Los gemelos 1 (relato gay)

Para mis queridos 4 lectores: lo que sigue es un relato completamente ficticio y, como es medio largo, irá en varias entregas sucesivas. Espero que les guste.


1.- La conversión
Lucas siempre fue bien machito. Desde pendex las minas lo buscaron y desde pendex les había comido la almejita y mordisqueado las tetitas a las pibas más lindas del barrio y de la escuela. Tenía una bella mujer, dos bellos hijos, un buen laburo, los 30 lo encontraron siendo un feliz macho alfa que comía todas las noches en su casa y a veces también comía afuera la deliciosa y tibia carne vaginal de alguna amiga del momento. Jamás se hubiera imaginado, nunca le pasó por la cabeza el cogerse a un tipo. A los putos los respetaba, pero él no la iba con eso, punto, no se discutía más sobre el tema. 
Todo cambió desde ese viaje a Miami con Gustavo, su compañero de trabajo, al congreso de X. Gustavo era tres años más chico que él, delgado, bien puesto, siempre amable, siempre serio, siempre callado. Por alguna razón, desde que se conocieron cuando Gus comenzó a trabajar en la empresa, habían tenido buena onda, a veces compartían una cerveza en el after office, hablando de futbol y de las cosas del laburo. Curiosamente, cuando Lucas se ponía a hablar de minas, Gus se quedaba callado, se mostraba interesado, pero no aportaba al diálogo, sólo escuchaba atentamente y sonreía o hacía algún chiste boludo para cambiar de tema.
Marisa, la secretaria que tenía que hacer las reservas de vuelo y hotel, hacía rato que le tiraba onda a Lucas y el tipo la ignoraba, demasiado histérica para su gusto. La guacha se vengó haciendo todo mal. En lugar de reservarles en el Gran Hotel donde se efectuaba el evento, con la excusa del precio, les reservó en un hotelucho cualunque por ahí cerca. Para colmo, cuando llegaron a hacer el check in, el conserje los miró raro, les dijo que tenían una reserva por una habitación doble con cama queen y les consultó si estaba bien.
Gus y Lucas se miraron y se cagaron de risa, ¡una más!, los viáticos pagados a ultimísimo momento, el viaje en el último asiento del avión, la reserva de auto equivocada, todo de culo, todo mal hecho a propósito por la hija de puta. Preguntaron si había solución, pero como el hotel estaba lleno, iban a tener que dormir en la misma cama, no way.

Cuando entraron a la habitación y vieron la cama matrimonial volvieron a cagarse de risa, igual eran sólo tres noches, bromearon sobre quién iba a hacer de mina, Lucas le pidió disculpas porque no se había depilado las nalgas y la tanga no le iba a quedar linda, se rieron los dos, y ahí quedó la cosa.
Primero se duchó Lucas, que con todo desparpajo y como hacía siempre en todos lados, porque le encantaba mostrar sus 22 gruesísimos centímetros de macho alfa, salió en bolas del baño. Luego Gus, que, recatado, entró al baño vestido tratando de mirar al piso y salió del baño vestido para encontrarse con Lucas aún en bolas en el medio de la cama mirando tele, sus piernas abiertas y su sable dormido entre ellas. Gus, por más que lo intentó no pudo seguir con sus ojos en el piso, de reojo miraba esa verga perfecta, no podía evitarlo, sus ojos se iban siempre ahí. Para colmo la pija le comenzó a abultar, Lucas se dio cuenta, se sintió algo incómodo, pero no dijo nada y comenzó a vestirse para ir al congreso. En seguida se olvidó del asunto.



En el evento todo bien, todo gringo, todo perfecto, todo organizado. Cuando terminó la sesión de ese día, el VP de Latam llevó a cenar a todos los sudacas a un buen restaurante y finalizada la cena a beber unos tragos a un bar de SOBE. Varias margaritas para Lucas, varios Martini para Gus, fueron a completar el efecto del merlot californiano de la cena y las inhibiciones se quedaron en el bar, o casi.
Apenas llegaron al hotel, Lucas "para refrescarse" o mejor dicho para bajarse la calentura que le había dejado la venezolana de la empresa Z, que había estado en la cena mirándolo con ojos de puta todo el tiempo, se metió en la ducha, salió en bolas, casó el control remoto y se sentó en la cama a ver tele. Gustavo, con la ayuda del vino y los Martini, se animó a quedarse en bóxer y se puso a ordenar sus cosas. De tanto en tanto discretamente le miraba la pija a Lucas y se le hacía agua la boca, pero, no podía tomar la iniciativa, era un compañero de laburo y de sólo pensar que en el laburo sospecharan que él era puto, se aterraba. A Lucas, acostumbrado a por lo menos un polvo diario, le comenzaban a pesar sus ya 48 horas sin coger. Sus ojos se fueron de la tele a la cola de Gustavo, que andaba de acá para allá ordenando su ropa y sus papeles. El bóxer estrecho se le metía entre las cachas y realzaba su para nada desdeñable culito. Mejor que el culo de Marisa, pensó Lucas, y seguro menos histérico y menos hija de puta, sonrió. Instintivamente, sin pensarlo, comenzó a tocarse la pija. Gus perdía tiempo, daba vueltas, pasaba una y otra vez delante de la gran pantalla del televisor, demoraba meterse en la cama. En realidad, peleaba contra sí mismo para evitar tener una erección, trataba de olvidar todas las pajas que se había hecho pensando en Lucas, las veces que se había sentado en su consolador de gel diciendo "ay Luquitas metémela toda". Ahora lo tenía ahí, a un metro de él, en bolas y acariciándose la pija, y ¡qué pija!, nunca había imaginado que Lucas tuviera semejante serpiente, ¿le entraría? Al fin y al cabo, sólo un par de veces se lo había cogido su primo cuando aún eran adolescentes, y desde entonces su culo sólo conocía sus dedos y su consolador, que al lado de la verga de Lucas era un pijín miserable. El sólo hecho de pensar que tenía que acostarse al lado de Lucas lo hacía temblar, "control, control" se repetía continuamente.

