su éxtasis particular antes de quedarse
profundamente dormida…
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Acabas de leer un fragmento de mi obra El misterioso caso de Mr. Bottom, si te ha gustado me alegro. Esta novela es más que un relato caliente, guarda un misterio que podrás desvelar si te atreves a adentrarte en sus capítulos...

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