Gracias a Badoo (Relato gay)

Conocí a W por Badoo. Fue durante un fin de semana que mí novia viajó y estuve sólo en casa tres días. Chateamos un par de veces hasta que decidí invitarlo, nos encontramos a pocas cuadras y vinimos todo el camino a casa charlando y haciéndonos bromas. Estábamos nerviosos los dos. Él era casi diez años más joven, promediaba los 25. Era bonito, gordo, apenas más bajo que yo y muy peludo, aunque eso lo descubrí después. Pasaron unos minutos de conversaciones triviales hasta que me agarró la mano. Lo sentí como un gesto muy tierno, hizo que me relaje. Nos empezamos a besar muy acaloradamente, nos acariciabamos los cuerpos y de a poco nos fuimos sacando la ropa. Nunca había besado así a un hombre.
Cuando estuve solo con el boxer puesto, me sentó sobre sus piernas y siguió besándome. Fue brusco y adorable al mismo tiempo. Metí una mano por su camisa desprendida y ahí sentí la cantidad de vello que tenía y lo mucho que me calentaban sus tetas. Le chupe las tetillas como acostumbro a chupar los pezones de las chicas. Los lamí, los mordí, los dejé bien húmedos. Pase mis manos por sus piernas hasta llegar a su verga que estaba muy dura, desprendí su pantalón y me encantó lo que se escondía debajo de su ropa interior. Lo desnude por completo de la cintura para abajo, me arrodille entre sus piernas y empecé a comerme esa pija deliciosa. Era mediana y gorda, como el resto de su cuerpo. Me metí la cabeza en la boca y comencé a subir y bajar frenéticamente. No sé si lo hice bien pero recuerdo que me encantó hacerlo. Escuchaba sus gemidos mientras me acariciaba la nuca. Seguí un rato más hasta que me incorpore y antes que pueda decir algo, me dijo Vamos a la cama. 
Nos acostamos sobre la cama tendida y volvimos a besarnos. Agarré su pija y empecé a masturbarlo. Esa hermosa sensación de tener una pija ajena en la mano. Hizo un movimiento para acomodarse mejor, se metió entre mis piernas, las puso sobre sus hombros y enterró su lengua en mi ano. Me chupo el culo unos minutos, metió un dedo y luego acerco su pija hasta ahí. La frotó y me cogió sin meterla del todo. Apenas la punta. Reconoció lo cerrada que estaba mí cola y sin inconvenientes decidió hacérmela así, sin penetrarme profundamente. Amé.
Gemí a los gritos como si me estuviera rompiendo. Me agarre de los tobillos para acompañar su movimiento. No podía para de repetir Cogeme, sí, cogeme. Lo hizo sin parar hasta que por fin la sacó, se sacó el preservativo y me apunto a la panza. La llenó con su leche. Terminó con unos gemidos alucinantes, muy acordes a lo que fue todo el acto. Cuando acabó por completo se echó a mí lado y me acarició incentivando mi masturbación. Yo no podía parar de pajearme. Acabé encima de su leche, hasta la última gota, hasta quedar todo enchastrado de semen y transpiración. Agotado por esa sensación de lujuria y placer, con el culo latiendo y la vergüenza que volvía a hacerse presente aunque sin tanta fuerza. Después de limpiarnos, nos vestimos, fumamos y nos despedimos con un abrazo cálido. 


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