Por suerte, más en joda que en serio, Lucas tomó la iniciativa.
-Che Gus, cada vez que pasás frente a la tele no puedo dejar de mirarte el orto, tenés un lindo culito, ¿nunca te lo dijeron? Me parece mejor que cambiemos planes y esta noche la tanga te la ponés vos, jajaaaaaaaa- Los manoseos en su pija se hicieron más notorios, detrás de la broma había una pizca de deseo, noooo!, ¡cómo se lo iba a coger a Gus!, andá loco, serenate!
Gus tiró la toalla, ¡basta!, se dijo, ¡que sea lo que tenga que ser!
-Si querés me la pongo-
Lucas, creyendo que era continuación de la joda, la siguió también, -dale, ponete la tanga que te rompo el culo corriéndote el hilito- le dijo con sonrisa socarrona.
Gus, ya con la cabeza erguida y la mirada decidida, tomó algo de su maleta y se fue al baño, meneando burdamente las nalgas como para seguir la joda, que ya no lo era.
-Esperame y no vayas a cambiar de planes-
-Acá voy a estar, ¿adónde querés que me vaya?, además si vas a ser mi mujer te voy a esperar con la camita caliente, jajaaaaaaaaaa-
Lo que Lucas no sabía era que esa tarde Gustavo se había rajado un rato del evento y se había hecho una escapada a un local de Victoria "S"; pensando que en Miami nadie lo conocía, se podía dar el gusto y cumplirse el deseo que hacía tanto tiempo tenía, se compró algunas "cositas" de lencería femenina, unas tangas, unos culottes, unas medias... Ni se le había cruzado por la cabeza que las iba a estrenar con Lucas, pero bueno, ya se había tirado a la pileta, ¡que pasara lo que tuviera que pasar!  Se quitó el boxer, su pija con los nervios era un manicito, pero, ¿para qué la quería más grande?, si ¡hasta le gustaba hacer pipí sentado! Sacó de la bolsa, a ver, ¿cuál?, ¡sí!, la vedettina roja, sin duda, sus nalgas largas eran ideales para esa bombacha y, además, ¡qué tonto!, se sentía menos putarraco que con una tanga. La suavidad de esa primera lycra sobre sus nalgas le encantó, se miró frente al espejo, sonrió, se acarició las nalgas, se veía lindo, deseable, como esos twinks de los videos porno gay que miraba a veces, naturalmente lampiño, bronceado, sus hoyitos marcando el comienzo de la espalda, ¡ojalá a Lucas lo excitara!
¿Y si no? Se le borró la sonrisa. Pros y contras: Lucas era su amigo, al menos eso creía él, y era discreto, entonces si no le gustaba, eso iba a quedar en Miami. ¡Total!, tantas veces había llorado en el baño, una más no lo iba a cambiar. ¿Y si le gustaba?, se asustó de nuevo, ¿se podría bancar esa pija en el culo?, ¿y si le inventaba cualquier cosa y sólo se la chupaba? Suspiró, bueno, mejor era entregarse y dejar que las cosas pasen.
Temblando abrió la puerta del baño y temblando se paró a los pies de la cama, miraba al piso, cerró los ojos y giró con los brazos pegados al torso para mostrarle todo su culo y toda su espalda a Lucas. El televisor se silenció. Lucas no habló, luego de unos instantes que parecieron siglos, Gustavo se animó a abrir los ojos. Su mirada se cruzó con la de Lucas, que serio y con su pija completamente al palo lo miraba desde el centro de la cama.
Pasión, dolor, llanto, gemidos, calor, sudor, miedos contenidos estallaron en las dos cabezas y luego de un buen rato, gruesos chorros de semen anidaron 22 cm adentro del cuerpo de Gustavo, cambiando para siempre, no a Gustavo que tenía bien claro lo que él era, sino a Lucas, el macho matador, que con cada pujada en el estrecho culito de Gus, con cada gemido de Gus penetrando sutil a su cerebro, con cada sensación eléctrica, intensa, que el cuerpo de Gus le transmitía con una intensidad que jamás una mina, y se había cogido muchas, le había transmitido, se dio cuenta de la mentira con la que había construido su normalísima vida de macho hétero.
La noche fue larga y el sexo intenso, casi sin palabras. Casi sin dormir salieron al evento, Gustavo caminaba con algo de dificultad y se sentaba con muchísimo cuidado. Lucas avergonzado trataba de disimular las marcas que la pasión de Gus había dejado en el cuello. Aguantaron hasta el mediodía. Gonzalo tenía el orto destruido, pero el deseo era mayor que el dolor, la quería adentro de nuevo y Lucas con sólo mirarlo a los ojos ya se excitaba. Pasaron por una farmacia y se fueron al hotel. 
Cuando llegaron salía la mucama que los miró sonriendo cómplice, las manchas de semen, los leves rastros de sangre y de lo otro en las sábanas eran más que elocuentes. Apenas la puerta se cerró las bocas se juntaron, las ropas volaron, las manos apretaron glúteos, pero apenas Lucas le separó fuerte las nalgas, Gustavo gimió de dolor. Pararon. Lucas hizo acostar a Gus en el borde de la cama y le miró el ojete, estaba enrojecido mal, mojó una toalla con agua fría y se la metió despacito, suavecito, en ese canal que no se había cerrado aún, salió medio rosada. La bolsa de la farmacia estaba llena de cremas de todas clases, eligieron las que su rudo inglés les indicó que eran las mejores y el dedo de Lucas las esparció en dosis abundantes en todo el canal de Gus, que con el frescor se sintió más aliviado.  Mejor dormir la siesta.
Ya el sol caía cuando Lucas comenzó a salir del sopor de la siesta, una hermosa sensación le subía de su pubis. Abrió los ojos y su mirada se cruzó con la de Gus, que suavemente, apenas rozándola con los labios, mamaba su verga.
-No me calientes Gus, si vos estás lastimadito. - Gustavo se incorporó y fue a darle un beso con sabor a pija. 
-Ya me siento mejor, pero dejame que yo me la ponga, ¿sí?
Lucas, sonrió y acomodó las piernas. Gus buscó cremas, y no sin dolor se metió lubricante en el culito, embadurnó hasta dejar chorreando el misil de Lucas, acomodó sus piernas a los costados del cuerpo de Lucas, le tomó la pija, buscó su esfínter y comenzó a sentarse. El glande lo hizo gritar, se detuvo, cerraba los ojos de dolor y entre dientes le decía "hijo de puta, ¿por qué la tendrás tan grande?" Su pija, dormidísima, parecía de bebé, el fuerte dolor en el esfínter se la bajaba por completo. Lucas, callado, sólo lo miraba y la acariciaba los muslos suavemente. Un segundo empujón, un segundo grito. Se detuvo, se levantó despacito, el glande de Lucas estaba rosado.
- ¿Querés que paremos Gus? -
-NO-, dijo decidido, - quiero quedar roto para siempre-, le respondió serio mientras volvía a sentarse y gemir de dolor en ese palo inmenso.
-Esperá, te lubrico yo-
Gustavo se puso en 4 con la cabeza sobre el colchón y Lucas, dedo tras dedo, crema tras crema, fue dilatando el lastimado pero deseoso culito de su amigo.
Volvieron, volvió el dolor, pero las ganas fueron más fuertes y en pocos minutos los 22 cm de Lucas anidaron en el recto de Gustavo. Esperaron. Luego, mezclando miedo y deseo, Gus comenzó a subir su cadera, dolía, pero gustaba. Volvió a sentarse, despacito, despacito, el deseo lo iba dilatando, los jugos rectales lo iban mojando, la lujuria, el erotismo, la cara de placer de Lucas, la vista de su culo lleno de pija reflejada en el espejo del costado, eran material más que suficiente para que su cerebro bloqueara todos los receptores de dolor, el ardor, las puntadas lacerantes en las lastimaduras de su canalito se fueron yendo, y el placer invadió toda su cadera, su ojete se hizo vulva, su esfínter se hizo concha y sus gemidos de placer fueron invadiendo la habitación.
Luego de esas tres noches, la anatomía del culo de Gustavo cambió para siempre, y la líbido de Lucas, también.
Retornados a Buenos Aires, los after office los comenzaron a vivir en el telo de Bouchard. Esas noches Lucas ya no atendió a su mujer, que por un lado recibió esta baja de calentura con algo de alivio, pero por otro se extrañaba que ahora cada vez con mayor frecuencia su marido le pidiera la cola, y eso no le gustaba demasiado. En seis meses se separaron.
Lo de Gustavo no duró mucho tampoco. Convivieron unos meses en la pensión del centro adonde se mudó hasta terminar de reciclar la casa que fue de sus viejos, pero la convivencia no fue fácil, la carga de la separación, la carga de asumirse gay, de no saber hasta dónde darse a conocer, lo tornaron malhumorado y por cualquier boludez se peleaba con Gustavo, la culpa era del puto, que terminó cansándose. Lucas, el macho alfa que se cogía a su mujer todos los días, terminó convirtiéndose en el pajero que se masturbaba todos los días viendo porno gay.

0 comentarios - Los gemelos 1 (relato gay)